214 Los domingos cavilar
¿Qué
hacer?… con la energía (I)
Fernando Merodio
10/04/2022
“Sin teoría revolucionaria, no puede haber tampoco movimiento
revolucionario (…) Solo un partido dirigido por una teoría de vanguardia puede
cumplir su misión de combatiente de vanguardia” (Vladimir Ilich Ulianov,
Lenin. “¿Qué hacer?”
Que, por favor, a nadie asuste la cita, cavilemos sobre
ella y veamos si hay motivos para desacuerdo y temor y, si no los hay,
profundicemos, pues cuando circunstancias y hechos globales son tan peligrosos,
funestos para muchos como aquí ahora, el uso de la palabra y su civil puesta en
práctica no deben temerse, es modo de impedir que se consolide una perversa
manipulación por pocos, pues es hoy vital, urgente fatigarnos en pensar y
actuar con orden, unidos para evitar el atropello irreversible de la imposición
de reiteradas consignas por quienes usurpan los medios y convierten, por silenciamiento
del resto, la mentira en -falsa- verdad que afecta a asuntos vitales como lo
referido a los -que dicen- sostenibles, ecológicos, benéficos parques eólicos
que, desde el monopolio del poder, ahora quieren imponer, sin que debamos, sin
más, admitirlo, pues sus efectos tienen enjundia bastante para exigir el
esfuerzo de frenar el abusivo ritmo con que los pretenden implantar, para analizar,
reflexionar, contrastar si, como decimos algunos, el venerado eufemismo de llamarlos
parques oculta muy nocivos polígonos industriales que quieren ubicar, con saña,
donde más daño causan, cuñas del capital en lo comunal, agio abusivo en cuya
defensa, hace días, más irritado que “didáctico”,
el coordinador de clima y medio ambiente de El
País, ariete mediático que presiona para legitimar el fraude, nada
habituado a que se critique su modo de actuar desde el peligroso, “prestigioso”
medio que calla la lógica y experta acción cotidiana de los -cada día más- defensores
de un no rotundo, jurídico y práctico, al escarpado, egoísta, funesto modo de
generar energía eléctrica, preguntaba exigente al ciudadano afectado que soy inmediata
respuesta a una pregunta que él, parcial, vería abrumadora, desmovilizadora del
¡no! rotundo: si no queréis polígonos, ¿Qué
hacer?
Una pregunta que, antes de ser formulada, ya nos había obligado
a la fatigosa tarea de definir con objetividad -posible- el estado sociopolítico
del dilema de la energía, sus necesidades en calidad y cantidad y las opciones
más razonables en la ardua tarea de generarla en la cantidad precisa para las exigencias
reales previamente fijadas, tras poner todo en relación con los peligros que para
socio-economía, biodiversidad, riesgo climático… supondría errar en el cambio
de arquetipo en la generación energética, riesgo tan grave o mayor -a mí me lo parece-
con sus diferencias obvias, que el de decidir en los primeros años setenta del
pasado siglo de la España anegada por la claudicación de encogidos ante el
fascismo de Franco y Girón de Velasco, vivo el “caudillo” pero exangüe, una apasionante
etapa para quienes -una minoría como hoy- agitados buscaban algo mejor, ilusos ilusionados,
etapa de la que, entre otras cosas, recuerdo la arriesgada fatiga con que mi hermano
menor, psicoanalista serio que hace años nos dejaba, me traía de la URSS las Obras Escogidas de Vladimir Ilich
Ulianov, Lenin, tres sólidos, gruesos volúmenes de la soviética Editorial
Progreso, de cuyo examen recuerdo, además de su subversión, el cuerpo y rigor
de lo escrito, más admirable, si cabe, por la absorbente, peligrosa actividad que
en solo 54 años de vida, cortos y activos, desarrolló el bolchevique al que,
con lógica joven, dediqué un tiempo y leí, entre otros textos, el útil “¿Qué hacer?”, 1902, audaz réplica,
que él llamó “folleto”, a “problemas candentes” de entonces -y ahora-,
para explicar que, en aquel tiempo, la socialdemocracia -no lo de aquí ahora- había
vivido tres etapas y debía dar, un cuarto salto, largo, militante, marxista, para
responder a la pregunta, ¿Qué hacer?
Respuesta que, antes de nacer Dylan, estaba ya, por
supuesto, en el viento, clamor de Eolo al que el bolchevique añadió el “folleto” ¿Qué hacer?, abierto con una carta de Ferdinand Lasalle a Karl Marx
sobre la necesidad de organizarse de modo compacto, “depurado”, claro y con tamaño adecuado, en lo que Lenin llamó “vanguardia del proletariado” y, sabiendo
lo que quería, fijó lo que en 1902 -como ahora- fue eje central: carácter de la
agitación socio-política, necesidad de organizarse en modo combate y plan para hacerlo
extenso, cerrando -pienso- su dictamen 15 años más tarde, en su “Tesis de abril”, con conceptos ordenados
en un serio texto leído el 4 de abril de 1917 en el palacio Táuride,
Petrogrado, ideas que, inteligencia y práctica, tenía bien elaboradas: no
cooperar con un “gobierno provisional”
burgués, oponerse a la Gran Guerra que, como hoy, solo interesaba al capital, abolir
policía y ejército, inútil, cara burocracia estatal, transferir de capital,
zares, terratenientes, aristocracia,… al redefinido Estado de obreros, soldados
y campesinos, sus asambleas, cabildos, concejos, los sóviets, el control de la propiedad de los medios de producción,
tierras, fábricas,…, era la Revolución de
Octubre que, infectada por luchas entre bolcheviques y sóviets, quedó en algo peor que nada
Pasados más de 100 años, con Lenin momificado, alojado con su
¿Qué hacer? en la pirámide de la
-mal- llamada Plaza Roja de Moscú, todo es similar, casi igual a lo de cuando
él vivía, con la -misma- amenazante Gran Guerra -todo el mundo sabe que no solo
afecta a Ucrania- generada por la descarnada ambición de control burgués de territorio
y economía, identificada, amalgamada ahora con -como siempre- el dinero, el
capital que, además de territorio, quiere monopolizar la energía, gas, petróleo
o lo que sea, ¡pese a la evidente emergencia climática, emitamos CO2!, en medio
de risibles desplazamientos, sustituciones en las casillas que, los que controlan
la información de masas, atribuyen a buenos y malos y hacen que quien ayer era manso
y cándido hoy sea malvado y aciago o a la inversa, salvo los USA y -a su apocado,
encogido rebufo- la “democrática”
Europa, colonial-imperialismos respecto al resto del mundo, que siempre podrán
-intentar- engañarnos con “su” grotesco premio nobel de la paz.
Escribe Santiago Alba Rico, filósofo marxista español que “cuando los ingenuos y los hipócritas se
vuelven cínicos” y, tanto en bares y supermercados como en las redacciones
de los medios y en los gobiernos “se
aceptan los ‘límites de la realidad’” es que “el sol está a punto de ponerse y nosotros de apagar la luz”, muestra
de que la “defensa de los derechos
humanos era una ingenuidad” y “el
marco universal reglado surgido de la II Guerra Mundial una hipocresía”,
ingenuidad e hipocresía que han cerrado paso al realismo de identificar “la fuerza como motor -único- de la historia”, remitiéndonos a tres
recurrentes leyes históricas: 1) que “todo
lo que ha ocurrido una vez es posible, si no seguro, que vuelva a ocurrir más
veces”, citando pandemia y guerra y haciéndome añadir que no es repetición
sino evidencia de que naturaleza y abuso de la fuerza están siempre, sin irse,
ahí, 2) que “el saber es inolvidable y la
tecnología irreprimible”, si bien cierto uso del vehículo individual -o de
los polígonos industriales eólicos- es reprochable y el de la bomba atómica no
es democrático ni lógico, siendo riesgo real que “el capitalismo que realmente existe genere más ‘libertad’ que
‘democracia’”, debiendo saber todos que “la ‘libertad’ sin ‘democracia’ es solo libertad para la destrucción”,
explicación de la -injustamente- denostada pregunta “libertad, ¿para qué?”, con que Lenin respondía a Fernando de los
Ríos y su insolente -en el mejor caso- ingenua demanda de mayor “libertad” en aquella revolución y 3) que
“siempre habrá un individuo dispuesto a
hacer inevitable lo simplemente posible”, y añado yo que ayudado por el
interés del poder, pues cuando más compleja es -o parece- una estructura, de
menos personas depende su reproducción/modificación, imponiéndose la “maldad” personal a la “bondad” colectiva, haciendo que hoy
-casi- nada se pueda hacer “contra la
libertad de un lobby o de un autócrata”.
Es flagrante ejemplo de atropello de lobbys/autócratas el Real
Decreto-ley 6/2022 de la mercantil PSOE, que contra el Convenio de Aarhus, Directivas,
la Ley 27/2006, la 21/2013 y un largo etcétera de
esenciales normas, usa la “guerra de
Ucrania” para inconstitucional, delictivo escamotear la Evaluación de
Impacto Ambiental de ciclópeos campos fotovoltaicos y polígonos industriales
eólicos y, así, facilitarlos. (Continuará)
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