domingo, 10 de febrero de 2019

38 Los domingos, cavilar Un -rancio- paisaje cultural Fernando Merodio 10-02-2019

38 Los domingos, cavilar

Un -rancio- paisaje cultural

Fernando Merodio

10-02-2019

Tras lograr, por motivos políticos e influencias sociales, que el PSOE, inquilino casual en La Moncloa, generara un nuevo y dañino rasgado en el tejido del Estado de Derecho al suspender, ajeno a razones legales, los efectos de un acto administrativo firme que, sin oposición, acordaba implantar dos espigones de roca en los movedizos arenales de Bikini, Los Peligros y La Magdalena y también paralizar "cautelarmente" las obras, el mínimo grupo de rancia burguesía local que causó -junto a inopinados "compañeros de viaje"- el estorbo incrementa el torticero uso de medios legales en un salto mortal adelante acorde con sus prejuiciosos gustos para que el entorno que ellos digan -casi su propiedad fáctica- se declare "paisaje cultural", alambicada figura que no se incluye en las Directrices del Paisaje de Cantabria, en tramitación; lo analizo.

Sabido que los indiscretos/insurrectos burgueses quieren impedir que se acabe lo que por decisión política institucional y con la fiabilidad que cada cual quiera darle el universitario y lioso Instituto de Hidráulica aconsejó estabilizar los arenales en su lucha desigual contra la acción del mar amontonando rocas de manera prefijada, acción discutible o aceptable, no hay duda, pero que en el garantista trámite administrativo, útil creación del Estado de Derecho, fue tácitamente acatada, pues nadie la discutió en tiempo y forma, por lo que, si esto se considera una democracia, todos incluidos los caprichosos señores de La Magdalena, ajenos a la vieja idea de cambio mediante la revolución y la guillotina, debieran respetar lo aprobado, quedando, que yo sepa, esperar, ver qué pasa y, en su caso, actuar sin grotescos politiqueos, amiguismos, pataletas y chanchullos ilegales. 

El Instituto del Patrimonio Cultural de España, del Ministerio de Cultura, define los "paisajes culturales" como "resultado de la interacción en el tiempo de las personas y el medio natural, cuya expresión es un territorio percibido y valorado por sus cualidades culturales, producto de un proceso y soporte de la identidad de una comunidad", y aclara que su interés "no resulta tanto de la belleza del resultado final como del valor intrínseco que poseen desde el punto de vista cultural", pudiéndose inferir de ello -me parece- que lo que defiende tan concreta burguesía santanderina es que los alrededores de su muy querida playa de la Magdalena y la acción humana sobre ellos da un resultado cultural que es "soporte de la identidad de una comunidad" que, ¡uf!, entiendo que esos burgueses identifican con los santanderinos.

Me alarma y lo explico, pues pensando -quizás como otros muchos- que la bahía y la parte de ella que es la playa de La Magdalena tienen el valor cierto que les damos, no tengo tan claro cuántos darán gran valor cultural/histórico y estarán orgullosos de lo que, política, social y culturalmente representa, tan citado entorno y menos aún que tal ámbito sea el "soporte de nuestra identidad".

Son mojones importantes del mismo un palacio real levantado sobre el mejor territorio común -igual que el Centro Botín-, regalado al rey para que veraneara aquí y pagado con esfuerzo por los santanderinos, que volvimos a pagar para recuperarlo, un hotel también real, de lujo, solo al alcance de algunos, la casa-palacio que ocupó Emilio Botín I, tras el duro tranco bancario en que la perdió Adolfo Pardo, los dos "ceniceros" ¿legales? construidos a sus pies por sus hijos, Emilio II y Jaime, y la guinda del pastel, una "real sociedad", ¡más realeza!, El Tenis, de la que son miembros varios de los que protestan y cuyo porte clasista me remite -acaso error mío- a los "cultos" edificios de los clubs británicos en sus colonias de Asia y África; no admito, por supuesto, que por muy bellas que sean, incluso para mí, la bahía y La Magdalena, un palacio recomprado al rey, las casas de Botín, un caro hotel o un club social de clase definan el soporte cultural de la ciudad en que nací y vivo; lo siento.

El paisaje es una realidad dinámica resultado de procesos sociales, ambientales y culturales en el tiempo sobre el territorio, unos procesos marcados por los modos de vida, políticas, actitudes y creencias de la sociedad, por lo que su futuro depende de la actividad humana pasada y presente y, para que sea sostenible, se precisa conocer y actuar coherentemente sobre el medio natural, tener claro lo que se quiere para él y generar una evolución que refleje los valores y el carácter social actuales.

En este caso, nos quiere forzar el paso esa cierta burguesía que estudió conmigo y veo poco fiable, que lo tergiversa todo al servicio de sus "culturetas" e intereses, la misma que, con otro nombre, puso en riesgo -también con manejos- la real e imprescindible lucha contra el horror que para medio ambiente y sostenibilidad suponen las trapacerías de nuestros políticos y el gran capital eólico, llegando a inventarse incluso una infografía sobre los efectos visuales de los -entonces aun no planificados- aerogeneradores en sus virginales bahía y Magdalena, ¡evitaban todo riesgo ni de que siquiera pudieran verse desde Santander!; menos les preocupaban o, quizás peor, nada sus corrosivos efectos en el, ¡ese sí!, "paisaje cultural" de nuestros valles y montañas del sur. 


Regreso al "paisaje cultural" magdaleniense y expongo la breve anécdota que nace de la breve visión que en el acelerado acto -¿habrían conocido el "informe Cedex"?- que esta misma semana organizó el elitismo de "Salvar la Magdalena" tuve del entorno que fijan para su privado "paisaje cultural", un entorno que -vergonzante- excluía los destrozos que, ellos mismos o sus mayores, han causado en las rocas de la ensenada del Camello para afianzar un terreno de todos y en el que ahora -sólos- juegan sus hijos y nietos; sería saludable, sin duda, oírles explicarlo.


Al parecer ya ha hablado el Madrid que vigila nuestra autonomía y el informe Cedex deja -parece ser- muy claro y, dicen los medios, el Ministerio "valida los dos espigones de La Magdalena", pues -también al parecer, no he leído el informe-, "la única posibilidad para estabilizar el sistema de playas" es "finalizar la obra proyectada". 


Y en eso llegó... no Fidel, sino la joven PSOE de Zuloaga y Casares para tranquilizar a los que "aquí pensaban seguir, tragando y tragando tierra / sin sospechar que en la sierra / se alumbraba el porvenir / y seguir de modo cruel / la costumbre del delito", llegó la PSOE, no a parar amiguismos, politiqueos e ilegalidades, sino a tratar de consolidarlas, eternizarlas con novedosos e irrisorios "arrecifes submarinos" que dicen -supongo que rápido, factible y barato- "sirvan para rellenar periódicamente las playas", otra ocurrencia; no sé dónde estaban mientras se tramitaba la implantación de los espigones el "pequeño" gobierno y los imaginativos solucionadores que, movidos por el ruido de unos pocos y sus "brunetes" mediática y cultural, ahora se oponen.

Trajeron los de la PSOE con ellos el "Manual de resistencia" que escribió, "negra", Irene Lozano, no Pedro Sánchez, y, frente a la crispación que se opone a su relajada placidez -la misma que con violenta manu militari paró la obra de las escolleras- y la antidemocrática rigidez de saber, ciencia y técnica, con su pervertido lenguaje traen también la palabra mágica, "consenso", sabiendo que su próximo paso será, si no estamos de acuerdo, ofrecernos un "relator" que -aquí al menos no hará falta un traductor- escriba la historia como les convenga.

Acabo repitiendo algo que robo al filósofo italiano Giorgio Agamben y parece escrito para este caso concreto, el PSOE y los rancios burgueses: "la corrupción completa de las inteligencias asumió la forma hipócrita y buenista que hoy se llama progresismo", siendo "principio en cuyo nombre se ha cumplido ese proceso transigir (...) ceder en todo, conciliar todo con su contrario, la clase obrera con el capital, el medio ambiente con el desarrollo industrial, (...), la ciencia con la opinión (...)", incluso vulnerar la Ley con el dañino consenso para conseguir sus caprichos.

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