273 Este miércoles
cavilar
Martin Luther King tuvo un sueño
(No nos escuches Vinicius)
Fernando Merodio
24/05/2023
Vinicius
-mismo nombre del patricio romano de Quo
Vadis?- ha sido, hasta ayer, un gran
desconocido, nos han engañado todos pues, además de un gran privilegiado en lo
de jugar al fútbol, no es un descerebrado que responde desabrido a eternos
insultos racistas, nos han ocultado cómo es, no nos han informado de su lucha de
años contra la discriminación, de su fundación, el Instituto Vini Jr. contra el
racismo en Brasil, del tatuaje que, desde enero de 2021. lleva en su pierna
derecha: “Enquanto a cor da pele for mais
importante que o brilho dos olhos, haverá guerra”, tomado de la canción “War”, del rastafari Bob Marley, con
frases de Haile Selassie en brasileño/portugués; aparte de nada, ¿qué pretendían
al callarlo todos esos periodistas “deportivos”
que, al tiempo, le reprochaban que hiciera frente a quienes le llamaban “mono” o le pretendían ofender con la
repetida onomatopeya, ¡uh!, ¡uh!, ¡uh!...?
¿qué evidencian ahora, neoliberales-progresistas,
al criticar que no se sancione al negro que empujó a un blanco que le
arrastraba agarrado por el cuello?
Antes de
Vinicius Jr, el 28 de agosto de 1963, hace 60 años, junto al monumento a
Abraham Lincoln, en Washington, DC, ante más de 200,000 personas que
reivindicaban derechos civiles para los negros en los USA, Martin Luther King dijo
algo que deberíamos leer y volver a leer, ponerlo en contacto con la realidad, debatirlo…
para, por encima de todo, cambiar:
“Estoy orgulloso de
reunirme con ustedes hoy, en la que será ante la Historia la mayor
manifestación por la libertad en la historia de nuestro país.
Hace cien años, un gran
estadounidense, cuya simbólica sombra nos cobija hoy, firmó la Proclama de Emancipación.
Esta trascendental norma significó como un gran rayo de luz y esperanza para
millones de esclavos negros, chamuscados en las llamas de una marchita
injusticia. Llegó como un precioso amanecer al final de una larga noche de
cautiverio. Pero, cien años después, el negro aún no es libre; cien años después,
la vida del negro es aun tristemente lacerada por las esposas de la segregación
y las cadenas de la discriminación; cien años después, el negro vive en una
isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad material; cien años
después, el negro todavía languidece en las esquinas de la sociedad
estadounidense y se encuentra desterrado en su propia tierra.
Por eso, hoy hemos
venido aquí a escenificar una condición vergonzosa. En cierto sentido, hemos
venido a la capital de nuestro país, a cobrar un cheque. Cuando los arquitectos
de nuestra república escribieron las magníficas palabras de la Constitución y
de la Declaración de Independencia, firmaron un pagaré del que todo
estadounidense habría de ser heredero. Este documento era la promesa de que a
todos los hombres, les serían garantizados los inalienables derechos a la vida,
la libertad y la búsqueda de la felicidad.
Es obvio hoy en día,
que USA ha incumplido ese pagaré en lo que concierne a sus ciudadanos negros.
En lugar de honrar esta sagrada obligación, USA ha dado a los negros un cheque
sin fondos; un cheque que ha sido devuelto con el sello de "fondos
insuficientes". Pero nos negamos a creer que el Banco de la Justicia haya
quebrado. Rehusamos creer que no haya suficientes fondos en las grandes bóvedas
de la oportunidad de este país. Por eso hemos venido a cobrar este cheque; el
cheque que nos colmará de las riquezas de la libertad y de la seguridad de
justicia.
También hemos venido a
este lugar sagrado, para recordar a los USA la urgencia impetuosa del ahora.
Este no es el momento de tener el lujo de enfriarse o de tomar tranquilizantes
de gradualismo. Ahora es el momento de hacer realidad las promesas de
democracia. Ahora es el momento de salir del oscuro y desolado valle de la
segregación hacia el camino soleado de la justicia racial. Ahora es el momento
de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de Dios. Ahora es el
momento de sacar a nuestro país de las movedizas arenas de la injusticia racial
hacia la roca sólida de la hermandad
Sería fatal para la
nación pasar por alto la urgencia del momento y no darle la importancia a la
decisión de los negros. Este verano, ardiente por el legítimo descontento de
los negros, no pasará hasta que no haya un otoño vigorizante de libertad e
igualdad.
1963 no es un fin, sino
el principio. Y quienes tenían la esperanza de que los negros necesitaban
desahogarse y ya se sentirá contentos, tendrán un rudo despertar si el país
retorna a lo mismo de siempre. No habrá ni descanso ni tranquilidad en USA
hasta que a los negros se les garanticen sus derechos de ciudadanía. Los
remolinos de la rebelión continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación
hasta que surja el esplendoroso día de la justicia. Pero hay algo que debo
decir a mi gente que aguarda en el cálido umbral que conduce al palacio de la
justicia. Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de obtener el
lugar que por derecho nos corresponde. No busquemos satisfacer nuestra sed de
libertad bebiendo de la copa de la amargura y el odio. Debemos conducir para
siempre nuestra lucha por el camino elevado de la dignidad y la disciplina. No
debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física.
Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas donde se encuentre
la fuerza física con la fuerza del alma. La maravillosa nueva militancia que ha
envuelto a la comunidad negra, no debe conducirnos a la desconfianza de toda la
gente blanca, porque muchos de nuestros hermanos blancos, como lo evidencia su
presencia aquí hoy, han llegado a comprender que su destino está unido al
nuestro y su libertad está inextricablemente ligada a la nuestra. No podemos
caminar solos. Y al hablar, debemos hacer la promesa de marchar siempre hacia
adelante. No podemos volver atrás.
Hay quienes preguntan a
los partidarios de los derechos civiles, "¿Cuándo quedarán
satisfechos?" Nunca podremos quedar satisfechos mientras nuestros cuerpos,
fatigados de tanto viajar, no puedan alojarse en los moteles de las carreteras
y en los hoteles de las ciudades. No podremos quedar satisfechos, mientras los
negros sólo podamos trasladarnos de un gueto pequeño a un gueto más grande.
Nunca podremos quedar satisfechos, mientras un negro de Misisipí no pueda votar
y un negro de Nueva York considere que no hay por qué votar. No, no; no estamos
satisfechos y no quedaremos satisfechos hasta que "la justicia ruede como
el agua y la rectitud como una poderosa corriente".
Sé que algunos de
ustedes han venido hasta aquí tras grandes pruebas y tribulaciones. Algunos han
llegado recién salidos de angostas celdas. Algunos de ustedes han llegado de
sitios donde en su búsqueda de la libertad, han sido golpeados por las
tormentas de la persecución y derribados por los vientos de la brutalidad
policíaca. Ustedes son los veteranos del sufrimiento creativo. Continúen
trabajando con la convicción de que el sufrimiento que no es merecido, es
emancipador.
Regresen a Misisipí,
regresen a Alabama, regresen a Georgia, regresen a Louisiana, regresen a los
barrios bajos y a los guetos de nuestras ciudades del Norte, sabiendo que de
alguna manera esta situación puede y será cambiada. No nos revolquemos en el
valle de la desesperanza.
Hoy les digo a ustedes,
amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un
sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño "americano".
Sueño que un día esta
nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo:
"Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son
creados iguales".
Sueño que un día, en
las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de
los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la
hermandad.
Sueño que un día,
incluso el estado de Misisipí, un estado que se sofoca con el calor de la
injusticia y de la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia.
Sueño que mis cuatro
hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su
piel, sino por los rasgos de su personalidad.
¡Hoy tengo un sueño!
Sueño que un día, el
estado de Alabama cuyo gobernador escupe frases de interposición entre las
razas y anulación de los negros, se convierta en un sitio donde los niños y
niñas negras, puedan unir sus manos con las de los niños y niñas blancas y
caminar unidos, como hermanos y hermanas.
¡Hoy tengo un sueño!
Sueño que algún día los
valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios más
escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de
Dios será revelada, y se unirá todo el género humano.
Esta es nuestra
esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur. Con esta fe podremos
esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra de esperanza. Con esta fe
podremos trasformar el sonido discordante de nuestra nación, en una hermosa
sinfonía de fraternidad. Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar juntos,
luchar juntos, ir a la cárcel juntos, defender la libertad juntos, sabiendo que
algún día seremos libres.
Ese será el día cuando
todos los hijos de Dios podrán cantar el himno con un nuevo significado,
"Mi país es tuyo. Dulce tierra de libertad, a tí te canto. Tierra de
libertad donde mis antesecores murieron, tierra orgullo de los peregrinos, de
cada costado de la montaña, que repique la libertad". Y si USA ha de ser
grande, esto tendrá que hacerse realidad.
Por eso, ¡que repique
la libertad desde la cúspide de los montes prodigiosos de Nueva Hampshire! ¡Que
repique la libertad desde las poderosas montañas de Nueva York! ¡Que repique la
libertad desde las alturas de las Alleghenies de Pensilvania! ¡Que repique la
libertad desde las Rocosas cubiertas de nieve en Colorado! ¡Que repique la
libertad desde las sinuosas pendientes de California! Pero no sólo eso: ! ¡Que
repique la libertad desde la Montaña de Piedra de Georgia! ¡Que repique la
libertad desde la Montaña Lookout de Tennesse! ¡Que repique la libertad desde
cada pequeña colina y montaña de Misisipí! "De cada costado de la montaña,
que repique la libertad".
Cuando repique la
libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y
en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de
Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan
unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: "¡Libres
al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!"
Estuvo muy bien, es cierto, pero menos de 2 años
después, en febrero de 1965, no tan condescendiente como Luther King en su
lucha, era asesinado Malcolm X, o en abril de 1967 Muhammad Ali, tras negarse a
ser reclutado por el ejército, era privado de su licencia para boxear y su
título mundial de los heavyweights, o
en 1968, en los Juegos Olímpicos de México, Tommie Smith y John Carlos eran
maltratados por levantar su puño enguantado en negro,… manifestación todo ello
de la lucha del “black power” contra
el abuso blanco que, junto a cientos de miles de otros ejemplos que hoy
personifica George Floyd, asfixiado
-“I
can't breathe”, “No puedo
respirar”, gritó en el suelo- por la eterna brutalidad policial; Scorsese -“Es más fácil ir a prisión por apedrear a
un perro que por matar a un indio”-,
De Niro y DiCaprio, lo expresan, al parecer, muy bien en la película “Killers of the Flower Moon” que narra la
expulsión, poco después de la Proclama de
Emancipación de Lincoln, de los nativos osage
-sioux- de sus queridas tierras, para
ser confinados en el peor rincón de Oklahoma, hasta que en 1920, allí brotara
petróleo… y ya saben lo que pasó.
Vinicius,
con tu nombre de patricio romano, no olvides lo último que Bob Marley dijo a su
hijo Ziggy, instantes antes de morir: “El
dinero no puede comprar la vida”, no dejes, por favor, de jugar al fútbol
y, si me necesitas sin condiciones, cuenta conmigo, pero no nos escuches, sigue
fiel a tu lucha, somos mala gente, racistas.
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