domingo, 23 de agosto de 2020

119 Los domingos, cavilar 34 Covilación Humillación Fernando Merodio 23/08/2020

119 Los domingos, cavilar

34 Covilación

Humillación

Fernando Merodio

23/08/2020

“El totalitarismo “democrático”  no hace otra cosa que instalarse cada vez más. Ahora más que nunca es preciso que los espíritus  libres se levanten contra este pensamiento servil, (…) y su injusticia absoluta” (Alain Badiou. “La Etica. Ensayo sobre la consciencia del mal”).

“Toda sociedad en la que la garantía de los derechos no está asegurada y la división de poderes no está determinada no posee Constitución” (Revolución Francesa. “Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano”).

Alain Badiou, 1937, filósofo francés poco conocido en la España que no piensa, director del Instituto de Filosofía de la École Normal Supérieure de París, marxista, militante en el PC francés, defiende y profundiza en las ideas de Marx, Foucault, Althuser, Deleuze,..., frente al miserable moralismo de volver a una irracional visión religiosa del mundo que, con apariencia laica, trata de sustituir la crítica filosófica por propaganda de “valores” dominantes encuadernados como “ética”; sostiene Badiou que no hay un Hombre idéntico en todos nosotros, único y con inmutables derechos “naturales” pues, por contra, la idea de Hombre varía con el tiempo y el discurso dominante, sometido a interesadas normas “naturales” que le dicen qué debe hacer y le alejan del pensar; normas que, hoy, le afilian, acrítico, a la economía capitalista y su útil corrupta forma política llamada democracia parlamentaria.

Estamos, de nuevo, ante la oscura doctrina de derechos naturales definidos como humanos, que intentan hacer un Hombre como quiere el poder, lo que nos obliga a luchar contra el desplome de ideas revolucionarias como el marxismo, traicionadas igual por el más totalitario comunismo que por el “socialismo”, hoy “progresismo” y aquí incautadas por el hediondo populismo tipo "Evita" de quienes decían poder, de lo que es su peor daño la traición a los compromisos que aquellas ideas asumieron.

Critica el filósofo la inflación "socializada" de referencias pseudoéticas -la apoyada hiperatención a las violencias de género y tendencia sexual, el ecologismo light, cómplice de la destrucción,…-, que nos apartan de la lucha contra las más importantes formas de violencia y alejan la ética de su idea griega de búsqueda de “una buena manera de ser” o de “la sabiduría de la acción”, viva, no esclerótica, ligada a hechos concretos, propia del Hombre, animal que piensa, ajena a toda imposición, moda, religión,…, que la hace responsabilidad individual, ajena a la ética del Hombre único, con derechos “naturales” y a la -inexistente- “capacidad a priori para distinguir el Mal” que, a partir de él, nos permita, insano, identificar el Bien; definido ese Mal interesado, todo lo humano, incluida la política, es catecismo, ética del juicio previo manipulado y el derecho “al no-Mal” convierte la Ley codificada en algo “contra” ese Mal previamente elegido, definido con -falsa- “libertad de opinión”, sabiendo como las diversas iglesias, religiosas o laicas, que es más fácil construir un consenso trampeado sobre el -elegido como- Mal que sobre el Bien, por lo que, lejos de buscar un objetivo universal y la fuerza precisa para lograrlo, preferimos causar, explica el filósofo, "la desaparición o extrema precariedad de las políticas de emancipación, la multiplicación de las violencias étnicas y la universalidad de la competencia salvaje”.

Hoy, con -falsa- apariencia de libertad, aval ético absoluto para la economía del capital, plena legitimidad e intocables competencias otorgados a los llamados representantes en la democracia de partidos, la partitocracia, escaso saber fiable y libre en policías y jueces y nula transparencia en el -que llaman- mercado, enfangados, además, en la -para ellos- útil creatura que dicen "pandemia", se nos priva, incluso, de legitimidad ética para defendernos de quienes hozan en los despojos de la -hoy inexistente- auctoritas que, no hay que olvidarlo, solo son, -indignos- representantes nuestros.

Enfrente, laico y de izquierdas, Badiou dice que la ética es imperativo que vincula al sujeto humano a “¡continuar!”, analizar crítico e individual hechos concretos y actuar, trazar líneas, no puntos, ser rápido incluso sin moverse, estar entre cosas y hechos y mezclar usándolas las facultades de “discernimiento”, no dejarse engañar con falsos hechos, “valor”, no cambiar ante la verdad del acontecimiento en función del interés propio y “reserva”, no creer que la potencia de la verdad es absoluta, de modo que la ética nunca puede ser, “ni someter el mundo al reino abstracto del Derecho, ni luchar contra un Mal exterior”, ambos artificiales y absolutos, sino algo tan sencillo como detectar la Verdad concreta de los hechos y, desde ella, enfrentarse al Mal, también concreto, “anverso o faz oscura de la Verdad”, detectado en aquellos acontecimientos.

Si analizamos los hechos aquí ahora vemos que, (ab)usando de la devastación que la “alarma” causa en consolidadas libertades y derechos, aún lastrados por el miedo que infiltró el franquismo -véase la cobardía con que (no) hace frente a sus problemas “Evita” Iglesias-, de modo furtivo los “progresistas” filtran dañinas actuaciones políticas, creando alarma e inseguridad jurídica en ciudadanos y asociaciones -que solo son trabajo- sin ánimo de lucro, (pre)ocupados en frenar los muy graves daños de la evidente complicidad de corporaciones transnacionales -causa del actual caos- y entes cada día más mercantiles en que han caído partidos, sindicatos, grupos financiados,..., que viven en -y de- la política.

Repito una vez más -por su gravedad y dolo no sobra reiterarlo- que, (ab)usando del confinamiento y la humillación de las mascarillas, los políticos tramitan -sigilosos y cobardes- entre otras normas estatales, la ampliación del Tratado sobre la Carta de la Energía, que al incluir la cláusula ISDS obliga a los Estados a someterse en sus conflictos con las multinacionales al arbitraje de terribles abogados, no a los Tribunales, el Plan Nacional Integrado de la Energía y el Clima, PNIEC, que en España se tramita ilegal y salvaje, sin previa Evaluación Ambiental Estratégica, el proyecto de Ley del Cambio Climático que, por sorpresa, hace días se remitía a las Cortes Generales, que ya aprobado el Real Decreto-ley 23/2020, 23 de junio, medidas sobre energía que -en teoría- desarrolla las normas del PNIEC y la Ley de cambio climático, aun no vigentes y la segunda con el trámite legislativo sin iniciar, al tiempo que, siempre cuco,  el Revilla que nos aplasta ilegal -y yo añado que delictivo- con la mascarilla, inicia, de modo pútrido, los tramites de la modificación ad hoc de la Ley del suelo, que regulará urbanización y construcción y la de Entidades de ámbito inferior al municipio, las propietarias de casi todo el monte comunal, ambas leyes, por tanto, en el epicentro de la especulación rampante y cuyos importantes anteproyectos han sido elaborados por el “Revilla Team”, pásmense todos, ¡¡en diez días!!

Son, junto a otros, actos políticos esenciales para nuestro presente y futuro, respecto a los que habrá que depurar las responsabilidades, incluidas las penales, que se desprendan de, además de su flagrante y grosera ilegalidad, del hecho de que sus trámites se han iniciado al tiempo, por sorpresa y (ab)usando del excepcional estado de alarma y de que nos hayan tapado la nariz y la boca; hacer frente a la corrupción política, al caos energético, al dinero del banco, al banquero, a la destrucción de la Tierra,…, a su ilusión de humillarnos colocando, pues no consiguen hacerlo de verdad en otros sitios, un ridículo remedo amarillo de aerogenerador inane y enano frente a las playas del Sardinero, exige, repito, un no más que leve esfuerzo de pensamiento, discernir las concretas verdades de los hechos, no ceder a la egoísta conveniencia, ser prudentes, no caer en la convicción de poseer verdades absolutas y, por encima de todo, insisto, “¡Continuar!”, movernos entre personas, cosas y hechos, otro modo de actuar nos llevaría a, serviles, coger el navío en que el capital quiere embarcarnos y viajar , junto a su injusticia absoluta, al corazón de una tenebrosa humillación.

Plataforma marina flotante "de juguete" en el Abra del Sardinero

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