55 Los domingos, cavilar
Quiebra política
Fernando Merodio
09-06-2019
“El totalitarismo “democrático” no hace otra cosa que instalarse cada vez
más. Ahora más que nunca es necesario que los espíritus libres se levanten en contra de este
pensamiento servil, contra el moralismo miserable en nombre del cual se nos
quiere forzar a aceptar el tren del mundo y su injusticia absoluta” (Alain
Badiou. “La
Etica. Ensayo sobre la consciencia del mal”).
“Toda
sociedad en la que la garantía de los derechos no está asegurada y la división
de poderes no está determinada, no posee Constitución”
(Revolución Francesa. “Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano”).
Alain Badiou,
filósofo, matemático, dramaturgo y novelista francés, al que Savater desprecia
por sus diferencias con él, poco leído en España, donde pensamos poco, serio
director del Instituto de Filosofía de la École
Normal Supérieure de París, defiende y profundiza en las teorías de
Foucault, Althuser, Lacan, Deleuze,... contra el miserable moralismo académico
que, quizás basado en una idea religiosa del mundo, hoy impera sustituyendo,
con apariencia laica, la crítica filosófica y política por una torpe y evidente
propaganda de los “valores”
dominantes, los que impone el poder real, a los que, una vez codificados, dan
el nombre de “ética”.
Dice Badiou que el
de Hombre no es un algo único, perfectamente identificable en todos y cada uno
de nosotros, con derechos “naturales”
inmutables protegidos por aquella ética; muy al contrario, el concepto Hombre
varía a lo largo de la historia en la forma que, en cada momento, conviene al
discurso dominante, que es un interesado conjunto de normas -que dicen- naturales
y le marcan lo que debe hacer, alejándolo de pensar, condenándole a obedecer; son
normas que hoy afilian al Hombre -ciego y acrítico- a la economía capitalista y a la forma política que le conviene, la
democracia parlamentaria asentada en nuestra catástrofe de partidos.
Hemos regresado a
la negra, medieval teoría de los derechos naturales disfrazados de humanos y
debemos luchar contra tal retroceso ligado al desplome de las ideas de la
Ilustración y la revolución francesa, negadas por el "liberalismo" y
traicionadas tanto por la forma totalitaria del comunismo como por la actitud
falsa y “progresista” que hoy llaman socialismo,
traición que ha echado a un lado todas las figuras de entrega al progreso
humano que las ideas revolucionarias hicieron nacer.
Es evidente una
inflación de falsas referencias buenistas a la ética y unas prácticas que la
alejan del concepto griego de búsqueda de “una
buena manera de ser” o de “la
sabiduría de la acción”, viva, no esclerótica ni codificada por nadie,
ligada a los acontecimientos concretos, propia del hombre, animal que no teme pensar,
ajena a toda imposición o referencia religiosa o de otro poder, actitud que, evidentemente,
es exclusiva responsabilidad de cada uno, contraria a la imperante, que asigna al
Hombre, para ella único e invariable, “una
capacidad a priori para distinguir el Mal”, instrumento a partir del cual
se define el Bien, de modo que, sabido el Mal de forma tan interesada, todo lo
humano, en especial la política, quede sometido al interesado catecismo
estúpido de aquella ética del Hombre único, sólo espectador.
Los derechos del
hombre son así “derechos al no-Mal” y, por ello, el Derecho oficial lo es “contra” el Mal previamente
predeterminado, que se muestra a través de una “libertad de opinión” manipulada. Es mucho más fácil y perverso
construir el consenso trampeado sobre lo que se decide que es el Mal que hacerlo
sobre el Bien, creando una ética que, lejos de generar un consenso universal y ser
fuerza para imponerlo, produce, según Badiou, “el desencadenamiento de los egoísmos, la desaparición o extrema
precariedad de las políticas de emancipación, la multiplicación de las violencias
étnicas y la universalidad de la competencia salvaje”. Lo vemos a diario.
Debemos expulsar
esa “ética general” y sustituirla por
una ética de las verdades singulares, de las situaciones concretas, conectada a
las relaciones que se traman y sus efectos; muy al contrario, apoyados en la
falsa apariencia de libertad existente, el aval ético absoluto impuesto a la
economía capitalista, la legitimidad de las intocables competencias otorgados a
los llamados representantes en la democracia partidista, no parlamentaria, la
escasa solvencia e independencia de la peor "hornada" política desde
1978, hace que ahora, reventada la burbuja inmobiliaria, se pretendan poner todos
los huevos robados en la cesta del caos energético, en concreto el eléctrico,
antes público, escamoteando (de forma que debiera investigar la fiscalía) servicios
e infraestructuras antes públicos, líneas y subestaciones, cientos de miles de
millones pagados por todos, que aquí ahora el inepto embaucador Revilla y la
codicia psoecialista quieren "poner en valor", permitiendo el
destrozo eólico y, con él, la destrucción del territorio común de todos.
Noticia de primera
página ayer en "El Delirio"
del capital, Sánchez "telefoneó a
Revilla para concretar la firma de los compromisos pendientes con plazos y
dotación económica", a cambio de que "el diputado del lábaru",
nuevo, colabore en hacerle presidente... y alguna tropelía más; sin
avergonzarse, nos explican que -en quiebra política- no toman las decisiones con
criterios objetivos éticos que persiguen la justicia igualitaria, sino -algo en
lo que es muy hábil el maleable sindicalista vertical Revilla- a través del
trapicheo que, en el actual nivel de amoralidad política, ni ocultan, alardeando,
además, de que su palabra no vale nada, pues no son de fiar,..., lo hacen por
escrito, lo firman y, aún así, veremos, de nuevo, que pasa. Ejemplar.
Otra muestra, hacen públicos -lo público de- los bienes y rentas
de algunos políticos y vemos a los "jefes" con ingresos, bienes,
rentas,... -algunos escandalosamente-
superiores a sus méritos, trayectorias, capacidades,... mientras que, entre los
de aquí, hay un psoecialista que, siendo lo que ahora dicen sindicalista, tiene
sueldo notable, cuenta saneada en un banco, acciones de éste y eléctricas -¿no
entrarán en conflicto con su actividad legislativa?- y no fiándose, al parecer,
de las pensiones públicas, un plan privado. Sin comentarios
La política es
aquí ahora una forma de corrupción
basada en la ética que el poder nos impone utilizando los medios de
comunicación, todos suyos,..., con intereses poco limpios, ligados al peor
capital que, por ello, sin pudor defiende su forma: el régimen, ahora sí se
puede hablar de régimen, de los partidos en bancarrota, convertido en
totalitarismo “democrático”.
Frente a ello, un
programa laico de izquierdas debe saber que la ética se define por un
imperativo que vincula al sujeto humano: “¡continuar
siempre!, analizar crítica y de modo
individual los acontecimientos, actuar haciendo líneas, no puntos, ser rápidos
incluso sin moverse, estar en medio, unir las “facultades de discernimiento” -no dejarse engañar por falsedades-,
“de valor” -no ceder contra la verdad
en función del interés- “y de reserva”
-no creer que la potencia de la verdad de un hecho es absoluta-, de forma que
la pretensión de esa ética nunca puede ser, salvo por exigencia táctica, ni “someter el mundo al reino abstracto del
Derecho, ni luchar contra un Mal exterior y radical”, ambos artificiales y
absolutos, sino detectar la verdad en los hechos concretos y, a partir de ella,
luchar contra el Mal, también concreto, “anverso
o faz oscura de esas verdades”.
Encarar la injusta
desigualdad, la corrupción y quiebra política, el abuso energético, el capital,
el banco, la destrucción de la Tierra,… exige un brío de pensamiento, no caer
en la convicción de verdades absolutas, prudencia y, por encima de todo, “¡continuar!”, otra cosa nos lleva,
inevitable, a viajar, serviles, en el tren de este mundo y su injusticia
absoluta, a consolidar
la cenagosa situación de quiebra política y ética.
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