102 Los domingos cavilar
CoVilación. 13
Algo más que palabras
Fernando Merodio
26/04/2020
“La libertad de hablar se está perdiendo. Antes, quienes mantenían una conversación se interesaban por su interlocutor, pero ese interés se ha sustituido por la pregunta sobre el precio de sus zapatos o de su paraguas. (...)." (Walter Benjamin. "Calle de dirección única").
"(...) hemos llegado a la asombrosa paradoja, ilustrada a la perfección por el permanente estado de negociación y desgobierno de la política española, de que la esfera pública está llena de vergonzosas disputas entre intereses particulares, que obscenamente se oponen al interés público, (...) la libertad de conversación se está perdiendo". (José Luis Pardo "En defensa de la esfera pública")
Quien -desde su alcance- pretenda ejercer su "libertad de conversar o hablar" o, lo que es igual, su libertad de pensar y, para generar efectos en la esfera pública, decirlo, sabe que el freno a ello -el poder de los que, para mandar, no necesitan pensar... más que en ellos- ha adquirido una tal gravedad y alcance –la gestión de la "pandemia" y el grave "desastre climático" son dos ejemplos actuales- que, si se quiere llegar a una solución humana, empieza a exigir algo más que palabras..., hay que subir el tono de lo que se dice y hacerlo más claro, desagradable para los que no quieren escuchar y, además, como advierte Pardo, "pretenden imponer esa renuncia -a hablar- a los (...) que defienden la necesidad de la esfera pública (...) que no quieren perder su independencia intelectual y su libertad de pensamiento", lo que "por lo que parece, es pedir demasiado".
Aparecen -cada día más- ambiciosos egoísmos particulares de diversas fratrias -no de sangre, de intereses-, iglesias, partidos, medios de comunicación, empresas, grupos sociales -sindicatos, ONGs, asociaciones,... del momio-, ocupando cada día un mayor espacio social e intentando impedir que quienes no se someten a sus intereses privados y ridiculizan sus despóticos, casi siempre ridículos "argumentarios", puedan utilizar la lógica de pensar y hablar libremente.
EL ROTO 25/04/2020
A partir de ello, hay que denunciar tesituras como la de Günther Grass, ya anciano, tratando de justificar en el libro “Pelando la cebolla” su juvenil pertenencia a las Waffen SS en base a una razón en exceso cómoda, “me dejé seducir por el nazismo sin hacer preguntas”, similar a las de Albert Speer, padre de la iconografía y arquitectura nazi y Gertraud Junge, secretaria de Hitler, ambos próximos al führer hasta el hundimiento, “Podemos hundirnos, pero nos llevaremos a un mundo con nosotros”, admitiendo, además, la última su cómoda cobardía de falta de esfuerzo para percibir lo que estaba ocurriendo y, de ser preciso, intentar frenarlo, reacción frente a hechos afín, a otro nivel, a la de quienes aquí ahora se solazan en torcer la memoria -que dicen- histórica, dañando su eficacia como referencia; frente a ello, libros, lectura que me pareció -y es- seria de “Castellio contra Calvino. Conciencia contra violencia”, Stefan Zweig, o “Responsabilidad y juicio”, Hannah Arendt, reflexión de cada uno a su modo sobre la humana fatiga de intentar separar bien y mal y actuar, o la de "Nosotros, los hijos de Eichmann”, dos cartas abiertas del filósofo Günther Anders, “probablemente el más lúcido de los críticos del mundo tecnificado”, a Klaus, hijo de Adolf Eichmann, responsable del traslado de judíos a los campos de exterminio, agrias severas cartas que expresan la firme convicción de que, si no razonamos -y hacemos-, perderemos resistencia y conciencia, seremos fácil engranaje de máquinas como la que movió la idea de liquidación industrial de masas humanas y acumulación sistemática de cadáveres con un fin político: una forma simbólica de ser hijos, todos, de Eichmann.
Es cierto, resulta difícil distinguir bien y mal, sobre todo si quienes pretenden abusar de su -inmerecido- poder de influir ya han pre-juzgado en la seductora dirección de lo cómodo, han hecho la pregunta muelle, creado la útil coartada, ¿quién soy yo para ir contra el resto?, pero, aun siendo cierto que diluirse en la masa podría ser -irrelevante, coyuntural- eximente o atenuante legal en un juicio, está muy alejado de la categoría seria de justificación ética o moral; tal es la reflexión de Zweig en “Castellio contra Calvino”, su libro quizás más inquietante -más incluso que el que narra el zigzagueo vital del tenebroso Fouché-, análisis de la porfía entre humanismo, libertad individual, y fanatismo, violencia injusta que (ab)usa (d)el poder.
Los razones de Castellio, solitario mosquito que en el siglo XVI se enfrentó, heroico, al elefante Calvino, poder religioso, liberticida y violento que envió a Servet al fuego y cristalizó el mal, están en su “De arte dubitandi”, donde explica que “la posteridad no podrá creer que después de que ya se hubiera hecho la luz, hayamos tenido que vivir de nuevo en medio de tan densa oscuridad”, siendo cierto entonces -y ahora- que la oscuridad se dilata -y dilatará- con la falta de educación, pues el cambio real, el revolucionario, se asienta en una instrucción pública accesible a todos, germen del poder republicano, al que se accede -no sólo echando al rey- con inteligencia, esfuerzo y mérito; Condorcet, en tiempos feroces -y feraces- República y logos, fin del mito monárquico de la religión, dijo que, “aún dando a todos la igual instrucción que a todos es posible extender, la república no niega a ninguna porción de ciudadanos esa elevadísima instrucción que puede ser compartida por la masa entera de individuos”, razón para que el pedagogo que fue presidente de la Asamblea francesa en 1791, se opusiera a ese cómodo aprobado general que -a cambio de unos votos- tenemos aquí.
Desde antes del virus, sin planes de estudio republicanos, en tiempos de obscenos pactos, aprobados fáciles, títulos baratos, negación del pensar, acatamos -sumisos- el sistema -igual el dictado por Franco que el feo de hoy de la sucia mercantil muñida por el “vendedor” Sánchez y el desleal e irritante Iglesias y los demagogos gritones que en el parlamento arremeten contra esa "ley mordaza" que su líder único, junto a Irene Montero, los "comunistas" Garzón y Díaz y el enigma Castells, aplica con saña desde el gobierno del trágala que da -dicen- libertad e, insolidario, anima a gastar, consumir lo que, liberal, sobra al capital, participar votando... a los mismos siempre; lo explica Hanna Arendt, “la cuestión de la responsabilidad personal de quien debe hacer que funcione el sistema es algo marginal”, es cómodo, seductor aceptar que el gobierno es -solo- una pequeña e (ir)responsable pieza del preciso, puntual, infalible engranaje y si, con dolo o sin él, lo hace mal, no es peligroso, ¡el otro lo haría aun peor!, mientras sus altavoces, percuten mintiendo: ¡demócrata es quién vota y -ciego- delega!
Tal grupo –solo- de intereses pre-juzga en la seductora dirección cómoda, imparte doctrina dudosa, no debate -pues no tiene- ideas, invita a no pensar ni hablar, muy al contrario del Kant que advierte que la libertad de pensamiento no debe ser confundida con solitarias, inanes certezas privadas y, por ello -aquí ahora- procede no prestar -ninguna- atención a la lerda doctrina de Sánchez, Iglesias & Co, instruirse, elaborar y asumir lo propio, dudar, hablar, enfrentarse al poder, denunciar el daño que causan los burócratas, defender la lógica de un progreso que no exija crecer, luchar por la igualdad, no dilapidar lo común, regresar a lo sostenible de cuando éramos pocos y austeros, participar -de verdad- en la sociedad civil haciendo política, no dejarnos caer en manos de policía y ejército, proclamar otras seducciones,..., cosas, todas ellas, serias que, para ser conseguidas, -temo que- quizás exijan algo más que palabras.
Coda sobre la que no pensar ni hablar.- Si Banco Santander, dadivoso, donaba hace días 25.000 € y Revilla lo publicitaba en el BOC, ahora es Glaxo, farmacéutica que factura 26.500 millones €/año, con un beneficio de más de 7.000 (el 25-30% de sus ingresos), la que -tras, en 2012, reconocerse culpable penal, pagar 3.000 millones $ y no ser condenada- dona 28.000 € y Revilla, cuando menos indigno, lo anuncia también en el BOC, ¡publicidad muy barata a la sombra del, para algunos, útil virus!