151 Los domingos, cavilar
Una
canallada amoral
Fernando
Merodio
24/01/2021
"Pues lo digo claramente, creo que sí (...)
creo que lo que hizo -Puigdemont- fue
motivado por sus convicciones" (Respuesta de Pablo Iglesias a la
pregunta de Fernando González "Gonzo",
en La Sexta: "¿Considera realmente -a Puigdemont- un exiliado, como se exiliaron muchos
republicanos durante la dictadura del franquismo? ¿Los puede comparar?").
"Escribo sobre lo que pasa cuando no se
imparte justicia. Escapar a un tribunal no es ser inocente" (Philippe
Sand. "Ruta de escape")
“Moral adj. Que no concierne al orden jurídico, sino al
fuero interno o al respeto humano” (Diccionario de la RAE)
Son tiempos
turbios, muy turbios. Pablo Manuel Iglesias Turrión, 42 años, que alardeó de
ser hijo de ex-militante del FRAP,
grupo terrorista infiltrado por la policía contra el -entonces firme- PCE,
politólogo, bla, bla, bla, "profesor
interino" -ignoro con cuántas horas de docencia- en la UCM, ¡"honorífico"!
desde 2014, presentador en Hispan TV o La Tuerka, con tan escuálido currículo
profesional ha llegado a ser vicepresidente segundo y ministro de asuntos
sociales y agenda 2030 de un gobierno del que también forma parte la madre, 32
años, de sus tres -seguidos e insostenibles- hijos, gobierno que preside Pedro
Sánchez Pérez-Castejón, sin currículo, amamantado en el seno de la mercantil
PSOE, doctorado en Economía y Empresa
con una tesis plagada de plagios y autor de un libro... escrito por una
subordinada; son datos que evidencian el lugar ya común, dato cierto de que los
tiempos son turbios y tenemos el peor gobierno en el peor momento de nuestra
reciente historia, que genera incluso ira cuando, el pasado jueves, la gubernamental
-del gobierno- agencia EFE, con lo que está lloviendo, difundía que "el presidente ha afirmado que España está
superando las peores expectativas que había sobre su economía a consecuencia de
la pandemia de coronavirus y está en condiciones de asumir un liderazgo mundial
que se merece" Si no es bobo o un sinvergüenza, ¿en qué país vivirá y
qué calles pisará el Sr. Sánchez?
Siendo lo
anterior evidencia palpable de la anemia personal, profesional, cultural,
política,... que debilita el poder ejecutivo, sin llamativas diferencias con las
que aquejan a los otros dos poderes del depauperado Estado -dicen que- democrático
y social de Derecho, sabido cómo es la derecha, la extrema, franquismo agiornado con trumpismo, avivada y nutrida
por los pasmosos excesos del populismo peronista, no chavista ni, menos aun,
castrista, de esa cosa nueva que decía "querer alcanzar el cielo"
y, por el momento, es parte sustancial de la burocrática casta, tiene chalet
con piscina y ha destruido todo atisbo de 15-M,
Marchas por la libertad, Rodea al Congreso, No nos representan,...., o los "ciudadanos" de Arrimadas, tan lejanos a los de Robespierre,
los montagnards revolucionarios franceses,
pasando por la carroñera, chillona gaviota de los legatarios de Fraga, lo más
dañino y dramático de la actualidad no está en tal derecha, sino en que no haya
ni restos de lo que fue izquierda, con el socialismo venido a sociedad
mercantil, agencia de colocación para amigos y el aciago hecho de que, desperdigados
o muertos los heroicos hombres y mujeres del valeroso, activo y útil comunismo
de la posguerra española, se haya adueñado de su historia, sus méritos y,
también, sus errores, el depredador grupo de Pablo Manuel, "Evita", Iglesias que, mínimo
chepudo, para llamar la atención, se adorna con coleta -ahora grotesco moño- y
ridículos, anacrónicos, pueriles pendientes.
Resulta tan
ofensivo que le tilden de bolchevique o comunista, un insulto para estos, como
el mero hecho de verle, obvio pequeñoburgués en el peor sentido del término, con
la camisa -que supongo cara- remangada, fingiendo ser ex-campesino oprimido en
huelga manifestándose contra la injusta sociedad industrial de inicios del
siglo XX, miembro del Cuarto Estado, Il
Quarto Stato, el proletariado que -tan bien- muestra Giuseppe Pellizza da
Volpedo en el cuadro que, con el contrapunto de la magnífica música de Ennio Morricone
abre y cierra el sugerente, revolucionario fresco histórico que es el Novecento de Bernardo Bertolucci; es un
truhán amoral, incapaz de discernir lo que es malo o bueno, ético o infame, al
que da igual ocho que ochenta siempre que le venga bien, sin cuajo o base
ideológica en sus dispersas, arribistas homilías sociopolíticas, extraídas del
peor populismo para incultos, que se mueve con el viento, tal como mostró en el
programa "Salvados" ante
Gonzo, mucho más serio que él, al equiparar el doloroso exilio de familias
republicanas enteras, derrotadas por un golpe de Estado militar, expulsadas por
el asesino terror franquista tras la guerra (in)civil, con la cobarde huida de la
justicia -"que no es ser inocente"-
del taimado autor de muy graves hechos ilegales y dañinos para la gran mayoría
del resto de españoles, ignaras apreciaciones sin base, ilógicas que, intolerables
en tan alto -e inexplicable- cargo del gobierno, dañan injustificada e
injustamente ante el resto del mundo la escasa credibilidad de -tan criticable
por otras causas- nuestro sistema de convivencia.
Cualquiera
con planteamientos de la izquierda tradicional sabe que no hace mucho, lo que en
Madrid juzgó el Tribunal Supremo fue una codiciosa ensoñación maligna de un
mínimo nazionalismo fascista, un patético, ilegal referéndum de independencia
en Cataluña, el mediático 1-0 que tan bien publicitan los vendedores históricos
de su mal paño, sabe también que se valoró la implicación en los hechos de
cabecillas de lo que fue -y aun es- el llamado procés y, aun no siendo factible una única lectura de un episodio,
texto o avatar histórico tan disparatado, con casi tantas lecturas como
lectores, conviene aclarar -y aclaro- que el sentido esencial, contenido,
contexto,... de lo ocurrido en Cataluña en torno al 1-0 fue, desde un punto de
vista sociopolítico, no solo jurídico, muestra lisa y llana de cómo una cierta
minoría intentó egoísta, absurda, perversa, dar un de golpe de Estado, cambiar el
contrato social previo, las reglas del juego con el resto, un putch hoy latente, que no valoro como género,
pues según circunstancias, razones, objetivos,..., siempre he estado -y estoy,
seguro que errado- del lado del cambio real, justo, lógico u no del injusto
codicioso o del gattopardiano.
Curzio
Malaparte, en Técnicas del golpe de
Estado, 1931, analizó distintos intentos de golpe en Europa entre el 18 de Brumario de Luis Bonaparte y la Marcha sobre Roma de Benito Mussolini, para
concluir que, desde todo el espectro ideológico y con un uso espurio de la legitimidad
emanada de la norma que se infringe, hay grupos que se apropian -o, al menos,
lo intentan- de los aparatos estatales, con o sin violencia, para modificar su estructura,
concentrándose en puntos sensibles de los servicios públicos o en dichos
aparatos, como, en efecto, ocurrió el 1-0 en Cataluña; en este intento de golpe
-insisto, aún latente-, el territorio en que los golpistas eran -y son- autoridad
se rige por dos leyes, Constitución y
Estatut, aprobadas de modo más amplio
que en el resto de España, definición de un contrato social que alardean
incumplir, hoy y mañana, violando la confianza de los que no piensan como ellos
al violentar parte básica del convenio que les integró libremente en un -defectuoso
y limitado- Estado democrático de Derecho, generando graves riesgos para el
resto, por lo que todo el que no sea un canalla, atienda a lo humano y a su
fuero interno, verá que, ajeno a aquel contrato, quien impulsó el 1-0,
Puigdemont por ejemplo, alejado del interés de todos, cometió -muy dañinos-
delitos y debe pagarnos por ello, pues, igual que el general golpista en 1936, Puigdemont
formó parte de una "organización
criminal", (des)orden que el último párrafo del artículo 570, bis del
Código Penal define como "agrupación
formada por más de dos personas con carácter estable o por tiempo indefinido, que
de manera concertada y coordinada se reparten diversas tareas o funciones con
el fin de cometer delitos", tipo delictivo que se aplica a las personas que se unen con el fin, basta que potencial,
de cometer delitos, sean cuales sean estos y los métodos empleados.
Tras cavilar, no dudo de
que comparar a criminales egoístas con sus víctimas y, exhibiendo supina ignorancia,
igualar a todos como exiliados es una canallada amoral.
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