49 Los domingos, cavilar
La ambigüedad: entre hoy y
mañana
Fernando Merodio
28-04-2019
"Segui il tuo curso e lascia dir le genti"
"Sigue tu camino y que la gente hable"
(Karl
Marx. Prólogo a la primera edición de "El
capital")
“Obedeciendo
a una ley irrevocable, la historia niega a los contemporáneos la posibilidad de
conocer en sus inicios los grandes movimientos que determinan su época”
(Stefan Zweig. “El
mundo de ayer”)
Una reciente cavilación sobre (no)
"Votar" hizo que, con
afecto, un lector escorado hacia el poco fiable PSOE me enviara el viernes, un
enlace con el programa electoral de Sánchez, agresivo jefe de planta de una
gran superficie, junto a los del PP, Ciudadanos. Unidas Podemos y Vox, contabilizando,
entre sus miles de palabras falsas que emborronan cientos de plúmbeas páginas,
las citas -indicativas de nada- sobre "cambio
climático", sólo 21, 9, 2, 9 y 0, respectivamente. Me proponía el amigo leerlo antes de escribir lo que hoy cavile,
mostrándome también su inquietud por "el
paralelismo que encuentras entre los tiempos actuales" y los de
entreguerras, "que acabaron con el
empleo de las herramientas más trágicas" y simplemente
pensar en leer lo que farfullan los partidos sobre el "calentamiento global" me produjo
escozor alérgico pero, por aprecio a quien me anima, lo hice y cavilé sobre los
dos temas.
Ojeados con sopor los panfletos, su falta de pasión vital me
trajo a la mente, por contraste, mi ya muy vieja lectura de “Pierre o las ambigüedades”, de Herman
Melville, bello, profundo y absorbente relato de la lucha de un joven que,
movido por la carta de una desconocida, muda la holganza de su cómoda ambigüedad
en una expuesta búsqueda de la verdad, llenando su vida de tensiones, pasiones
sexuales, subversión religiosa, incluso crímenes, una obra mayor aplastada
entre la fama y la fuerza de “Moby Dick”,
el Leviatán, la ballena blanca, y el sugerente genio filosófico de “Bartleby, el escribiente” que, ejemplar,
no lo hizo pues “preferiría no hacerlo";
leí programas que son meras anteojeras para caballerías a que han degradado la
vieja democracia, bovino compacto votar de millones de seres creados para
pensar, lo refleja, como siempre sabia y cruel una viñeta de El Roto: -"Quiero votar y no puedo. / ¿Quién te lo impide? / Los candidatos."-,
vacíos de fondo y forma, son programas que no leen ni ellos, sin menciones
serias al cambio climático, que yo, enemigo de eufemismos, llamo "calentamiento global" del planeta
Tierra, cuya solución singular, única, radical, da envidiable, admirable Greta
Thunberg, una niña sueca: "hay que
cambiar el sistema".
Conozco de primera mano, la mía, la corrupta y servil práctica
con la energía y el calentamiento global que, al mandar, tienen las sectas de
acólitos que hoy son los viejos, útiles y, sólo en algún caso, heroicos
partidos, por lo que leer sus fofos lugares comunes/mentiras sobre el deterioro/ruina
del mundo me produce una mezcla entre el sofoco y la risa floja del genial
"perro pulgoso" de los
viejos dibujos animados; la acelerada destrucción del lugar que habitamos al
ritmo actual, no la paran las memeces de tertulia -que esta semana llamaron
debate- dichas por cuatro telegénicos jóvenes vestidos ad hoc, programados -sólo- para decir sin la menor duda, en el
tiempo justo que les marcan los medios y con oratoria para lerdos, lo que el
resto quiere oír,..., algo que, si apenas valor, Marx dixit, aquí cotiza a buen precio.
Vuelvo a Greta Thunberg y su exigencia de cambiar el sistema
y no se me ocurre otra cosa que o eliminar a muchos cientos de millones de
nosotros o tirar del freno respecto a la monserga que el capital, amo de "los Castañeda", llama "progreso" o "desarrollo" y no es otra cosa que
el salvaje y destructivo modo usado por el capital para multiplicar por millones
el saldo de sus salvajes e injustas plusvalías, alimentar la insaciable
voracidad del 1% y tirar alguna migaja a sus paniaguados, por lo que acudo a lo
que, en 1977, Enrico Berlinguer, secretario general del brillante PCI, llamó
"Austeridad", un pequeño
gran libro con las "Conclusiones a
la convención de intelectuales" y "a la Asamblea de los obreros comunistas lombardos", para ver que
tanto la actual realidad del calentamiento global como "el recurso continuado (...) a la solución
estabilización-intervención-imperialismo ha reducido de forma sensible las
posibilidades de seguir recurriendo a dicho mecanismo de superación de las
crisis y ello porque las tres vías son autocrontradictorias con la propia
supervivencia a largo plazo del modo de producción capitalista"; lo
dicho, tendremos que aniquilar a muchos o tirar del freno y ser, por supuesto,
más humanos, austeros.
La evidente crisis del concepto Europa, el creciente nacionalismo
depredador, la quiebra que nos amenaza,... alertan de una situación, lo siento
amigo, que remite al tiempo, previo a la consolidación de Hitler y el
nacionalsocialismo como inminente peligro, en que Stefan Zweig advertía que,
"obedeciendo a una ley irrevocable,
la historia niega a los contemporáneos la posibilidad de conocer en sus inicios los grandes movimientos que
determinan su época”, y en tales situaciones son precisos valor,
honradez e inteligencia para enfrentar claridad de ideas a la ambigüedad
manipulable que interesa al capital, tal como, por ejemplo, hizo Thomas Mann
desde 1940 por medio de mensajes radiofónicos que trasladaban a los alemanes su
firme e inteligente idea, fundada “en
motivos mucho más metafísicos y morales que militares”, de que Hitler era
un gravísimo peligro y, además, no podía ganar la guerra, por lo que, aún
siendo consciente de que aquí y ahora no hay, todavía, ningún Hitler, pienso
que la amenaza tiene suficiente entidad para exigir que cada cual valore, desde
su personal criterio e inteligencia, si estamos iniciando uno de esos fúnebres momentos,
al principio poco claros, que implican graves riesgos humanos y, a partir de
ello, debiéramos aprestarnos a sentar las firmes bases que acaben con las
ambigüedades de la época, germen de agrios disensos y peligrosos riesgos.
La democracia debiera ser, sobre todo, poder de la
mayoría y seguridad jurídica, aquí ahora estamos en época de cobardes
rebeliones y traumas, en medio del ambiguo desconcierto del egoísmo político y
económico catalán y vasco, ¡sí, vasco!, y pienso que tan ambiguo desconcierto exige
rigor en el cumplimento de la norma, aplicar con dureza el realismo del bello
poema de Pablo Neruda: “No hay que contar
con su arrepentimiento / ni hay que esperar del cielo ese trabajo; / el que
trajo a la tierra este tormento / debe encontrar sus jueces aquí abajo. / No lo
aniquilaremos por venganza / sino por lo que canto y lo que infundo; / mi razón
es la paz y la esperanza. / Nuestros amores son de todo el mundo”, siendo
brutal el riesgo, del que tenemos dolorosos y recientes ejemplos, digan lo que
digan los profesionales políticos y los medios del dinero, no hay lugar para consenso,
pacto, talante,... con los desleales.
Entresaco de "El mundo de ayer", borroso anticipo de lo que aquí ahora pasa,
que escribió Zweig, algo muy peligroso y actual, "a Hitler le bastaba mencionar la palabra 'paz' en un discurso para que
los periódicos -siempre útiles para el poder- olvidaran con júbilo y pasión todas las infamias cometidas",
me uno a Greta Thunberg en la urgencia de cambiar el sistema y a Enrico
Berlinguer en la necesidad de virar, ¡ya!, hacia una austeridad justa e igual,
en "abrirse a una plena comprensión
de las razones de desarrollo y de justicia" y, en especial, "abandonar la ilusión -que, con fe de carbonero,
destilan los programas de mi amigo- de
que es posible perpetuar un tipo de desarrollo basado en la artificial
expansión del consumo individual".
Frente al lógico pesimismo de la razón, urge poner a
trabajar el optimismo del deseo, apoyarse en que "la fase actual de nuestra vida nacional está, sin duda, cargada de
riesgos, pero nos ofrece a todos la gran ocasión para una tarea renovadora",
lo que, como, parafraseando el verso 13, canto V, de "El Purgatorio. Divina Comedia", ya escribió Marx en el prólogo
de la primera edición del "El
Capital" "segui il tuo
corso e lascia dir la gente", sigue tu camino y que hable la gente;
haz lo que haya que hacer y deja que ladren, pues ello significará que estás
cabalgando.
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