domingo, 17 de febrero de 2019

39 Los domingos, cavilar Revueltas Fernando Merodio 17-02-2019


39 Los domingos, cavilar
Revueltas
Fernando Merodio 
17-02-2019
Dice Éric Vuillard en un artículo de opinión publicado en El País que "hay mucho que hacer, siguiendo al pié de la letra el fabuloso pensamiento de Baltasar Gracián: No es uno solo el que vale por muchos", añade que "nadie tiene una idea  redonda y general que proponer" y concluye que "de las discusiones, de la inteligencia colectiva, será de donde broten las nuevas formas de solidaridad", reflexión que, a la luz de su novela "14 de julio", sobre hechos -cuantitativamente- más graves que los nuestros, la toma ese día, un martes de 1789, de la fortaleza prisión de la Bastilla relatada desde el punto de vista de sus grandes protagonistas, gentes anónimas movidas por el hambre, el malestar, la carestía,..., excluye que tales "nuevas formas de solidaridad" puedan surgir de los que mangonean el capital o la clase media acomodada, la burguesía que cree tener su existencia y futuro resueltos, la esperanza está en que esa pequeña burguesía abducida por las mentiras de capital y burgueses, desclasada, acepte ser en la práctica lo que se llamaba proletariado y asuma, por supuesto, las exigencias de lucha reivindicativa que vincularon a éste.
De aquel 14 de julio, una de las chispas que provocaron el incendio innovador que fue la Revolución Francesa, el Nuevo Régimen y otro sentido a la Historia, acabar con el Antiguo -el Ancien Régime- de la monarquía absoluta y abrir paso, precedido por la Ilustración y la Enciclopedia, al Estado moderno, al empeño por la libertad, igualdad y fraternidad, la representación popular, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano -no la ONU y los Derechos Humanos-, que presentó Robespierre y aprobó la Asamblea Nacional Constituyente el 26 de agosto, pocos días después del asalto a la Bastilla.
Aquel 14 de julio de 1789, quienes perpetraron el acto simbólico de ocupar la fortaleza prisión, cárcel que creó el cardenal Richelieu, símbolo del arbitrario abuso de la monarquía, fueron gentes anónimas sin rostro, Begart, Boutillon, Cochet, Poirier, Falaise, Ezard, Blanchard, Provost,... movidas por el hambre, el malestar, la carestía,..., sin que los promotores intelectuales del asalto, Robespierre, Danton, Desmoulins, Marat, Saint-Just, Babeuf, Hébert,..., o el hábil y tenebroso Fouché, pudieran atribuirse parte material del símbolo, viéndose que, como bellamente novela Vuillard, "la Historia -con mayúsculas- la construyen (que no escriben) ciudadanos anónimos, masa informe sobre la que los historiadores suelen pasar de puntillas en pos de los grandes nombres", una Historia que, generalmente, solo avanza en momentos de caos, en días de locos, empujando a Vuillard a concluir su relato con una recomendación: "A veces, cuando el tiempo es demasiado gris, cuando el horizonte es demasiado mortecino, deberíamos abrir los cajones, romper los cristales a pedradas y arrojar los documentos por las ventanas. (...) Sería bonito, y divertido, y regocijante. Los miraríamos caer, felices, y deshacerse, hojas volantes, muy  lejos de su temblor de tinieblas".
Aquí ahora tenemos lo que nos hemos ganado, no hay presupuestos ni gobierno constructivo que vigile y gestione la situación en varios meses, el caos egoísta de Cataluña somete a prueba la -incierta- solidez de Fiscalía y Supremo, tenemos el paro más elevado de Europa y desigualdades rampantes que a nadie parecen preocupar,... y, aquí cerca, al hablador e inepto Revilla y advenedizos líquidos que fingen dirigir PP, PSOE, Cs, Podemos,..., agravado por no existir pueblo sino inconexos egoísmos individuales sin idea de lo que hay en juego ni de qué y cómo hacer para ganarlo, sin el deseo de Libertad, Igualdad, Fraternidad y Derechos que tenían los franceses en 1789, pero evidenciando un peligroso apego a despreciar la norma y una evidente carencia de respeto -no al difuso pueblo- al otro.
Si de lo general, tan grave, bajamos a lo concreto de aquí ahora y estudiamos, por ejemplo, la importante cuestión económica y ambiental de la transición energética, el futuro, encontramos, como en casi todo, una absoluta falta de seguridad jurídica y, por tanto, indefensión para el individuo; se trata de una transición que los psoecialistas de aquí convierten la implantación de líneas de muy alta tensión y subestaciones en zonas del tejido urbano, sin dejar participar a interesados y afectados.
Vemos un claro ejemplo de falta de garantías e indefensión real en la ausencia de respuesta a la justa y prudente protesta legal -nadie asaltó la Bastilla, ni REE, ni el ayuntamiento ni la consejería de industria,...- consistente en los recursos que interpuso un mínimo grupo de vecinos de Muriedas constituidos en -lo más similar a pueblo- burocrática Plataforma frente al peligroso e injustificado atropello de una línea de AT, a 220 kV, adosada a sus viviendas y la potenciación de subestaciones encajadas en la trama urbana, movimientos que, en medio del atronador, ominoso silencio de políticos, Ayuntamientos y Juntas Vecinales, han alterado la quietud de sus domicilios y economía, trayendo además, a tenor del serio informe del Instituto sueco Karolinska, preocupación sobre los efectos en su salud y, en especial, la de sus hijos; ni políticos ni eléctricas habían informado ni dado explicaciones previas y ahora, inicuos y tras haber infringido, entre otros, el ineludible principio de prudencia y el Convenio de Aarhus utilizan infames el parlamento para hablar como papagayos.
Repito que los vecinos, individuos no pueblo, no asaltaron el ayuntamiento, ni REE, ni la consejería de industria,... y, con distinto nivel de exigencia que los insurrectos de Paris, sólo siguieron los trámites del Estado de Derecho e interpusieron recursos en el expediente, pidiendo, ¡¡que quede claro!!, no un trazado alternativo que perjudique a terceros -y no a ellos-, sino que el expediente sea anulado y, participando todos, se reinicie; son recursos que, tras meses de espera, aun no han sido resueltos, pues parece ser que los recurridos no saben cómo responder.
Tan pequeño, pacífico, legítimo y azarado movimiento ha provocado un poco de ruido, se han movido algunos individuos más y ya que, como explica Vuillard en 14 de julio, cuando una mente se exalta, se la detiene y encarcela o se dispara contra ella, pero, cuando los argumentos del radical son sólidos, difíciles de destruir o el número de exaltados crece, el poder, por pequeño que sea, crea y envía delegaciones, hábil invento para engañar a ilusos. El pueblo francés de finales del siglo XVIII no picó el anzuelo de atender a delegados, sabía que "la negociación es una enfermedad como cualquier otra", exigió y exigió sus derechos llegando a ejecutar, por su actitud, a De Launay, gobernador de la Bastilla y a Flesselles, preboste de los comerciantes, por engañarlos sobre las armas, retrasando la toma de la fortaleza y causar con ello muchos muertos. De ahí venimos nosotros y el Estado moderno.
Lo de aquí tiene otro sesgo más blando, se crean mil delegaciones que desbordan la Plataforma -única que ha hecho algo- a la que nadie contesta y gentes que no representan a nadie, con algunos infiltrados, se reúnen a diario con muros de comisionados inanes de REE, ayuntamientos, incluso el gobierno y han llegado a propiciar, en nuestro patético y vertical parlamento regional, una obra de teatro con actores que, sin saber de qué hablaban, dijeron de todo, pues sabían que hablar sin el -inexistente- pueblo enfrente es gratis; aseguraron que los vecinos no se oponen a la línea, que quieren cambiar el trazado aunque perjudique a otros, que no hay informes que avalen que las ondas electromagnéticas dañan la salud, que no implantar la línea y las subestaciones destruiría puestos de trabajo, que ha habido información de sobra,...; no fue parlamentar, fue parloteo.

Es obligado que, tras tan larga y pesada  broma, la política responda a los recursos y que los individuos no pueblo -insisto que por dignidad- le digan que otro trazado no es justo ni legal y, como los franceses, no acepten tan sucia capitulación y exijan la rendición legal de quien lo ha  hecho todo mal: que anulen el expediente.

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