118 Los domingos cavilar
Covilación
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Perder el
tiempo: libertad o miedo
Fernando Merodio
16/08/2020
“Creo que fue Kant quien ya advirtió contra eso:
“Nunca discutas con un idiota: la gente podría no notar la diferencia”. Sin
embargo, a veces es inevitable desoír ese consejo, por ejemplo cuando los
grandes imbéciles te están matando” (Javier Marías. “Asesinos memos”)
Me dicen que hay
quienes -no los conozco- afirman que, al cavilar y hacer uso de mi -personal- forma
de raciocinio y mis -aún más- particulares saberes, "pierdo el tiempo", pues las cosas están claras, muy
consolidadas, lo que aconseja confinarse, llevar mascarilla y taparse, si nos
lo exigen, hasta los ojos. Obedecer.
Todo el que piensa,
en especial el corruptor, sabe que vivimos tiempos de lenguaje perverso en que viejos
conceptos vitales tan aparentemente claros como paz, libertad, progreso, cultura,
terror,... o, más recientes, pandemia y coronavirus, sugieren cosas diferentes
a personas distintas, incluso a la misma en situaciones dispares, haciendo difícil
el debate y la toma de decisiones sobre asuntos de interés general.
Para tomar
decisiones siempre pesó, en especial ahora, el terror, fobia mayor, miedo muy
intenso que, en especial a partir de la Revolución Francesa, es método de
acción con fines concretos que hacen difícil, casi imposible, discutir,
valorar, definir,... con eficacia neutral qué es tal terror y cuáles sus objetivos
políticos, sociales, jurídicos, culturales,..., (pre)ocupándonos el uso
interesado que hagan otros -no nosotros- de esos métodos y estrategias para
generar terror con fines de dominación, siendo tal (pre)ocupación tanto mayor
cuanto más desconocido sea el fin que persigue quien lo provoca, lo que exige
buscar explicaciones/soluciones -a ser posible- no maniqueas, sin limitarnos a
intentar aparecer como víctimas abstractas de tales maniobras y métodos, hoy tan
difusos y oscuros que su centro y control puede estar en cualquier sitio, lo
que nos obliga a buscar el objetivo y alcance de la amenaza, valorarlo, diagnosticarlo
y, a partir de ello, darle una respuesta adecuada pues, según Rafael Argullol este
es un mundo de sospechas alimentado por el miedo, para el que, sin duda, la
mejor solución es “salir de nosotros y
mirarnos”.
Además de la de
siempre, la física ajena de origen indeterminado, que provoca una fácil y
peligrosa exacerbación de la sensibilidad social, crecen hoy -¡cosa del poder
de los medios de (in)comunicación!- otras formas de violencia que causan muy
diferentes terrores utilizables como medio de acción política, económica,
religiosa,... al manipular el potencial desajuste que causan con sus formas,
situaciones que repercuten tanto en los otros como, también, en nosotros; los
campos de exterminio nazi, estalinistas, yanquis,..., la represión de Franco,
Pinochet, Videla,..., los bombardeos de Hiroshima, Nagasaki y tantos otros
lugares, el napalm,... y ahora, en todo el mundo, el útil, ignoto,
sobredimensionado,... virus que usa el poder real, económico -manejando la
política y los medios de comunicación- para hacernos dúctiles y maleables, sumisos,
con la boca y la nariz tapadas, hablando poco, fumando a escondidas,...,
humillados por el terror que es generado de modo ilegítimo por un poder
abusivo, incluso totalitario.
Las enormes desigualdades
socio-económicas, la injusticia laboral, el (des)empleo precario, la pobreza
miserable,... amplifican el miedo, el terror, como método para violentar
voluntades y forzar de modo irresistible las conductas de la mayoría, en beneficio
de quienes lo generan al socaire de la abusiva, inexplicable superioridad
cobarde que emana del dinero, del capital y la ausencia de un eficaz reproche
social.
Las religiones, entre
ellas por supuesto la católica, han sido -y son- doctrinal e ideológicamente justificación
de persecuciones (las bíblicas, las cruzadas, la inquisición, los holocaustos,
Bin Laden, el yihadismo,...) que, con fines ajenos a los religiosos, han
generado terror, puntualizando Antonio Elorza que, quizás, la única forma
religiosa que no hizo uso de la violencia y el terror esté en Grecia, donde “los dioses debían amoldar su conducta y
someterse al juicio de la razón humana”.
Lo mismo que no encuentro
causa lógica que explique el irracional valor dado a las distintas formas y
métodos del terror no veo razonable que determinados hechos diarios -los
efectos del calentamiento y el deterioro ambiental que genera el hombre y
llaman "progreso", los
destructivos efectos de esa cosa estúpida que llaman "turismo", las muertes por accidentes de tráfico, las guerras,
el atroz hambre,...- no provoquen una iracunda -lógica- reacción en su contra y
lo atribuyo a razones pseudo-culturales impuestas desde el cotidiano poder
venal que nos condiciona.
Las respuestas
política, social, jurídica, económica, diplomática, militar,... a los métodos
del terror han sido -y son- en general ineficaces e identificar, como hacen -en
el peor sentido- los políticos, el miedo global con el que sufrimos nosotros es,
además de injusto, ineficaz, pues hacer frente al terror nos exige análisis que
le de explicación, respuesta intelectual, pues, decía Leonardo da Vinci que “la práctica siempre debe ser edificada sobre
la buena teoría”, siendo, según Giovanna Borradori, objetivo último del
fatigoso pensar encontrar ideas contra el irracional miedo que rehagan la
confianza y mejoren las condiciones materiales y culturales, algo que no lograremos
culpando de nuestros males al otro, atemorizados, y solo llegará apoyándonos en
el fértil legado de la Razón, la Ilustración y las revoluciones, teniendo claro
que “la búsqueda incansable de una
perspectiva crítica debe arrancar del examen de nosotros mismos”, un camino
en el que nos han apoyado -y apoyan-, pese a quien pese, entre otros, Freud y
Marx.
En lo concreto,
aquí ahora digo que hay que ser muy sumisos -e idiotas- para, en la situación
de irracional, injustificado terror que los poderes están generando en el mundo
con un pequeño virus, soportar tres primeras páginas del -insoportable poder
oculto tras- El Delirio Montañés
-terror (des)informativo permanente, como el resto de los medios- contándonos
-de cuento- que en 15 días de agosto han muerto por el virus tres personas de
¡84, 93 y 97 años!...., declarándolo motivo para que en toda España, envidiando
a Galicia con lo del tabaco, se prohíba, totalitarismo, fumar.
Salir a la calle
empieza a dar miedo y ver a la mayoría de conversos enmascarados hasta el borde
de los ojos vigilando, agrestes, si el resto vamos bien embozados o mal me recuerda
"Night of the living dead",
"La noche de los muertos vivientes",
serio film, 1968, en el que un dispar grupo de supervivientes -de no saben qué-
se refugia en una granja para no ser aniquilado por la fanática tropa de gentes
que, por causa ignota, formalmente muertos han regresado a la vida y pretenden
devorar a los que no son parte de su hereje secta, por estar -más o menos- vivos
desde que nacieron.
Aquí ahora, los
"progresistas" de la
mercantil Sánchez, Iglesias & Co y el cazurro Revilla pretenden
aterrorizarnos -sin duda, alguien lo han mandado- y, al tiempo que nos confinan,
nos vigilan con los "rambos de
bolsillo" del ejército y las varias policías y nos acoquinan con
multas de la -antaño- denostada "ley
mordaza", nos tapan boca y nariz, nos prohíben fumar y salir por la
noche,..., son peores que su -ahora, no cuando estaba vivo- enemigo Franco, mientras
los distintos gobiernos dan ilegal salida, en estampida, a las leyes que le exige,
siempre todopoderoso, el aborrecible capital.
Ha estallado, ya, una cruenta guerra, en la que habrá muertos, entre los amigos del miedo y quienes defiendan las libertades ganadas y aunque, repito, los siervos -por ejemplo Castañeda, ahora dicen no ser partidarios de identificar, como antes, a quien disiente, bastándole con que haya más, mucha más policía- alardeen de que las cosas están muy claras, consolidadas y debemos confinarnos, llevar mascarilla y taparnos, si el poder lo ve preciso, hasta los ojos, obedecer al patrón, al que paga… lo mínimo, frente a lo que otra vez, como casi siempre, digo ¡¡NO!!, me alisto en una de las bolsas de resistentes que proponía John Berger y, con fatigoso empeño del que otros se aprovecharán, denuncio a Revilla y a los "progresistas" con los escritos que, ya en trámite, uno por si alguien -no- quiere perder su tiempo, los lee y pelea.
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