domingo, 17 de julio de 2022

228 Los domingos, cavilar Un nuevo contrato social Fernando Merodio 17/07/2022

228 Los domingos, cavilar

Un nuevo contrato social

Fernando Merodio

17/07/2022

 Los problemas económicos no son pasajeros. Las cosas pueden ir mucho peor. Nos enfrentamos a problemas muy serios (…)” (Jamie Dimon. Presidente y consejero delegado de JPMorgan Chase y, según él, patriota USA).

Hoy impulsamos un movimiento ciudadano en el que el protagonismo es vuestro, sois vosotros los que vais a sumar. Esto no va de partidos, no va de siglas, va de pensar un país mejor, (…) un nuevo contrato social (Yolanda Díaz. Presentación de “Sumar” en el C.C. Matadero)

Al tiempo que Jamie Dimon, gran capital, elegante banquero, usa como mejor arma en su beneficio asustar a medrosos con atroces anuncios de un futuro terrible… para los de siempre, la fallida pretendiente de estilosa -¿envidiosa, quizás?- vicepresidenta segunda de la “mercantil-progresista” nos incita a que, sin intervenir partidos -ni el marxista del que, según alardea, forma parte-, tras cavilar -¿solos?-, demos forma -¿quiénes?- al borrador del nuevo contrato social que consideremos mejor -¿de lo mío qué?- que el actual y se lo traslademos a ella, que sin abandonar un momento su inane mantra de mayores impuestos a los muy ricos sin siquiera plantear -en su ignoto programa- un mínimo análisis para combatir las causas de la abusiva riqueza, mientras, caritativa, reparte migajas de unos pocos euros entre sus descamisados, absorta, además, en la hipnótica tarea de demoler lo único que -algo- nos protege, el contrato social de 1978, de la transición, y muy a pesar de su (in)suficiencia ignara, unirse -con las ideas que elabore nuestro personal egoísmo- a la élite de Hammurabi, Solón, Justiniano, Alfonso X, sus Siete Partidas, los levellers británicos, los revolucionarios francesas, su Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano,… y, cual Yavé en el Sinaí, grabar en piedra nuestro liberador, sedicioso contrato, imponiéndolo -a su modo- de la forma ya experimentada con la -útil- covid19 para así, junto a otros cada día más firmemente aherrojados por el óxido a idílicos cargos, ajenos a la -para ellos nada clara- cada día más dura realidad, seguir viviendo, mientras dure, del -viejo- Estado; eso es lo que me deja la ocurrencia de parte de la caterva que ha pasado de “poder” a, apocada, ahora rebajarlo y ofrecer “sumar”.

EL ROTO 02/11/2021

Rousseau, su contrato social, influyó en las serias ideas de la revolución francesa, también en las de Marx, y Fernando de los Ríos, su traductor, le atribuye el valor de que “al plantear los problemas de la vida civil lo hace sobre tales bases que siempre habrán de necesitar ser, o confirmadas o contradichas (…)”, pues se enfrenta a las lesivas, estructurales, hondas desigualdades que -entonces- generaba el liberalismo, precapitalismo de hace casi 3 siglos, sosteniendo que la mejor defensa para el individuo frente a la injusticia era dotarse  de una “forma de asociación que defienda y proteja de toda fuerzo común a la persona y los bienes de cada cual, que (…) uniéndose a todos no obedezca sino a sí mismo y quede tan libre como antes”, solución para el individuo que, según Rousseau, está en el contrato social, teniendo también claro el jacobino suizo, más quizás incluso que lo anterior, que “(…) una vez violado el pacto social cada cual vuelve a la posición de sus primitivos derechos y a recobrar su libertad  natural (…)”, idea que, en el primer párrafo de “El contrato social o principios del derecho político”, le hace “vincular lo que el derecho permite con lo que prescribe el interés, a fin de que la justicia y la utilidad no tengan por qué verse separadas”; opuesto a negociar -de negocio- los pactos continuos, sea con quien sea, que, cobardes, ahora plantean mercantiles partidos, especialmente ofensivo en el caso de los frívolos que, creyéndose omnipotentes, afirmaban “poder” y ahora, repito, para sobrevivir -ellos- se conforman con un “sumar” opuesto a lo que proponía Rousseau en, ¡respeto, por favor, Yolanda!, su “contrato social“, teniendo, como Tomás de Aquino, Juan de Mariana, Juan de Salisbury,… o Robespierre claro que, sobre lo alimenticio, está que “cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es para el pueblo el más sagrado e indispensable de los deberes” e, incluso, el tiranicidio o la guillotina, ¡¡uff!!, pueden ser probado instrumento útil para los oprimidos.

EL ROTO 21/04/2021

Lo dicen Rousseau y otros, la única conclusión lógica es que, aunque sea fatigoso, dé pereza, incluso miedo, roto el contrato social -hasta el punto de imposibilitar el futuro humano en la Tierra- desaparecen los frenos que atan a la -gran- mayoría a sus normas, regresan las primitivas libertades, nuestros naturales derechos, volvemos al territorio en que antaño vivía ese hombre que, cada día más cercana, escucha la llamada de la naturaleza a la raza fiera que con precisa belleza describió Jack London; es ese uno de los argumentos para hacer que el búnker del 1% que, peligroso, incumple el pacto, cuyo agrietado muro protector retacan, “progresistas”, el jefe de planta Sánchez y sus empleados, junto a la “suma” de Yolanda, Belarra y Garzón, el pobre Rufián,… no pueda ser eterna coartada que justifique los cómodos abusos in crescendo del poder espurio sobre el hombre, porque el contrato social nunca se suscribe para ser usado, siempre, contra el individuo; hay que hacer, ¡ya!, algo.

Insisto, una mínima parte de los casi 8.000 millones que somos, menos del 1%, está destruyendo -¿lo ha hecho ya?-, con la complicidad al menos pasiva del resto, la posibilidad futura de vida humana en la Tierra y, para afrontar con eficacia y algún viso de éxito el intento de parar tan grave crisis cierta -como siempre crucial para los más débiles- generada por el grave incumplimiento contractual de esa mínima minoría, tenemos, además, el muy grave problema de que, para controlar el cumplimiento estricto de la obligación pactada que socialmente nos debiera unir, exigible a todos y en especial a quienes detentan las variadas formas del -injusto- poder, además de estar obligados vigilar -y frenar- el permanente egoísmo del capital, explica Ignacio Ramonet que en la estructura de tales formas, hoy la de los media, que controlan la información, ya no es la del viejo cuarto poder, contrapoder frente a los tres políticos a los que -se decía- vigilaba y, para el capital, poder económico, sin duda el primero, es un firme apoyo, siendo que, además, hoy -casi- nada, verdadero o falso, tiene relevancia en el mundo si -algunos de- los media no lo certifican, tal es su siniestro, discordante, incontrolado poder, asentado en la aniquilación de dos viejas, útiles y queridas armas del pueblo, instrumento de muchas de sus más serias conquistas, la multicopista y el megáfono, debiendo, además, ser conscientes de -y adoptar medidas contra- que el poder de esos media, cada día más serviles con el capital, nace de una descarnada apropiación indebida, del robo de los esenciales derechos de información y comunicación, de todos y saber valorar -no menos relevante- el humano hecho evidente de que pensar, formar y tener criterio propio y, más aún, defenderlo y difundirlo, además de ser fatigoso, genera, si tal criterio se opone al de quien manda, un muy peligroso riesgo personal.

El cimbreante “jefe de planta” degradó aún más en su podre “debate sobre el estado de la nación” el torpe contrato social “sumado” de Yolanda y entre aplausos de sus más ciegos, fieles y pequeños parásitos, inculto, intenta reescribir la historia a su modo, con una lectura tan mísera y poco útil -al menos para los “miserables”- como la de ella, tan poco práctica que incluso Josep Piqué, derecha pilla, inteligente, alegando inseguridad jurídica y desconfianza, se opone a los puntuales y poco eficaces -para la mayoría- medidas transitorias de tributación extraordinaria que parchean el sistema y defiende, por contra, propuestas de “reforma estructural” que, entiendo y aunque sus ideas sean contrarias a las mías, abre paso al debate de un contrato social que no sea mero apoyo a la situación de incuria, responda a los graves retos y plantee, frente al actual sistema económico, otro que, más justo e igualitario, encare los retos reales de una sociedad que, digan lo que digan, bien instalados, Yolanda y los suyos, está cayendo por un grasiento talud hacia el precipicio o, si lo prefieren, tiene el giro rápido a que aboca la “vis atractiva” del sumidero, haciendo muy urgente entregar el timón de la nave, para que dé un golpe de dirección, a quien, ayudado por el resto, sea capaz, que los hay, de hacerlo y aclare ya puntos tan oscuros como el de “la valla de Melilla”.

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