sábado, 4 de junio de 2022

222 Los domingos, cavilar Envejecer Fernando Merodio 05/06/2022

222 Los domingos, cavilar

Envejecer

Fernando Merodio

05/06/2022

La esperanza de vida al nacer pasará de 72,6 años en 2019 a 77,1 en 2050 (Dato mundial de la ONU. El envejecimiento amenaza con dar un vuelco a la economía, El País. 29.05.2022)

"Tu madre y yo hemos pasado por mucho, pero esto es nuevo" (Jean Louis Trintignant, a su hija, en "Amour" de Michael Haneke).

Un éxito del sistema; según las estadísticas, a mis 76,16 años, sobrepaso en más de 3,5 la esperanza de vida de 72 y pico, media mundial -del varón, la de las hembras es, por supuesto, más alta- que, dicen, tiene quien -fatalidad generada por el resto- nace ahora en el terrible planeta Tierra, y en unos 16 los solo 60 -más o menos- que me otorgaba de gracia la España de 1946 en que nací, no estando ya muy lejos de los 80,3 con que hoy -contradiciendo lo que viene- anuncian a los hombres que nacen aquí; siempre a la contra, yo atribuyo todo el mérito a mi padre, que me plantó y regó en Rozadío, España, Europa y no en África, me legó lo más sano de sus genes y me educó en una vida correcta, al tiempo que me produce profundo enojo ver cómo, paradoja evidente respecto el éxito que -dicen- es la longevidad, tan fríos -e ignoro si ciertos- datos numéricos llevan al -en el peor sentido- neoliberal grupo Prisa, a los influyentes, sectarios medios Ser y El País, a titular un largo texto, dos páginas del periódico con un mensaje tan torvo, insano como que “el envejecimiento amenaza con dar un vuelco a la economía”, pues “la mayor longevidad y la caída de los nacimientos supondrán más gastos en sanidad, pensiones o dependencia”, lo que, según la biblia del “progresismo”, dificulta mantener intacto el sistema económico que tan bien va… a ellos, explicando que el envejecimiento afecta, más que a la capacidad para producir, al esencial pilar de su mundo (des)igual y (in)sostenible que es el gasto ilimitado en el que –también dicen- los mayores que hemos ganado, sin vacuna, al bichito del 1 por mil de muertos o a la III guerra mundial, además de muy caros, somos insolidarios, no consumimos como los jóvenes e -infiero- algo tendrán que hacer con(tra) nosotros.

Desde una óptica más humana, ajena a los fríos -manipulables- números que tanto parecen preocupar a los reaccionarios del “progreso”, Michael Hanecke, que nos removió con "Das Weibe Band”, La cinta blanca-Una historia alemana para niños”, en que los hechos de un grupo de estos de entreguerras en un pequeño pueblo alemán que ya incubaba, evidente, el huevo de la serpiente nazi y vedó todo posible alegato de inocencia al respecto dejando claro que el germen del mal se infiltra en todas partes, años después, tocaba fibras de otra sensibilidad en el emocionante, triste "Amour", hermosa, real, terrible película sobre tan humano como hoy mal vivido -pero vital- sentimiento, afectiva -y seca- historia de una pareja, un matrimonio de ancianos, cultos profesores de música jubilados a los que, como a tantos otros -yo mismo puedo explicar, hasta hastiarles, lo duro que es convivir con un demente al que quieres- la vejez golpea con el no inhabitual sufrimiento del deterioro unido a la enfermedad, que en ellos fue una grave hemiplejia en la mujer (Riva), e hizo al hombre (Trintignant), transmitir su conmoción a la hija de ambos, "tu madre y yo hemos pasado por mucho, pero esto es nuevo", y lleva al espectador a los repetidos, hermosos, a veces lúgubres rincones en que se maceran los ingredientes del perfume que es el amor y Haneke sitúa en el roce humano de dos seres en los que, con el tiempo, genera una solidez alejada de los juveniles, airados, magníficos, veleidosos deseos del enamoramiento.

EL ROTO 14/11/2019

Ajena al humano envejecer en pareja, con mórbida frecuencia, la política genera y, sin pudor, exhibe otros modos, que El Roto dibuja en una viñeta con cuatro trazos y nueve palabras: “Parecía que se abrazaban, pero era para no caerse”, una debilidad que hace que, acurrucados con miedo busquen frágil seguridad vacilante sin, insisto, envejecer juntos, llegando a compartir gobierno, incluso obscena cama, siendo aquí ahora -en especial- insultante l amancebamiento de los que se dicen "progresistas", "progreso" o, incluso más perverso, "izquierda" y, tediosos, lo repiten sin pausa con apoyo de los medios -para el resto- censores, sin saber qué significa tal cajón de sastre en que guardan -y sacan- lo que -cuándo y cómo- les conviene, deteriorando la real memoria de hechos y gente seria que, esa sí, fue la izquierda y sus movimientos sociales, work in progress, hoy burocracias transversales subvencionadas, expertas, como destripa con ira el filósofo italiano Giorgio Agamben, en transigir, pactar, ceder,... en lo esencial con y ante quien sea, la clase obrera ante el capital, el contrato social ante el peor delito y la codicia ilegal del terruño, la libertad de expresión ante el asco que son los medios, la ciencia ante la superstición, el medio ambiente ante el "crecimiento", el “consumo” incontrolado,..., y, en el colmo de la desfachatez útil para el sistema, los más cutres parvenues son llamados “comunistas”, ultrajando a lo mejor, lo más íntegro de quienes en la historia lucharon primero por las ideas de la Ilustración que, a partir de 1750 se expandieron hasta plasmarse en 1775 en la Encyclopédie de Diderot, d'Alembert, Voltaire, Rousseau,... y estallar, finalizando el siglo, en la Revolución francesa que impulsaron, jóvenes, Robespierre, Danton, Desmoulins, Marat,..., triunfo de la Razón y serias ideas republicanas sobre el irracional Ancien Régime y, medio siglo después, en 1848, al tambalearse el revolucionario ideal de igualdad, con Marx y Engels daban otra vuelta de tuerca contra la explotación del hombre por el hombre con el -hoy actual- Manifiesto Comunista, sólida base filosófica, económica, y política del socialismo comunista -nada que ver con el “progresismo” de la mercantil PSOE y sus parásitos/rémora, nuevos ricos- para derrotar a la clase que, enemiga de la libertad e igualdad fraterna francesas, pretendía sustituir -y sustituiría- a la nobleza; a los casi ciento setenta y cinco años del Manifiesto, los hechos -todos loables, muchos heroicos- de quienes, tras Marx y Engels, dieron aquí cuerpo físico, social y político al viejo fantasma comunista, están en la olvidada “memoria” real, en los libros, en la historia, vituperados o ensalzados a gusto del que “consume”.

Constatado, día a día, que estamos aquí solo un rato hasta saltar al vacío sin vuelta, envejeciendo, viejos pero vivos, lo lógico es mantener el interés, evitar ser engañados, no perder el tiempo escaso, defender la posición inicial correcta de lucha por la igualdad y una sociedad sin clases, lo que, obvio, nos enfrenta a los -muy pocos- que mandan y se lucran al hacernos desiguales, apoyados en parejas políticas de conveniencia y, sabiendo que Marx no es utopía, sino la teoría científica que, aquí ayer, usó en su lucha "el partido", el PCE que amalgamó disciplina, sacrificio personal, afinidad emocional y dedicación plena, a lo que Hobsbawm añade "hacer lo que otros no hacían” y conocido con Badiou el final de la identificación de política y Estado, tanto en el Estado-partido del Este como en el Estado-partidos del Oeste, por su mínima eficacia emancipadora, igual en la revolución que en el uso del contrato social, del Derecho para defender al débil frente al abuso, sabemos, pues, que “la historia de la política re-comienza y la ruina de toda presentación estatal de la verdad inaugura este comienzo” y no saberlo es creer que lo actual arreglará el caos a que nos ha traído de emergencia del clima, insoportable desigualdad, pobreza extrema, hambre, guerras de interés, injusta administración de la Justicia, muy útiles “pandemias”, corrupción,...

EL ROTO 01/06/2022

La vejez es acumulación de efectos que se suelen agravar desde los 65 años hasta morir y nos acerca a temas -acaso- filosóficos, el sentido de la vida, la identidad personal, las relaciones humanas, la justicia social, el futuro que legamos al resto,…, siendo cierto que, lo dijo Aristóteles, la maestría de la vejez lleva el riesgo de que a la decrepitud física se una, medrosa y egoísta, la mental, moral,…; alguien “terriblemente viejo” dejó dicho en un relato del noruego Kjell Askildsen que “el mundo está lleno de insensatez y confusión, la falta de libertad tiene profundas raíces, la esperanza de igualdad disminuye, la fuerza del poder es demasiado grande, eso parece. Hay que estar contentos con lo bien que vivimos, dice la gente, la mayoría vive peor. Y toman pastillas contra el insomnio. O la depresión. O la vida” ¿No nos hace, de verdad, todo ello pensar en qué nos gustaría dejar cuando, al final, acabemos de envejecer?

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