Lo cotidiano.100
De la civilización
según Manuel
Ángel Castañeda
(Tiempo de canallas)
Fernando Merodio
18/04/2025
El 16 de
abril, Andrés Rábago, El Roto, y el
hijo menor de Luis Martín-Santos, 1924-1964, psiquiatra, autor de “Tiempo de silencio”, inteligentes ambos,
presentaban en la librería Gil una
nueva edición, ilustrada por el primero, de la novela que, en 1962, cuando con
16 años yo aterrizaba atónito en Madrid, “el
foro”, a estudiar Preu, en la
gris, triste España de Franco, lo mismo que el equipo de Santiago Bernabeu, Di Stéfano,
Puskas y Gento me había generado autoestima al mostrarme, niño, que desde años
atrás éramos, como aún hoy, capaces de ganar, serios, a cualquiera, me permitió
comprobar con su -para mis 16 años de entonces- difícil lectura que en la misma
triste España había lugar para la inteligencia y pude en persona agradecer, de
nuevo, a El Roto su diaria
editorial/viñeta, tan ajena a este El
País y a Luis Martín-Santos hijo, lo que, avatares de la vida, no pude transmitir
a su padre.
Carroñeros
(los molinos y los que, de espaldas miran obras -ilegales- en El Escudo) y
mentiras
Han
pasado muchos años, los tribunales han anulado la primera autorización de un
polígono industrial eólico, ¡50 Mw! de esos sobre los que El Delirio Montañés miente y miente repitiendo que ya están casi
implantados y hoy, en la España cutre, muy cutre de la ley mordaza y la corrupción rampante de Sánchez el Malo y su troupe, el 14, día en que entré en el
tramo 80 de mi andado camino vital, un amigo me enviaba el recorte de la página
33 de tal Delirio -de igual cuadra
que el gigante Iberdrolo- del día
anterior, 13, domingo en que, bajo el feo busto fotográfico de un sujeto con
cara de antiguo, gafas, chaqueta y corbata,
hay una “Opinión”, prístina imagen
de lo que nos ahoga, titulada “El bucle ecologista” y subtitulada, con
estéril ofensivo afán, “Los mismos
conservadores -¿será ‘conservacionistas’?-
que exigían poner punto final a las centrales
de carbón, fuel y uranio para sustituirlas por -olvidó escribir ‘las de’- el viento y el sol presentan una riada de alegaciones contra
los parques eólicos y las placas solares”, maliciosa, agresiva estupidez
que corona con un postrer, lapidario párrafo, respuesta de mente enferma a su
propia pregunta, “¿Por qué?”, con un
para qué, “Quizás para que no quede en
evidencia la diferencia de nivel de bienestar entre los países capitalistas y
democráticos y las dictaduras comunistas”. ¡Uf, y -siendo así, difícil de
explicar- le dejan escribir -y lo publican-, aunque sea en un delirante panfleto!
Debiera
ser de lectura obligatoria
Son
estos, desde hace mucho, lo explicó muy bien, biográfica, Lillian Hellman,
amante/sostén de Dashiell Hammet, ambos víctimas del siniestro McCarthy, “Tiempos de canallas” cuya ignominia remarcó
Ring Lardner Jr. en “Me odiaría cada
mañana”, para que quien hoy escribe esas cosas contra todos en apoyo del
gigante Iberdrolo sea el mismo que,
¡no cambian!, si acaso a peor, sin que, más reciente que de lo de los doloridos
tataranietos de asesinados en las cunetas, lo recuerde nadie, cuando el
luchador PCE aún -por impulso de, entre otros, la recién
vuelta de vacaciones PSOE- era ilegal,
coleteaba el proceso 1001 contra la
dirección de aquellas CC.OO, en las
cárceles se pudría gente de Marx o el fascismo tiroteaba -matando- a abogados
laboralistas, en un medio de aquí, una gacetilla de MAC, reporter Tribulete, señalaba
que en la calle Castilla 11, Santander, el PCE,
no las CC.OO., tenía un despacho
laboralista –pagado por mí, con dinero de Rosa, hoy fallecida, y mío- y en
aquellos 70s, con padres conservadores, una mujer muy joven asustada, es lógico
y dos niños de menos de 5 años, me identificaba, junto a 2 personas más, como
titular del mismo, infamia a la que, desde 1979, siguieron 30 años como
director del panfleto que la iglesia regaló a los restos de UCD, para que, en 1983, se aliaría con lo
peor del capital vasco, convirtiéndose en el dañino Delirio actual, pasando él, en 2012, con apoyo del gobierno
regional y, ¡uf, atufa!, los Botín, a presidir/condicionar el Ateneo.
Bello
edificio, 1937, del arquitecto, presidente del Ateneo Popular, Deogracias Mariano Lastra
El Ateneo Popular de Santander fue fundado en 1925 y arrasado, 12 años después, en agosto
de 1937, tras entrar las tropas fascistas en la ciudad, dejando el ejemplo de su
actividad y las huellas de un armazón sociocultural en la vida santanderina, de
lo que, material, aún queda el edificio que, inaugurado en enero de 1937, planificó
como sede social, su presidente tras Luciano Malumbres, marido de Matilde
Zapata, o Manuel Llano, el arquitecto Deogracias Mariano Lastra para, tras años
expropiado, hoy acoger esa cosa (im)popular que dicen -solo- Ateneo de Santander, al que me impide
entrar el asco a la caspa de personajes como el que, contra la lucha de vecinos,
pueblos de nuestro sur frente al caótico atropello del capital eólico, usurpa
girones de lo que debiera ser libertad de expresión de todos para decir lindezas
como la de su, sin pudor, admirado “capitalismo
democrático” y el odioso, alejado de Marx “dictatorial comunismo” del que informó -¿alertó?- en tiempos
canallas como este y, seguro, aún más peligrosos, diciendo -¿(pre)ocupado por
los niños de África o por el gigante Iberdrolo?-
que “todos los habitantes de la tierra -¿se
referiría a La Tierra, quinto mayor planeta de los ocho del sistema solar?-, necesitan utilizar la electricidad”,
lo que tratan de impedir, células leninistas, “grupos minoritarios, pero muy activos e influyente (…) para frenar el
desarrollo”, lo que, con insistencia, él llama “pogreso”.
Coda sobre civilización.- Abre el sinsorgo su nimio análisis del “bucle ecologista” diciendo que “los avances de la civilización -¡ahí es
nada!- se han producido por la aplicación
del ingenio humano para mejorar -pásmense del popurrí- la agricultura, la ganadería, las artes y, en suma, poner la naturaleza
al servicio de las personas” y desde El
Delirio Montañés -subrayo lo de “montañés”-
pontifica al afirmar que “en Cantabria -no
en La Montaña- asistimos a una verdadera campaña para impedir la creación de parques -¿infantiles,
inanes?, ¡ay la perversión del lenguaje!- de
energía eólica porque agreden -¿sólo?-
el paisaje”. Por fortuna -algunos- aún sabemos que, Ortega dixit, “no es eso, no es eso”.
Don José Ortega y Gasset, no Manuel Ángel Castañeda