191 Los domingos cavilar
¡Joder, qué tropa! 2
Fernando Merodio
31/10/2021
"Cuando el viento
sople por todos los lados, desde el Este, desde el Oeste / ¡Señor no quiero
morir en una tormenta!" (Dorothy Scarborough. Espiritual
negro en "El viento")
"Sí, señorita,
cuando salgo a buscar a un hombre regreso con él, vivo o muerto. Mientras yo
sea el sheriff de este condado, aquí no se bromea con la ley" (Dorothy
Scarborough "El viento")
Repito título y algún argumento de una
anterior cavilación, lo actual lo exige; Mariano Rajoy, inteligente con -muchos-
defectos tenía un nivel que echo en falta en los que hoy viven de la política
y, entre otras cosas, nos recordó la repetida frase que profirió el conde de
Romanones, 3 veces
presidente del gobierno con Alfonso XIII, también del senado y ministro en 17
ocasiones, siendo jefe del gabinete, justamente irritado con los miembros
de la Real Academia de la Lengua que, sondeados por él para decidir si aceptaba
o no la propuesta hecha de ser candidato a formar parte de la -dicen que- docta
institución, le garantizaron de modo casi unánime su voto pidiéndole que se presentase
para, tras hacerlo y recontar los votos obtenidos, mantener -dicen- una afligida
conversación con el compungido secretario que le informó: "Excelencia, tenemos malas noticias, no hemos salido", a lo que
él, perplejo, replicó, "Pues,
¿cuántos votos hemos tenido?", respondiéndole aquel, con un
imperceptible hilo de voz: "Ninguno,
excelencia", lo que provocó la irritada, atinada frase, que merece
mármol: "¡Joder, que tropa!".
Por fiarse de (des)leales.
Viene ello al pelo en medio de la tormenta
que padecemos, con fuerte viento que sopla de todos lados, desde el Este, desde
el Oeste, desde el Norte y desde el Sur, vendaval que hace estéril lo que,
siempre prudente, Joan Coscubiela -sin duda lastrado por no haber dejado en
ningún momento la política “profesional” y anegado por el independentismo que,
opresivo, le apura- aconseja en un reciente artículo -que no parece escrito con
pasión favorable- a la special guest star
de la cosa “progresista”, Yolanda
Díaz, recordando, con Séneca, que “sólo
se pueden aprovechar los vientos favorables si se sabe a qué puerto se quiere
llegar”, condición que, sumada a la castradora carencia de un viento
dominante, pienso que denigra a la mujer que dice querer impulsar “algo nuevo”, aunque la -que a mi me
parece- cada día más elegante Sra. Díaz no tiene la menor idea de “qué y cómo construirlo”, y olvida,
además, cómo es esencial en la fatiga política -de verdad- seria poner la
convicción del sheriff de un desértico, ventoso y polvoriento poblacho de Texas
al advertir que, mientras él ocupase el cargo, allí no se bromeaba con las
cosas serías, en especial con la ley.
Al hilo de la contundencia del sheriff,
repaso mi anterior cavilación sobre la (des)lealtad, término de origen latino,
“legalis”, “ser legal”, forma que cada uno tiene de “respetar la ley” genérica, cumplirla en su relación con aquellos
-pocos- de que te puedes fiar, entregados, cumplidores en especial cuando, “gratis et amore”, incluso sin que haya
dios, la circunstancia es adversa y llega a implicar riesgo de perder algo serio,
incluso vital, fieles a los compromisos escritos, de palabra u obra, a quién se
deben y a qué se debe hacer, hoy muy infrecuentes; y veo que me refería a cómo
lo de Romanones dañaba de modo grave privadas relaciones personales, pero hoy
sé que es mucho más grave lo que -aquí ahora- ocurre con lo público, donde, sin que nadie lo pida y -casi
siempre- sin ningún mérito que lo justifique, algunos se postulan para -a
cambio de un arbitrario, altísimo estipendio… más lo que les cuelgue- bloquear el
lógico ejercicio del poder político social con que -hay que- gestionar lo
común, de todos, dañando vidas y haciendas, de modo que, sin juicio y
formación, ni saber qué es, legislan y gobiernan con normas ad hoc, en favor de espurios intereses, siendo
en especial alarmante que quienes, impunes, tienen como misión juzgar lo hagan
solo avalados -lo que no es suficiente- por un hipotético conocimiento teórico de
la Ley.
Justificaría por sí solo todo ello, en efecto, que, como
Romanones, los ciudadanos gritásemos muy alto, para ser oídos e influir, ¡Joder, qué tropa!, pero es más grave y
merece un más alto y desgarrado grito la actitud que, con -muy escasas-
excepciones mantenemos todos ante el atropello que genera haber delegado en
unos cuantos necios avispados todo, ¡absolutamente todo!, el poder político -no
confundir con el de verdad que usurpa el dinero, el capital-, unos pocos que están
en las cúpulas trepas, ineptas y corruptas de empresas familiares que dicen
partidos/sindicatos -Coscubiela, no anti-sistema, escribía hace días que “el vínculo asociativo y estable propio de
los partidos tradicionales ha mutado a formas gaseosas y relaciones dominadas
por la lógica del mercado”, usurpando el importante, serio lugar de los
viejos, respetables y, para los más débiles, útiles partidos políticos y
sindicatos, delegación insensata que nos atrapa en una viscosa gestión de la
"cosa pública", en manos,
hoy, de una mimada, impune casta funcionarial, respecto a la que, pues no nos
rebelamos, deberíamos, al menos, denunciarla al grito de "¡Joder, qué tropa!".
Mientras al planeta Tierra lo amenaza -mucho más
que- un estrago antropogénico global y, aquí cerca, nuestros simpáticos vecinos
catalanes y vascos, un ejemplo potenciado por Sánchez, dialogante encargado de
la planta de señoras, disfrutan y abusan del resto, “progresistas” -canallas que define, preciso, Giorgio Agamben- se
limitan a firmar -¡saben firmar!- en el punto 3 de sus "Ejes prioritarios de actuación del gobierno",
escasos dos folios de lugar común buenista, sin el mínimo rubor, 19 palabras explicando
en qué consiste -para ellos textual- la urgente lucha contra el pavoroso
calentamiento global: "transición
ecológica justa, protección de nuestra biodiversidad y garantía de un trato digno a ¡los animales!",
sin usar siquiera una palabra que fije su -inexistente- política frente a los
causantes del cataclismo, humillando al resto al simular una nueva -y cara-
cumbre, ¡viva el espectáculo!, en Glasgow que, además, patrocina, ¡qué
vergüenza!, la cruel, criminal Iberdrola.
Lo cierto que es que, sin exagerar un ápice, la
expectativa es terrible, dantesca para cualquier actor/espectador algo atento y
no es preciso desarrollar cómo, mientras vivimos tal situación de emergencia
climática que -dicen- resolverán quienes la han causado, el G-20 y la
multinacionales asesinas, aquí asistimos a la -falsa- salida -ya veremos hacia
donde- a casi dos años de muy severos recortes de un gobierno -que dicen- “progresista”, abusivo, arbitrario, castrador
de libertades ciudadanas, que ha anulado toda posibilidad de imprescindible -y
ya antes mínima- acción política social, recortes que, inapelable, -hasta- el
Tribunal Constitucional ha dicho que vulneraron la Carta Magna, sin que
partidos, sindicatos, jueces, fiscales, medios de comunicación,… hayan
levantado la voz un momento, un decibelio,…, simplemente por aparentar,
preocupados -todos ellos- exclusivamente, que no nos engañen, por el enfermizo,
injustificado miedo, terror, pánico,… generado en torno a -exclusivamente- su
salud individual, ¿cuándo habrá estadísticas de verdad, serias?, llegando a
aplaudir, ¡no olvidaré esa vergüenza! a los sanitarios que cerraron las
consultas y no nos dejaban ni verlos y, peor aún, a la policía -siempre-
analfabeta que aplicó con saña, durante casi 2 años, la “ley mordaza” y la “reforma
laboral” de Rajoy, que el
gobierno más represor desde la transición -sinvergüenza, dice que- ahora va a
derogar, mientras el marxista Alberto Garzón, revolucionario, anuncia que “prohibirá la publicidad de dulces, galletas
y zumos dirigida a menores” ¡Problema urgente resuelto y que viva Marx!
Al tiempo, mientras la impresentable Ribera -la de
la transición ecológica- ha ido a Argel a
mendigar más gas con el que poder seguir incumpliendo todos los acuerdos de la
ONU y contaminando, al tiempo que hacer posible el escándalo de los anuncios de
ganancias salvajes para el Santander, BBV, Sabadell, Red Eléctrica, Iberdrola,
Microsoft, Google, Twiter, Indra, Repsol,…, y -supongo- poder además pagar la
subida del salario mínimo interprofesional, gran éxito -junto a los ERTE, que
veremos en qué acaban- de Yolanda Díaz, 15 euros al mes, 50 céntimos al día, ni
un viaje en el autobús municipal con tarjeta. Repito y me incluyo en el
reproche, ¡Joder, qué tropa!