Deconstruir
el procés (6)
Gatopardos
Fernando
Merodio
ALERTA 06-03-2019
"Il gattopardo", relato de Giuseppe
Tomasi de Lampedusa, cumbre de la literatura italiana del siglo XX, nos legó,
en especial a través de la película de Luchino Visconti de igual título, la cínica
idea de que "Se vogliamo che tutto
rimanga come è, bisogna che tutto cambi", "Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie",
alineada con las tesis políticas del entonces influyente PCI de Palmiro
Togliatti y ajena al escéptico desencanto que sugería la novela, su idea
central, el declive de un mundo en extinción, la aristocracia, derruida por el
estallido liberal, que aquí ahora se intenta sustituir, más peligroso, por patrioteros
populismos independentistas.
"El País" "gatopardeaba"
el domingo intentando influir en la decisión jurídica de la crucial batalla
contra la lacerante deslealtad separatista y en el cambio social paralelo a tal
acción jurídica, intentando condicionar la opinión pública para que todo siga -a
cualquier precio- como está; prejuzgaba desdeñando, sectario, diferenciar información
y opinión al titular en primera página y sin citar fuentes, "Un sector del Supremo ve difícil encajar el
'procés' en el tipo de rebelión", al tiempo que, no casual, El Correo titulaba el mismo día, "¿Y si el 'procés' se quedó en conspiración?".
Cimientos de la deforme construcción ideológica en que, entre otros, se afana
Xavier Vidal-Folch.
Tan influyentes medios
actúan así pese a saber que aún es muy pronto para titular de tal modo, pues han
declarado pocos más que los encausados y hay que practicar, íntegra, una prolija prueba que la Sala
valorará para dictar sentencia, único "titular" válido, así que lo del
domingo fue prejuzgar -como lo es la temeraria valoración pública de algunos jueces
y ex-jueces-, siendo obvio que prejuicios tan osados responden a algún interés
espurio y carecen de todo valor o interés sano para el resto.
Ambos medios manipulan
el derecho a la información de todos, sirven al capital que, al amparo de lo que
llama "desarrollo" y "progreso", sólo destruye y son,
además, declarados partidarios de "no judicializar" los posibles
delitos habidos en el "conflicto catalán", queriendo demonizar hasta
la idea de que el Tribunal Supremo castigue con justicia los indiciariamente
muy graves delitos que juzga, pues en ellos ven solo un problema que exige negociar,
hacer negocio, para que, como siempre, al final pierda el resto. Por contra,
veo claro que la solución al "problema catalán" es juzgar rectamente los
delitos cometidos en su caso y, al tiempo, empezar, ¡ya!, a poner coto político
serio al desbocado populismo independentista, aunque se arruinen prósperos negocios
del capital en ese territorio administrativo, pues son gravísimos los riesgos y
en Europa hay muestras sobradas, guerras balcánicas, Hitler, Mussolini, Franco,
Yugoslavia,..., de las atroces secuelas de abrir la espita al dañino egoísmo
nacionalista.
Los jueces deberán ejecutar su trabajo y el resto no "gatopardear", sino hacer política que consolide la Europa solidaria de las obligaciones justas y ayude a cambiar para que nada, nada, siga como está.
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