41 Los domingos, cavilar
Greta Thunberg
Fernando Merodio
03-03-2019
“La verdadera patria es la infancia” (Rainer María Rilke)
Greta y Juncker
Escribió, sensible y exacto, Rilke su poema "Infancia", "nunca
estuvo la vida tan llena / de encuentros, de volverse a ver, de seguir
avanzando / como entonces, cuando no nos sucedía más / que lo que sucede a una
cosa y a un animal: / vivíamos entonces lo suyo como humano / y nos llenábamos
hasta el borde de figuras". Difícil, es ser más preciso que él al describir
esa infancia, verdadera patria en la que toda cosa parece, pese a alborear en
ella los primeros sinsabores y fracasos, maravillosa, llena de los sabores y
olores que Proust incorporó a una magdalena y que, tiempo perdido, sirven para,
al recuperarlos, intentar ser más felices o, quizás, algo menos desgraciados.
Expertos en catalogar, quizás en encasillar, hay de todo, parcelan nuestra
vida en etapas, con su origen y final adaptado a los criterios que cada
entendido quiere, desde la edad prenatal, previa a abandonar el húmedo cobijo
del cuerpo de nuestras madres, pasando por la infancia/niñez que, dicen, dura
hasta los 11 años, la adolescencia, hasta los 17, la juventud, hasta los 35, la
madurez, hasta los 50, la edad adulta, hasta los 65 y, a partir de ahí, esa
declinante edad, en ocasiones potente, en que aparcan los que, como yo, han tenido
la fortuna de sortear los escollos en su andar y aguardan en ella el viaje, que
guía el barquero Caronte, a la otra ribera del río Aqueronte.
La historia la han
escrito -casi siempre- personas que han superado la mediana juventud, hasta la
-no sé porqué- llamada tercera edad, sin casi intervención de infantes, niños y
jóvenes de primeras edades, pero en momentos de grave riesgo sistémico como éste
se generan situaciones novedosos como la desencadenada por Greta Thunberg,
adolescente sueca de 16 años, bajita, de apariencia pálida, rubia aun no
estilizada, seria, desatenta a su físico y vestimenta, peinada con raya al
medio y dos largas coletas a los lados, a imagen de su paisana Pippi Làngstrump,
aspecto culto, con síndrome de Asperger, forma de autismo que, al parecer, le
fue generado por la angustia que le produjo a los 10 años conocer los cambios
del clima en el mundo, sus progresivos y catastróficos efectos y la
incapacidad/falta de interés de política y capital en intentar remediarlo,
angustia que le provocó, manifestación física del síndrome, mutismo selectivo,
dejó de hablar salvo cuando le era realmente preciso.
En agosto de 2018, con
15 años Thunberg, hija de cantante de ópera y actor-director, decidió no
asistir a la escuela hasta las elecciones generales, sentándose frente al
parlamento unicameral sueco con un cartel manuscrito por ella que decía "Skolstrejk för Klimatet" -Huelga escolar por el clima- para exigir
simplemente que se cumplieran los acuerdos de Paris; tras las elecciones,
mantuvo su huelga semanal, todos los viernes, produciendo un sorprendente
efecto/contagio entre estudiantes de unos tres centenares de ciudades importantes
del mundo. Y en esas estamos, incluso en España, donde tenemos la perversa
peculiaridad de que en tales manifestaciones infantiles se empiezan a ver
desaconsejables carteles de sindicatos subvencionados e, incluso, de algún
partido causante, junto al resto, de la masacre que hoy es lo que paniaguados
miserables llaman "desarrollo y
progreso".
Sería bueno -luchar
para- que tan limpio movimiento de adolescentes, evidencia de nuestra corrupta
ineptitud para garantizar la supervivencia del planeta Tierra, no sufra la
misma ilícita apropiación/destrucción que sufrió el sano movimiento 15-M a
manos de ese nuevo partido viejo que -en falso- engañó a quienes quisieron
dejarse, gritando eufórico que podía -sin decir qué- y ha evidenciado ser, al menos,
inepto pequeño-burgués y tener como mayor logro conseguir que la pareja que purga
las disidencias en él se haya podido comprar un chalet con finca y piscina en
la sierra rica de Madrid y, además, disfrute de un largo, novedoso -y poco pensado-
permiso de paternidad.
Vuelvo a Greta Thunberg,
la joven sueca con síndrome de Asperger que no engaña a nadie, da la cara, no
le tiembla la voz ni la mano -véanla, sentada seria, dándosela al viejo, asalariado
e inane político Jean-Claude Juncker- y hoy tiene ya un serio discurso sobre el
desarrollo energético -o, si lo prefieren, sobre el control del calentamiento-,
un discurso que enternece, suave en las formas, contundente, preciso y
perfectamente articulado, propio de una organización pero solamente vinculado al
limpio ejercicio del raciocinio de una niña, que la permite decir en los foros
más influyentes del mundo, incluido el del 1% más rico y sus sumisos feudatarios
de Davos que no quiere que adinerados y -de uno u otro modo- asalariados improductivos
tengan miedo, sino pánico, un discurso que se mueve en las antípodas del sermón
oficial buenista, la negociación -viene de negocio- y el pacto progre,... que Giorgio
Agamben denuncia como perversa forma de política corrupta. Pone Greta en
evidencia expresa hechos tan ciertamente graves como que capital y políticos están
"robando el futuro a nuestros hijos",
así como que, sabiendo que la mayoría de ellos -cobardes e inmaduros- no quiere
hablar con ella, no le molesta, pues, por contra, es ella quien no quiere
hablarlos. limitándose a pedir que escuchen lo que, desde hace décadas, dicen los
científicos honestos, y que, tras escucharlos, hagan lo que ellos ya exigen.
Es contundente y sabia al
decir algo tan lógico como que "si
las soluciones dentro del sistema son tan imposibles de encontrar, tal vez
deberíamos cambiar el sistema (...)" y explicar en la Conferencia de
la ONU en Katowice, Polonia, que hay que "hablar claro, por incómodo que sea", pues "no podemos solucionar una crisis sin
tratarla como tal crisis", denunciando algo que es actual, muy
peligroso y dañino en nuestro mínimo y amenazado territorio, Cantabria, no es
lógico que políticos y capital insistan en incrementar hasta el infinito las
infraestructuras más agresivas -aquí cientos de tallos de acero gigantes con
aspas, casi 200 m.-, lo que, mintiendo, presentan como un "crecimiento económico verde eterno",
algo que es "moverse hacia adelante con las mismas malas
ideas que nos han metido en este desastre", cuando "lo único sensato es tirar del freno de emergencia",
para terminar poniendo sobre todas las mesas de debate algo tan viejo, amable y
solidario como que "el poder real solo
pertenece al pueblo", que es quien, a partir de ahora, deberá tomar
todas las decisiones relevantes.
Explica Greta que si crecimiento
y deterioro deben ser detenidos, hay que pararlos, no existe duda ni
alternativa, están en juego el futuro de esta civilización (¿) y el planeta
Tierra; estamos en medio de la sexta extinción masiva, se extinguen unas 200
especies cada día, un nivel de extinción entre 1.000 y 10.0000 veces superior
al normal, por lo que defiende, como paradigma y ejemplo, una drástica
reducción en el uso de los aviones, pues es evidente que hombres mucho más productivos
e inteligentes que nosotros pudieron vivir sin ellos. No precisamos nuevas
ideas para frenar el daño, las esenciales ya existen, la crisis climática ya
está diagnosticada y se han dado las soluciones que, nada más y nada menos, hay
que aplicar.
Empecemos por enviar al basurero
de la Historia a los viejos dinosaurios de la economía, la política, la
ecología, el sindicalismo,... y sus turbias relaciones con el peor capital, hay
que dejar paso libre -y ayudarlos- a los muy jóvenes que como escribió Rilke
están próximos a esa etapa de la vida llena de encuentros, de volverse a ver,
de seguir avanzando, una etapa en la que no les ocurre nada distinto de lo que
sucede a una cosa o a un animal y, en coherencia, viven lo que sucede a los animales
y las cosas como si fuera humano. Sea la que sea nuestra edad, acudamos al
recuerdo de la infancia, escuchemos atentamente a Greta Thunberg -mujer, eso sí
es feminismo- pongámonos con -trás- ella, defendámosla del mal, que no la destruya
o, peor aún, la digiera. Meditemos.
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