domingo, 19 de julio de 2020

114 Los domingos, cavilar Covilación 28 Revilla o la convicción del fascismo progresista Fernando Merodio 19/07/2020

114 Los domingos, cavilar

Covilación 28

Revilla o la convicción del fascismo progresista

Fernando Merodio

19/07/2020

"No soy de izquierdas ni de derechas sino progresista" (Miguel Angel Revilla. Suplemento Ideas de El País. Domingo, 12.07.2020).

"Hay algo que es seguro, estos políticos acabarán siendo derrotados por su propia voluntad de ganar a cualquier precio" (Giorgio Agamben. "Medios sin fin. Notas sobre la política")

Hace tiempo que miro hacia atrás con ira, reflexiono sobre gentes y hechos de hoy o viejos y cavilo con intención -y alguna esperanza- sobre lo que, con objetiva maldad, empobrece nuestras vidas; dolorido, sé que opinar del poder, hacerlo frente, no es gratis y que escribir sobre cosas de uno mismo, como hace tiempo alguien me dijo, es narcisista, insignificante y, además, muy peligroso en el vasto y cruel paisaje en que nos movemos pero, además de a conseguir cosas, ayuda a desahogarse; así lo veo.

Los años me han curtido en cavilar -e intentar que otros lo hagan- sobre asuntos que exceden lo propio, repulsivos mientras dura el rato del vivir, unas cavilaciones en las que aquellos que, con corrección dañina, hacen oficio diario de su impunidad de kapos, cada día más, me llevan a Auschwitz, obsesión -insana pero lógica- que hace poco me valió una leve apostilla amiga: “Un poco excesivo tomar como referencia Auschwitz, ¿no?, además no creo que tú sientas estupor ante ningún kapo ni te veas arrasado por la maquinaria del poder, tienes medios para defenderte y los usas”, con un final solidario, cariñoso, “pero me gusta cómo los identificas, serpientes miserables al servicio del poder, su oficio de todos los días, je, je,..., puedo ver como se remueven en sus poltronas cuando te escuchan o leen”. Modo amable, amigo, el tuyo de intuirme pero, lo siento, ajeno a lo que intento sugerir sin, por supuesto, el menor exceso.

Hoy evidente, cada día más, el campo de concentración se siembra, riega y nutre de claros, nítidos hechos que definen un eficaz estado de excepción -solo- conveniente para unos cuantos y sobre el que, sin apoyo en ley o norma justa, se alza una supuesta “custodia protectora”, actuación “preventiva” en favor de, mienten, intereses generales, en realidad contra ideas, individuos, actos que dicen peligrosos... para esos pocos, una bicoca: admitida tal -falta de- estructura jurídico-política justa y lógica, todo lo que ocurra en el Lager, por abusivo, inhumano o ilegal que parezca, deberá ser visto lícito, inteligible, humano, benéfico incluso; el mecanismo es sencillo, se crean ámbitos de abuso que permitan lo arbitrario, lo ajeno a la norma y se hacen habituales, necesarios, machacando sobre ellos en los repugnantes medios de (in)comunicación; si reflexionamos un poco, veremos, de modo exacto, el evidente encierro que hoy vivimos en un campo, sin que debamos olvidar lo que ratifica la experta en clásicas, feminista de verdad, Mary Beard, "el encierro no ha golpeado a todos por igual".

Giorgio Agamben exige que un análisis del daño, si quiere ser serio y eficaz, no se limite al del vínculo entre estado de excepción e inhumano lager; debiendo valorar la idea más amplia del “campo”, que no sólo es “el lugar en que se ha desarrollado la más absoluta 'conditio inhumana'”, sino la “matriz oculta” que lo posibilita, la norma que casi siempre domina “el espacio político en que vivimos”, el “espacio que se crea cuando el estado de excepción comienza a convertirse en regla”. No hay que pensar demasiado para ver cómo hoy vivimos en uno y, además, el día a día nos muestra la impunidad de políticos y ricos, las prohibiciones crecientes, la delación como norma, casi exigencia, la lógica insana de la desigualdad y el paro, la mercantil PSOE pactista, los del chalet, que decían poder y han hundido todo lo que olía a rebelión e izquierda, la derecha, que crecerá,…, paisaje a gusto del poder real, estado de alarma, luego, acaso, de excepción y, como final, ¿de guerra? Spinoza, sabio valiente, razonó que nuestro estúpido miedo a la inevitable, liberadora muerte es arma espuria en las sucias manos de aquel poder.

En Auschwitz se dio rienda suelta a la peor crueldad, burlándose, además, de los mártires: "Arbeit macht frei", trabajar libera; el "progresismo" de ahora, la mercantil PSOE, Evita Iglesias & Co., el viejo fascismo de Revilla,..., más "humanos", no nos hacen trabajar, pontifican sobre caridad "mínima". Primo Levi sufrió el Lager extremo y, antes de suicidarse aplastado por los recuerdos, dejó escrito que en el inicio de la barbarie está la idea de que el que piensa distinto de ti -o simplemente piensa- pone en riesgo tus prebendas y, por ello, es enemigo; el Lager es, pues, “producto de un concepto del mundo llevado a sus últimos efectos con cruel coherencia y mientras el concepto subsiste las consecuencias amenazan”. Michel Foucault, Octavio Paz y otros explicaron que el mecanismo de la opresión está en manos del lenguaje y lo controlan los medios de comunicación, todos, absolutamente todos en poder del dinero y la irracional tecnificación y que “su propaganda es a la democracia lo que la cachiporra al totalitarismo”; lo dicen libertad de expresión, debiera ser de todos y la han expoliado unos pocos y, con ella, han creado las nuevas formas de un Lager diferente, coto de desalmados en el que, porque les interesa, ellos deciden y utilizan sumisos kapos.

Si ello es así, que lo es, ¿dónde está el límite?, ¿dónde empieza el cruel "campo" en lo que hoy llaman democracia? En unos casos, prefijado y en otros lo fija cada cual, todos, adecuado a nuestra personal cobardía, explicando los que han vivido pruebas muy duras que, tras ello, se calla o se cuenta, y mientras el callar nace del profundo malestar que Levi llamó “vergüenza” y es la bota que dicta qué es vergonzoso o, por contra, decoroso, noble, se habla sabiendo que, tras haber sido marcados a sangre y fuego, ello nos supera y, lo genérico desborda lo específico en cada uno de nosotros.

En "Medios sin fin", Agamben define la seria distinción entre "derrota" y "deshonra" e iguala "progresismo" con "transigir", "la revolución debía transigir con el capital", "es preciso ceder en todo, conciliar todo con su contrario, inteligencia con televisión -esa siniestra Sexta- (...), medio ambiente con desarrollo industrial,a ciencia con opinión, democracia con maquinaria electoral (...)", y en eso llegó, verborreico, Revilla que tras destrozar a los obreros su tejido industrial, no planificar un molino legal, despilfarrar con Moneo, Comillas,…, seguir insistiendo en el TAV, no tener PROT ni planificación urbanística,… nos grita, como le gusta, en El País, degradado órgano del liberalismo canalla, "no soy de izquierdas ni de derechas, sino progresista" y, en tan cómodo transigir y conciliar con todo y todos, sea lo que sea, a partir de su inicial perruna fidelidad al fascismo cruel del “león de Fuengirola”, Girón de Velasco, se ha amorrado, hasta envejecer muy mal, al manantial de la peor política... con la mercantil PSOE o, da igual, la PP y alardear de que "la gente le hace caso", demostrándolo -nunca lo olvidaré, se lo haré pagar, ¡seguro!- al obligarme a poner -aunque se sea racional y solidario siempre- por la calle, en todo momento, un bozal, algo que no hizo Franco, apoyándose para ello, "convincente" siempre, en la supina ignorancia que exhibe esa "ciencia" que dice saber y en la fuerza de la “ley mordaza” y el inculto peso que, en la España del progresismo fascista, “una útil proliferación normativa que suple lo que se ha perdido en legitimidad" ha hecho recuperar a los que, con Franco, fueron único intelectual orgánico: multas -recaudatorias o coercitivas-, ejército, policía... y delación.

EL ROTO 19/07/2020

Enfrentarse al poder exige experiencia y fortaleza frente al abuso y, también, muy importante, frente al examen, el dictamen y la ignara, obscena opinión pública que el insano poder crea; fortaleza y experiencia necesarias para hacer frente al estupor que, evidente y cierto, genera la crueldad, así que, amigos, a buscar el “campo” en cada caso concreto, pensar, detectar el diario abuso, el inhumano horror, los medios tan desiguales,…, y valorar la urgencia, la necesaria fuerza del trueno que es la razón… cuando, humana, se pone en marcha pues, advertía en 1938 Brecht en ”Primavera” (“Poemas del lugar y la circunstancia”): “Al gorjeo de los estorninos / se mezcla el trueno lejano / de los cañones de las maniobras navales / del Tercer Reich”.

El riesgo hoy, como ayer, es Auschwitz y, de nuevo, el trueno lejano no lo causa la marcha de la razón, sino el ruido hosco del poder de siempre y sus emergentes kapos.

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