02 Los domingos, cavilar
Un chalet en la sierra
Fernando Merodio
ALERTA 3 de junio de 2018
En 1846 -cien años antes de que yo, miembro de la "casta del 78, naciera"- Marx escribía a un crítico literario ruso de familia muy rica diciéndole que "en una sociedad avanzada, el pequeño burgués, (...), se hace socialista de una parte y economista de la otra, (...), se siente deslumbrado por el lujo de la gran burguesía y a la vez siente simpatía por los sufrimientos del pueblo. Es al tiempo burgués y pueblo. (...) Ese pequeño burgués diviniza la contradicción, pues da forma al fondo de su ser. Es la contradicción social en acción y debe justificar teóricamente lo que practica, (...)".
Lenin señaló muy bien cómo, en la práctica, el pequeñoburgués trata de ocultar tan ruin contradicción tras el delirio de un imposible izquierdismo, funesto para el genuino.
El pequeñoburgués da forma a un grupo social marginal situado entre lo que antes llamábamos proletariado y la burguesía, que genera exiguos excedentes, pues casi nunca produce, vive intoxicado por la propaganda del capitalismo y se siente miembro de la burguesía, pero en realidad es un desclasado.
Veamos lo actual y próximo. En Madrid no hay ni un parque eólico, pero sí dos sierras, una rica al noroeste, propiedad de la clase media-alta, miles de tejados anaranjados entre pinos y encinas, con todos los mejores y más caros servicios, crecida a la sombra de la falta de planes de ordenación, y otra pobre al este, que ni puede garantizar los servicios sanitarios para la invasión estival de veraneantes.
En la primera de ellas, la "rica", desde hace un tiempo una pareja que alardea de "poder" cambiar lo actual y combatir a "la casta", buscaba, de modo ridículo, un lugar para conformar sus vidas y las de sus futuros hijos.
Y eligieron una casa hortera, de las de nuevo rico, una parcelita de 2.000 m2, una enorme piscina privada, prueba de su desprecio a que el agua sea un bien escaso, y un precio tal que les ha exigido claudicar ante una opresiva y cuantiosa -odiosa en el inicio de ambos en política- hipoteca que les da la misma entidad financiera que se lucra con los dineros del corro político del que la pareja son primeros números; un crédito que, por su colosal importe, o les es condonado o, sin duda, condicionará sus vidas.
Se ponen los primeros en la lista, alcanzan el lujo pequeñoburgués y, subversivos ellos, aseguran que lucharán para que sea un lujo accesible a todos; espero que, al menos, no sea obligatorio.
Releo lo que Marx, Engels y Lenin escriben sobre los pequeñoburgueses, traba para la izquierda que en los años 60 y 70, de verdad, sin cobrar y con riesgo, luchaba contra Franco, un freno permanente y lesivo para toda idea de cambio, sonrojando ver cómo obligan a su cerco político, ese que aún alardea de "poder", a avalarles, a identificarse en público con ellos, ni siquiera burgueses.
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