domingo, 28 de octubre de 2018

23 Los domingos, cavilar Justicia y juzgados Fernando Merodio ALERTA 28-10-2018


"La Justicia es recta aplicación del Derecho que emana del poder, por lo que, incluso en el mejor supuesto, lo importante es quien detenta dicho poder"

23 Los domingos, cavilar
Justicia y juzgados
Fernando Merodio

ALERTA 28-10-2018

Agobia, tóxico, el creciente roce entre Justicia y juzgados; incorrectamente, aquí ahora, el Tribunal Supremo escenifica, en público y sin causa justa, la ceremonia hard de convocar un Pleno que analice sentencias previas, brusca ruptura de una línea consolidada de respeto a lo sentenciado que daña la histórica y aparente creencia en la seguridad jurídica al alterar la eficacia jurisprudencial de unas sentencias que, según ellos, con una "enorme repercusión económica y social", perjudican al dinero, la banca, el núcleo duro del capital más duro. Es una actuación no inocente o neutra, que ratifica la idea clave de Marx de que la lucha política es espectáculo que, para ser descifrado, tiene que remitirse a la esfera de la economía, como aquí se ha hecho.

Y se ha hecho sabiendo que Constitución y bases del Estado de Derecho exigen a quien juzga un atento sometimiento a la ley y a pesar de que, entre otros, John Rawls, filósofo conservador erudito en teoría de la Justicia, dice que hay que juzgar aplicando estrictamente la ley con contrato social previo, pues “(...) la actuación de la Justicia no está sujeta a regateos políticos, ni al cálculo de intereses sociales” y, en el otro extremo del espectro ideológico, Amartya Sen argumenta que las desigualdades proceden, en gran modo, de no aplicar el Derecho a los hechos, no de que falten bienes, que por sí solos no son nada y adquieren valor al regularse su relación con las personas.

Ya que alguien dijo que "toda la filosofía occidental es una serie de notas a pié de página de la filosofía platónica", acudimos a Platón (427-347 a.C.) y vemos cómo en tiempos de ardua crisis, igual que ahora, entendía la Justicia como base del orden socio-político, idea armónica que exigía que cada uno, en especial quien profese función pública, haga lo que debe, guiado por tres virtudes: prudencia para acertar en el análisis, valor al defender la polis y templanza en el control de uno mismo.

La justicia era para él, en especial, rectitud, tener y hacer lo que es propio de cada uno, no sólo restablecer el equilibrio perdido por un desorden o dar solución a un mal gestado por la desarmonía entre los hombres, de ellos con la naturaleza o entre cada hombre y él mismo, siendo su fin, para Platón, el reparto equitativo de los bienes de la ciudad, de modo que quienes menos tuvieran fueran los más favorecidos por la organización de la polis.

Aquí, el Tribunal ha entrado en el regateo político de las cosas, no ha aplicado el Derecho como debiera a serios hechos, rectamente, con prudencia, valor y templanza, no parece que pretenda repartir con equidad entre todos lo que genera y cuesta la polis,... y, al abandonar lo habitual de la norma, la rutina si se quiere, causa alarma, divorcia Justicia y juzgados, destruye toda la conexión intelectual y emocional que pudiera haber entre los ciudadanos y ella, creando inseguridad jurídica.

No es ejemplo único, recientemente y con realce en los medios se publicitaba que el último trimestre, por la eficacia de las acusaciones e inutilidad, supongo, de las defensas, "el 97% de los enjuiciados por violencia machista acabó condenado" y, al ser que tal concreta violencia se juzga, en mi criterio, con normas de excepción que dañan reglas de legalidad penal y seguridad jurídica de los denunciados y ceden a la coacción de anómalos y agresivos lobbys con gran peso electoral, si comparamos, vemos que, por ejemplo, ni siquiera el funesto Tribunal de Orden Público franquista alcanzó tal cota de "éxito" al perseguir a terribles comunistas y, entre 1964 y 1976, llegó "sólo" a un 74% de condenas; es increíble y causa alarma que hoy sea tan estadísticamente mayoritaria, 97%, la supremacía jurídica y moral de las mujeres que denuncian sobre los hombres denunciados y, sin necesidad de repudiar, como todas, tal concreta violencia, pienso que habría que estudiar seriamente las formas, quizás de excepción, en que se la juzga.

Daña también a la Justicia la intromisión política del gobierno que pontifica, osado y lerdo a su conveniencia, que en el llamado procés no se ha incurrido en la figura penal de la rebelión, igual que el hecho de que aún sea Ministra de Justicia del gobierno que iba a renovar España quien, sin entrar en la calificación ética de lo grabado, aún no ha dado la razón de sus comidas con jueces y policías -hoy imputados/condenados- con los que compartía importantes procedimientos que, sin duda, requerían el libre criterio de cada uno de ellos, lejos de dedicarse a compartir anécdotas chuscas que, sin duda por ser lo más irrelevante de las grabaciones, es lo único que conocemos.

Se añaden al desastre las disfunciones que todo el mundo conoce por los medios, en especial la malsana lentitud que hace la Justicia injusta, y los hechos de la España más negra que cada uno, sin duda, ha vivido en privado para pudrir la esencial fe en juzgados y tribunales, haciendo preciso, urgente, un cambio revolucionario, pues, como decía Saint-Just, francés guillotinado a los 27 años, "lo que conduce al bien general es siempre terrible", amarga certeza que obliga a reflexionar acerca de en qué han devenido hoy Ilustración y Revolución francesa, meditar sobre si, como decía Foucault "la única esperanza de los humanos está en ser revolucionarios, único modo de librarse de su vergüenza o de responder a lo intolerable" y con él, en la inevitable y constante fricción entre Justicia y poder, luchar por el segundo.

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