Deconstruir
el procés (24)
Contradicciones
Fernando
Merodio
ALERTA 10-05-2019
Junqueras, Turull, Rull, Sánchez y Romeva, se agarran al
clavo ardiendo de su reciente condición de miembros del parlamento español
y, ¡de verdad!, plantean que, en tal condición, para seguir juzgándolos,
el Supremo deberá ser autorizado por el legislativo y, mientras
tanto, ellos deberán gozar de plena libertad para ejercer como parlamentarios
de España; son ideas que desnudan grotescas contradicciones ofensivas para su teoría
y en especial su práctica del independentismo, siendo grotesco e indecente,
exigirlo con supuesto apoyo en nuestra -para ellos, insufrible- constitución,
el contrato social, no debiendo olvidar nadie que están siendo juzgados por dañar
al resto con actos contra ese contrato social, ni ignorar que su exigencia del
derecho a ejercer "con total
plenitud las responsabilidades derivadas de su nueva condición" de
representantes del pueblo español, siendo una burla para el resto, carece además
de todo apoyo legal lógico, pues tanto los hechos litigiosos como el inicio del
juicio son muy previos a las elecciones de las que, según ellos, nacería su
derecho.
Aunque sea otra cosa, es también contradictoria la
forma en que, aparentando ser un grupo monolítico, cada abogado propone y usa
sus pruebas sin preocuparse de si benefician o no al resto de los alzados.
Dice Marx que la explotación, contradicción objetiva
que sostiene al sistema capitalista, no se superará en el plano del debate de
las ideas ni esperando que lo haga el devenir de la historia, es preciso que
fuerzas sociales objetivas, que él identifica con la clase obrera organizada,
se lo planteen y lo fuercen; del mismo modo, si aquí ahora aparecen contradicciones
latentes en relaciones concretas, por ejemplo las de la sociedad española en
general con las exigencias del independentismo -o incluso dentro de él mismo-, debemos
saber que, en realidad, tales contradicciones solo son expresión de un egoísta
y habitual enfrentamiento que, como el capitalismo, sólo confronta intereses,
tratándose, pues, de un desafío sin solución dialéctica, que se resolverá cuando
una parte se imponga a la otra, pues en tal contradicción no hay nada común que
ate, se trata exclusivamente de egoístas intereses apoyados en muy subjetivos
derechos que solamente separan.
Aceptado que
existiendo, como existen, las reglas del juego previas de un contrato social,
la constitución, nadie cuando quiera puede cambiarlas en medio de la partida,
pues se trata, por su naturaleza pactada, de un contrato a respetar y para el
que hay que exigir respeto, a partir de ello, en caso de contradicción entre
dos partes, me parece lógico buscar el interés más amplio, más general, debatir,
luchar por él,... hasta que, si las dos difieren, una se imponga a la otra, sin
tener ningún complejo de culpa por el hecho de imponerse, siempre que haya
respetado las reglas pactadas, pues si así se hace, no se es peor, menos
honesto que aquel con el que se debate, se lucha,... y al que, si se le gana,
se fuerza a respetar el interés general.
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