Deconstruir
el procés (3)
El mandato
ciudadano
Fernando
Merodio
ALERTA 22-02-2019
El espectáculo
del juicio empieza a perder la batalla frente a unas inanes elecciones y, salvo
vistosos "incidentes" en estrados, su presencia disminuye en los
titulares de los medios, evidencia de una general torpeza al no ver, por encima
de una inane alternancia electoral entre similares, el riesgo evidente -simbólico
y real- de lo que se juzga y el disparate que es sepultar tan graves hechos bajo
engaños, pactos y olvido.
La bipolar
estrategia defensiva abre grietas y ayuda a deconstruir el procés cuando Jordi Turull
y algún otro -mejor preparados que los fiscales- se defienden alegando haber
cumplido las obligaciones de su "contrato social" -que, al ser políticos,
supongo más rígido y exigente en el respeto a leyes y órdenes judiciales que el
mío- pues están obedeciendo, dicen, un "mandato ciudadano". Ya que el contrato social genérico que
acatamos casi todos en lo esencial es claro y público y no lo es su auto-exculpatorio
mandato, en el juicio podrían fijar quiénes y cuántos son sus mandantes y documentar
-para probarlas- las concretas órdenes que, porque les atan, sirven para excusarles,
siendo en especial leales y exactos al detallar la relación entre el mandato y
la constitución, apoyo/obligación hasta para ellos, que la han votado y jurado.
En "El orden del día", premio Goncourt
2017, Eric Vuillard narra aspectos -no muy- ocultos del ascenso del escalofrío
nazi al poder y, tras explicar algo tan sabido como el papel de Basf, Bayer,
Agfa, Opel, Siemens, Allianz, Telefunken,..., razona que las empresas no mueren
como los hombres, son cuerpos místicos que perennes pueden pactar con
cualquiera, detalla cómo Hitler humilló a las autoridades de Austria antes de
someterla por la fuerza, tras que su débil y tiránico presidente, Schuschnigg,
tuviera el dramático error de pensar poder vencer al führer con sus "objeciones de derecho constitucional"
pues, abogado, creía que las constituciones, "como las matemáticas, no permiten hacer trampas"; Hitler le
demostró en días que no era cierto, sufriendo los duros corolarios del error,
no el ignaro político, todos los austriacos.
Hitler derribó
la hegemonía normativa de la constitución en Austria con amenazas respaldadas
por la fuerza, Junqueras, Turull, Romeva, Rull,... intentan, con amenazas pero poca
fuerza, sustituirla por lo que dicen pide -parte de- su sagrado pueblo, o sea
ellos y, con apariencia impune, repiten que "no es un texto sagrado escrito en piedra" y "se puede adaptar a los cambios",...
cuando y como ellos quieran.
El juicio y
la deconstrucción del procés me acercan a Vuillard, a cómo narra lo ocurrido en
Austria en mil novecientos treinta y tantos y me sugiere que, en otro nivel ahora,
en una Cataluña lugareña y egoísta se empieza a percibir, como allí entonces, el
tufo de una "propaganda repetitiva y
vulgar" junto al "aspecto pegajoso
de los trapicheos y la impostura" y, aún peor, algo de "amenaza brutal", no un leal mandato
ciudadano o un juego.
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