Lo cotidiano 1
El sexo
Fernando
Merodio
12/06/2023
Cesare Pavese, antifascista en tiempos difíciles
que, a los 42 años, decidió hacer su definitivo “mutis por el foro” ayudado por somníferos, dejó, junto a otras
muchas cosas de gran porte, una bella colección de poemas que tituló “Trabajar cansa”, por lo que voy a
escribir más cómodo y solo cuando me apetezca.
Pensando que es cotidiano lo habitual,
el día a día, con 77 años y operado hace ya alguno de un serio cáncer de
próstata, la reflexiva y loable opinión de la filósofa Clara Serra, 37 menos
que yo, portavoz hasta hace poco de Podemos
en la Asamblea de Madrid, publicada con el título “La polisemia del deseo”, tres entregas hasta hoy, la última “Decir que no”, me anima a arrimar el
ascua a mi sardina y, osado, opinar -en círculo tan privado como este blog-
sobre la práctica del -hasta lo de la próstata- natural, divertido, excitante
disfrute sexual, consciente de hacerlo, además, desde la seria limitación que
me impone el solo saber práctico del varón heterosexual que soy.
Elucubra, con los
tiempos, Clara Serra sobre el acoso sexual y su expresión más actual, el
coactivo en “manada”, aceite que se
desparrama viscoso, difícil de represar cuya difusión es hoy errónea por
feministas, expertos, políticos, jueces y medios, pues solo un serio cambio
cultural y de actitud pueden -acaso- frenar su -ya muy visible- arraigo como
hábito social, incluso en niños, difusión que nos acerca a una sociedad tan
dañina, puritana, falsa, (in)culta como la norteamericana, aciaga, pese a lo
naturales que son, con violencia y sexo, al pretender combatirlas -solo- con
armas y penas, siendo hoy evidente que las totalitarias leyes “mordaza“ y de “(des)igualdad de género”, impuestas aquí, nos aproximan a ella.
Plantea la filósofa
dos enfoques “feministas” para
abordar el tema: afirmar, sin más ni más, que es la nuestra “una estructura social en la que los hombres
dominan y las mujeres son dominadas” en un “ambiente hostil”, regla, “modus
operandi” de la heterosexualidad y que a ella, como tal, debe aplicarse un Derecho represivo global o, por
contra, considerar que el abuso del hombre sobre la mujer no es la regla y se
expresa en casos concretos, que se combaten con el Derecho y la Ley ordinaria.
Con el primer
enfoque, aplicado aquí ahora con saña al hombre hasta privarle de la presunción
de inocencia, también sufre la mujer su tanto de daño pues -salvo ante notario…
y lo dudo- el sexo no sería para ella placer sino un posible riesgo que le genera
la mitad opresora, a la que, eso sí, exige puestos mollares, no en andamios,
minas, pesqueros,…, al tiempo que, con ineptitud supina, le aplica, a su modo,
un remedo de las teorías de Marx sobre la lucha de clases, la desigualdad y la
opresión globales, explicando Clara Serra, que el sí que, antes de hacer el
ridículo- exigían “verbal, explícito y
afirmativo”, no parece muy fiable, encapsulado, como está, en la opresiva
estructura que -dicen- coarta y limita a su género.
Tiene todo ello una
conclusión lógica, que “lo único que hace
libre el sí, lo único que lo hace reversible, lo único que lo distingue de un
sí esclavo, es que decir que no sea posible”, lo que aplico a lo cotidiano
y no a los lugares comunes de las que elucubran sobre la nada: Rosa, casi 60
años conmigo y, ahora, con mi “simpático”
cáncer de próstata, su, como Bruce Willis, deterioro cognitivo fronto-temporal
derecho que la impide andar, hablar, ignoro si conocer y con la evidencia fake de la “ayuda a la dependencia” que, no siendo yo mujer, la obliga a depender
-solo- del opresor al que, licenciada en Derecho, decidió joven cuidar junto a
sus 2 hijos, seria tarea que cumplió mucho mejor que yo la mía, sin quejarse de
opresión por ello y enseñándome, duro como soy de mollera, que si ella decía no
debía darme la vuelta, mirar hacia la pared, si acaso refunfuñar un poco,
dormirme y descansar para, al otro día, hacer frente al Franco real y no, como
hoy, a un arcaico, fútil cuento sobre él.
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