domingo, 12 de junio de 2022

223 Los domingos, cavilar Nadal Fernando Merodio 12/06/2022

223 Los domingos, cavilar

Nadal

Fernando Merodio

12/06/2022

No puedes asumir levantarte cojo todos los días. (…) Si funciona seguiré; si no, no lo haré. Debo hablar conmigo mismo, (Rafael Nadal, tras ganar su 14 Roland Garros, 22 Grand Slam).

 Porque en mi familia siempre le hemos dado mucha importancia al correr, especialmente al correr huyendo de la policía. (Alan Sillitoe. “La soledad del corredor de fondo”)

 “Otros se fatigaron / y vosotros os aprovecháis de sus fatigas” (San Juan 4. 39)

Es difícil encontrar un consenso de admiración como el que, no sé si impostado o real, concita Rafael Nadal tras ganar Roland Garros o cualquier otro -llamado- grand slam y ello anima a cavilar sobre él, las dotes que le acompañan y, en especial, sus fatigas e importantes secuelas, intentando conseguir que todo ello resulte útil para el resto, valorar cómo -pensamos que- se podrá sentir él tras tan inusuales victorias y compararlo -sé que siempre habrá necios que no lo entiendan- con lo cotidiano del “común de los mortales”, así que, pese a  saber lo nimio, vacuo y arriesgado que es usarte como cita, me parece práctico poner mi idea -mía y para mí- del excepcional tenista en relación con el amasijo de sensaciones que, como en otros muchos avatares, sentí en 1979, domingo 20 de mayo, con 33 años, Rosa y nuestros dos hijos, niños, atajando tras mi por la ciudad para recogerme en la meta al acabar, tras 3 horas y 59 minutos corriendo cuanto pude junto a otros muchos durante los 42.195 metros, entonces novedosamente populares, de la II maratón de Madrid, para la que apenas practiqué, equipándome, ignaro, con ajado polo del cocodrilo, zapatillas de futbito, rasposo pantalón, gruesos calcetines de fútbol playero, teñí, causa-efecto, las uñas de los pies de alarmante negro amoratado, anuncio de que, casi todas, se desprenderían y llené de cruentos roces axilas, ingles y pezones, envuelto todo ello en fatiga solo sedada por las endorfinas del esfuerzo y aquella -no como hoy- ilusionante España -en algo- nueva, arrumbando por un rato las cotidianas exigencias de la mujer querida, los temores por los hijos, el difícil día a día, el -falso- clarear de las sombras recientes, el bufete de abogado, hasta poco antes clandestino, aquellas “comisiones obreras”, “el partido”, la idea de cambiar el mundo,…; emociones de las que, como de tantas otras solo mías, al día siguiente solo quedaba el marasmo cotidiano.  

EL ROTO 02/05/2022

Más coincidencias con “lo de Nadal” -obvio las diferencias-, cuatro años después, hace casi 40, 1983, 23 de octubre, también domingo para no perder ni un ápice de la fuerza del trabajo que regalamos al capital los días laborables, en New York, también corriendo por correr, cuando me acercaba al final de las 2 millas del Verrazzano-Narrows Bridge, ingeniería entre las dos orillas de la boca de la bahía neoyorquina que oscila con el ritmo acompasado de -entonces solo- 16.000 corredores populares, oía un extraño, no reconocible rumor sordo que crecía al acercarme al otro lado del armatoste y acabó en griterío -“¡Go!, ¡Go!, ¡You can do it! ¡You can get it!, ¡You’re in New York City!”- de los ufanos, solidarios emigrantes asentados en Brooklyn, a donde, a 12 Km. por hora, llegué desde Staten Island, Km.0 al otro lado del puente, griterío de ánimo que apoyaba un esfuerzo que los de allí valoran, estímulo en el que los suplirían cientos de miles de más emigrantes en Queens, Bronx y Harlem-Manhattan, los otros 3 barrios ciudadanos, hasta llegar al sabio, hermoso Central Park donde, hora y media más tarde que el ganador, Rod Dixon -que no corría por correr y no sé si hacía deporte- yo concluía otro grand slam de mi lado deportivo, para hoy, con mis -muchos- limites y -muy- septuagenario, saberme parte de los menguados restos que lustros, achaques, acomodo, incluso muerte han escurrido de quienes, en los lejanos setenta de dura represión, generamos en España la explosión del deporte popular, individual y callejero, tomando, como símbolo, las calles y disfrutando seria parte de la vida corriendo, una de las formas con que, en aquella sociedad convulsa y paradójica de los últimos años de Franco, algunos jóvenes, con ideas, pretendimos -haciendo cosas- cambiar la opresión vivida desde que nacimos por deporte, fatiga, riesgo, lucha,...

Sabía entonces -y sé ahora- que intentar desplazarme -algo- rápido no era, como decían los “graciosos”, cosa de cobardes y que, al tiempo que me fatigaba, al hacerlo me alejaba, eso sí, de algo y a causa -es posible- de la irritación que crea el cansancio creciente, poco a poco, emergían de mi interior las que quizás fueron, desde que con 7 años abandoné el pueblo y me empapé en curas y colegios, quejas menores que, al crecer, hicieron aflorar otras más significadas y notables: el odioso uso político de lo que, perverso lenguaje, llaman deporte, los miles de millones de dinero público malversado en espectáculos que dicen deportivos, las trampas, el dopaje, el esfuerzo excesivo que daña juego y salud, la burla que los presupuestos generales son para quienes, a cambio de nada, se fatigan para que los demás hagan deporte, jueguen,…, todo ello evidente reflejo de cosas más serias y otra lucha.

EL ROTO 26/01/2022

En el intento de vencer la fatiga aprendí que correr es natural condición personal, preparación, estado de ánimo y, sobre todo, correcta y sólida relación con uno mismo, entendí que si al correr me perdía de vista y sometía mi esforzada actividad a lo que dijeran otros, a los (pre)juicios, las excesivas exigencias o la comodidad más fofa,... se agrietaría la correcta relación cuerpo-mente, tan evidente en los niños, y aparecerían comportamientos neuróticos o, peor, psicóticos que, injustos y crueles, llegarían a hacerme temer el -fútil, inane- fracaso; reafirmado en que correr es ejercicio -muy- natural y fácil de controlar, así como en que, para ser bueno, el deporte exige solo una condición natural mínima, práctica cotidiana lógica, dedicación, algo de esfuerzo y, por encima de todo, respeto hacia ti mismo, nada que ver con enfermizos retos, ambición, deseo de esos éxitos o ese dinero que tanto valora la sociedad, sino con educación, cultura, salud, firme convicción en lo correcto de los actos propios,…, supe también que correr hace que lo natural fluya libremente y que, dentro de sus límites, nos devuelve a la niñez, al juego y me ratifiqué en que, siendo el deporte fatiga lógica, el mundo avanza impulsado por las fatigas de los menos y, al correr, percibía en su crudeza que siempre son los mismos ambiciosos enfermizos y “listos” los que, robándola, se aprovechan de esa fatiga, que así es la vida.

Hace 40 años que, sin que ello signifique dejar de valorar el esfuerzo y los méritos únicos de Nadal pero alejado de su mundo, leo y releo con interés libros sobre por qué y cómo correr por correr que escribió George Sheehan, 1918-1993, columnista de Runners World, cardiólogo, corredor de fondo al que conocí en una maratón de New York mediados los 80, muerto de cáncer de próstata que, hasta casi ese momento, completó todos los años, entre otras, la maratón de Boston; sé que, en sentido académico, Sheehan no fue filósofo pero también sé que filosofa el adulto al que ocupan dudas no resueltas de la infancia y que me merece la pena, aun siendo más radical que él en algunas cosas, seguir afluyendo a libros que escribió, volver con ellos a mi feliz niñez en Rozadío y tomar sanitaria distancia del horrísono tumulto que es el peligroso, estridente regional-fascismo del Revilla que dice que “no están los tiempos para huelgas”, y pues el bicho que creó en mí células anormales que se dividieron sin control y se infiltraron en mi próstata -antes- sana me alejó de la carrera, clave en mi actual alta calidad de vida, por correr, con envidia de quienes siguen en tal carrera, cavilo sobre Nadal y otros y, junto a la antes lógica y siempre alegre Rosa, dañada por la demencia, Miguel y Maite, Chuchi y Paz, Arturo y Marta, disfruto al defender las limpias y bellas montañas de nuestro sur, que capital y política corrupta quieren destruir -desfalcando dinero que dicen de Europa- con turbinas -molinos, no gigantes-y elaboro estrategia y tácticas para otra -mi penúltima- maratón, como las que ayudaron a andar a aquellas “comisiones obreras”, derrotar, junto a Felipe Revuelta y pese a algún juez, a la -ya entonces- corrupta PSOE felipista en Laredo, mostrar la necrosis de REE en la línea Soto Ribera-Penagos-Güeñes, anular el sucio apaño del “concurso eólico”,… y, así, resarcirme de tantas y tantas importantes maratones mal acabadas.

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