sábado, 15 de mayo de 2021

167 Los domingos cavilar Vacunados Fernando Merodio 16/05/2021

167 Los domingos cavilar

 Vacunados

Fernando Merodio

16/05/2021

"Se entiende por vacuna cualquier preparación destinada a generar inmunidad contra una enfermedad estimulando la producción de anticuerpos. (...) El método más habitual para administrar las vacunas es la inyección". (Organización Mundial de la Salud. OMS).

Harto del tostón malicioso a que, desde hace más de un año, nos someten -casi- todos, me fatigo e, intentando poner orden en la dispersa publicidad que sobre el rentable Covid19 difunden quienes, fingiendo preocuparse por nuestra salud…, intentan mantenernos más asustados que asiduamente, busco una idea medio clara de lo que los filántropos que nos tapan la boca llaman estar vacunados.


EL ROTO 11/05/2021

Vacunarse es forzar la entrada en nuestro organismo de un medicamento ajeno a él con el -no sé si- iluso objetivo de hacernos inmunes a una concreta enfermedad -dicen que- nueva, mediante un agente -antígeno- similar al microorganismo que causa la enfermedad y que, por razones que solo conocen los expertos, identifica como enemigo a lo que la provoca y, a partir de ello, estimula nuestro sistema inmunológico, defensa natural del organismo frente a las infecciones a través de una organizada reacción que ataca y destruye a los agresivos invasores; la vacuna es, pues, un preparado externo que, al estimular la generación de los llamados anticuerpos, genera en el organismo vacunado la que dicen inmunidad adquirida o específica, que crea antígenos -anti, opuesto y genos, producir, que se oponen- capaces de adaptarse, aprender, recordar y, por último, dar respuesta a la enfermedad concreta a que se enfrenta y contra la que no teníamos esa inmunidad innata que es la primera barrera protectora de los contagios, obstructora del acceso a nuestro organismo de los elementos ordinarios más dañinos, pero que no es capaz de impedir que las unidades malignas de una enfermedad específica nueva nos infecten, siendo evidente que, aunque los que nos agobian hablando todo el día lo callen, el buen uso de las vacunas debe ser siempre profiláctico, previo, que prevea, disminuya los efectos de los patógenos naturales, previsibles o “salvajes” que nos puedan causar infecciones; la posterior a la infección, no deja nunca de ser una provocada chapuza.

Inocular una vacuna es “vacunar”, término derivado de la “variolae vaccinae”, viruela de la vaca o viruela bovina que, en 1798, adoptaba Edward Jenner para tal caso concreto, hasta que, en 1881, Louis Pasteur lo ampliaba, en honor al propio Jenner, al resto de nuevas vacunaciones que ya se estaban desarrollando; eficacia, insisto en que la de las preventivas, avalada por la OMS, que estudia y apoya los empeños contra la gripe, el VIH, la varicela, la viruela, la poliomielitis, el sarampión, el tétanos,…, en cuyo camino se ha cruzado, se cruza y se cruzará, como en el de tantas otras cosas importantes, nuestro peor enemigo, el cruel dinero, la economía, pues en general las enfermedades infecciosas que para ser erradicadas precisan una vacuna, como el sida, la malaria, la tuberculosis,… se enquistan en la población más pobre del planeta y las grandes farmacéuticas que tanta celeridad han tenido para elaborar -y, de modo inmediato o previamente, fijar caros precios y cobrar- el añorado e injustamente aplaudido pinchazo para la agresiva gripe -exagerada- que es el Covid, no donan a esas poblaciones la medicación estudiada y precisa para eliminar -esas sí, de verdad- pandemias criminales consentidas, provocadas en sus países.

Thomas Hobbes, autor del Leviatán, 1651, que Norberto Bobbio define como “sólido monumento erigido a la doctrina de la obediencia”, se sentía amenazado por John Wallis, matemático que, en el libelo “Hobbius Heautontimoroumenos”, le acusaba de ateísmo y de la cobarde idea de que se debe obedecer a quien, de forma estable, se adueña del poder y puede garantizar una paz cómoda, por lo que escribió “Leviatán” para ganarse el favor de Cromwell, tras caer la monarquía, y, asustado por ello, se defendió con el libelo irónico “Consideraciones sobre la reputación, la lealtad, la educación y la religión”; tiempos duros en que Hobbes, que se fatigaba pensando para expresar lo pensado, intentando no ser víctima de un anatema irracional tan enconado como el que seis años atrás sufrió Baruch de Spinoza, denunciado, “excomulgado”, “maldito día y noche” por Willem van Blijenbergh, servil y cómodo teólogo de la época, que provocó su, “execración” con un Decreto “pedagógico”; por salir del carril correcto.

No tuvo Hobbes el coraje de Spinoza que, incluso tras su excomunión y a riesgo de ser quemado en la hoguera, mantuvo un importante debate epistolar sobre la naturaleza del mal, su relación con Dios y otras cuestiones con el peligroso teólogo Blijenbergh. En sus “Cartas del Mal”, brillante glosa a tal correo, explica Deleuze que, frente a la pregunta teológica de, “¿cómo es posible referir el Mal a algo de lo que Dios no es referencia?”, Spinoza aceptaba a Dios, ¡cómo para no hacerlo!, pero le veía ajeno a tal pregunta y su correspondiente respuesta, defendía que definir el Mal exige “distinguir” cada acción con lógica, pues “ninguna acción es, en si misma, buena o mala”, sino en función de las reacciones que, según las leyes naturales, provoca en aquello sobre lo que actúa y que, al matar a su madre, Nerón rompió -“descompuso”- su relación materno-filial con Agripina, lo que es el Mal, mientras al eliminar a su padre, Orestes reforzó -“compuso”- la suya paterno-filial con Agamenón, encarnando el Bien, teoría cuya práctica exige la fatiga de analizar los actos uno a uno, algo que para el teólogo envidioso era agotador, ajeno a su cómodo basar en Dios y en ineludibles leyes arbitrarias sus respuestas, tras (pre)juicios (in)dudables sobre el castigo y las terribles (sin)razones de Inquisición, excomunión o sambenito, ajeno al intelectual esfuerzo contra corriente de Spinoza, para quien no era cierto que, como reclamaban miedo y época, se identificaran sin más Bien y Dios, sino que, por contra, “el Bien no es más que el Mal, y el Ser está más allá del Bien y del Mal”.

La inquisitorial pulsión de un Mal basado en lo absoluto/divino ejercida por poderes de siempre, engranajes potentes y medios sucios apoyados en el “subsuelo profundo y sólido” que, denuncia Foucault, altera hoy el entorno, cimenta la sociedad disciplinaria que es la democracia blanda, llena de vigilantes, (pre)juicios, (des)calificaciones, clasificaciones, controles, registros desde familia, policía, ejército, jueces, escuela, medios o, el colmo, desde la fábrica en que se vende barata la fuerza del trabajo u hospitales -y, peor, siquiátricos o cárceles- en que la represiva sociedad pone barreras al pasional intento de ejercer libres las libertades personales; los cada día más tenues y difusos límites entre totalitarismo y lo que el pensar líquido dice democracia crean espacios cada día más amplios con irracionales normas absolutas que definen un Mal teológico y conveniente, que Agamben llama “zonas de indiferencia entre violencia y derecho”, evidentes hoy en el represivo tratamiento maniqueo que se da al derecho fundamental a decidir si deseamos o no llevar bozal, vacunarnos o vivir con nuestro cuerpo, siendo urgente devolver a la devaluada idea actual de democracia su potencial de escandalizar, evitando que los de siempre manejen ideas jurídicas -o filosóficas- tan indeterminadas como el “derecho a la vida”, siendo ejemplo, en el siglo XX y frente a la intolerancia, Semmelweis, que avanzó curando solo con higiene, jabón y agua.

Los científicos exigen estudiar si el pequeñísimo virus que altera nuestra vida “salió de un laboratorio”, critican, lógicos, la forma en que políticos ineptos afrontaron su inicio, las empresas se niegan a socializar las ganancias de sus subvencionadas patentes,… y, unísonos, reprimen, recortan libertades con bozales e intentan obligar a que nos vacunemos todos, por lo que, en medio de la insensata incongruencia del abrupto final del represivo y muy útil -para ellos- “estado de alarma”, mayor de 75 años, sincero, fraternal con los millones que no pueden pensar ni en inmunizarse, desobedezco civilmente a los que, torpes dolosos, gestionaron tan mal el inicial aviso de infección y coincidiendo con la egoísta huida del miserable que se apropió y traicionó la esperanza del 15-M, las marchas por la libertad, “rodea el congreso”,…, me opongo a, porque lo digan ellos, formar parte del selectivo grupo de los vacunados.

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