domingo, 3 de febrero de 2019

37 Los domingos, cavilar Empezar de nuevo: pioneros Fernando Merodio 03-02-2019


37 Los domingos, cavilar

Empezar de nuevo: pioneros

Fernando Merodio 

03-02-2019

En Rozadío, aquel Robacío de las “Peñas arriba" de José María de Pereda, lugar natal de Chisco, criado de Marcelo, señorito madrileño sobrino de don Celso, dueño de la casona de Tablanca, Tudanca, repartí, hasta los 7 años, mis primeros afectos, aprendí a andar, hablar, leer y escribir, conocer a los próximos, honrar a la maestra, amar la naturaleza, el monte, el río, las aves, el jabalí, el zorro, el lobo,…, describir a los niños del pueblo, a mi modo, esa mar que, ¡tan cercana!, aun no conocían, trepar pindias peñas, hacer sopas en el río con los morrillos con que el pastor apriscaba ovejas y vacas o que, apilados más grandes en morios, partían en mil trozos el bello territorio, correr tras un balón, un lujo aunque aquel fuera casi cuadrado, rodar el aro, dar mínimas estivas consentidas de fruta ajena, empacharme con andrinas, sí, andrinas, y moras, llagarme, ortigarme y arañarme, con el alivio que era la milagrosa pomada de penicilina, usar varas de avellano para hacerme cachavas, arcos, flechas, espadas,..., ir los domingos, con mi padre, a los campos de Sport, ocultar tras mis pequeños dedos la horrísona degollina de la pública, alimenticia matanza,…, para acabar, con siete años, llevando a Santander la sonora u final del habla de la profunda Montaña, esa u que absorbí por mis poros junto a todo lo que soy ahora, me marcó de pueblo y me enseñó que, en la España oscura y triste en que nos encorsetó Franco, tuve la fortuna de una niñez feliz, con la que confirmé que, como escribió Rainer María Rilke, “la única y auténtica patria del hombre es su infancia”; no hay otra.

Era Rozadío -y aun lo es- un pequeño pueblo de la cuenca media del Nansa, herido en la posguerra, como todo el valle, por la injusta urgencia con que empresas y bancos, los Saltos del Nansa, S.A., intentaban paliar la falta -entonces sí- de energía eléctrica con canales, tubos, el embalse de la Cohilla, 450 Ha para represar el agua, más presas, estaciones eléctricas,..., que hirieron el río, lastimaron a vecinos, truchas y salmones, domaron su fiero grito montañés y, además, no crearon empleo estable, ni actividad que paliara el fiasco. Mi recuerdo de aquello es relato casi físico de efectos egoístas, generosos o ciegos al tiempo, unidos a fatiga, razón y ancestros, percepción que explica bellamente el crítico de arte, pintor, escritor marxista,… John Berger en un fragmento de “Puerca tierra”, primer libro de la trilogía “De sus fatigas”, el bello poema “Hierba”, que relaciona siega, “Mañana / jadearán las guadañas / al caer sus ropas”, y sexo, “Y me cegará el sudor / cuando la cargue / segunda mujer bajo mi techo”; patria, fatiga y placer nacido del querer bien hecho, ancestros embutidos en el tuétano.

En el otro extremo, José María de Pereda explica que, en su relación con la tierra, “tan cabal, tan intensa, tan continua ha sido mi felicidad (...) que a veces me espantan los temores de que no haya sido mi gratitud tan grande como el beneficio y un día me hiera la justicia de Dios (...)”, mito que, peñas arriba, miraría al cielo como un urbanita, enredando religión y campo, ajeno a cómo en “Sotileza” humaniza el tallaviento, la galerna cierta, “pavoroso rumor lejano, como si trenes gigantescos de batalla rodaran sobre suelos abovedados”, cuando “el sol se oscurecía y sobre la mar avanzaban, por el noroeste grandes manchas rizadas de un verde casi negro”.

Viví, pues, en mi infancia una muestra -acaso forzada por las circunstancias- del daño a una forma de vida y el destrozo de la naturaleza, como hoy Revilla, demagogo ajeno a lo que es el campo, promete -e, inútil, incumple- implantar, para que los ricos lo sean aun más, cientos de molinos gigantes en nuestras montañas o potenciar el salto de Aguayo, injusto modo de multiplicar hoy por cien, por mil,... lo del Nansa, empeño que, como la peor galerna, nos asolaría; pero hoy podemos enfrentarnos a ello, a sus destrozos, arriesgar, innovar, ser pioneros sin tener que inventar, simplemente respetar la naturaleza, hurgar entre lo antiguo, los viejos papeles de nuestros abuelos, buscar los recibos y los planos de las minihidraúlicas que, dos meros ejemplos en nuestro bello sur, en Arcera-Aroco y Reocín de los Molinos el siglo pasado y sin utilizar el carísimo fraude de las subastas, generaban electricidad para los vecinos de Valdeprado del Río y zonas limítrofes, utilizando -sin necesitar a Iberdrola, Endesa o esa Repsol, hoy oculta tras el pútrido cadáver de Electra de Viesgo-, pequeños saltos y molinos de río, electricidad que distribuían con naturales y sostenibles postes de madera, sabiendo hoy que, además de ellas, se podrían crear miniparques eólicos o solares, sin grandes y grandes empresas ni ilícitos/inútiles "conseguidores" pequeños y próximos como Huerta o grandes y lejanos como la familia de Florentino Pérez.


Por favor no reírse, ni tampoco escandalizarse, pues a estas alturas ya está todo probado y, como otras veces, la razón prudente recomienda obviar el presunto "desarrollo" y mirar atrás, al verdadero progreso que, quizás, sería regreso y, además, en la generación de electricidad exigir que, democráticos y controlados por todos, se impliquen -y de una maldita vez hagan algo más que caciquear- los ayuntamientos y, en especial, los históricos y útiles Concejos Abiertos en los que, convocados por su identificativo toque histórico de la campana, en vez de otros odiosos artefactos, libres, fraternos e iguales, los vecinos debatan y decidan, de verdad y sabiendo, sus cosas.

Sobre pioneros que abrieron caminos que hoy, por lógicos, nos parecen fáciles, el médico que sanó y compone las goteras de mi dañada próstata me recomendó leer "El siglo de los cirujanos", de Jürgen Thorwald, absorbente relato sobre el heroísmo de los adelantados que llevaron la cirugía "desde las tinieblas del dolor hasta la posibilidad de intervenir en un corazón vivo", en el que, además de inteligencia y héroes, tropiezo con envidias, ambiciones, trampas, tragedias humanas, las dudas sobre el error en la desigual batalla de arriesgarse, casi a ciegas, a abrir cuerpos, algo que la ignorancia identificaba incluso con ir contra dios, lo duro y peligroso que fue eliminar el dolor quirúrgico mediante narcosis, éter, cloroformo,..., experimentando en sí mismos, la importante higiene, los guantes de goma, la cesárea, Ignaz P. Semmelweis y su intuitiva pelea contra la fiebre puerperal, que tan bien describió Celine en su tesis doctoral, relatando la derrota de aquel por el caciquismo, las erróneas convenciones, el sistema, hasta este hoy, en que aun es preciso potenciar la seria respuesta que en el hospital Escutari de Constantinopla en 1854, superado en parte el dolor quirúrgico y vigente la fiebre purulenta, la infección traumática,..., daba con sus hechos diarios, la enfermera Florence Nightingale -"tierna como una niña y con el espíritu duro como el acero"- a la pegunta, quizás poco técnica pero relevante, "¿qué se adelanta con repartir té, preparar sopas y acariciar cabezas?". Humanizar el drama con solidaridad.

Lo de aquellos cirujanos -y algunos actuales- tiene toda la épica de los pioneros, como hoy la tienen aquellos que se enfrentan al gran capital, apoyado aquí en los infumables y abusivos sermones dominicales, ajenos a cualquier reflexión, de M.A. Castañeda en El Delirio Montañés y el abuso de su situación de injusto privilegio en el Ateneo, aquellos que hacen frente al más cruel dinero y al control de instituciones y medios, promoviendo un alternativo avance más lento, reflexivo y, sobre todo, participativo, un progreso -incluso un retroceso- que frente al cambio climático, el daño en la naturaleza, la destrucción del planeta,... que provocan la tóxica y creciente desigualdad en favor de los ricos cada día más ricos, apoyados incluso en falsos ecologistas subvencionados y están en una lucha que exige espíritu pionero y, como el solitario trampero Jeremiah Johnson hacía, actuar con valor, temple y, en especial, compasión por los débiles e indefensos pues, igual que él, quienes están en tal lucha deambulan por un mundo plagado de criaturas salvajes, humanas y egoístas en este caso, pero no menos sanguinarias y peligrosas que la comadreja, el águila, el lobo, el puma, el grizly, el gato montés,.. cuando buscan alimento, un mundo que fuerza a matar o escapar de quien quiera matarte, por lo que, si no varían las normas y la desigual correlación de fuerzas, habrá que recordar que, como incluso defienden padres de la iglesia, la ilícita violencia agresiva legitima otra defensiva, toda vez que su monopolio, digan lo que digan las constituciones, no lo ejerce el Estado, hoy líquido.

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