232 Los
domingos cavilar
14/08/2022
“¿Qué es un campo? ¿Cuál es su estructura jurídico-política, la que (lo) hizo posible (…)? (…) no (es) un simple hecho histórico o una anomalía del
pasado (…), sino, en algún modo, la matriz oculta (…) del espacio político en
que aún vivimos”. (Giorgio Agamben. “Medios
sin fin.”)
“Resistir no es solo negarse a aceptar la absurda imagen del mundo que
nos ofrecen, también denunciarla. Y cuando el infierno se denuncia desde
dentro, deja de ser infierno. (...) El carácter armado de los indígenas
zapatistas no molesta (un poco de plomo acabaría con su “imprudente” desafío),
(...) asusta que existan.”. (John Berger. “El tamaño de una
bolsa”)
La pasada semana
miraba hacia atrás cavilando sobre cuestiones básicas, actuales, dañinas para
mí… y para el resto, pese a que, lo tengo dicho, critican que me refiera a lo propio,
pues lo ven vacuo, narcisista, peligroso y, pese a que tienen algo de razón, lo
cierto es que hacerlo me ayuda -al menos- a desahogarme; hoy salgo de mí y
cavilo sobre Auschwitz -“no hace mucho,
no muy lejos”- y la idea de Agamben de que el lager, “eventualmente sigue
estando presente” y nos rodean los que, como sus kapos ´-prisioneros con autoridad sobre otros presos-, hacen de la maldad cotidiana el “sucio oficio de todos los días” que
denunció Primo Levi; cavilo sobre el campo de exterminio y la ficción -insisto,
ficción- motivadora del estado de excepción que, en interés de unos cuantos y
sin apoyo en Justicia o Derecho común, imponía una custodia protectora (en alemán Schutzhaft),
una actuación preventiva de interés -decían
que- general frente a algo concreto molesto para una facción que, al imponer una
cruel estructura jurídico-política, lograba que lo que ocurriera en el campo/lager, por ilegal, abusivo, incluso inhumano que fuera, pudiera y
debiera ser visto inteligible, legal, humano, un muy sencillo mecanismo egoísta,
cómodo para habilitar arbitrariedad ajena a la ley, permisiva de una iniquidad habitual
de apariencia aceptable, necesaria incluso, permisividad a la carta que usa la ignara
secta/pacto de aquí ahora, síntoma, al exprimir el funesto ras que facilitó la útil
alarma del Covid19 extirpando
derechos fundamentales, incluso carnales, y reprimiendo a quien no acata el ordeno
y mando de quienes pastorean a los codiciosos que -ayer- decían “poder” y a la “progresía” reaccionaria que, con decretos-leyes, nos machaca, evita
legislar y crea dañina inseguridad jurídica, agravada al recomendar una
arbitraria interpretación “flexible”.
A partir de una situación
similar, Giorgio Agamben, filósofo, afirma que el análisis del riesgo de
exterminio, para ser serio, no debe limitarse al estado de excepción extremo, campo
de concentración, lager y, para ello,
crea el concepto genérico de “campo,
que no es solo “el lugar en que se ha
desarrollado la más absoluta conditio inhumana”, sino la “matriz oculta” que lo posibilita, con
la norma actual, en “el espacio político
en que vivimos”, descrito como “espacio
que se abre cuando el estado de excepción se convierte en regla”, de lo que
son ejemplos Auschwitz, Guantánamo, Yugoslavia, el gulag, el terrorismo de Estado,…,
o, difusos, “la útil alarma del Covid19”,
la generación de energía, la inflación canalla y más daños que, antes de
Agamben, valoró Primo Levi tras sufrir lo extremo en Auschwitz, afirmando desde
convicciones personales vividas que en el origen de la barbarie está la idea de
que quien piensa distinto es extranjero, enemigo de nuestros privilegios y, a partir de ello, el lager es “producto de un concepto del mundo llevado
a sus últimas consecuencias con una coherencia rigurosa”, advirtiendo que “mientras
el concepto subsista, las consecuencias amenazan”.
Michel Foucault y
Octavio Paz, entre otros, explican que la opresión se ejerce hoy desde el
lenguaje perverso del capital, manoseado por el odioso poder mediático, del que
dice Chomsky que, usada por sus propietarios, “su propaganda es a la democracia lo que la cachiporra al estado
totalitario”, un poder espurio -que dicen libertad de expresión e
información- robado por unos pocos para crear una forma suave, moderna, aceptada
del lager, sin la explícita violencia
nazional-socialista pero anuncio de algo peor, peligrosa, extensa, con codazos para
cobrar los represivos sueldos de kapo
y la evidencia de que, hoy igual que entonces lo describió Primo Levi, quienes sufren
la experiencia cruel, callan o hablan de ella, guardando silencio por el serio
malestar que Levi llamaba “vergüenza”
-hoy controlado por el imperio de los media
que define, arbitrario, lo vergonzoso o, por contra, lo decoroso, noble- o
hablando pese al dolor que causa, sabiendo que la herida de lo vivido, por malo
que haya sido, les trasciende y narrar su causa es relevante para el futuro del
resto, siendo inteligente ejemplo, en 1938, la sabia advertencia de Brecht en ”Primavera” (“Poemas del lugar y la circunstancia”), avisando que “Al gorjeo de los estorninos / se mezcla el
trueno lejano / de los cañones de las maniobras navales / del Tercer Reich”.
John Berger, marxista experto en arte, autor de “Puerca tierra”, primera parte de la trilogía “De sus fatigas”, en otro hermoso, sensible, muy estimable libro, se
(pre)ocupa analizando lo que, críptico, llama “El tamaño de una bolsa” y, para lectores ansiosos, ya en su
contraportada aclara que “la bolsa en
cuestión es una pequeña bolsa de resistentes” que “se forma cuando dos o
más personas se ponen de acuerdo y se unen” para hablar de cosas
importantes, del poder, de historia, de arte, de sexo, de la vida,..., “intercambio que refuerza inesperadamente la
convicción de que lo que está sucediendo hoy en el mundo es perverso y las
explicaciones que se nos suelen ofrecer al respecto son un montón de mentiras”,
enfatizando que escribe -motivos le sobran- con la “mayor sensación de urgencia” y, para captar resistentes, reflexiona,
escribe/dialoga sobre cuestiones diversas de apariencia hermética, sugerentes
pienso, sobre Miquel Barceló y las ausencias de la verdadera pintura, Miguel Ángel
y lo opuesto a un nacimiento, Rembrandt y los abrazos, Van Gogh, su corta vida
y el riesgo de perderse, Brancusi y sus “besos”, ¡cuánta verdad vivida en el
sugerente, monolítico y áspero “beso”
de su tumba en Montparnasse!, Frida Kahlo y su aventura amorosa con Trotski,
Diego Rivera y el comunismo, “Viva La
Vida”, último cuadro de Frida,…; lucha contra la gran derrota del mundo,
cruza ideas escritas con el subcomandante Marcos, explica que la del águila y
la garza, el campesino europeo que se resiste a ser absorbido y el indígena
latinoamericano rebelde a ser asesinado, la pausa en el vuelo de sus letras y la
resistencia armada de Marcos,… son reflexiones con apariencia hermética que, al
compartirse, hacen que la serpiente se estremezca en la caverna, tema por su
mañana, pues en la caverna no hay hombres, ni mujeres, ni inteligencia humana,
ni sexo libre y feliz, ni cultura que no controlen sus fundaciones sin
impuestos, ni águilas, ni garzas, ni campesinos, ni indígenas, ni poetas,..., hay
capital, ríos de dinero robado, inútil, improductivo, cuentas de resultados, absorciones,
fusiones, compras de otros, negocios delictivos, daño al resto, guerra,
desigualdad, paro, hambre,... y aquí ahora, está -de nuevo lengua perversa- la
alta tensión, turbinas gigantes, subestaciones,..., daño ambiental, destrucción
del futuro de nuestros hijos y, si llegaran, de los hijos y nietos de estos,…, caos
climático que llaman progreso.
La vieja y culta Europa se ha rendido a la caverna, las caducas
estructuras obreras, partidos, sindicatos, gobiernos,…, sumisas, gestionan
migajas e ineptas, se rinden al banco y sus siniestras hipotecas, el capital las
pasó por encima, las aplastó, laminó y al resto nos hizo convictos, sumisos
productores baratos y felices consumidores caros ¿La alternativa?, difícil, muy
difícil, Sartre y Hoederer, revolucionarios con las “manos sucias”, apuntan que “la
revolución no es asunto de mérito, sino de eficacia, y no hay cielo”, defienden
la militancia obligatoria, la inevitable oposición fines-medios, no el diálogo
sino la “reconciliación por
aniquilamiento del adversario”, hay que leer con calma a Berger o, para
empezar más suave, disfrutar de la lucidez de John Ford, que hizo cine y, ya viejo,
dijo que “una obra maestra es el
resultado de un trabajo colectivo, no un proyecto o intención”, pensar en
el águila y la garza, los campesinos europeos y los indígenas del mundo, las
palabras y las armas, el arte, el sexo, la serpiente y su caverna, decidir qué
queremos y, con prisa sin pausa, reunirnos, hablar, hacer crecer bolsas de
resistentes que alberguen esos pensares y quereres, ya es urgente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario