231 Los domingos cavilar
Estuve -y seguiré estando- allí
Fernando Merodio
06/08/2022
“Ya no se puede ocultar que vivimos
un gigantesco fraude social, con gobiernos que nos mienten sistemáticamente y
hacen lo contrario de lo que prometen (...) El problema es de tal grado que su
solución ya no pasa por los trucos del sistema" (“Rodea el Congreso”)
“Vivir
es tomar partido (…) quien realmente vive no puede no ser ciudadano, no tomar
partido, pues la indiferencia es apatía, es parasitismo, es cobardía, no es
vida” (Antonio Gramsci “Odio a los
indiferentes”)
Con la
intención, que algunos miles pusimos en práctica, de “Rodear el Congreso” -y lo que había dentro-, el 25-S de 2012, hace ya casi 10 años,
estuve allí, junto a Neptuno, el hotel Palace, el museo Thyssen-Bonemisza,…, lejos de los
leones, que los diputados -con miedo- (man)tenían fuera, protegidos por policía
motorizada, enmascarada, con chatarra militar, parafernalia represiva y -vana-
intención de atemorizar, estuve incluso más lejos, por convicción, de “sus señorías”, llegado desde Santander a
las 8,00 -más de 4 horas de coche- con Miguel, atendiendo a una llamada que el abuso
de poder cada día más cierto, la cobardía general y el opresivo silencio de los
medios dotaron de la antigua vis atractiva de casi clandestina; esfuerzo que era
intención de no aceptar versiones interesadas y conocer de primera mano -en persona-
qué era aquello que intuía -hasta que vi a Pablo Iglesias, no con el resto, de
pie en una rotonda a la caza ya de palmadas y aplausos- el inicio de algo.
Estuve -y seguiré
estando- allí porque, pese a todo, sé la urgencia de desmontar el perverso mensaje
de que la crisis que -desde hace décadas- vivimos es severa, pero resoluble, más
dañino que el silencio, mientras el sistema se despeña y empieza a aplastar -como
siempre- a los más débiles y, explica Toni Negri, “habrá conflictos, enfrentamientos, violencias”, lo que exige apartar,
afines, a reaccionarios dañinos y rosáceos progresistas, pues nos explica
Rancière que la sabia Grecia, arrumbada hoy -como nosotros- en el basurero de
la historia, mostró que, si el demos, los sin poder piden rango solo hay
política cuando se gobierna sin intermediarios; tiempo convulso, peligroso,
fronterizo, que no mezcla bien con el silencio cómplice, tiempo que Zizek llama
“interesante” y exige firme acción
popular frente a quienes nos quieren como felpudos y manduca para el enemigo agónico,
capital, multinacionales, mercados, bancos,…, al que casi regalamos -a cambio
de migajas que arroja Yolanda- alienada fuerza de trabajo, mientras perdemos -a
chorros- derechos que ganaron otros mejores, libertad, sanidad, educación,
pensiones,…, algo que, pese a -o por- ser tan malo, hará rebrotar -añoro- el
viejo concepto de clase y ayudará a acabar con el consumidor individual,
materia-masa para retacar el muro que se derrumba; llegó el momento de enseñar
los dientes, explicar -si es preciso- con violencia, a gritos que no se sale
del caos generado por “ellos” con más
caos y menos derechos, inquirirles los porqués, exigir respuestas, reunirnos de
abajo arriba en permanente asamblea sin burocracia, rozarnos, expulsar a los
adoradores de los ricos que traen chucherías del consumo, promesas, molinos,
banderas de insolidarias identidades separadoras, desigualdad, himnos, guerras,…
denunciar, juzgar, castigar su dolo, la dantesca peste de un latrocinio que ni podemos
imaginar, asumir ya, de una vez, que somos muchos, más que “ellos” y, porque no somos tan ricos como
dicen, debemos abordar la turbadora tarea de replantear, alzar de nuevo todos,
como se debe, de abajo arriba, la política.
El
capitalismo, destilación de la reforma luterana, en especial del calvinismo que,
como el catolicismo, con esgrima metafísica justifica a quien se apropia de la
fuerza del trabajo ajeno y acumula riqueza, al otorgarle la etérea condición de
“predestinado”, une religión y dinero,
graba a sangre y fuego el pecado en nuestras afligidas mentes y nuestro código
genético, pero no puede ocultar que asistimos a la agonía del sistema que -solo-
aparentando igualdad en una parte del mundo, es guerra y hambre para el resto,…
y, al tiempo, del pastueño halo con que lo orlan los profetas del despilfarro,
incompatible con el contrato social y el Estado de Derecho, logros de la Ilustración
y la revolución francesa; frente a él, Enrico Berlinguer patrocinaba en 1977 “austeridad”, no como “política de nivelación tendente a la
indigencia”, sino con “finalidad de instaurar
la eficacia, la justicia, el orden y una nueva moralidad” y, como Antonio
Gramsci, encarcelado en 1921 por Mussolini y el fascio, declaraba “odio a los indiferentes”, pues “vivir es tomar partido” y “quien realmente vive no puede no ser
ciudadano, no tomar partido, pues la indiferencia es apatía, es parasitismo, es
cobardía, no es vida”.
En la cara
norte de la escalada de mi vida, seguiré empujando con quienes, desde casi la
clandestinidad, hace 10 años me convocaron a “rodear el Congreso” para “ocuparlo”,
pues, hoy más incluso que entonces, “la
situación supera los límites tolerables, somos víctimas de un ataque sin
precedentes que utiliza la crisis como excusa y nos arruina en beneficio de una
oligarquía intocable que, con la complicidad de la política parlamentaria,
usurpa los poderes del Estado para incrementar sus privilegios y enriquecerse
de modo ilícito” y, dado que, cada día más, “el problema es tal que su solución ya no pasa por los habituales trucos
del sistema”, se nos exige la radical -que vaya a la raíz del problema-
acción de disolver parlamento
y gobierno, convocar elecciones a una Asamblea que,
con participación de todos, elabore una nueva constitución, audite las cuentas
públicas, bloquee el pago de la pútrida deuda, reforme la legislación electoral
y fiscal, acabe con los privilegios -incluso los de los que decían “poder”- que embadurnan la política y,
esencial, reparta trabajo y salario con justicia mediante el control de los
medios de producción,…, o sea, ¡cambie el sistema!
Con la misma
crisis de diseño ad hoc de siempre, el
antropogénico caos climático, más visible, da argumentos reales para alarmarnos
como hacía Barry McGuire, en 1965, con “Eve
of destruction”, “¿No entiendes qué
te quiero decir? / ¿No sientes el mismo miedo que yo? / (…) / Mira a tu
alrededor, / Seguro que te asustas, chico / E intenta repetir, mi amigo, que /
No crees que estemos en vísperas de la destrucción”, un tiempo que, insisto,
Slavoj Zizek considera “interesante” y a gente como nosotros, la
“gens de rien”, los nadie, convoca a
abandonar la quietud suicida y empezar a hacer frente al poder venal y su –servil-
política que, cruel e hipnótica, nos zarandea y nos usa como cosas; ya es urgente
ejercitar la mente, arriesgarnos, pensar para dibujar y, a continuación,
construir un futuro que sea posible, pues lo actual conduce a la nada, al
vacío, a la aniquilación, no exigiendo un gran esfuerzo llegar a la convicción
de que es preciso “rodear” el Congreso
que ahora -cobrando mucho- ocupan, revueltos con los de siempre, incluso los
más “listos” de aquel primer 25-S.
Aunque, seguro, algunos ya lo hayan hecho, es urgente, imprescindible reflexionar seriamente al respecto, leer y pensar en ello y, tras concluir la reflexión ilustrada, ver que merece la pena, por nosotros, solo por nosotros, actuar con rigor bravo sabiendo que, es inevitable, como en las viejas revueltas revolucionarias, deberemos subvertir el espurio orden actual, con apoyo en la -hoy aletargada- voluntad emancipadora, que tan ajena (a)parece en nuestro viejo, ufano, “civilizado”, pobre mundo y, pese a que la propuesta contiene razones bastantes y la realidad circundante la dota de argumentos sobrados para seguirla, se argumentaría aún mejor y se fortalecería su lógica acción, leyendo -y releyendo- “El despertar de la historia”, de Alain Badiou, profundo filósofo marxista al que la grave urgencia del curso actual hizo escribir -más fácil- lo que alguien denominó “libro de combate” y yo veo como didáctico “panfleto (in)formativo”, que, entre otras muchas cosas, invita a no confundir, aunque los de siempre intenten engañarnos, la necesaria, urgente necesidad de actuar con fofas procesiones y desmovilizadoras convocatorias de mercantiles partidos “progresistas”, sindicatos burocráticos y asociaciones sufragadas, todos traidores, aferrándonos, si -humanos- tememos los riesgos que implica la acción de llevar a la práctica tal propuesta, a que tales riesgos son infinitamente inferiores a los derivados de no hacer nada. Estuve allí.
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