Deconstruir
el procés (16)
Sin normas
Fernando
Merodio
ALERTA 10-04-2019
No es de
izquierdas ni de derechas, el juicio al procés revela, a escala menor, algún síntoma
latente equiparable -con el sustancial matiz, entre otros, de su falta de
fuerza militar- a los momentos previos a, en España la guerra (in)civil o en
Alemania la II mundial, signos que colaboraron a desencadenar ambas violencias.
El libro
"Jugend ohne Gott", 1937, Juventud sin Dios, de Ödön von
Horvát, como setenta años después la turbadora "Das weisse band",
2009, La cinta blanca, película de Michael Haneke, evidencian que, en general,
nada ocurre por sorpresa, el riesgo del mal avisa y, por ello, film y libro advierten
a despistados que en los años previos a la dañina explosión del
nacionalsocialismo la semilla del mal, además de en los fanáticos dirigentes, "ya
estaba presente en niños, jóvenes y educación", un ámbito en el que era
bueno/justo lo que venía bien a ellos y los suyos, por lo que Horvàt advertía que
"desde que existe la sociedad humana, no ha podido renunciar al delito
por razones de supervivencia, pero los delitos se silenciaban, se encubrían, se
sentía vergüenza. Hoy en día están orgullosos de ellos"; repito, era
1937, tiempo previo.
En España, 1936,
la violencia vistió diversas ropas, lucha de clases, hostilidad entre nacionalismos, guerra entre
fascismo y comunismo, de religión, entre dictadura militar y democracia,...,
pero en realidad nació del desprecio de militares y alzados a la norma legal
nacida del pacto social previo.
Alardear de
desprecio hacia la norma, intentar burlar el contrato social libremente firmado
anuncia días ásperos, avinagrados y tal es, no otra, la pestilencia que, hoy
por hoy, desprende lo acreditado en el juicio sobre los actos de los que
empujaron el procés, que admiten incumplimientos en los hechos que se juzgan,
se ufanan de ello y, junto a otros, presionan fuera de la ley, avisan que si no
se modifica de modo unilateral la constitución, contrato suscrito por 46
millones de españoles, y se les regala el -capricho inexistente de su- derecho
a autodeterminarse, habrá problemas para todos, incluso ellos.
A partir de un
planteamiento tan parcial, de máximos, sin fijar números ni aportar detalles de
la forma en que desarrollarían todo, sería suicida por pueril cualquier
"negociación" con un grupo de antiguos socios tan desleal y egoísta,
desconocedor de los detalles de su ruta, incapaz de acordar entre los suyos, ni
explicar qué harán con los que discrepen y no admitan separarse; von Horvàt aclara
tal situación con dos certeras frases que explican la destacada presión
religiosa de la culpa entre alemanes -¿y entre nosotros?- en torno al
irracional nazismo: "Como un ave de rapiña la culpa va trazando sus
círculos. Nos atrapa rápidamente", frente a lo que plantea una salida lógica:
"Sí, Dios es terrible, pero yo le ajustaré las cuentas. Con mi libre
albedrío".
Sería un
éxito que el juicio declarara, justo, los daños y delitos de ese nacionalismo,
sin alimentar ningún complejo de culpa.
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