domingo, 12 de julio de 2020

113 Los domingos, cavilar Covilación 27 Discrepar frente al abuso Fernando Merodio 12/07/2020

113 Los domingos, cavilar

Covilación 27

Discrepar frente al abuso

Fernando Merodio

12/07/2020


Un grupo de "progres" cómplices del entorno cultural estadounidense que encabeza el ubicuo nonagenario Noam Chomsky, a quien alguien calificó como “el Paulo Coelho de la política internacional”, han firmado -para luego abroncarse entre ellos- que "debemos preservar la posibilidad de discrepar de buena fe sin consecuencias profesionales funestas"; "discrepar", "buena fe" y "consecuencias funestas", tibieza, buenismo y miedo, universo del lingüista que, hace meses, no ponía ningún reparo a recoger en persona de las sucias manos del presidente de la torva peligrosa fundación BBVA un premio... y dinero por una de sus etéreas disquisiciones teóricas, evidencia de que, sin duda, no le sirvió para nada el debate público mantenido en 1971, en los Países Bajos con el -más sólido- filósofo francés Michel Foucault que, con fina ironía e indisimulada displicencia -es bueno ver, en especial la tercera parte, del debate en YouTube o su trascripción en http://www.chomsky.info/debates/1971xxxx.htm- le aclaraba que "(...) los conceptos de naturaleza humana, bondad, justicia,..., son sobre ideas creadas dentro de nuestra civilización (...),forman parte de nuestro sistema de clases y no se pueden, por lamentable que sea, usar para describir o justificar una lucha que debe derribar los fundamentos mismos de esta sociedad", así como que las acciones importantes no lo son por alcanzar una justicia elaborada, con propósito en cada caso concreto, por quien detenta el poder, sino por conquistar ese poder, pues no existe la justicia "superior", "ideal" o "pura" de que habla Chomsky, sino que diaria, indefinible nace y se desarrolla tras la lucha social; dicho de otro modo, la guerra se hace para ganarla y alcanzar la justicia, no porque sea justa.

   

Criticaba Foucault las frágiles ideas sobre la democracia del pueril Chomsky, aclarándole que entonces -como, por supuesto, ahora- vivíamos "bajo un régimen de dictadura de un poder de clase que se impone a través de la violencia, incluso con instrumentos constitucionales; y, por ello, hablar de democracia carece de sentido por completo", una crítica frente a la que Chomsky argumentaba con idealismo sobre una naturaleza justa y libre, amor, bondad, compasión,..., parte constitutiva para él de la naturaleza humana, lo que le llevaba a la contradicción insoluble de, al partir de algo biológico, fijo, negar toda posibilidad de revolución sociopolítica, pues, como decía el francés, “no podemos, por lamentable que sea, servirnos de tales conceptos para sustentar una lucha que debería -por principio, debe- echar abajo los fundamentos mismos de esta sociedad”, liquidando a Chomsky al cerrar su intervención con un envenenado dardo, "debo admitir que no voy tan lejos como él (...) admito ser incapaz de definir (...) un modelo ideal para el funcionamiento de nuestra sociedad"; distinguía así la meliflua teoría de la dura práctica. 

Dice Rancière, filósofo, que en la sabia y vieja Grecia, arrumbada como nosotros en un vertedero, el demos, los sin derecho al poder, al reclamar jerarquía mostraban que sólo se hace política al razonar y exigir gobernar sin intermediarios; hoy, el tiempo convulso, fronterizo, demanda razones y acción popular frente a un poder político que, espurio y perverso, quiere revivir al enemigo muerto, capital, banco, mercado,…, legislando -ahora "progresista"- para financiarlo. reforzar el efímero alienante trabajo, agrietar sanidad y pensiones ganadas con dura lucha, convertirnos en felpudo del poder real,…, pero, pues a pesar de todo somos clase, grupo homogéneo, debemos exigir saber qué pasa, no aceptar que nos engañen con monsergas los coyunturales corruptos, no ser mercancía, relleno para tapar las grietas, elaborar una sólida teoría, explicarla, mostrar los dientes, gritar que salir del caos que ellos generan no es hacer lo mismo, usar redes baratas, unirnos en ciudades, pueblos, barrios,…, consolidar asambleas cotidianas, pensar en lo esencial nuestro, conocernos, rozarnos, ahuyentar el egoísmo del individuo cobarde, plantar cara a los que, tras reavivarlos, idolatran a los ricos e intentan engañarnos con AVEs, molinos gigantes, dialectos, lábaros, odiosas identidades, banderas, Ertes coyunturales, pan que mañana será hambre,…, no aceptar ni un injusto recorte, vulnerar la “ley mordaza”, los duros confinamientos que aíslan, las mascarillas/bozal que nos impiden hablar,…, hacerlos callar a ellos, denunciar su ignaro y egoísta dolo, sus robos, sus dantescos sueldos y pensiones, el insoportable machismo de quien alardea de azotar a una mujer hasta hacerla sangrar, oculta su móvil a otra, “para protegerla”, crea, patriarca rancio, una familia numerosa, acapara, privativos, territorio y agua, bienes escasos,…, su corrupción, su insoportable control de una Justicia injusta, las cuentas de sus despilfarros, ¡exigirlas ya al céntimo!,..., echémoslos y, tras ello, creativos, cabreados, serios, vivamos la emoción turbadora de replantear, reconstruir la política; reinventarla. 

Frente a creyentes muy crédulos, lo cierto es que lo de hoy no es crisis, “¡es la ruina, estúpidos!” y “la izquierda debe ser ante todo anticapitalista”, lo dijo Rossana Rossanda, comunista italiana vinculada a “Il Manifesto“, que califica al “progresismo” de “nacional populismo”, mala conciencia a la que ni siquiera critica, limitándose a gritar: “¡No me interesan...!”, al ser imposible un encuentro con tan tibios nuevos/viejos partidos de “izquierdas”, sus votos sin ideología ni ideas, el apoyo interesado de prehistóricos sindicatos -y otras asociaciones, también subvencionadas- verticales, burocráticos y su búsqueda del ventajista rebufo de la emoción sin pensar contra el capitalismo, destilación de la reforma luterana, en especial calvinista, que, igual que la iglesia romana, justifica la riqueza sucia que atesora quien se apropia, roba la fuerza del trabajo ajeno, con esgrima metafísica que vincula la riqueza a la etérea condición de “predestinado” de quien se enriquece, uniendo los intereses de religión y dinero, grabando a sangre, pecado y fuego el engaño en nuestras afligidas mentes; vivimos la postrer etapa del capitalismo, que, por mucho que los bienpensantes al servicio del poder se ofendan, siempre fue imperialismo, desigualdad, injusticia, hambre, guerra, abuso,... sin el atisbo benéfico que sus primeros profetas quisieron atribuirle. 

Rebusco en el caos de mis libros las obras escogidas de V.I.Lenin, tres gruesos volúmenes mal leídos hace mil años con interés y a hurtadillas, vuelve a asombrarme menos su subversión que el volumen de los textos, frenética actividad de los cincuenta y cuatro convulsos y arriesgados años del revolucionario y, como hace siglos, me fijo en su “¿Qué hacer?” (1902), ajeno a la posterior burocracia soviética, lo vinculo al Benjamin que, profundo, explica que “la tarea de una crítica de la violencia puede definirse como la exposición de su relación con la justicia y el derecho”, una relación cuya falta sería justificación; oigo tantas cuantas veces quiero ”Eve of destruction”, Barry McGuire, “cantor protesta” de hace ya cincuenta años, “Pero me dices / una y otra vez, mi amigo / ¡Ah, no crees que estemos / en vísperas de la destrucción" y, cosa de las endorfinas, del esfuerzo fatigoso, indignado, elucubro contra ricos y políticos, resoplo y, casi agotado, me reafirmo en el Lenin que dijo lo que había que hacer,… no se hizo y, pasados ya cien años, urge; hay que insistir, unirse, arriesgar, dar el salto. 

El capitalismo, enfermo crítico, agoniza en el abuso, en crisis estructural se agrieta injusto, como ayer hizo la cruel burocracia abusiva que dijeron comunismo; miente quien promete recuperación con sacrificio, como quien no advierte de que lo que dicen progreso está agotado, pues el actual consumo es inviable y, o cambiamos el sistema o no consumir traerá paro y ese paro será el fin de la educación y la sanidad públicas, las pensiones, el medio ambiente..., mientras, aquí, los “progresistas”, los alcaldes, las burocracias sindicales, los dinosaurios ecologistas, todos nosotros,… permitimos que uno de los destructores de nuestra vida en el planeta, Repsol, sucia gasista, petrolera de Josu Jon Imaz, deje sin agua Alsa y, con ella, la cuenca del Besaya y Santander, en medio de un atronador cómplice silencio; ya en el siglo XIX, Hawthorne dijo que “el abismo es simplemente uno de los agujeros del pozo negro que hay debajo nuestro”.

La United Fruit Co.” de "Canto General" (1950) Pablo Neruda

Cuando sonó la trompeta, estuvo

todo preparado en la tierra,

y Jehova repartió el mundo

a Coca-Cola Inc., Anaconda,

Ford Motors, y otras entidades:

la Compañía Frutera Inc.

se reservó lo más jugoso,

la costa central de mi tierra,

la dulce cintura de América.

Bautizó de nuevo sus tierras

como "Repúblicas Bananas,"

y sobre los muertos dormidos,

sobre los héroes inquietos

que conquistaron la grandeza,

la libertad y las banderas,

estableció la ópera bufa:

enajenó los albedríos

regaló coronas de César,

desenvainó la envidia, atrajo

la dictadora de las moscas,

moscas Trujillos, moscas Tachos,

moscas Carías, moscas Martínez,

moscas Ubico, moscas húmedas

de sangre humilde y mermelada,

moscas borrachas que zumban

sobre las tumbas populares,

moscas de circo, sabias moscas

entendidas en tiranía.

Entre las moscas sanguinarias

la Frutera desembarca,

arrasando el café y las frutas,

en sus barcos que deslizaron

como bandejas el tesoro

de nuestras tierras sumergidas.

Mientras tanto, por los abismos

azucarados de los puertos,

caían indios sepultados

en el vapor de la mañana:

un cuerpo rueda, una cosa

sin nombre, un número caído,

un racimo de fruta muerta

derramada en el pudridero.

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