domingo, 26 de junio de 2022

225 Los domingos, cavilar La Huelga Fernando Merodio 26/06/2022

225 Los domingos, cavilar

La Huelga

Fernando Merodio

26/06/2022

 Si el obrero que sabe por experiencia lo que es la miseria, se decide a afrontarla audazmente, con su mujer e hijos, si pasa durante meses hambre y miseria y permanece firme e indomable, es que no se trata de una insignificancia (…)” (Friedrich Engels.La situación de la clase obrera en Inglaterra).

En las viñas de la ira luchan por su libertad / Todos los trabajadores quieren ya vivir en paz / Y por eso compañeros nos tenemos que juntar (…)”. (Solidarity forever, Ralph Chaplin. 1915)

La Huelga motiva esta admirada cavilación que pudiera -solo- parecer coyuntural si se lee rápida y verse cual viejo panfleto de los que, hace tiempo, imprimían multicopistas ocultas -muy- al fondo y debajo de un desmadejado armario del cuarto oscuro de atrás, pero no, sé que es precisa en el momento crítico en que oculta tras útiles pandemias, guerras eternas, inflaciones recurrentes, crisis perpetuas,…, crece la grave amenaza que, para lo humano, es el crac climático, obligando a un giro radical en la forma de vida, de modo que generemos, trabajemos, consumamos en cantidad y calidad,… -solo- lo necesario, afrontando el riesgo extra de que, incluso, intenten imponer control radical de cuántos y quiénes podrán vivir en la Tierra, debiendo luchar para sobrevivir todos frente al opresivo 1% explotador destructivo, siendo en este preciso momento cuando el ente -en especial- ñoño, feo, sin interés -desinteresado- que es el PP, innecesario y, por ello, solo usado por el capital cuando lo precisa, de modo sorprendente recupera su utilidad, lo que es negro vaticinio -no coincidencia- que arrasa -algo bueno tenía que tener- a la -para las energéticas- dúctil mercantil PSOE, sus rémoras y, también, a Vox, anuncio de que esa derecha participará en el cambio que convenga… al 1%, punto final a bromas y medias tintas, aviso de que, con su “peso político”, podrá ser -incluso- mayor el daño, más dura la agresión habitual para frenar a quienes, incluso actuando uno a uno, se enfrentan a esos “ellos”.

EL ROTO 10/05/2022

Formado en el deslavazado y clandestino marxismo de mi juventud, -algo- leído, con incongruencias, burgués de pueblo nacido en “la Fuente de la Salud”, Cajo, límite urbano de Santander, entre Peñacastillo y Cuatro Caminos, nieto del “Abuelo José”, bueno, peón de la tabacalera, bebedor de mal vino y, como era natural, comunista no científico, ni filosófico,…, visceral e hijo de un “joven de la guerra”, con estudios que le becó la marquesa de Pelayo y le alcanzaron para -en los duros 40- llegar a ser jefe técnico en los Saltos del Nansa con vivienda en Rozadío, Rionansa, entonces Casa Cristo de Arriba, donde viví hasta los 7 años, vida feliz, a veces dura que me enseñó a endurecer el vientre para mejor soportar los -inimaginables, injustos- golpes que “ellos”, cuando quieren, asestan... y hacer lo posible para devolverlos con igual dureza.

La mayoría, masa que tiende a crecer necesitada de una dirección común que casi nunca es buena y, con corolario inquietante, analiza Elías Canettti en “Masa y poder” relacionándola con el -peligroso- culto al líder, me hace asirme a la tabla salvadora que es verla -seguir viéndola- como aquella clase obrera poderosa en cantidad y calidad para la vital producción que, poéticamente, ensalza el himno USA “Solidarity forever” y aferrarme a algo tan cierto como que, pues “ellos” “se han adueñado de tantos millones que no trabajaron, / sin nuestro trabajo y músculo no girará ni una sola rueda”, confiar en que, razonablemente, “podemos romper su arrogante poder, ganar nuestra libertad” y, por ello, satisfecho, poner fin emocionado a esta parte de lo que no es un viejo panfleto con estrofas del combativo himno: “Vamos, vamos compañeros los derechos a pelear / con el corazón animado y con fe en la unidad. / Que la fuerza de los pobres, como las olas del mar, / la injusticia va a ahogar”.

Lenin lo explica, siempre, bien y, dicho por él, es tesis elaborada, no un panfleto: “Las fábricas, la tierra, las máquinas, los ferrocarriles,… son como ruedas de una gran máquina (…) que funciona por el trabajo de quienes aran la tierra, extraen los minerales, producen en las fábricas, construyen las casas, talleres y ferrocarriles. Si los trabajadores se niegan a trabajar, la máquina entera amenaza con detenerse”, por lo que -al fin, llego al nudo- dejando a un lado diferencias de raza, origen, género, orientación sexual,…, tan manoseadas hoy, “cada huelga recuerda al capital que no es él el amo, lo son los trabajadores (…)”, explicando -simplemente citarlo hoy da miedo- Karl Marx que, de modo involuntario, “el capital ha creado para la masa -de trabajadores- una situación y un interés comunes” y si, uno a uno, cada obrero puede parecer poco, “su masa constituye una clase contra el capital” y cuando actúa unida carga de fuerza a cada individuo, le muestra que no está solo, que la respuesta al abuso puede ser colectiva, solidaria y le ayuda a calcular cuándo es bueno -para él- luchar y cuándo esperar, así como le enseña que los aparatos represivos -políticos, policiales, culturales, jurídicos,…- del Estado -casi- siempre están enfrente, llegando al esperpento de que, en medio de la enorme conmoción, indicativa del insoportable hartazgo -preciso de análisis- que expresa la huelga del metal en la carca Cantabria, el camarada Miguel Ángel Revilla, resto incorrupto del sindicato vertical fascista, hoy presidente regional con la PSOE, se atreve a opinar y trata de inculcar a los trabajadores que, pues a él y al capital así les place, “no es momento para huelgas”.

La huelga es expresión traumática de un conflicto colectivo de trabajo que se plasma en el cese, la paralización de la actividad laboral como protesta de los asalariados en defensa de intereses que consideran maltratados, debiendo tener todos claro que, al hablar/escribir sobre tan esencial, luchada, costosa conquista, se debe ser cauteloso, pues siendo un derecho constitucional de naturaleza colectiva, artículo 28 CE, como tal -en teoría- protegido por el régimen jurídico del Real Decreto-ley 17/1977 e interpretado por la troncal sentencia del TC 11/1981, de 8 de abril, su ejercicio es individual y afecta muy seriamente a la vida, hacienda, familia,… de los huelguistas, por lo que el resto -y en especial el presidente, deslenguado, ignaro purriego- debería ser prudente y limitarse, con admirativo respeto, a “dar tabaco”.

A quien, en la clandestinidad, apoyó la lucha de aquellas “comisiones obreras”, hablar de la “Huelga del Metal” le mueve a ponerse en pié, si, además, la huelga tiene lugar en nuestro pequeño, retrógrado territorio, le obliga a aplaudir atónito y si, el culmen, se desarrolla en la sería forma en que -intuyo- lo ha hecho aquí, le emociona y le deja tan solo el temor de que, frente a lo que hace el Madrid cuando compite en una final, no se haya ido a la huelga con la convicción de ganarla y, por ello, a su inicio no se haya tenido claro, sin duda lógica, el rasero de lo que era victoria, sabiendo que si, al final, se admite no alcanzar ese rasero es una derrota y las derrotas, en casa del pobre, son muy difíciles de gestionar y dejan heridas que cuesta mucho cicatrizar.

Para que cada cual valore el éxito o fracaso de esta huelga, en la que vi -muy- pocas mujeres, dejo al albur de quien quiera cavilar el dato cierto de un conflicto en el que, con 20.000 “metalúrgicos”, en el inadecuado “palacio de festivales” -peor sería que les hubieran llevado a votar a los “containers de los Botín”- solo opinaron 701 asalariados, el 3,5% del total, de los que 242, el 34,5% de los votantes, entre insultos, rechazaron la oferta que -rápida y eficaz al servicio del sistema- presentó la gente de Yolanda Díaz, ministra que, como gusta al -que hoy dicen- “progresismo” y critica el filósofo italiano Giorgio Agamben, pacta lo que sea con quien sea y resuelve conflictos siempre con migajas del dinero de todos; no valoro lo ocurrido, aplaudo el coraje, lamento que el fin de la huelga lo haya aprobado solo un 2,3% del metal como los 20 días que han estado sin cobrar y, en tiempo de mirones burócratas sindicales -muy- bien pagados, echo en falta la histórica, precisa “caja de resistencia”, que no anula, palia el sacrificio, dudando de si el escaso número de votantes, los enfrentamientos entre ellos, su división,…hubiera dejado poso de insatisfacción, de derrota, dañando el futuro común, pues intuyo lógico que, en breve, incluida la General, vamos a tener muchas, dolorosos, duras, diferentes Huelgas… y es imprescindible ganarlas.

RIKI BLANCO 25/06/2022

sábado, 18 de junio de 2022

224 Los domingos, cavilar La -mercantil- PSOE Fernando Merodio 19/06/2022

224 Los domingos, cavilar

La -mercantil- PSOE

Fernando Merodio

19/06/2022

En España, (…) en los años 60 (…) desde el punto de vista político, creo que todos los partidos, a excepción de los comunistas, estaban actuando de manera legal. Así que aquí tuvieron una transición paulatina (…)” (Entrevista en 1999 a Seymour M. Lipset).

El antifranquismo en España fue minoritario hasta 1975” (Entrevista a Ignacio Martínez Pisón)

 “Lupus est homo hominis, non homo, quom qualis sit non novit. ”Lobo es el hombre para el hombre, no hombre, cuando ignora quién es el otro” (Plauto “Asinaria. Comedia de los asnos)

Sin que para comprobarlo sea necesario retrotraerse a los años de Karl Marx, sabemos que las ideas socialistas estuvieron defendidas -cierto tiempo- por partidos políticos que combatían por proyectos y cosas que merecían la pena, serias, hoy venidos -hace tiempo, en todo lugar- a puras y duras estructuras del comercio, mercantiles, catástrofe que, pienso, definió exacta Seymour M. Lipset, sociólogo desde luego, vinculado a la frase que, corrupto y lúbrico, popularizó Bill Clinton: “¡Es la economía, estúpido!”, aporte -con mínima base- de aquel a la “teoría de la modernización” que, en su versión, conectaba democracia con crecimiento económico y -algo tan etéreo y dúctil como- “valores”, a partir de ideas -tan simples, pueriles, ¿maliciosas?, como las que expresaba acerca de la política en los años 60 en España- sobre los “benéficos” efectos sociales de la evolución del colonialismo británico en su decadencia y desaparición, definiendo la coincidencia USA-resto del mundo que, sin duda, es evidente si comparamos el conservador partido demócrata y los -que dicen- socialismos europeos, con cada vez menores matices reales que los diferencien.

El socialismo que se llamó también comunismo fue, en Karl Marx, seria corriente filosófica del pensamiento social, económico y político, germen de teorías, sistemas y movimientos unidos en la lucha por una igualdad que se apoyaba en la propiedad colectiva, pública de los medios de producción, alternativa al capitalismo, basado en el egoísmo individualista que posibilita injusta acumulación de capital a partir de la propiedad privada de esos medios, siendo aquel socialismo el mejor modo para intentar tal igualdad en un mundo en el que, diga lo que diga Emilio Lledó, filósofo fácil y cómodo, es cierto lo que sentenció Plauto en “Asinaria” o “Comedia de los asnos” y popularizó Hobbes en “Leviatán” o La materia”, “Homo homini lupus”.

Los partidos suelen ser -son- reflejo de las diferencias -antes expresión de sentidas, reales desigualdades profundas, hoy casi siempre meras disparidades transversales, ficticias, electorales, que distraen de la exigible atención a la verdadera desigualdad- existentes en la sociedad; la central lucha contra -todo- desequilibrio, en especial el económico, que está en la base de las mayores -casi todas las- injusticias, hoy suplida por controversias tangenciales agravadas por la progresiva “mercantilización de todo” que analiza Jorge Urdánoz, con un cierto sectarismo que tiende, en exceso, a la crítica -justificada- de la “modernización” en China, actualización que -es cierto- ha convertido al gigante comunista en un “Estado sin libertades, sin elecciones libres, sin división de poderes y sin las garantías jurisdiccionales propias de un Estado de derecho”, denuncia que, insisto, siendo -posiblemente- acertada sería mucho más útil si el dardo se dirigiera no -en base a la egoísta razón “mercantil” de que China es “nuestra” competencia comercial- solo contra los restos del naufragio del maoísmo sino contra la -nula- protección que, aquí ahora, tienen las que dicen libertades constitucionales, para concluir con rigor si votar a Núñez Feijoo o a Sánchez -incluso a Abascal o al rompe-huelgas Revilla-, decidir entre las corruptas ofertas de PP y PSOE, es elegir libres, si los “poderes” legislativo y ejecutivo son independientes entre ellos y no limitan al judicial, si el “contrato social” -que, desde un delirante periódico M.A. Castañeda, ignaro, peligroso muyahidín neoliberal, difama como “buenista”- es eficaz protección para el débil y, por último, si su cumplimiento lo garantizan con objetiva justicia los tribunales; yo (man)tengo serias dudas sobre las cuatro premisas que usa Urdánoz para fijar el carácter no democrático de sociedades que no son la nuestra.

EL ROTO 16/06/2022

En el cisma que -un día- estalló entre el radical comunismo, que proponía abolir la propiedad privada, y el más moderado socialismo, que planteaba (con)vivir en la economía de mercado para –intentar- someterla a formas de control social, nació la división entre la -que dicen- “dictadura del proletariado”, movimiento pendular -con cierta lógica- que se enfrenta con violencia a la violenta, opresiva dictadura del capital, de la burguesía y la -que también dicen- “socialdemocracia”, teoría política afín a la democracia representativa, con correcciones teóricas a la redistribución de los ingresos, la regulación de la economía en aras del interés general y el impulso del llamado -etéreo, dudoso- “Welfare state”,Estado de bienestar”, unidas, otra vez en teoría, ambas propuestas por los distintos grados del debilitamiento de la propiedad privada, del modelo económico que se asienta en producir lo que necesitemos en lugar de acumular capital, del control mediante un Estado poderoso lo social y lo económico, de la redistribución de la riqueza hacia -lo que algunos ven como utopía de- una sociedad sin clases, igualitaria en la línea matriz, ilustrada que, con apoyo en la Razón, marcó la revolución francesa para, finalmente, auto-gestionarse por una gran masa -en una sociedad industrial- de trabajadores.

EL ROTO 12/06/2022

Recientemente leía en un periódico la reflexión de Wolfram Eilenberger, filósofo alemán, “El mundo es un único jardín”, ¿comunal?, y acabé en la inspirada estrofa del evocador himno comunista cuando afirma que “el género humano es La Internacional”, sin divisiones insólitas ni distracciones transversales, como la actual, muy grave, provocada por la (pre)tensión de frenar el placer del –temido- sexo con distanciador, represivo, electoral uso sectario del género, que trae la -vieja, eterna- “nueva política”, desde luego ajena al “socialismo científico” de Marx y Engels y nacida -al tiempo, occidental pero similar al maoísmo actual - al socaire de la caída de la URSS y, con ella, del fin de la división del mundo en bloques, militancia que crea nuevos ricos con vacías proclamas y flamante, mísera, exclusiva fortuna, volcados en la compulsiva defensa de ésta, “nueva política”, hoy aquí rémora que succiona desde el lomo de la socialdemocracia y, como ella, vive feliz en la “sociedad de mercado” nacida tras el “fin de la historia” que -errado- dibujó Francis Fukuyama, “progresismo” de partidos con forma de “grandes almacenes” de ayer, hoy “grandes superficies”, enormes empresas cuyas ofertas prometen atender toda la gama posible de exigencias legales, judiciales, laborales, urbanísticas médicas, ecológicas, industriales,… posibles, tratadas como si fueran ropa, vehículos, muebles, calzado, alimentación,…, necesidades fijadas, bajo el capital, por ellos, con su publicidad y sus medios, para lo que hoy aquí la PSOE, financiada como sea, ha elegido un fatuo jefe de planta, imagen, que -cree, cuestión de fe- conviene a su interés, Sánchez, poniendo fin a la antigualla de las elecciones como forma en que se manifiesta la lucha de clases y rompiendo la seria referencia que era la liza patrón-obrero, la sustituye por el omnipresente, odioso, absurdo consumismo con el que, pues así nos han (de)formado, mostrar -solo- la imagen nuestra que queremos vea el otro.

No tenga nadie la menor duda, la PSOE es una estructura mercantil, con actividad y fines comerciales, generadora de funestas efectos, “progresismo” español que, con apoyo en fascismos regionales, cinco ejemplos, contra el calentamiento global engaña a todos al dejar -si no lo impedimos- el futuro de la energía en manos del más corrupto capital que -paradigma, Sánchez Galán- nos ha traído al caos, (ab)usa -de- la ineficaz lentitud de la Justicia para no cumplir -nunca- la Ley, nos bloquea con la (in)comunicación telemática, hasta El País, 16.06.2022, titula que “la política olvida los barrios pobres incluso en elecciones” y, símbolo, no se queja si el banquero -dueño del Muelle- se mofa en El Delirio, 17.06.2022, al afirmar que -en “su” encuesta- para el 63%, el container que ha tirado y se cae a trozos ”ha mejorado las vistas a la bahía”.

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domingo, 12 de junio de 2022

223 Los domingos, cavilar Nadal Fernando Merodio 12/06/2022

223 Los domingos, cavilar

Nadal

Fernando Merodio

12/06/2022

No puedes asumir levantarte cojo todos los días. (…) Si funciona seguiré; si no, no lo haré. Debo hablar conmigo mismo, (Rafael Nadal, tras ganar su 14 Roland Garros, 22 Grand Slam).

 Porque en mi familia siempre le hemos dado mucha importancia al correr, especialmente al correr huyendo de la policía. (Alan Sillitoe. “La soledad del corredor de fondo”)

 “Otros se fatigaron / y vosotros os aprovecháis de sus fatigas” (San Juan 4. 39)

Es difícil encontrar un consenso de admiración como el que, no sé si impostado o real, concita Rafael Nadal tras ganar Roland Garros o cualquier otro -llamado- grand slam y ello anima a cavilar sobre él, las dotes que le acompañan y, en especial, sus fatigas e importantes secuelas, intentando conseguir que todo ello resulte útil para el resto, valorar cómo -pensamos que- se podrá sentir él tras tan inusuales victorias y compararlo -sé que siempre habrá necios que no lo entiendan- con lo cotidiano del “común de los mortales”, así que, pese a  saber lo nimio, vacuo y arriesgado que es usarte como cita, me parece práctico poner mi idea -mía y para mí- del excepcional tenista en relación con el amasijo de sensaciones que, como en otros muchos avatares, sentí en 1979, domingo 20 de mayo, con 33 años, Rosa y nuestros dos hijos, niños, atajando tras mi por la ciudad para recogerme en la meta al acabar, tras 3 horas y 59 minutos corriendo cuanto pude junto a otros muchos durante los 42.195 metros, entonces novedosamente populares, de la II maratón de Madrid, para la que apenas practiqué, equipándome, ignaro, con ajado polo del cocodrilo, zapatillas de futbito, rasposo pantalón, gruesos calcetines de fútbol playero, teñí, causa-efecto, las uñas de los pies de alarmante negro amoratado, anuncio de que, casi todas, se desprenderían y llené de cruentos roces axilas, ingles y pezones, envuelto todo ello en fatiga solo sedada por las endorfinas del esfuerzo y aquella -no como hoy- ilusionante España -en algo- nueva, arrumbando por un rato las cotidianas exigencias de la mujer querida, los temores por los hijos, el difícil día a día, el -falso- clarear de las sombras recientes, el bufete de abogado, hasta poco antes clandestino, aquellas “comisiones obreras”, “el partido”, la idea de cambiar el mundo,…; emociones de las que, como de tantas otras solo mías, al día siguiente solo quedaba el marasmo cotidiano.  

EL ROTO 02/05/2022

Más coincidencias con “lo de Nadal” -obvio las diferencias-, cuatro años después, hace casi 40, 1983, 23 de octubre, también domingo para no perder ni un ápice de la fuerza del trabajo que regalamos al capital los días laborables, en New York, también corriendo por correr, cuando me acercaba al final de las 2 millas del Verrazzano-Narrows Bridge, ingeniería entre las dos orillas de la boca de la bahía neoyorquina que oscila con el ritmo acompasado de -entonces solo- 16.000 corredores populares, oía un extraño, no reconocible rumor sordo que crecía al acercarme al otro lado del armatoste y acabó en griterío -“¡Go!, ¡Go!, ¡You can do it! ¡You can get it!, ¡You’re in New York City!”- de los ufanos, solidarios emigrantes asentados en Brooklyn, a donde, a 12 Km. por hora, llegué desde Staten Island, Km.0 al otro lado del puente, griterío de ánimo que apoyaba un esfuerzo que los de allí valoran, estímulo en el que los suplirían cientos de miles de más emigrantes en Queens, Bronx y Harlem-Manhattan, los otros 3 barrios ciudadanos, hasta llegar al sabio, hermoso Central Park donde, hora y media más tarde que el ganador, Rod Dixon -que no corría por correr y no sé si hacía deporte- yo concluía otro grand slam de mi lado deportivo, para hoy, con mis -muchos- limites y -muy- septuagenario, saberme parte de los menguados restos que lustros, achaques, acomodo, incluso muerte han escurrido de quienes, en los lejanos setenta de dura represión, generamos en España la explosión del deporte popular, individual y callejero, tomando, como símbolo, las calles y disfrutando seria parte de la vida corriendo, una de las formas con que, en aquella sociedad convulsa y paradójica de los últimos años de Franco, algunos jóvenes, con ideas, pretendimos -haciendo cosas- cambiar la opresión vivida desde que nacimos por deporte, fatiga, riesgo, lucha,...

Sabía entonces -y sé ahora- que intentar desplazarme -algo- rápido no era, como decían los “graciosos”, cosa de cobardes y que, al tiempo que me fatigaba, al hacerlo me alejaba, eso sí, de algo y a causa -es posible- de la irritación que crea el cansancio creciente, poco a poco, emergían de mi interior las que quizás fueron, desde que con 7 años abandoné el pueblo y me empapé en curas y colegios, quejas menores que, al crecer, hicieron aflorar otras más significadas y notables: el odioso uso político de lo que, perverso lenguaje, llaman deporte, los miles de millones de dinero público malversado en espectáculos que dicen deportivos, las trampas, el dopaje, el esfuerzo excesivo que daña juego y salud, la burla que los presupuestos generales son para quienes, a cambio de nada, se fatigan para que los demás hagan deporte, jueguen,…, todo ello evidente reflejo de cosas más serias y otra lucha.

EL ROTO 26/01/2022

En el intento de vencer la fatiga aprendí que correr es natural condición personal, preparación, estado de ánimo y, sobre todo, correcta y sólida relación con uno mismo, entendí que si al correr me perdía de vista y sometía mi esforzada actividad a lo que dijeran otros, a los (pre)juicios, las excesivas exigencias o la comodidad más fofa,... se agrietaría la correcta relación cuerpo-mente, tan evidente en los niños, y aparecerían comportamientos neuróticos o, peor, psicóticos que, injustos y crueles, llegarían a hacerme temer el -fútil, inane- fracaso; reafirmado en que correr es ejercicio -muy- natural y fácil de controlar, así como en que, para ser bueno, el deporte exige solo una condición natural mínima, práctica cotidiana lógica, dedicación, algo de esfuerzo y, por encima de todo, respeto hacia ti mismo, nada que ver con enfermizos retos, ambición, deseo de esos éxitos o ese dinero que tanto valora la sociedad, sino con educación, cultura, salud, firme convicción en lo correcto de los actos propios,…, supe también que correr hace que lo natural fluya libremente y que, dentro de sus límites, nos devuelve a la niñez, al juego y me ratifiqué en que, siendo el deporte fatiga lógica, el mundo avanza impulsado por las fatigas de los menos y, al correr, percibía en su crudeza que siempre son los mismos ambiciosos enfermizos y “listos” los que, robándola, se aprovechan de esa fatiga, que así es la vida.

Hace 40 años que, sin que ello signifique dejar de valorar el esfuerzo y los méritos únicos de Nadal pero alejado de su mundo, leo y releo con interés libros sobre por qué y cómo correr por correr que escribió George Sheehan, 1918-1993, columnista de Runners World, cardiólogo, corredor de fondo al que conocí en una maratón de New York mediados los 80, muerto de cáncer de próstata que, hasta casi ese momento, completó todos los años, entre otras, la maratón de Boston; sé que, en sentido académico, Sheehan no fue filósofo pero también sé que filosofa el adulto al que ocupan dudas no resueltas de la infancia y que me merece la pena, aun siendo más radical que él en algunas cosas, seguir afluyendo a libros que escribió, volver con ellos a mi feliz niñez en Rozadío y tomar sanitaria distancia del horrísono tumulto que es el peligroso, estridente regional-fascismo del Revilla que dice que “no están los tiempos para huelgas”, y pues el bicho que creó en mí células anormales que se dividieron sin control y se infiltraron en mi próstata -antes- sana me alejó de la carrera, clave en mi actual alta calidad de vida, por correr, con envidia de quienes siguen en tal carrera, cavilo sobre Nadal y otros y, junto a la antes lógica y siempre alegre Rosa, dañada por la demencia, Miguel y Maite, Chuchi y Paz, Arturo y Marta, disfruto al defender las limpias y bellas montañas de nuestro sur, que capital y política corrupta quieren destruir -desfalcando dinero que dicen de Europa- con turbinas -molinos, no gigantes-y elaboro estrategia y tácticas para otra -mi penúltima- maratón, como las que ayudaron a andar a aquellas “comisiones obreras”, derrotar, junto a Felipe Revuelta y pese a algún juez, a la -ya entonces- corrupta PSOE felipista en Laredo, mostrar la necrosis de REE en la línea Soto Ribera-Penagos-Güeñes, anular el sucio apaño del “concurso eólico”,… y, así, resarcirme de tantas y tantas importantes maratones mal acabadas.

sábado, 4 de junio de 2022

222 Los domingos, cavilar Envejecer Fernando Merodio 05/06/2022

222 Los domingos, cavilar

Envejecer

Fernando Merodio

05/06/2022

La esperanza de vida al nacer pasará de 72,6 años en 2019 a 77,1 en 2050 (Dato mundial de la ONU. El envejecimiento amenaza con dar un vuelco a la economía, El País. 29.05.2022)

"Tu madre y yo hemos pasado por mucho, pero esto es nuevo" (Jean Louis Trintignant, a su hija, en "Amour" de Michael Haneke).

Un éxito del sistema; según las estadísticas, a mis 76,16 años, sobrepaso en más de 3,5 la esperanza de vida de 72 y pico, media mundial -del varón, la de las hembras es, por supuesto, más alta- que, dicen, tiene quien -fatalidad generada por el resto- nace ahora en el terrible planeta Tierra, y en unos 16 los solo 60 -más o menos- que me otorgaba de gracia la España de 1946 en que nací, no estando ya muy lejos de los 80,3 con que hoy -contradiciendo lo que viene- anuncian a los hombres que nacen aquí; siempre a la contra, yo atribuyo todo el mérito a mi padre, que me plantó y regó en Rozadío, España, Europa y no en África, me legó lo más sano de sus genes y me educó en una vida correcta, al tiempo que me produce profundo enojo ver cómo, paradoja evidente respecto el éxito que -dicen- es la longevidad, tan fríos -e ignoro si ciertos- datos numéricos llevan al -en el peor sentido- neoliberal grupo Prisa, a los influyentes, sectarios medios Ser y El País, a titular un largo texto, dos páginas del periódico con un mensaje tan torvo, insano como que “el envejecimiento amenaza con dar un vuelco a la economía”, pues “la mayor longevidad y la caída de los nacimientos supondrán más gastos en sanidad, pensiones o dependencia”, lo que, según la biblia del “progresismo”, dificulta mantener intacto el sistema económico que tan bien va… a ellos, explicando que el envejecimiento afecta, más que a la capacidad para producir, al esencial pilar de su mundo (des)igual y (in)sostenible que es el gasto ilimitado en el que –también dicen- los mayores que hemos ganado, sin vacuna, al bichito del 1 por mil de muertos o a la III guerra mundial, además de muy caros, somos insolidarios, no consumimos como los jóvenes e -infiero- algo tendrán que hacer con(tra) nosotros.

Desde una óptica más humana, ajena a los fríos -manipulables- números que tanto parecen preocupar a los reaccionarios del “progreso”, Michael Hanecke, que nos removió con "Das Weibe Band”, La cinta blanca-Una historia alemana para niños”, en que los hechos de un grupo de estos de entreguerras en un pequeño pueblo alemán que ya incubaba, evidente, el huevo de la serpiente nazi y vedó todo posible alegato de inocencia al respecto dejando claro que el germen del mal se infiltra en todas partes, años después, tocaba fibras de otra sensibilidad en el emocionante, triste "Amour", hermosa, real, terrible película sobre tan humano como hoy mal vivido -pero vital- sentimiento, afectiva -y seca- historia de una pareja, un matrimonio de ancianos, cultos profesores de música jubilados a los que, como a tantos otros -yo mismo puedo explicar, hasta hastiarles, lo duro que es convivir con un demente al que quieres- la vejez golpea con el no inhabitual sufrimiento del deterioro unido a la enfermedad, que en ellos fue una grave hemiplejia en la mujer (Riva), e hizo al hombre (Trintignant), transmitir su conmoción a la hija de ambos, "tu madre y yo hemos pasado por mucho, pero esto es nuevo", y lleva al espectador a los repetidos, hermosos, a veces lúgubres rincones en que se maceran los ingredientes del perfume que es el amor y Haneke sitúa en el roce humano de dos seres en los que, con el tiempo, genera una solidez alejada de los juveniles, airados, magníficos, veleidosos deseos del enamoramiento.

EL ROTO 14/11/2019

Ajena al humano envejecer en pareja, con mórbida frecuencia, la política genera y, sin pudor, exhibe otros modos, que El Roto dibuja en una viñeta con cuatro trazos y nueve palabras: “Parecía que se abrazaban, pero era para no caerse”, una debilidad que hace que, acurrucados con miedo busquen frágil seguridad vacilante sin, insisto, envejecer juntos, llegando a compartir gobierno, incluso obscena cama, siendo aquí ahora -en especial- insultante l amancebamiento de los que se dicen "progresistas", "progreso" o, incluso más perverso, "izquierda" y, tediosos, lo repiten sin pausa con apoyo de los medios -para el resto- censores, sin saber qué significa tal cajón de sastre en que guardan -y sacan- lo que -cuándo y cómo- les conviene, deteriorando la real memoria de hechos y gente seria que, esa sí, fue la izquierda y sus movimientos sociales, work in progress, hoy burocracias transversales subvencionadas, expertas, como destripa con ira el filósofo italiano Giorgio Agamben, en transigir, pactar, ceder,... en lo esencial con y ante quien sea, la clase obrera ante el capital, el contrato social ante el peor delito y la codicia ilegal del terruño, la libertad de expresión ante el asco que son los medios, la ciencia ante la superstición, el medio ambiente ante el "crecimiento", el “consumo” incontrolado,..., y, en el colmo de la desfachatez útil para el sistema, los más cutres parvenues son llamados “comunistas”, ultrajando a lo mejor, lo más íntegro de quienes en la historia lucharon primero por las ideas de la Ilustración que, a partir de 1750 se expandieron hasta plasmarse en 1775 en la Encyclopédie de Diderot, d'Alembert, Voltaire, Rousseau,... y estallar, finalizando el siglo, en la Revolución francesa que impulsaron, jóvenes, Robespierre, Danton, Desmoulins, Marat,..., triunfo de la Razón y serias ideas republicanas sobre el irracional Ancien Régime y, medio siglo después, en 1848, al tambalearse el revolucionario ideal de igualdad, con Marx y Engels daban otra vuelta de tuerca contra la explotación del hombre por el hombre con el -hoy actual- Manifiesto Comunista, sólida base filosófica, económica, y política del socialismo comunista -nada que ver con el “progresismo” de la mercantil PSOE y sus parásitos/rémora, nuevos ricos- para derrotar a la clase que, enemiga de la libertad e igualdad fraterna francesas, pretendía sustituir -y sustituiría- a la nobleza; a los casi ciento setenta y cinco años del Manifiesto, los hechos -todos loables, muchos heroicos- de quienes, tras Marx y Engels, dieron aquí cuerpo físico, social y político al viejo fantasma comunista, están en la olvidada “memoria” real, en los libros, en la historia, vituperados o ensalzados a gusto del que “consume”.

Constatado, día a día, que estamos aquí solo un rato hasta saltar al vacío sin vuelta, envejeciendo, viejos pero vivos, lo lógico es mantener el interés, evitar ser engañados, no perder el tiempo escaso, defender la posición inicial correcta de lucha por la igualdad y una sociedad sin clases, lo que, obvio, nos enfrenta a los -muy pocos- que mandan y se lucran al hacernos desiguales, apoyados en parejas políticas de conveniencia y, sabiendo que Marx no es utopía, sino la teoría científica que, aquí ayer, usó en su lucha "el partido", el PCE que amalgamó disciplina, sacrificio personal, afinidad emocional y dedicación plena, a lo que Hobsbawm añade "hacer lo que otros no hacían” y conocido con Badiou el final de la identificación de política y Estado, tanto en el Estado-partido del Este como en el Estado-partidos del Oeste, por su mínima eficacia emancipadora, igual en la revolución que en el uso del contrato social, del Derecho para defender al débil frente al abuso, sabemos, pues, que “la historia de la política re-comienza y la ruina de toda presentación estatal de la verdad inaugura este comienzo” y no saberlo es creer que lo actual arreglará el caos a que nos ha traído de emergencia del clima, insoportable desigualdad, pobreza extrema, hambre, guerras de interés, injusta administración de la Justicia, muy útiles “pandemias”, corrupción,...

EL ROTO 01/06/2022

La vejez es acumulación de efectos que se suelen agravar desde los 65 años hasta morir y nos acerca a temas -acaso- filosóficos, el sentido de la vida, la identidad personal, las relaciones humanas, la justicia social, el futuro que legamos al resto,…, siendo cierto que, lo dijo Aristóteles, la maestría de la vejez lleva el riesgo de que a la decrepitud física se una, medrosa y egoísta, la mental, moral,…; alguien “terriblemente viejo” dejó dicho en un relato del noruego Kjell Askildsen que “el mundo está lleno de insensatez y confusión, la falta de libertad tiene profundas raíces, la esperanza de igualdad disminuye, la fuerza del poder es demasiado grande, eso parece. Hay que estar contentos con lo bien que vivimos, dice la gente, la mayoría vive peor. Y toman pastillas contra el insomnio. O la depresión. O la vida” ¿No nos hace, de verdad, todo ello pensar en qué nos gustaría dejar cuando, al final, acabemos de envejecer?