58 Los domingos, cavilar
Justicia, indulto y
diálogo
Fernando Merodio
30-06-2019
"Deseo una sentencia que no
comprometa el diálogo (...) en una breve conversación, Oriol
Junqueras me dijo que que había que dialogar, (...) el ejecutivo debería
estudiar los indultos a los presos independentistas si los piden"
(J. L. Rodríguez Zapatero. PSOE).
“El miedo prepara para aceptarlo todo”.
(Giorgio Agamben).
Un grave avatar, el más doloroso,
sufrido, ¡mi más sincero abrazo, amigo!, por quien posibilita la -para mí-
inabordable tarea técnica de poner al alcance de unos cuantos estas
cavilaciones me obliga a cambiar el orden planificado para redactar aquello
sobre lo que cavilo, dejar para el próximo domingo lo de la reveladora historia
del tiempo previo a que con una más que evidente -aceptada por casi todos y elevada
a normal por algunos tribunales- corrupción política y unos estilos con tintes
mafiosos se facilitara la implantación en el mejor solar común urbano de un
túmulo con apariencia de doble container
industrial con patas, que nada tiene que ver con mi teoría y práctica de la
cultura y sustituirla, concluido ya el juicio del procés y a la espera solo del fallo, por una reflexión sobre la levedad
del contrato social y la quiebra del estado de Derecho que envuelven "lo
catalán"... y otras cosas de actualidad.
En 1995 Giorgio Agamben defendía en
"Homo sacer" que, a partir
de las grandes ideas en especial jurídicas, argamasa social, vivimos en lo que
él llama "estado de excepción",
con las leyes suspendidas, cada día más, hasta el extremo de poderse valorar el
campo de concentración, esencia de
suspensión/anulación/incumplimiento de la norma jurídica, como paradigma
de la sociedad actual.
Unos pocos ejemplos en la vida actual:
se suspenden, con gran costo económico y sin razón jurídica que lo justifique,
los efectos de la resolución de un expediente firme y consentido por todos -solo-
porque unas escolleras -que los técnicos insisten en considerar solución a un
problema- no coinciden con los remilgados gustos de una rancia burguesía
santanderina, el miedo interesado hace que una norma prive de presunción de
inocencia a los hombres, la mitad de la población, y los tribunales se excedan
al aplicarla, norma y aplicación que, sin duda, dañan muy gravemente, entre
otras, las gratificantes, imprescindibles relaciones sexuales y la historia citará
como un negro período de inseguridad jurídica, de indiscriminado y asimétrico uso
de la ley del Talión contra, incluso, quien no ha hecho nada, neofascismo que promueve
injusta represión discriminatoria frente al que es urgente razonar con fuerza, se
anuncia en los medios que quienes, con sus tropelías, han causado el destructivo
calentamiento global son quienes van a arreglarlo, se crece al mentirnos
Revilla, y el fracaso de todas sus más importantes iniciativas, TAV, fibroyeso,
PROT, Racing, Comillas, Diputación, caos eólico,..., sus reiterado olvido de
las promesas, el derribo de viviendas ilegales,... hace risible -¿o terrorífica?-
la desfachatez con que alardea de que ahora -¿antes quién, sr. presidente?-
tiene la sartén por el mango, se sabe que lo de todos los independentismos es
egoísmo, abuso, negación del estado de Derecho, descaro en el incumplimiento
del contrato social, burla del resto,... y se añaden ahora dos insolventes sin
fuste, Pablo Iglesias empeñado en acaldar ingresos para pagar la hipoteca de su
chalet en la sierra y Rodríguez Zapatero, el que nos despeñó en la crisis, que
regresa pidiendo "una sentencia que
no comprometa el diálogo" ¿Hay alguien capaz de encontrar un adarme de
seriedad en todo ello?
Vuelvo al Agamben que explica sus ideas con
paradigmas y recalca que, hace veinte años, el campo de concentración, el lager,
le pareció prototipo perfecto para identificar el espacio sin ley, en que todo
era posible, pero advierte que ahora "los
espacios de excepción se han multiplicado hasta coincidir con el espacio mismo
de la ciudad", señalando como ejemplo que "pocos saben que las leyes de seguridad en vigor en Francia son dos
veces más restrictivas que las de la Italia fascista", generando una
población que, sometida a la amenaza y el
miedo, lo acepta todo de modo que políticos -corruptos- y capital
-corruptor- lo aprovechan en su privado interés.
A quienes, no como los que, sin conocerlo,
aquí ahora hablan de memoria histórica, sufrieron -y se enfrentaron a- la
represión franquista les cuesta, sin duda, comentar de aquella España, en que
la injusticia y la represión estaban en el tuétano del régimen, en la vida
misma, y les molesta, temen frivolizar, compararla con la actual, en la que
gente como Coterillo no sufriría, en efecto, diez años de cárcel -sólo- por
defender sus lícitas y heroicas ideas pero, desde las antípodas de Vox, ven que
hay jóvenes, muchos jóvenes, detenidos, esposados, expulsados de sus casas,
separados de sus hijos, obligados a pagar pensiones,... por la insana
aplicación de una insegura ley represiva, como ven también que aquí ahora los sindicatos,
las relaciones laborales, el control de las empresas -ajeno a la real fuerza
del trabajo- son débiles burocracias que propician la desigualdad, ven también cómo
se nos cachea -si se considera preciso- para acceder a la casa de todos, el
ayuntamiento, o a cualquier oficina pública, ven lo que cuesta acceder a un
expediente y, aún más, obtener copias, y ven cómo las grandes corporaciones que
han destrozado el mundo, impunes, se aprestan a seguir haciéndolo,... Ven -y
son conscientes de- que suceden mil cosas que, de cara al futuro de ser humano
y planeta, son quizás mucho más peligrosas y dañinas que lo de Franco y por ello,
un ejemplo, les parece buena la idea de Agamben de plantearse arrinconar nociones
como propiedad, que siempre estuvieron en el epicentro de la política, y "pensar otra política fundada solamente en el
uso", concebido como relación con un mundo "inapropiable" por los individuos, del que pudieran ser
ejemplos el paisaje, la lengua, el cuerpo,... "objetos de uso común, pero nunca de una verdadera apropiación";
o sea, justo lo contrario a lo que, desleales siempre egoístas, pretenden
aquellos con los que Rodríguez Zapatero, estrafalario, incluso obsceno
ex-presidente del gobierno de todos, sin explicar qué, por y para qué, pretende
que negociemos.
Hoy vivimos la falaz y cómoda
sobrevaloración del consenso y el diálogo para tratar de alcanzarlo, olvidando
que la política es, al menos, tanto consenso como conflicto y que el mérito de
quienes se preocupan por ella reside en el acierto al determinar cuál de esas
actitudes corresponde a cada circunstancia y momento, siendo el conflicto
preciso tanto para identificar a las bases con los dirigentes o llevar al otro a
defenderse como para proteger principios éticos, sociales o políticos que, de
verdad, merezcan defensa, mientras que diálogo y consenso se utilizan para
aplazar problemas, buscar su solución sin males mayores o abusar de una
superioridad en la negociación que obligaría al contrario a aceptar cualquier propuesta;
no siempre es mejor la postura dialogante, que puede ser mera apariencia de
falsa bondad, comodidad, cobardía, simple traición,... a quienes se representa,
mientras que la que defiende el conflicto puede ser cierta, honesta y valiente.
Como final, el indulto que, ad cautelam para una condena aún no
impuesta, propone el extravagante promotor de una "alianza de civilizaciones" con el poco civilizado Erdogan, constituye
una excepcional medida de gracia fundada en razones de justicia, equidad o
conveniencia pública debidamente razonadas, que no extingue el delito ni condona
la responsabilidad civil, sino que simplemente, sin cancelar antecedentes
penales, elimina, total o parcial, la pena impuesta por sentencia firme a los
reos de cualquier clase de delito, estando prevista su concesión solo en
aquellos supuestos en que la aplicación de tal legal pena, atendiendo a las
condiciones del reo y siempre en aras a la finalidad última de su reinserción,
no sea del todo proporcionada o acertada, lo que en nuestro caso concreto, aquí
ahora y en referencia a los gravísimos hechos y a la actitud actual de los que
han sido juzgados no es el caso, como no lo fue en el que Felipe González, concedió
en su último consejo de ministros al corrupto Juan Ramón López Revuelta y no
-¿por qué?- a los concejales que, junto a él, fueron condenados.