85 Los domingos, cavilar
Stille Nacht
Fernando Merodio
29/12/2019
"Noche silenciosa, noche de amor / Todo duerme en derredor / El niño Jesús en un silencio celestial / Llene la tierra la paz del Señor" (Joseph Mohr. "Stille Nacht"/"Noche de paz").
"En tiempos de Franco, las injusticias eran brutales, la represión, asfixiante, las leyes, criminales, pero nadie atendía, en verdad, a los discursos oficiales, (...) lo peor, sin embargo, no eran las leyes y la represión, lo peor era la estulticia que sudaba la vida cotidiana (...), la intolerable sandez de cuanto tenía relación con la vida nacional" (Félix de Azúa. "Stille Nacht")
Stille Nacht, Silent Night, Noche de paz,..., música y letra de los austriacos Franz X. Gruber, organista, y Joseph Mohr, sacerdote, es, quizás, el villancico más escuchado y cantado, el más acorde a su laxante pretensión pero, por fondo y forma, yo elijo Little Drummer Boy, El pequeño tamborilero, de The Jack Halloran Singers, que todos los años, incluido éste, escucho en replay emocionado en la versión del sentimental dueto que nos dejaron Bing Crosby y David Bowie y, entre abandonarme a un pasivo, fiado, cómodo silencio celestial o acercarme a lo que quiera que sea la divinidad asistido por el activo redoble, pa ra pa pa pam, del pequeño útil tambor, no dudo, elijo lo segundo.
En la pesimista columna de que toma título este quebradero dominical, el optimista atento que acostumbra ser Félix de Azúa alerta de cómo la inacabable Stille Nacht que aquí vivimos nos pueda hacer "olvidar la sólida maceta de cactus que nos va a caer sobre el occipucio este próximo año" y avista dos opciones para hacerlo frente: " curda o silencio", sobre las que construye la inteligente duda de "qué es peor, si el silenció pío y culposo de los nórdicos o la -ahora vana y molesta- bulla de los españoles", opciones a las que, aun activo, con Crosby y Bowie intento no entregarme, asilándome en la posibilidad de un redoble, pa ra pa pa pam, la insistente, insolente percusión del, incluso pequeño, útil, tambor, estridencia que, hasta disponer de medio más drástico, intimide y atenúe la laceración que, de no hacer nada, nos causarán maceta y cactus.
Sin saber bien por qué, quizás sean los años, junto a la plácida melancolía del añejo que quiere hacer cosas, siento lo que podría ser vergüenza, emoción que evidencia cómo, pese a ser finitos, valer lo que valemos, somos capaces de sentir el ultraje de los dichos y hechos de los que, sin mérito alguno, tienen una ilógica autoridad sobre el colectivo y, de modo grave, sin aval o permiso nuestro, ni siquiera en mi caso el inane voto, sin que los miramientos morales los afecten, de modo insufrible cargan sus caprichos sobre nuestras vidas.
Hoy siento el mismo cenagoso silencio que envolvía, hace muchos años, el cuitado sigilo de mi habitación juvenil, mientras leía El corazón de la tinieblas, Heart of Darkness, cuento largo o novela corta de Joseph Conrad que, con mínimas cesiones a lo literario, reproduce su viaje iniciático al negro interior del río Congo que le permitió conocer el insoportable abuso colonial de las potencias europeas en África y que, prolongado hasta hoy, es origen de la omnipresente desigualdad injusta que hace alborear la antropogénica destrucción del planeta gestada en el nuevo calentamiento global que estamos empezando a vivir con, insisto, destacada influencia (in)humana; el análisis de la esencia del hombre, la locura que infecta el libro, por encima de la crítica del colonialismo precapitalista que se evidencia en su nivel más visible de obra maestra, explota en el grito moribundo de Kurtz, jefe de la explotación de marfil en la que fingía civilización, al que Marlow/Conrad iba a buscar en un terrible viaje al corazón de las tinieblas: "¡El horror!, ¡El horror!", rugido que, hasta ahora, ha alcanzado su más fiera expresión en Auschwitz y que por sí solo muestra, tan preciso como el más fino trabajo de un orfebre, al ser humano en su potencial versión, que estamos obligados a frenar, de afanado en hacer daño al otro y a la naturaleza.
Si algo torna en especial fatigoso al muy duro viaje al corazón de las tinieblas de la vida vivida es rodearlo de silencio, del ofensivo y doloroso silencio pío y culposo de los nórdicos que, como explica Azúa, los españoles intentamos convertir en lisérgica bulla mediante el evasivo grito de "¡Saca la bota María, que me voy a emborrachar!", convirtiendo la historia en cotidiana mentira que nos priva de toda dignidad vital, pues, siendo perfectos espectadores/conocedores/cómplices de todo lo que ocurre, no es lógico mirar hacia otro lado en frustrado intento de engañar... a nadie.
La cosa es tan grave para todos que ha llegado el tiempo de que cada cual repique su -pequeño o gran- tambor, rompa los dañinos silencios que impone, desde todos los ámbitos, el poder infame. El planeta se rompe y, pasados cuatro días desde la conclusión de la Cumbre de Madrid, COP25, nadie diría que se ha celebrado, tal es el atronador sigilo del aun no editado "Inventario de ecologistas sobre-subvencionados" Silencio. El fútil Sánchez que, histérico por su caprichosa ansia de poder a cualquier precio, daña la débil abogacía del estado, chantajea a parados y jubilados, busca pactar a cualquier precio con los que quieren dañar al resto, incluido él, nos niega el balance de lo que ha hecho,... Silencio. Es urgente que órganos responsables de los jueces expliquen qué es lo que está mal en la relación España-Europa, a qué son debidos los reiterados, sonoros equívocos y fallidos encuentros que afectan a algo tan fácil como obtener reparación por el daño evidente e injusto que, incumpliendo toda norma de convivencia, causa al resto un pequeño grupo de desleales, egoístas, catetos,... que caminan hacia un muy peligroso nacionalismo fascista. Silencio. Qué está pasando con el territorio que, en 1981, las espurriaduras de Franco llamaron Cantabria y, sin planificación industrial, energética, urbanística, estructural,..., con Revilla al mando coleccionando fracasos -cíteme alguien, por favor, un solo éxito-, con la industria en EREs o ERTEs globales que su inepto y vago gobierno es incapaz de solucionar, con mil versiones sobre el número de parques eólicos que amagan destruir el territorio, sin que Revilla/Martín, cobardes incapaces de aprobar uno, se atrevan a reunirse y explicar a la Plataforma lo que está pasando,... Silencio. Con el ofensivo abuso de El Delirio Montañés que informa en interés del capital vasco, al servicio de Banco Santander, Iberdrola, Viesgo,..., su consejo de administración, sin siquiera un mínimo respeto al legal derecho de réplica a sus noticias falsas. Silencio.
El ROTO, 29/12/2019
Todos son graves problemas silenciados evidentes que, además del tambor y la voz que avisan, lejos de tiritas y paños calientes, exigen decisión y pericia quirúrgica en el uso del bisturí que abra, detecte y extraiga el mal, debiendo saber, además, cómo estamos y con qué podemos contar. El calentamiento global/cambio climático exige un giro radical -llegar hasta la profundidad en que se alimenta la raíz- del dañino sistema de vida al que nos hemos acomodado; otro modo es perder el tiempo, intentar curar con masajes un cáncer. A Sánchez, digan lo que digan los que aún voten, le cae grande, muy grande, el cargo que le exigen sus -descomunales e injustificadas- ansias de poder y no tiene, además, una partido -la PSOE es ya una empresa familiar- que le frene y module, lo de Iglesias, populismo, finca, chalet, piscina y esposa modelo Perón o Ceacescu, resulta increíble y verlos negociar -estudien los de la Sexta, El Pais, El Delirio, eldiario.es,... y los progres buenistas qué escribe Giogio Agamben, el serio filósofo italiano, sobre ese tipo de acuerdos) con un tal Rufián y su grupo de agresores convictos y confesos, trabucaires muchos de ellos, amenazantes ufanos de no se sabe qué, un insulto para quienes -solamente- miramos y tendremos que sufrir los efectos. De Revilla/Martín, qué quieren que les diga. Nuestra abogacía del estado y los jueces forman parte del colectivo jurídico patrio que, como el de los otros dos pilares del buen funcionamiento colectivo, los filósofos y los economistas, no está constituido por mentes preclaras de nuestra sociedad -similar a la UE y los USA- y, entre otras razones por ello, se legisla y se sentencia tan mal como ahora vemos; pese a ser evidente que somos mediocres, que valemos muy poco, aún así con todo yo daría el paso y, en la stille nacht que estamos viviendo, animaría a todos a hacer sonar sus tambores -pequeños o grandes-, pues peor que lo que tenemos ya no puede ser.