188 Los domingos
cavilar
Bla, Bla,
Bla
Fernando
Merodio
10/10/2021
“Reconstruir mejor, bla, bla, bla. Economía
verde, bla, bla, bla. Emisiones cero para el 2050, bla bla bla. Neutro para el
clima, bla, bla, bla. (…) Nuestras esperanzas y sueños se ahogan en sus palabras
y promesas vacías”. Greta Thunberg. Conferencia juvenil sobre el Clima de
la ONU. Milán. Setiembre 2021)
“Síntesis.- Nombre
femenino.- 2. Exposición
breve, escrita u oral, que a modo de resumen contiene un conjunto de ideas
fundamentales y relacionadas con un asunto o materia y que estaban dispersas.”
(Diccionario Oxford)
Greta
Thunberg, niña sueca, hoy ya 18 años, intuitiva activista contra la emergencia climática,
convive con el síndrome de Asperger que -dicen, ¡uf!, los científicos- afecta a
su neurodesarrollo, modificando su modo de comunicación e interacción social, generándola
un lenguaje fluido, una capacidad intelectual superior a la del resto, un interés
ilimitado y una preocupación inusual por actividades y hechos concretos, todo
lo cual concurre, en efecto y con tintes muy positivos, en Greta, en la que,
además, percibo una extraordinaria y gráfica capacidad de síntesis.
Ya en
2018 mostraba tan admirables hábitos protestando sola fuera del Sveriges Riksdag, parlamento sueco, con una
elemental pancarta de cartón blanco escrita a mano, “Skolstrej för klimatet”, “Huelga
escolar por el clima”, que definía y denunciaba ya entonces la muy
peligrosa subida de la temperatura, el calentamiento global al que, más tarde,
con una muy breve frase, daba clara solución, “Cambiar el sistema”, para, ahora, burlarse, invalidar, desmontar, recusar
la ciencia que sirve al capital y repetir mil veces la onomatopeya “bla”, parodiando y denunciando el
horrísono sonido que, igual en forma que en contenido, es el inútil modo de
hablar rebuscado, repetitivo, previsible de ciencia, capital y política, brillante
forma sinóptica, gráfica de denunciar, junto a su funesto daño, lo ofensiva que
puede llegar a ser la perversión del lenguaje.
Antonio
Guterres, secretario general de la -poco dudosa de radical- ONU, señalaba hace
días que “el mundo sigue un rumbo
catastrófico”, la lucha contra la emisión de gases efecto invernadero, GEI, “va en dirección equivocada” -¿equivocada?, pregunto-y nos lleva, dice
su panel de expertos, IPC, a una funesta subida de 2,7ºC -el ilógico, insuficiente
objetivo era 1,5ºC- en la temperatura mundial hasta fin de siglo, con pérdida
masiva de vidas pues, según el -tibio- informe oficial, el (in)cumplimiento de sus
pactos -engaño que usa el (ab)uso de esa cosa, para ellos útil, que dicen covid19- por los casi 200 países que firmaron
el inane Acuerdo de París, supone un
aumento del 16% en las emisiones de GEI
en 2030 sobre 2010, haciendo aún más urgente ser lógicos y decidir si creemos
que los políticos y las desleales Iberdrola
& Co van a “cambiar el sistema”
o si, radicales, deberemos callar, ya, su letal bla, bla, bla.
El
cinismo con que ahora intentan acallar a Greta Thunberg es, en especial,
llamativo y, así, por ejemplo el domingo, 26 de setiembre, publicaba El País una página de publicidad de su “hermana” -la cada día más insufrible- SER, con el lema “Hay voces que cambian el mundo”, en la que aparecían Martin Luther
King, Malala Yousafzai y, error que alguien pagará, la activa muchacha sueca,
cartel en que al día siguiente Greta era sustituida por Clara Campoamor, menos nociva,
más cómoda, sin duda, para el bla, bla, bla de los “progresistas” y quienes los financian.
Un
mínimo de atención y sentido común crítico -no es preciso ser Greta Thunberg-
nos permite comprobar cómo lo primero -y prácticamente lo único- que aprende el
político que disfruta la canonjía de su iglesia/secta/partido es a hablar… sin
decir nada y a vestir cada día más caro; aunque les produzca picores, oigan un
rato a Pedro Sánchez, Yolanda Díaz, Pablo Iglesias, Pablo Casado,… y verán que
nunca, nunca, nunca sus palabras, bien ordenadas según el canon político,
significan nada de nada; por el contrario, jóvenes de todo el mundo, “Friday for future”, están empezando a
hablar claro junto la púber sueca y, así, la ugandesa Vanessa Nakate anuncia
que “si seguimos maltratando el planeta,
la situación en África empeorará cada vez más” o Iván, de México, más
radical y político afirma que “no se
puede resolver la crisis climática si no se rompen todos los mecanismos de
opresión, comenzando por el capitalismo”, mientras aquí, Pedro Sánchez,
Yolanda Díaz y sus -cada día más numerosas- mujeres optan por, para que no se
enfade, no molestar al capital, usando como tapa-grietas -igual que en
Andalucía, hasta que fue imposible ocultar la realidad rampante- ridículas,
humillantes “peonadas”, votos
cautivos, en forma de “ingreso vital”,
“salario mínimo”, “ayuda cultural y para el alquiler” a los
jóvenes, o subir la pensión a los jubilados y el sueldo a -la nueva casta de-
los funcionarios; lo desarrolló muy bien Giuseppe Tomasi de Lampedusa en “El gatopardo”, “Se vogliamo che tutto rimanga como è, bisogna che tutto cambi”, “Si queremos que todo siga como está,
necesitamos que todo cambie”; sus discípulos, los “progresistas”, lo llevan a rajatabla.
De
todos modos, veo improbable lo que esos jóvenes dicen en Milán, que “el
cambio vendrá de las calles, de nosotros, no de las conferencias. La esperanza
no viene del bla-bla-bla de los políticos, ni de la falta de acción y las
promesas vacías. La esperanza somos nosotros, es cuando la gente se une para un
objetivo común. (…) Los ministros del mundo (…) tienen como solución para
nuestros problemas su bla-bla-bla (…). La crisis climática solo puede
empeorar y cuanto más esperemos peor
será”, soy más pesimista que ellos y , pese a sufrir también su hartazgo y cansancio
y saber -mucho antes que ellos- que “la
esperanza no es pasiva, no es bla-bla-bla, es decir la verdad, es actuar y
siempre viene de la gente”, dudo que el global de jóvenes, hábilmente manejado
por covid19 y otras cosas hasta acatar, bovinos, la mascarillas/bozal a todas
horas y en todo lugar, cambie esto.
Recita con precisión tan terrible bla, bla, bla
un rechoncho catalán, ministro de deporte, gordito decidido a llevar a la
práctica una estúpida teoría, “prefiero
equivocarme a no decidir”, El País,
06.10.2021, equivocándose mucho, lo que es en especial peligroso cuando lo que
él decide puede perjudicar a terceros y se hace contradiciendo, además, a Jorge
Luis Borges y su inteligente “no hables a
menos que puedas mejorar el silencio” o, aún más, al Ludwig Wittgenstein
exigente serio de que “de lo que no
podemos hablar debemos guardar silencio”, con lo que el injustificable,
reciente ministro, condescendiente con el egoísmo independentista por más
señas, y sus colegas del -injustificable también- gobierno, debieran reaccionar,
aunque lo dudo, como Jenócrates, discípulo de Platón, que se arrepintió “muchas veces de haber hablado; jamás de
haber callado”.
Que hay grados y gravedades en el bla, bla, bla
lo prueba el hecho de que, mientras en Francia la fiscalía nacional financiera
investiga, además de por indicios de daños medioambientales en la economía de
la actividad laboral pesquera, por corrupción en la irregular adjudicación a
una filial de Iberdrola, Ailes Marines, del polígono eólico marino de Saint-Brieuc, 496 Mw, aquí siguen
adelante con la tramitación del mamotreto industrial eólico El Escudo, plagado de ilegalidades, con
informes dolosos de la dirección general regional de medio ambiente y, por ello
y otras cosas, denunciado en los juzgados penales, al tiempo que Iberdrola España quiere nombrar
vicepresidente -para alargar la muy larga lista de ex-políticos con cargos en las
grandes compañías eléctricas- a Antonio Miguel Carmona, conocido ex-dirigente y
portavoz de la PSOE en el ayuntamiento de Madrid, al tiempo que, desde los
medios, nos intentan convencer de que lo hacen por sus méritos, pues la
relación entre partido y político es muy mala y aceptemos algo tan irreal y
bobo como que, masoquista, la eléctrica, regala el alto cargo para, solo, enfrentarse
a la PSOE.
Coda final preocupada.- Trato de echar a un
lado la seria zozobra que daña -nada menos que- a la viñeta de El Roto de hace unos días que reproduzco
más abajo, en que la titilante, mínima cerilla que pudiera querer identificarse
con El País, era la única luz “en un océano de oscuridad” y, agobiado, deseo
que la pequeña cerilla sea, para El Roto,
el bla, bla, bla en que ha quedado el potente foco que, 1972-1973 con El País, dijo intentar concebir gente
tan de orden, variopinta y dispar como Ortega Spottorno, Polanco, Cebrián,
Fraga, Castiella, Ruiz-Jiménez, Areilza, Laín Entralgo, Marías, Cabanillas, Tamames,…
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