107 Los Domingos Cavilar
CoVilación. 21
De la empatía
Fernando Merodio
31/05/2020
“La humanidad se divide en dos grupos: la gente empática, que usa mascarilla, y los egocéntricos, que van a cara limpia" (Rosa Montero "Mascarillas si" El País Semanal 24/05/20).
"Estos políticos se especializan en soporizar a los espectadores, ser confusos, hablar mal, repetir siete veces lo mismo, eludir las respuesta de utilidad o interés y abusar del ridículo verbo 'empatizar'" (Javier Marías."Al servicio de otros señores, dos" El País Semanal 24/05/20)
Buscando en la última página de El País Semanal el fiable artículo dominical de Javier Marías con el que -pese al mínimo desajuste que le supone estar escrito unos días antes- empiezo siempre -y suelo acabar- la lectura de la revista, me encontré el agitador párrafo de llamado que arriba cito de otro artículo, de Rosa Montero éste, pues si la cronista acertara en su radical dicotomía, además de no "empático", sería egocéntrico quien -al contrario imagino que ella- no lleve mascarilla incluso andando solo al aire libre o pudiendo guardar, en grupo, una razonable distancia con el resto y lo empeore, además, no gozando de las cualificadas eximentes de consumir/gastar o estar practicando un deporte que mueva dinero.
El empleo lógico, no histérico, de la mascarilla/bozal no me parece egocéntrico, propio de quien quiera ser centro de atención de algo o alguien, y dado que, igual que Marías, me parece ridículo el uso del verbo "empatizar" -su abuso por los "progres"- y, además, quería precisar qué supone tal vocablo, acudí al diccionario de la RAE para ver cuánto de malo tiene no ser incluido en la lista de "gente -¡uf, la gente, tótem de "Evita" Iglesias!- empática" y valorar si, en el caso de que tal exclusión no resulte muy degradante, la agria disquisición periodística solo supondría el baldón -para quien no se comporte como a ella quiere- de ser, simplemente, egocéntrico y, viendo que es empático el "que tiene empatía", o sea "participación afectiva (...) en una realidad ajena (...), generalmente en los sentimientos de otra persona", me quedé tal como estaba, sin aclarar si para ser tal cosa basta con lamentar –hasta llorar incluso- el mal ajeno o si, además de sentir afecto por -lo que sepamos de- las desgracias de otros, se exige implicarse -de facto- en solucionarlas, llegando a la conclusión de que si el significado correcto fuera el primero, no creo que nadie se deba avergonzar por no ser tal cosa, rememorando el colegio -de curas, por supuesto- en que a los niños así les llamábamos -éramos una infancia machista- cotillas, llorones o nenas, según el caso, viendo, al tiempo, que Montero se desliza -al defender el cliché del bozal/mascarilla y su uso- por la grasienta pendiente policial que los "progres" han inclinado -con apoyo en la "ley mordaza", de la que se han encariñado- para combatir la CoV19.
EL ROTO 30/05/2020
Por ello, pienso, crean lo que crean los apegados al pensamiento -además de ajeno- único, que empatizar es cotilla, cursi, llorón,..., sobre todo, inane y no veo, al contrario de Rosa Montero, conexión entre ser empático e ir o no -por la calle y guardando las distancias- "a cara limpia", lo mismo que tampoco entiendo que, solo por ir "limpio" de cara, nadie deba ser tildado de egocéntrico, pareciéndome, sin duda, que a la escribidora, tras tanta, tan larga e insana convivencia con "fuerza y orden progres", se le pudo disparar algún gen inquisitorial, siempre "atento a la que salta".
Además de la trivial e injusta taxidermia de la crónica, me preocupó esta semana una joven, poco más de 20 años, empleada de supermercado que, perdida sin duda, me decía: "Llevaré mascarilla y guantes mientras viva, tengo miedo", lo que alguien llamará "empatía", pero es lo que están consiguiendo con sus prédicas apocalípticas, el populismo “progre” y la falta de información seria de, junto a sus muchos socios, la marquesa que lo es y el hijo del terrorista al que aquel denunció alardeando de que fue del FRAP, grupúsculo que en los años 70 mató a 5 "grises" y 1 guardia civil y, en aquel tiempo casi peor, la oposición de izquierdas, lo señalaba -algo habría- como vía de infiltración de la gente del tenebroso comisario Conesa en sus organizaciones.
La solidaridad, más seria que la empatía, me llevan casi sin querer a un viejo y largo escrito publicado el 19 de setiembre de 1995 en el New York Times y el Washington Post, "La sociedad industrial y su futuro", 232 puntos firmados por Freedom Club, Club de la Libertad, en realidad Ted Kaczynski, Unabomber -University and Airline Bomber- para la policía, muy inteligente matemático que, solo y desde una cabaña en Montana aterrorizó los USA durante casi veinte años con cartas bomba que mataron a 3 personas -la mitad que el FRAP-, hiriendo a 23 y hoy está en prisión condenado a ocho cadenas perpetuas; un escrito -de lectura reposada- que explica y razona con detalle una frontal oposición a la sociedad industrial, que -alguno- llama hoy "progreso" o "crecimiento" y -lo lamento, acríticos correctos- genera, con alguna discrepancia, mi "solidaridad" con él, que -más seria que la "empatía"- para el diccionario es "adhesión o apoyo incondicional a causas o intereses ajenos, especialmente en situaciones comprometidas o difíciles", solidaridad que, lógico, es sólida pero con límite; llamativo, hoy, en dos planas plutocráticas de El País, Rafael del Pino, Ferrovial, coincide -sin pretenderlo supongo- con él: "No hay energía más verde que la que no se consume".
Reproduzco, para explicar la razón de mi solidaridad -ajena a cartas bomba- a quien no quiera dedicar tiempo y fatiga a leer los 232 puntos, solo el primero, que es, lo mismo que el resto, de 1995: "1. La revolución industrial y sus consecuencias han sido un desastre para la raza humana. Ha aumentado enormemente la expectativa de vida de aquellos de nosotros que vivimos en países 'avanzados', ha desestabilizado la sociedad, ha hecho la vida imposible, ha sometido a los seres humanos a indignidades, ha conducido a extender el sufrimiento psicológico (en el tercer mundo también el sufrimiento físico) y ha infligido un daño severo en el mundo natural. El continuo desarrollo de la tecnología empeorará la situación. Ciertamente someterá a los seres humanos a grandes indignidades e infligirá gran daño en el mundo natural, probablemente conducirá a un gran colapso social y al sufrimiento psicológico, y puede que produzca también el sufrimiento físico de los países 'avanzados'", en 1995, con evidente y rabiosa actualidad, el muy inteligente, preciso matemático diseccionó lo anterior, la desigualdad, el calentamiento, las pandemias,…, en otros 231 puntos.
El viernes, con similares razones -pero sin su concreción fáctica, pegada a la realidad- a las reiteradas por la Plataforma para la Defensa del Sur de Cantabria en el ámbito troncal de la generación energética, Miguel Urbán, ex-socio desencantado de esa cosa lejana al comunismo de Evita Iglesias, eurodiputado, parte de la situación actual y, en la biblia diaria del neoliberalismo culto, marca una ruta teórica, ejecutable en la práctica: 1) cuestionar la ”formidable concentración de la renta y la riqueza” actual, 2) acabar con el poder corporativo del capital, gobierno mundial en la sombra y 3) “acabar con el chantaje de la deuda, que atenaza las cuentas públicas” y dificulta atender, por ejemplo, emergencias sanitarias, para concluir que, “ineludiblemente debemos pensar que es posible otro sistema que anteponga nuestras vidas a sus beneficios”; hay que ponerse a ello, pues, nadie lo dude, es ahora o nunca.
Nada que ver lo de Urbán y la Plataforma con el trampantojo, trampa para el ojo que aquí ahora pinta el populismo “progre”, nuevos ricos ruidosos aparentando hacer algo; quien quiere frenar desigualdad, pandemias, calentamiento global, pobreza,… sabe que un futuro digno para todos, exige -Greta Thunberg- "cambiar el sistema", de arriba a abajo, repartir bien, reiniciar,…, aquí ahora negarse a los humillantes auxilios de Evita Iglesias para sus descamisados cautivos, los Ertes, pan para hoy y hambre para mañana, no mendigar ante las corporaciones y la Europa seria, repartir la riqueza escasa, el -poco- trabajo, buscar la igualdad,…, enfrentarse a lo que Byung-Chul Han llama “violencia de la positividad”, sobrecomunicación, hiperatención,…, paternalista y falsa bondad que, en realidad, es freno para la actuación individual; la peligrosa "nueva normalidad" deberá ser impuesta por la mayoría... como nos convenga.
El ROTO 31/05/2020
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