Lo cotidiano.61
El trabajo que tiene a
medias
Fernando Merodio
21/07/2024
Carmen Rovira, secretaria general de -oxímoron-
la esquerra independentista, ayer
huida como el del maletero, alardea de que a juez, AN, TS, abogacía del
Estado, fiscalía,… se les pasara un día prorrogar el ridículo proceso Tsúnami que siguió al 11-O, amago de pueril
putch del pancismo burgués catalán muestra
de la insensata manía suya y de su mercantil/partido, explicación del porqué de
la amnistía que hizo presidente al reverso -ganador tras, siempre, perder- de
Guzmán el Bueno: “Hemos venido aquí a
acabar el trabajo que dejamos a medias”, torva frase que no debe equivocar
a nadie, pues no nos demolerá la risible Rovira, sino Begoñas’s Husband desde Moncloa, tan peligroso como -y mucho más
servil al capital que- la extrema derecha, con nosecuantos rateros en quioscos tan
políticos como ese TC que hiperactivo preside, tras ser Fiscal General, el
útil, ladino correturnos Conde Pumpido que, político insisto, hoy dictamina qué
es legal y qué no.
Es -muy- aconsejable
leerlo
Stefan Zweig que, en su humana huida de los
nazis, se suicidó junto a su mujer en la cama de un hotel al otro lado del
Atlántico, cerró con la caída de Napoleón en 1815 su ilustrativo relato sobre
el tenebroso genio de Joseph Fouché mediante una frase ad hoc para los que aquí hoy se empeñan en arrasar lo -poco- bueno
de la España del 78: “Terminó el periodo
de las aventuras heroicas, empieza la era de la burguesía”, quizás tomada del
Marx que describía hechos de
años después, entre la proclamación de la Segunda República Francesa en 1848 y el golpe de Estado de Luis, Bonaparte menor, el 18 brumario 1851, explicándolo con
el método de análisis materialista histórico a partir de la lucha de clases, empezando con una
icónica frase: "La historia ocurre
dos veces: la primera como una gran tragedia y la segunda como una miserable
farsa",, adaptación de otra de Hegel, aplicada a la parodia del golpe del “otro Bonaparte”, farsa del trágico del
18 brumario del año VIII, 9 noviembre 1799, que dio el Napoleón real para cerrar aquel sueño revolucionario que nos trajo
aquí, razonando, marxista, que si “el
régimen parlamentario lo deja todo a la decisión de las mayorías; ¿cómo, pues,
no van a querer decidir las grandes fuera del parlamento? Si los que están en
las cimas del Estado tocan el violín, ¿qué cosa más natural sino que los que
están abajo bailen?” Pensémoslo.
Zweig lo explica claro a la España actual en el cierre
de su apasionante retrato del tenebroso
Fouché con la caída de Napoleón y el afilado: "Terminó el periodo de las aventuras heroicas, empieza la era de la
burguesía" que, en 1815, en el Congreso de Viena hilvanaba un gattopardista histórico para configurar el
nuevo orden europeo basado en lo antiguo, incluso el absolutismo, siendo muy
activo en ello el dúctil, Fouché que, tras dejar su eterno cargo como jefe de
policía, urdió la devolución del trono
francés a los Borbones y acabó sus días en Trieste, Austria, asociado en
tan fúnebre tarea a Talleyrand,
que siempre estuvo en la escena,
llegando a ser primer ministro de Luis
XVIII hasta su destitución, en 1815, al rehusar las condiciones de los aliados
en el segundo tratado de París, siendo Talleyrand-Fouché, aciaga pareja,
definidos por Chateaubriand en sus Memorias de ultratumba como “el vicio apoyado en el brazo del crimen”,
cuyo complot político a finales de 1808 fue narrado como imaginaria cena de los
dos en Le souper, film de Molinaro basado
en la obra de Jean-Claude Brisville, con Claude Rich como Talleyrand, Claude
Brasseur como Fouché y Michel Piccoli dando voz a Chateaubriand, una cena en
que vicio y crimen planeaban destruir los logros de la Revolución para volver a
lo anterior a 1789 y acabar con la Revolución, camino lleno de baches, precipicios
y peligrosas curvas que, con Hitler/Petain en el recorrido, condujo al -que hoy
dicen- “Frente Popular” y Marine Le
Pen.
Le souper/La cena.
Trailer
Aquí ahora, en nuestra esperpéntica
farsa, una escena -dicen- corre como fuego en pólvora por X, antes Twiter, y miles
de personas han visto el -frio- saludo de -toda- la selección de fútbol a
Sánchez el Malo -sin Begoña- y la seria frialdad -entre otros- de Daniel
Carvajal, hijo de policía, siendo estúpido
en especial lo escrito luego por Antonio Maestre, progre opinador de cámara en
medios afines, cuyo ridículo texto es propio de la más cursi jet: “A estas alturas no es preciso recordar que
@DaniCarvajal92 es un impresentable que
no tiene ni la más mínima clase. Es lo contrario a lo que representa esta
selección española”; para el progre,
pues, el futbolista de la selección y el Real Madrid es un “impresentable que no tiene la más mínima
clase”, lo que me hace lamentar que, por ser yo enemigo de clase de su “pogreso” y no usar la tarjeta -espía- bancaria,
el -insolidario- coche o el -estúpido- smartphone
y sus redes sociales no pueda, a su nivel, responder al clasista y a tantos
pancistas, rémoras, parásitos del poder en los medios.
Así son los parásitos de
quien, a diario, muestra -como farsa y en su sola persona- notas prístinas –vicio/crimen- de Fouché
y Talleyrand y hoy, “demócrata” e impune como Trump, nos quiere “regenerar a modo Begoña” para concluir,
en plan cutre, la despótica tarea iniciada con el bozal en 2020. Atentos.
Me han enviado
esto por correo electrónico a mi dirección de trabajo
El Rey, con
su familia cómplice, de cara. Sánchez, sólo, da la espalda
No es política… o -quizás- sí
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