98 Los domingos cavilar
CoVilación. 5
Estado de alarma
29-03-2020
Fernando Merodio
"(...) Hay una paradoja: por un lado se nos pide que combatamos unidos esta batalla, por otra parte no podemos estar físicamente juntos". (Manuel Cruz, filósofo)
"(...) se entiende que el estado de alarma es necesario, pero hay que tener cuidado porque esta situación puede enardecer la tendencia. Podemos aprovechar el parón para revisar con calma nuestro modelo social o (...) dejarnos llevar por el ardor del momento y acabar como la República de Weimar" (Santiago Alba Rico, filósofo)
En el Diccionario de la R.A.E., mientras el sustantivo "alarma" define en primer lugar "aviso o señal que se da en un ejército o plaza para que se prepare inmediatamente a la defensa o al combate", el verbo "alarmar" tiene dos usos, 1. "Dar o causar susto" y 2. "Producir desagrado o escándalo"; alarmar y alarma son, pues, dos ideas idénticas que parecen designar -y, de hecho, designan- cosas contradictorias pues, mientras el sustantivo es aviso de alguien a fin de que -un grupo- se prepare para defenderse o atacar frente a una amenaza o enemigo, terminología bélica que -de modo impropio, peligroso- se usa -en especial- desde el (des)Gobierno, el verbo remite a miedo, susto, desagrado inesperado, por lo que la idea de "estado de alarma" con que el artículo 116.2 de la constitución define la realidad en que -por decisión sólo de ellos y, con grados, junto al resto del mundo- nos tienen Sánchez, Iglesias & Co, es tan peligrosa y ambigua que Emilio Lledó, filósofo de 92 años dice que su cabeza "se ha llenado de recuerdos de la guerra civil, (...) la misma inseguridad. Los hábitos del miedo: no salir a la calle (...) Sin embargo, aquel era un miedo concreto (...) Este es abstracto, difuso, extraño" y "estoy desconcertado", siendo "este el gran problema, el desconcierto no ayuda a pensar bien, cuanto lo que más necesitamos en este momento es justo lo contrario: la razón contra el caos".
EL ROTO 15-02-2020
Tal "estado de alarma" debido a -dicen- la presencia de un enemigo " abstracto, difuso", irracional, un virus que para Leila Guerriero "no es perverso, (...) no desea, no sueña, no quiere nada, (...) no tiene maldad", pero con el que -nos dicen- estamos en guerra, conflicto arriesgado, pues los irracionales que –porque les conviene- lo definen bélico, no solo sanitario, político, ciudadano, social,..., cuando acabe la pelea con él señalarán -muy peligrosos- alguien o algo culpable que, acorde con sus intereses, empeore el futuro de todos y los lucre a ellos.
Frente a la amplificada alarma bélica, teledirigida, quien piense dispone de un medio que -no siempre- le diferencia del resto de seres y cosas de nuestro planeta, el uso de la razón, la inteligencia que -a quien la use- ayudará a valorar lo que aquel resto no puede y parte de sus congéneres no quiere ver, mostrándole la ficción que es lo que bienpensantes buenistas llaman "vida normal", así que quien se fatigue en pensar libre y, a partir de ello -en la vírica situación y sus secuelas- intente avanzar, podrá idear modos de salir de ella e incluso hacer algo para conseguirlo cambiando esa injusta “vida normal" por otra algo mejor para la mayoría y no, como casi siempre, para el dominante 1% y sus siervos.
La actitud social dominante ante el virus muestra que, igual que al fuerte Nordstrom, humano personaje de uno de los relatos de las "Leyendas de otoño" de Jim Harrison, a muchos "hasta los sucesos más corrientes, y la muerte es el más corriente de todos, le pillan por sorpresa", justo lo contrario que al inteligente rumano Emil Cioran que, en las antípodas de lo que arriba esbozo, tambalea mis ideas al decir que "vivir es una maldición" y "nuestra maldita lucidez, anomalía evolutiva, no deja de recordarnos nuestra fragilidad", por lo que la filosofía honesta nunca debería pensar en paraísos, sino enhebrar "silogismos de amargura" que, ajena a toda lógica, es más discreta que la que él veía ruidosa, atolondrada y banal felicidad, haciéndole afirmar que la vida es sólo "combinación de química y estupor" y el cosmos una alcoba fétida en la que se pudren cadáveres, lo que hace preferible ser piedra en lugar de hombre.
Releo lo escrito y disipo cualquier duda respecto a qué tipo de "alarma" han logrado generarnos esos asalariados nuestros que nos apartan de facto de toda acción para el buen funcionar de la "polis", los llamados "políticos", tengo la convicción de que, la evolución de la epidemia, su celeridad de contagio en nuestro país, los graves errores en la contabilidad, nuestra cobarde e incívica falta protesta civil ante -a los dos meses de que, el 31 de enero, el CoV se detectará en España- los (de)méritos ciertos en la gestión del acceso a material preventivo -mascarillas, guantes, batas,...- para la seguridad de quienes ocupan la primera -o segunda, o tercera,...- fila, la escasez de "respiradores" para los contagiados más graves, el serio "chasco" de los mecanismos para el "test rápido" cuya práctica masiva fue, dicen, crucial en el éxito de Corea contra el virus, las peleas partidistas en los -escasos e inanes- debates públicos,... y, por otra parte, la -falta de- actitud y acción social por parte de todos nosotros, nuestro disciplinado encierro masivo y esa nueva afición a usar sucios guantes de goma e inútiles y sobadas máscaras de tela, el abandono del hábito del saludo -y hasta del cruce de miradas-, las medrosas, largas "colas" con vacíos de varios metros entre los "afiliados", los -incluso- fervorosos aplausos a ejército y policía,... evidencian el triunfo por aplastamiento de la "alarma" en el sentido de "dar o causar susto" o "producir desagrado o escándalo" sobre el de llamamiento para -asociados- aprestarnos a defender o atacar con acciones -no mera pasividad- al virus impasible -menos agresivo que otros muchos en distintos lugares- y sus secuelas, "alarmándonos" tanto con su inepta gestión material y política como con la forma en que -saben lo que hacen- nos tratan como niños asustados y gradúan, endulzan, agrian,... lo que cuentan sobre el necio virus y mienten con su versión sobre lo que -tan mal- están haciendo.
EL ROTO 05-02-2020
A nadie parece preocupar que la ley orgánica que desarrolla el artículo 116 de la constitución y regula los limitativos estados de excepción, alarma y sitio para, es cierto, defender derechos fundamentales y libertades públicas, genera conflictos con muy serios y urgentes derechos de otros -individuales, públicos, políticos, sociales,...-, tan fundamentales como los que protege y también limita, sin duda, el pleno ejercicio ciudadano de esos derechos; es evidente que se puede perjudicar el correcto disfrute del aquí precario derecho de muchos al trabajo, a la huelga, al conflicto colectivo, a la atención sanitaria plena, dañada, por la alteración de consultas para otros enfermos en tratamiento..., lo que, sin duda, genera un daño en las libertades mayor que el de cualquier otra situación, lo que hace jurídicamente impugnables, incluso punibles actos desarrollados por las autoridades en su trámite de la alarmante excepcionalidad.
Advierte Santiago Alba Rico que es este peligroso tiempo de auge de los populismos y, por tanto, de riesgo de des-democratización, dice que "no sabemos cómo será el mundo después de esto", pero que, evidente, dependerá de nosotros y, desde luego, no será igual al de hoy; vivimos una encrucijada en la que un pequeño sector activo de la población "no quiere volver a la normalidad en que hemos vivido los últimos años", normalidad respecto a la que "el discurso bélico al hablar del coronavirus da juego a los que quieren reducir derechos", debiendo cuidarnos mucho de que los mismos balcones que parecen solidarios deriven, agresivos, en totalitarios linchadores de aquellos a los que vean sospechosos o irregulares, exigiendo a cualquier precio, frente a la imprevisible contingencia del virus, una peligrosa, muy cara seguridad absoluta.
Siendo cierto que son mucho mayores las opciones del capitalismo para impulsar y dirigir, a su conveniencia, el cambio del insano sistema que las que puedan tener los fieles ciudadanos limitados -solo- a obedecer y aplaudir -de lejos- desde los balcones, también lo es la certeza de que hoy el capital tiene una gran dependencia de la salud y actitud de nuestros cuerpos, en especial los de los que rechazan cualquier “alarma” que no sea la consistente en provocar una respuesta unitaria, en lugar de miedo.