Deconstruir
el procés (10)
Trapero, el mito
Fernando
Merodio
ALERTA 20-03-2019
A José Luis -así en castellano se identificó él en el juicio- Trapero, al
que la mitología independentista llamó en algún momento Trap-Hero, mayor de los
mossos d'Esquadra, máximo grado de la
policía catalana en el procés, le asistía la posibilidad legal de evitar el
riesgo de perjudicarse al tener pendiente un juicio por rebelión en la Audiencia
Nacional, pudiendo eludir la obligación de testificar, pese a lo cual y por
razones solo suyas, declaró -ignoro si se benefició- y, como dicen los medios,
pasó de héroe/mito a villano independentista en una sola jornada, tal como resumía
en un tuit Mireia Boia, de la CUP, "Bé,
acaba de caure l'heroi de Catalunya", "Bien, acaba de caer el
héroe de Cataluña"; así construyen/destruyen sus héroes/mitos los
iluminados.
Inició su declaración
poniendo el "respeto a la
convivencia" por encima incluso de la obediencia debida a la orden
judicial de desalojar y cerrar los centros de votación, con lo que forzó a
suplirle en el cumplimiento de esa obligación -mal y a destiempo- a las fuerzas
de seguridad del Estado, "fuerzas de ocupación" para sus superiores
políticos, superiores a los que, según dijo en el juicio, planeó detener, pues
el Gobern conocía el riesgo de que la ilegalidad aumentara la violencia y veía
a los mossos d'Esquadra como una
policía que, bajo órdenes políticas, podría proteger con coacción (i)legal el
plan delictivo; reforzaba con ello lo declarado por sus subordinados, que esos políticos
sabían que al promover la consulta vulneraban la ley y se servían de la población
llevándola a votar algo ilegal, inviable y forzado.
A preguntas del
presidente Marchena, asistido del derecho y la obligación de pedir las aclaraciones
que entienda precisas sobre los hechos en que basará el fallo, el jefe de los
mossos amplió que él había advertido a los políticos -Puigdemont, Junqueras y
Forn- del riesgo de que crecería la violencia si seguían incumpliendo la ley.
Se construye día a
día la sentencia sobre una prueba con garantías legales e inusual transparencia
-se televisa el juicio-, mientras se desmorona el mito levantado sin base en
torno al valioso viaje a Itaca que, con letra de Cavafis, cantó el hoy
envejecido/enloquecido Lluis Llach, el mismo que ayuda a prostituir el rebelde canto
de "L'estaca", que no le
pertenece, pues ahora es, de pleno derecho, de los que -con razón, pundonor y riesgo-
la entonaron como arma en contra del franquismo.
Fuera del solemne
salón del juicio, refuerzan a España como democracia -a lo que, hoy por hoy, no
le veo mérito- la latosa plaga de ilegales banderas estrelladas que, atónita, siguió
por Madrid la "policía del Estado opresor", un viaje a no sé donde
para no sé qué que pagamos todos, en el que no intervinieron ni los
municipales, ¿notarían el desdén? Las banderas son nocivas, en especial éstas por
ajenas al contrato social, querer imponerse y dar más la tabarra que las rojigualdas
legales.
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