Piscina y muro del Tenis sobre las rocas de la Playa del Camello
Los domingos, cavilar
Qué hacer
Alerta 07-10-2018
Fernando Merodio
Sin explicar el porqué jurídico que hacía insostenible la obra, a favor del capricho de un mínimo e influyente grupito de santanderinos que ni siquiera alegó en el trámite, con apoyo en los inextricables Revilla y Podemos, el gobierno del PSOE -no buscar el menor parecido, con lo que fue y debe ser el socialismo-, "ha acordado la suspensión temporal total e indefinida" de la construcción -y el expediente administrativo- de "los espigones de La Magdalena", suspensión que, al ser indefinida, o sea imprecisa, evoca otra chapuza imborrable, el hormigonado y despojo por similar grupito de las rocas y el entorno de la playa del Camello.
Socialismo. Oskar Johansson, dinamitero sueco de 23 años sobrevivió en 1911 a la defectuosa explosión de una voladura. Perdió un ojo, una mano excepto dos dedos, sufrió duras secuelas. Se casó, tuvo tres hijos, uno fue empresario y él obrero humilde y satisfecho hasta que murió. Pensaba que el socialismo "no es nada extraordinario. Es algo natural, una vez que uno comprende cómo funcionan las cosas. Y entonces todo lo demás resulta erróneo y extraño. ¿Cabe imaginar algo más ilógico (...) que el capitalismo?", el Partido Socialista le parecía poco y dejarlo por la izquierda "(...) no fue una reacción violenta, sino resultado de una larga cadena de sucesos (...), la sensación de que sucedió demasiado poco en demasiado tiempo (...)". Era "El hombre de la dinamita", bisoño y emotivo relato de Henning Mankell.
Rancière, filósofo, explica que en la vieja Grecia, cuando el demos -los sin derecho al poder- exigió jerarquía, supo que sólo se hace política si se razona y gobierna sin intermediarios y, pues somos clase, grupo homogéneo, no debemos acatar a quienes nos usan como relleno para grietas, saber que para salir del caos hay que inquirir, entender la respuesta, debatir temas diarios en ciudades, pueblos, barrios,…, rozarnos, plantar cara a lo insano, denunciar cómo, egoísta y soberbio, el poder desprecia la ley, cambiar,..., vivir la turbadora emoción de replantear, reconstruir desde abajo la política; reinventarla nosotros.
Rebusco en mi caos de libros las obras escogidas de V.I.Lenin, tres gastados tomos leídos con interés y a hurtadillas hace ya mil años; me admira, casi más que la rebeldía de sus tesis, el volumen de lo pensado en cincuenta y cuatro años de vida convulsa y repaso “¿Qué hacer?” (1902), propuesta organizativa ajena a la burocracia, para discutir, que, tras vivir lo vivido y saber lo ocurrido, anima a pensar.
La teoría dice que en una sociedad correctamente organizada, cuando quien gobierna hace algo -incluso en apariencia nimio- tan significativamente arbitrario como es parar sin razonarlo la costosa construcción de unos espigones, habría una reacción social frente a lo ilógico; aquí ahora lo más que podemos esperar, siendo optimistas, es que alguien exija formalmente conocer las razones legales y, a su tenor, actúe respecto a todos los costes. Deprimente.
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