221 Los domingos
cavilar
Davos y el mundo
burgués
Fernando Merodio
29/05/2022
“El mundo burgués se construye de fragmentos que
se componen con el tiempo a partir de referencias heterogéneas. (…) Tres íconos
signan su perfil: el Renacimiento, la Reforma y la Ilustración. Elegimos una
bisagra que nos permita ensamblar el tríptico, nos referimos a la hegemonía de
la palabra. (…) que se despliega entre el contrato y la promesa, desde la
contabilidad del Quattrocento al contrato social en Rousseau, del ‘sapere aude’
en Kant al análisis de la responsabilidad en Nietzsche y la ética protestante
en Max Weber.” (Tomás
Abraham. “Davos y el desmoronamiento del
mundo moderno”)
Está en juego el mañana e ilógicos inhumanos, cobardes no hacemos nada.
Tomás Abraham es judío “desde la
circuncisión”, nacido en 1946 en Rumania, donde sus padres se salvaron de
la Shoah, filósofo que, al ser aceptado
en 1948, niño, por la Argentina, hoy, se considera argentino y en mayo de 2021 escribía
un artículo titulado “Davos y el
desmoronamiento del mundo burgués”, en el que explica que 1929 fue el año
del desplome de la burguesía, la derrota de un mundo y un modo de vida basados
en orden y progreso, ciencia e industria, república y laicismo, el positivismo
como última filosofía del colonialismo y el capitalismo industrial, un año en
el que señala como decisivos dos hechos, el primero el debate en Davos de los
filósofos Ernst Cassirer y Martin Heidegger, aquel asentado en la Ilustración y
la república de Weimar para sostener que la libertad del hombre, creador, no
criatura, se expresa en su creatividad, mientras éste, seguidor de Kierkegaard,
refutaba a Hegel y, con él, a Marx, proclamando “los derechos del individuo
y la singularidad ante el tsunami fatal de la historia”, siendo otro suceso
relevante la debacle financiera de Wall Street, seis meses posterior al debate,
en el que el triunfo de Heidegger dañó un sólido modo filosófico kantiano -sapere aude, atrévete a saber- de ver el
mundo, mientras el derrumbe de Wall Street significaba la muerte del viejo
diseño social burgués y la aparición de nuevas formas políticas y líderes como
Hitler, Mussolini, Franco, Salazar, Stalin y las dictaduras -mal llamadas- comunistas,
los “totalitarismos” que analizó
Hanna Arendt, todo ello al tiempo del eufemístico “new deal”, “nuevo trato”
de Franklin D. Roosevelt, política “intervencionista”
motivada por una urgencia que desconfiaba de toda planificación y sustituyó
ésta por una fracasada estrategia flexible que permitía maniobrar al gobierno,
tentación de descalabro que, tras la travesía del largo cenagal de casi un
siglo, con Keynes y Milton Friedman, cambios, injerencias en la economía y
política mundial, corrupción, guerras lejanas y cercanas, crímenes,…, está en
lo que hoy vemos, incluida la ultima “matanza
de Texas”, en la que un joven hispano, tras disparar a su abuela, acribilló
a 19 niños y 2 adultos, también hispanos, tétrico tiempo en que quieren
hacernos creer que un bichito ha hecho
tambalear al mundo y, peor -y cierto-, estamos
en el profundo abismo de necia cobardía al que nos han arrojado.
Como en la historia ocurrió a otros, a partir del final de la -llamada- I
guerra mundial, languidecen los sistemas tradicionales de poder, la III
república francesa y el imperio colonial británico murieron lentamente, el
capitalismo USA abandonó el individualismo burgués y dio paso a un “intervencionismo” criminal en todo el
mundo, no habiendo palabras o referencias históricas -ni siquiera aproximadas- que
defina lo actual y su -esencial- relación con el poder real, como no las hay
respecto al régimen ruso o, en especial, el chino, siendo evidente el interés
en no analizar con seriedad -lo que queda de- el capitalismo y, aún mayor, la
obsesión por privar de relevancia al comunismo e impedir toda actualización para
revitalizar la teoría crítica filosófica, económica, política del cambio -quizás
único posible- mediante la lucha social que estructuró Marx; es éste, dice
Zygmunt Bauman, un mundo líquido, volátil, sin valores sólidos, en el que el
recelo, el miedo a desbocados -y rápidos- cambios ha marchitado, como anunció
en 1929 en Davos Heidegger, el deseo de fijar vínculos humanos, obvio en la
metáfora que, so pretexto de la Covid19, es taparnos la boca y que la sociedad lo
consienta.
La exclusiva Davos, estación invernal suiza que acogió el serio debate de
Cassirer y Heideger y en la que Thomas Mann situó la acción de “Der Zauberberg”, “La montaña mágica“, 1924, clásico de la literatura que describe la
decadencia burguesa previa a la I guerra mundial, es, desde hace 30 años, sede
del llamado World Economic Forum, en el
que, para ver si hay modo de alargar su “negocio”,
se han juntado este año, créme de la créme,
lo mejor de cada casa, los que nos han traído a este caos, líderes, gobernantes,
empresarios, …, el capitalismo en pleno -hoy los restos devastados de su
naufragio-, foro al que ha asistido un tal Sánchez que, aunque nadie diga -si
bien lo imaginamos- a qué fue y con quienes se ha reunido a repartir miles de
millones -que dicen- de Europa, sí nos cuentan que habló de cómo España va a resolver
la escasez de energía fósil de gas contaminante -que nosotros no extraemos- en Europa,
sacó un nuevo conejo oculto, microchips, de su chistera y no explicó -en el sumiso
inglés en que se habla de economía política- el actual caos de nuestra forma de
Estado, lo del nocivo supremacismo de sus socios, su dañina gestión legal,
económica y sanitaria del Covid19, la
deuda de más del 118 % del PIB, el lacerante nivel del paro,… y, además, exhibió
el ridículo bamboleo necio de quien no tiene nada serio que hacer.
El capitalismo tiembla, ha quedado claro en Davos y lo expresa muy bien Larry
Fink, pompa de jabón de hierro fundido que, para El Roto, es el capitalismo-
presidente y consejero delegado desde 1992 de BlackRock, el mayor fondo mundial de gestión de activos, que cada
año dirige una carta abierta -creo- a sus directivos, este año titulada, con ilógica
soberbia, The power of capitalism, El poder del capitalismo, discurso de
predicador televisivo USA que recomiendo leer, pues muestra cómo -no- piensa y
nos remite al refrán “Dime de qué
presumes y te diré de qué careces”, una misiva no es tanto expresión de
intento de opinar/informar como de espantar sus síntomas depresivos; la dirige,
primera muestra de preocupación, a sus stakeholders,
grupos o individuos interesados y/o activos en su organización, empleados, clientes,
CEO, proveedores, accionistas, comunidades, gobiernos,…, escribe, con recato, de
“capitalismo de stakeholders”, no de élites
dirigentes y asume la importancia de un “proceso
de reinvención constante”, necesidad de cambiar pues teme malo en un mundo nuevo
donde los trabajadores -dice- van a exigir más a sus empleadores, algo que -dice
también- (pre)ocupa a BlackRock, así como
que, además, el riesgo
climático obliga a -lo dicen también la PSOE e Iberdrola- una transición
energética sostenible, si bien él, más insolente, deja claro que lo hacen en BlackRock “no porque seamos ecologistas, sino inversores y fiduciarios de nuestros
clientes” y, estando preocupado, su soberbia le obliga a afirmar, de nuevo
textual, que “el capitalismo -pompa
de jabón suya- tiene la capacidad de
moldear la sociedad y actuar como un poderoso catalizador del cambio”, pero
al no poder hacerlo solo -limpio sus eufemismos- pide ayuda al resto, un
esfuerzo de todos por ellos en forma, entiendo que por el momento, de eso que
aquí ahora llaman “dinero de Europa”,
ese maná que Sánchez y el resto de funcionarios-políticos habrán empezado a repartir
ya en Davos.
Son solo el 1% -o menos- y, para espantar las –serias- razones que
justifican su miedo, nos intentan engañar con un mal trampantojo de -la clave
del futuro planetario- la muy urgente transición energética por emergencia
climática que sirva -solo- para contentar a los más parásitos de sus stakeholders, los accionistas e
inversores que, apoyados en una insana, continua, evidente represión violenta
universal, mantienen vivo el capitalismo como esencia que son de la más injusta
y dañina acumulación de capital, lo que les permite confiar -al menos de
puertas afuera- en su capacidad “para
moldear la sociedad” y dado que, como gattopardianos que son, intentan
cambiar algo -muy poco- para que todo siga igual, solo de nosotros, la -muy-
inmensa mayoría, el 99%, dependerá que no consigan que, igual que intentan
continuar engañándonos con la generación energética, concentren en ellos, muy
pocos, todo el poder. Veremos.
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