204 Los domingos cavilar
Blowin' in the wind
Fernando Merodio
30/01/2021
"¿Cuántos senderos debe andar un hombre hasta
ser llamado hombre? (...) Sí, y ¿cuántas veces podrá un hombre apartar la
mirada fingiendo que no ve nada? (...) ¿Cuántas veces tendrá que mirar el hombre
hasta poder ver el cielo? Si ¿y cuántas orejas debería tener un hombre para poder
escuchar a la gente llorar? (...) La respuesta, amigo mío, vuela en el viento,
la respuesta la trae el viento".
(Blowin' in the wind. Bob Dylan.
1963)
“Conviene
distinguir bien, además de otras muchas cosas, entre trabajo, potencia, energía
producida y energía consumida,...” (Conceptos de física importantes
en la vida).
Hace ya más de medio siglo el poeta, músico, compositor, cantante
estadounidense, premio Nobel de Literatura 2016, Robert Allen Zimmerman, Bob
Dylan, incluía en su segundo álbum de estudio, "The Freewhelin", "Libre,
Despreocupado", recién cumplidos los 20 años, "Blowin'
in the wind", canción protesta clave en su carrera
musical, inspirada en Woody Guthrie y Pete Seeger, para dirigirse certera,
poéticamente a todos, repetía, como más tarde harían Peter, Paul and Mary, Duke
Ellington, Elvis Presley, Neil Young, The Beatles, Bruce
Springsteen,..., insistiendo, percutiendo al afirmar que la respuesta a
muchas de las preguntas serias de la vida está volando y la trae -sin duda- el
viento,..., is blowin' in the wind.
Hace unos días en El Delirio Montañés, el -con frecuencia-
inspirado viñetista Ansola dibujaba a
Revilla, defensor frente a sus camaradas de Vox, "pisacharcos" como
él, del lábaro, cruz gamada -que dicen- cántabra con la que -algunos de- los
suyos se identifican, le caricaturizaba con -lo que parece- un autóctono -de
aquí, asiático, de Toledo, de León,...- rabel, destrozando sin respeto el popular
himno de protesta que busca en el viento respuestas de la vida y, aunque no explique
las razones del ladino "purriegu"
para expoliar tan universal canción, sé que la respuesta que, angustiado y con
prisas, busca en el viento, es cómo restaurar la ruina del agio en un -destructivo,
oscuro- negocio consistente en generar copiosamente energía con el viento.
Si, distintos a Revilla, al pasar
de la teoría poética a la pedestre práctica, buscamos en el viento respuestas a una justa generación energética
eléctrica, tendremos qe estudiar y cuantificar ideas técnicas -y, al tiempo,
filosóficas- como trabajo, potencia, energía generada y consumida,..., deberemos
saber que el julio, J, unidad de energía, es el trabajo de un newton, N, -fuerza para dotar de una aceleración de 1 m/seg.2 a un objeto de
1 kg de masa durante un metro en la dirección de la fuerza o para generar de
modo continuo, durante un segundo, un vatio,
W- y, por supuesto, también que el kilogramo,
Kg, es unidad de masa, el newton,
de fuerza, el julio, de energía o
trabajo, y el vatio, de potencia, aceptando
que, en el uso cotidiano, la unidad de potencia eléctrica es el kilovatio, Kw, equivalente a 1.000
vatios, mientras un megavatio, Mw, son
un millón de vatios o 1.000 kilovatios y un gigavatio,
Gw, 1.000 megavatios, así como que siendo el vatio la unidad base de potencia eléctrica, un julio -trabajo- por segundo -tiempo-
y que tal potencia la generan 1 voltio, V
-diferencia de potencial- y 1 amperio, A -intensidad-,
1 voltioamperio, la unidad práctica en
energía eléctrica es el kilovatio/hora,
Kwh, energía generada por un Kw durante
una hora, siendo buena referencia, al tiempo, entre otras cosas y de modo
indicativo, que sería energía precisa
para suministrar electricidad a 330 viviendas medias durante una hora un Mwh,..., siendo a partir de ello que, con
conceptos, podremos no hablar por hablar y, si nos habituamos a manejar, con el
detalle preciso, tan pocos, sencillos, serios conceptos nos será mucho más
fácil entender -y opinar sobre- aquello en que nos quieren enredar las grandes
empresas, los políticos y los medios, vendedores de humo o, aún peor, de
crecepelo, que pervierten el lenguaje para expulsarnos de algo tan natural, indeclinable
como es el debate energético en la situación de emergencia actual.
Una vez que tenemos electricidad
-vía trabajo, potencia, energía generada y consumida,...- y han decidido que la
consumida se mide multiplicando la usada por el tiempo de uso, en tanto manden
los grandes consorcios multinacionales, es primordial consejo no contratar, nos
digan lo que nos digan, más potencia eléctrica, más Kw de los estrictamente precisos, para, pese al arbitrario capricho
con que -sabemos que- el oligopolio fija los precios, nuestra factura de la luz
sea menor y, segundo aviso, debemos desprendernos de la desazón con que nos quieren
agobiar como excesivos consumidores energéticos individuales, pues, realmente,
la energía total que en España consumen los hogares es un 30% de la total, 30% cuya
mitad gasta -en beneficio a las multinacionales- el vehículo individual,
mientras la mitad del 15% restante lo despilfarran aire acondicionado y
calefacción, lo que, junto al 23% tirado en mal uso de electrodomésticos e
iluminación, hace que un sostenible, lógico consumo individual particular no deba
superar un 5% del injustificable gasto total actual.
Evidentemente, la lucha entre
generación y consumo energético es uno de los aspectos -hoy, el esencial- del histórico
enfrentamiento dialéctico entre producción e intercambio humano de lo
producido, causante del (des)orden en que la sociedad se articula en clases, provocado
por lo que se produce, cómo se produce y la forma en que se intercambia lo
producido; decía Marta Harnecker en su manoseado manual sobre "Los conceptos elementales del materialismo
histórico" que "las causas
últimas de toda modificación social y subversión política no deben buscarse en
la cabeza de los hombres, (...), sino en las transformaciones de los medios de
producción y de intercambio, no hay que buscarlas en la 'filosofía', sino en la
economía de la época de que se trate", caracterizando la actividad
productiva con dos elementos, el "proceso
de trabajo", modo de transformar la naturaleza por el hombre para
convertirla en un elemento útil y las "relaciones
de producción", forma histórica concreta de desarrollar tal proceso de
trabajo, siendo definitorios del "proceso"
el objeto sobre el que se trabaja, los medios con que se trabaja y la actividad
humana o fuerza de trabajo usada en la tarea y de las "relaciones", esencialmente, las
formas que toma la propiedad.
Es el correcto análisis concreto
de tales elementos -y alguno más- lo que, en la lucha para, con inteligencia y
fatiga, cambiar, mejorar la sociedad nos puede permitir -tras mejorar nuestras capacidades-
sortear la emergencia climática, el calentamiento global mediante lo que,
frente a tales emergencia y calentamiento, Greta Thunberg, insiste en identificar
como "cambiar el sistema", a
partir de que, hoy por hoy, son los grandes consorcios eléctricos los que -protegidos
por la coartada que les suministra la sucia ficción que son los políticos- fijan
el trabajo, la energía, la fuerza que se debe emplear, lo que se producirá y la
forma que conviene usar para, al margen de cualquier necesidad social, generar
los kilovatios/hora que a ellos convengan, sea cual sea el costo de lo generado,
su precio de venta y los destrozos y pobreza -energética- que ello cause,
siendo el "proceso de trabajo"
que ahora impone el capital para convertir el viento -de todos- en energía
eléctrica -suya-... y venderla el consistente en implantar enormes polígonos
industriales eólicos lejos de los lugares de consumo, que exigen miles de
kilómetros de cancerígenas líneas de altísima tensión que conduzcan barato lo
abusivamente generado y dañinas subestaciones de transformación para posibilitar
su uso a baja tensión,..., tras haber alterado lo natural sin siquiera haberse planteado
aparentar una -ilógica- conversión de lo originario, lo natural en algo socialmente
más útil, sino provocando, por contra, un incremento exponencial del acelerado
destrozo que históricamente ha causado en la naturaleza el heterogéneo contacto
dialéctico entre el depredador ser humano y ella; es, pues, evidente que aquí
ahora, la lucha frontal entre consumo y generación energética es un aspecto
-hoy, el esencial- del histórico enfrentamiento socrático, global entre
producción e intercambio humano de lo producido, causa fundamental, origen de la
injusta desigualdad que divide la sociedad en clases, en favor de quienes
deciden sobre lo que se produce, cómo se produce y, finalmente, la forma de
intercambiar lo producido, todo ello muy evidente en el caso de la omnipresente
energía eléctrica y las respuestas que, en el viento, busca Dylan.