Lo cotidiano 111
De una constitución y un político, Conde-Pumpido
Fernando
Merodio
29/06/2025
Una constitución es “artilugio”, casi siempre escrito y único, que fija lo -que solo dicen-
esencial para -en teoría- la acción sociopolítica de un concreto grupo orgánico
y defiende -en teoría o práctica- a sus miembros, impidiendo el (ab)uso de -entre
otros- el poder político, al que algunos dividen en tres -en España, ni ley ni
práctica prevén tal fraccionamiento-, así como -también dicen- garantiza las -teóricas-
libertades públicas y derechos esenciales, a partir del artificio de un supuesto
acuerdo votado, haciendo que los revolucionarios -y yo mismo- digan que -en
realidad- no es más que un medio del poder real que, útil a la burguesía, impide
el cambio revolucionario y frena toda idea, expresa o tácita, de camino hacia
la igualdad, siendo ancla que afianza el sistema -en especial- cuando se agitan
las aguas sociales.
El Roto 25 y 28.06.2025
¿Se imaginan pensando, por ejemplo, en lo de
más arriba?
Tan -para algunos- útil artilugio, la constitución
tiene hoy aquí, símil del can Cerbero, canto sexto del “Inferno” en La Divina Comedia
de Dante Alighieri, a un tal Conde-Pumpido como atroz guardián que, años atrás,
en el TS, a petición de otro Miguel y mía, inhabilitaba por venal a un alcalde
de Campoo de Suso y, después, practicaba como fiscal en su grado más explícito
de “general” lo de la jerarquía y/o
obediencia útil para el que ordena y manda, buscando urgencias y extremas ventajas
bajo las piedras para un “rearme”
inconstitucional de fondo y forma, ultrajando -en especial- a quienes legislan
y juzgan, sintonizado con el “tyrannus”, déspota
sin otra ley que su capricho, sabiendo, como todos, que donde no hay ley solo
hay tiranía, para llegar con tal “rearme”
-que empieza viciando el lenguaje- a avalarlo como el Innombrable de Beckett, “¿Dónde ahora? ¿Cuándo ahora? ¿Quién ahora? Sin preguntármelo.
Decir yo. Sin pensarlo. Llamar a esto preguntas, hipótesis. Ir adelante, llamar
a esto adelante (...)", con la confusión que, en los -muchos- más débiles causa
el atropello del -falso, ilícito- último tribunal de casación, políticos designados
sin lógica justa entre -y solo- los más útiles para unos y otros, presidiéndolo,
sin que nadie avisado dude atribuir el atropello a quien, corrosivo “tyrannus”, propicia y usa, solo para él,
el –falso, injusto- contubernio que tan mal nos trata.
Concretando, mientras
su hoy extraño compañero de viaje, secuaz, la “nueva” TVE del incalificable
peligro que es Javier Ruiz daña lo público, El
País digital, libelo, bulo, nos envenenaba el 26/06/2025 titulando que,
presidida por el can Cerbero, “la mayoría
progresista del tribunal -insisto, no de jueces, de políticos- asume por seis votos a cuatro que el perdón
a los líderes independentistas persigue ‘paliar’ -para lo que el resto mendiga
perdón a los sediciosos/golpistas- los
efectos del ‘procés’ y ‘mejorar’ la convivencia”, falacia que firma José Mª
Brunet que, émulo de la autoridad militar
que Tejero, guardia civil golpista, nos anunció en el Congreso, él es, por
supuesto, catalán, definiendo el -con exclusivo mérito de- petulante periódico
con precisión de orfebre, todos los elementos de ilegal parcialidad en quienes
juzgan protegidos/separados de todos nosotros por el fiero guardián
“Cerbero, fiera monstruosa y cruel; / caninamente ladra con tres fauces
/ sobre la gente que aquí es sumergida”
Siendo la
imparcialidad exigencia ineludible para todo el que juez o -como en este caso- no,
deba dictaminar, existe sólo cuando quien enjuicia no tiene ningún interés en
el proceso ni, menos aún, en el fallo, siendo parcial quien lo hace con “(pre)juicios”, opiniones previas sobre
la materia objeto de dictamen y, pues administrar Justicia -o filosofar- es, en
primer lugar, buscar la verdad objetiva, distinguir entre bien y mal o entre
verdad y falsedad, y lo de valorar hechos o cosas consiste en emitir juicios sin
(pre)juicios, todo ello, en filosofía o justicia, obliga a diferenciar entre doxa, opinión y episteme, saber, vieja dialéctica que hizo que Platón denunciara a
los doxóforos, los hoy a granel insufribles
opinólogos a sueldo de no se sabe
quién, profesionales del libelo -casi
siempre- ignaro, siendo, decía Albert Einstein, “¡Triste época la nuestra!, en que es más fácil desintegrar un átomo que
un prejuicio” o una idea preconcebida, o una opinión previa y tenaz acerca
de aquello sobre lo serio que algunos que juzgan se empeñan en, antes de conocer,
hacerlo público, exteriorizarlo, hacer que desaparezca el objeto de la verdad y
la referencia del bien, con lo que la anticipación del (pre)juicio dificulta
hasta imposibilitando el juicio, en especial si responde, como en el TC, a un interés espurio de secta, lo
que hizo a Hannah Arendt relacionar íntimamente (pre)juicios con límites en la
capacidad de juzgar y decir que, para que haya ejercicio de capacidad y
libertad propia, no deben -ni pueden- existir aquellos, opuestos a lo que, con
alarmante insistencia, muestra el pseudo tribunal de Conde-Pumpido, can
Cerbero, siervo del tyrannus que trata
de imponerse en el duelo ejecutivo/legislativo vs judicial.
El TC, como -exactos- habían anunciado
unánimes los doxóforos, tristes opinólogos en los medios, ha validado
por seis votos a cuatro la insufrible ley, sin esperar al dictamen -sin duda
opuesto- de la UE ni, pese a lo serio del asunto, siquiera plantear un
referéndum, avalando todos los aspectos nucleares que convienen de modo personal
a Sánchez en la ley de amnistía, basada en algo -mucho- peor que (pre)juicios y
sin tener en cuenta que, pues dos miembros de tal foro político habían sido
apartados de la votación -no debate- contaminados por su juicio previo
-contrario a tal arbitraria ley en sus casos- y sabiendo todos -nosotros- qué
iba a votar cada uno de los, paritarios, 5/5, los 10 debieron, parciales,
abstenerse en defensa del prestigio del -desprestigiado- tribunal siervo de los
-peores- políticos, por lo que todos y cada uno de los -en el peor sentido-
fotografiados abajo en el decisivo/excesivo foro, están incursos en razones penales
objetivas para ser inhabilitados a perpetuidad
Pensemos, estamos en sus manos, son -hoy
esencial- pares, 5 y 5 y el jefe es Conde-Pumpido
Coda sobre tan excesivo/decisivo órgano.- Es
tal su desmesurado, injusto poder que aterra pensar en la soberbia de los
miembros de un órgano tan desmedido, ciclópeo y desazona conocer a los designados
a dedo de la fotografía de arriba, en especial la rígida, acartonada expresión
impune del que ocupa el centro al fondo apoyado por procaces medios públicos
y/o subsidiados y -solo- gangosos “Jueces
-dicen- para la democracia” que,
si solo ellos son para tan sobado término ¿para qué serían el resto? ¿los
disolverían si ganaran?, debiendo recordar que la ley es, en especial,
emanación reaccionaria del más retrógrado poder y que quienes la aplican e interpretan
son… eso