CoVilación. 8
¿Pactos de la Moncloa?, ¡era política, estúpido!
Fernando Merodio
08-04-2020
"(...) pues hay quienes ponen a trabajar su sabiduría, conocimientos y experiencia, para luego entregarle todos sus bienes a quien jamás movió un dedo ¡Y también esto es absurdo, y un mal enorme!". (Eclesiastés 2.21).
"La transformación del modelo en que estamos instalados no solo pasa por la implementación de políticas más justas e innovadoras, sino también por el cambio en las actitudes individuales, (...) estilos de vida más sencillos y comprometidos" (Luis Ayala, profesor UNED).
Al ocurrente Sánchez, dotado jefe planta de señoras en una gran superficie que al poco de nacer se dedicó, en cuadrilla, al trapicheo a gran escala que ejercen los afanados en esa cosa que ahora -ellos- llaman política, se le ha encendido una luz y, tras su última inepta gracia de enmarañar la pandemia y causarnos daño, busca -un tic- con quién pactar -imagino que, dado lo autoritario que es y lo que se quiere- solo sobre lo hecho, no lo por hacer, dividir las culpas e identificar la ocurrencia con los llamados, eximios "pactos de la Moncloa", en que -según su socio, el nuevo rico- nacía la "casta del 78", hoy rebasada por él y su ansiosa, fiera, ambiciosa tropa sin ideas.
Los pactos que Sánchez quiere imitar fueron firmados por hombres de vida -algunos- notable, en tiempos de gran tribulación social, económica, política,..., en que unos, jesuitas afines a Ignacio, calcularon que lo mejor era "no hacer mudanza" y otros, "gatopardistas" lectores de Lampedusa, viéndolo igual, arbitraron "cambiarlo todo para que no cambie nada" y así, tras cuarenta y tantos años sin Franco, ha crecido el bebé parido cinco -¿o quizás cuatro?- mesino que hoy, solo por reprimirnos, aplaude feliz a policía y ejército, ahora eso sí, "progresistas"; es el mito, la filosofía del eterno retorno, hay muchos que, para hacer algo, precisan ser mandados con saña.
De izquierda a derecha, Enrique Tierno Galván (PSP), Santiago Carrillo (PCE),
José María Triginer (FSC), Joan Reventós (PSC), Felipe González (PSOE),
Juan Ajuriaguerra (PNV), Adolfo Suárez (UCD), Manuel Fraga (AP),
Leopoldo Calvo-Sotelo (UCD) y Miquel Roca (minoría catalana).
En 1977, desde Carrillo hasta Fraga, desde el heroico PCE hasta la AP mugrienta, intentaban transitar de la dictadura a otra cosa, a un régimen político y económico admisible para Europa, sentar las bases para firmar la -que sería- Constitución del 78, que ahora esgrime, miserable en su poltrona, Iglesias; el año de la Moncloa, 1977, fue horrible, en enero la matanza de los amigos de Atocha, en abril el temblor de la legalización del PCE, en junio, -unas muy injustas, españolas- elecciones, el paro y la devaluación de la peseta llegaron al 25%, la inflación rondaba el 30%,..., España, solo España, estaba en suspensión de pagos política y económica, con brotes sociales a los que el "heroico pueblo" dio la espalda; años después, Vázquez Montalbán dijo que "en política las únicas consecuencias reales vienen de lo que se llama correlación de fuerzas -¡estos comunistas!- y, cuando Franco desaparece en España no se pudo establecer una correlación de fuerzas sino de debilidades" que dieron lugar, además de a los acomodaticios pactos económicos, a un medroso documento político que, variopintos, firmaron Suárez y Calvo-Sotelo (UCD), González (PSOE), Tierno Galván (PSP), Carrillo (PCE) y -anuncio de otra catástrofe- Triginer (Federación catalana del PSOE), Raventós (PSC), Roca (Minoría catalana) y Ajuriaguerra (PNV), sin que, no recuerdo por cuál de sus originalidades, firmara Fraga y su cochambrosa AP.
Ahora, original, el estadista Sánchez, en su condición de líder máximo -supongo que habrá pedido permiso a Iglesias y Rufián- pontifica una chusca broma, que "todos los partidos políticos, con independencia de su ideología, trabajarán en unos pactos, unos nuevos pactos de la Moncloa para relanzar y reconstruir la economía y también el tejido social que lógicamente se va a ver resentido durante estas semanas tan duras como consecuencia del confinamiento y su impacto económico y social", forzado por un bichito muy pequeño que ha causado menos de 100.000 muertos, un cero coma nosécuantos ceros por ciento en un mundo de pandemias y guerras causadas por un torpe, dictatorial, injusto capitalismo; lo ve hasta el que, por muy egoísta, es ciego.
Hace cincuenta años lo anunciaba ya Ivan Illich, judío expulsado de Viena por los nazis, miembro luego de la más activa izquierda católica, fundador en 1961 del Centro de Información Intercultural de Cuernavaca, el CIDOC, cuando, tras abandonar el sacerdocio, en 1973 titulaba “La convivencialidad” un ensayo alternativo a la sociedad tecnológica en que, frente a la ilógica productividad industrial, explicaba que con tal término defendía un límite al crecimiento, causa del derrumbe del capitalismo cruel, ilógico e inmoral, más actual hoy que entonces; aquel Ilich, no Vladimir, Lenin, se opuso al gigantismo industrial, ríos de coches, autopistas, trenes a gran velocidad,... que dañan el territorio y dificultan vivir, razonó en “La sociedad escolarizada”, 1975, que la escuela era fábrica de consumidores descerebrados, solo aptos para competir en la sociedad industrial y avisaba en “Némesis médica”, 1971, que la elefantiasis de la medicina hospitalaria institucionalizada es amenaza grave para la salud física y social por la excesiva dependencia que crea respecto del funcionario/médico, como también lo explicaba Louis-Ferdinand Céline, médico además de escritor, en su Tesis doctoral “Semmelweiss”, relato novelado de la vida del otro médico que redujo las muertes por sepsis puerperal simplemente defendiendo ante los obstetras -y siendo ingresado por ello en un asilo, donde murió a los 47 años- que era bueno lavarse, haciendo que el mejor avance de la medicina práctica fuera algo tan simple como la elemental higiene.
La sociedad del “progreso”, hoy hundida, acongojada por un mínimo virus de origen desconocido, nos llena del gasto de inanes, caras y dañinas estructuras, la penosa idea de justificar al cruel capital, aeropuertos, autovías, puertos, TAVs,... feroces urbes atestadas, incineración de insolidarios residuos, molinos gigantes, innecesarias líneas eléctricas que agreden, dividen y enferman, polígonos industriales que vierten paro, hospitales colapsados, la ininteligible Bolsa, cruel refugio de necios especuladores,...; explica John Berger en "Puerca tierra" que la gente del campo, la que ama el territorio, es "una clase de supervivientes que no puede permitirse el lujo de creer en una meta en la que la seguridad o el bienestar están garantizados" y sería deseable que la vida enseñara a todos a regresar al origen, a esa tierra que el cruel dinero hace cada día más árida y, al menos, escucháramos atentos el regreso de "We shall overcome", canción protesta que en 1901 compuso el reverendo Charles Tindley y, a lo largo de los años, repicaron Mahalia Jackson, Pete Seeger, Bob Dylan, Joan Baez, Bruce Springsteen, Roger Waters,... y tantos otros, repitiendo "Vamos a vencer / Vamos a vencer / Algún día venceremos / Oh, en lo profundo de mi corazón / Sé que si creo / Algún día venceremos / (...) / No tenemos miedo (¡Oh Señor!) / No tiene miedo (¡Oh Señor!) / Hoy no tengo miedo".
El único pacto humano es hoy la vuelta a la tierra, el respeto a la naturaleza, el pacto contra el capital, ¡a ver si te enteras, estúpido represor!
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