184 Los domingos cavilar
De homofobia, machismo y comunismo
Fernando Merodio
12/09/2021
“La producción de hechos que ofenden la sana moral de nuestro país (…), justifica la adoptación de medidas para evitar su difusión. Las establecidas por la presente Ley, (…) que modifica los artículos 2º y 6º de la de Vagos y Maleantes, (…) no son (…) penas, sino medidas (…) con propósito de garantía colectiva y con la aspiración de corregir a sujetos caídos al más bajo nivel moral. No se trata de castigar, sino de proteger y reformar" (Ley 15 de julio de 1954 que modifica los artículos 2.° y 6.° de la Ley de Vagos y Maleantes, de 4 de agosto de 1933).
Inicio
esta cavilación aclarando que no soy activista lesbiana de color sino, por
contra, varón blanquísimo, heterosexual, no feminista a la moda, lector atento
de Marx, sin más taras físicas que las inevitables propias de mi senectud y
que, siendo así, me niego a pedir perdón por ello, pese a lo cual me alarma e
indigna -como muchas otras cosas de la “era
del progreso”- la llegada a saco desde siniestras, peligrosas redes
sociales de minorías tóxicas -animadas en los medios por capital y políticos- en
cuestiones tan humanas, admitidas como las formas del sexo, la homosexual por
ejemplo, o aspectos personales de las -que entiendo- placenteras relaciones de
pareja entre hombres y mujeres, y temo que, de seguir así, pierdan relevancia el
clima que amenaza borrarnos de la faz de la tierra, la desigualdad que genera
ese 1% cada día más rapaz, los molinos gigantes, líneas de alta tensión,
subestaciones enormes y pistas que, como actividad casi única, quieren llenar
de cicatrices el territorio o que se consolide la actividad política como
refugio de los canallas más ineptos, pues los de siempre están logrando que,
contra toda lógica, nos matemos unos a otros.
Para recuperar la historia, debemos recordar que la Ley de Vagos -¿qué diría Paul Lafargue, “El derecho a la pereza”, yerno de Marx?- y Maleantes, de 1933, pese a intervenir en ella Jiménez de Asúa, fue indefinición e inseguridad jurídica generada en la II República, preveía “reformatorios”, “sumisión a vigilancia de delegados”, “casas de templanza”, “establecimientos de trabajo”, …, ¡ay, la perversión del lenguaje!, y fue mínima base para regular una cierta parte de la represión franquista, que añadió la “homoxesualidad” -así aparece mal escrito en la modificación de 1954- hasta 1970 cuando, antes de irse, el sátrapa la sustituyó por la Ley de peligrosidad y rehabilitación social, que controlaba, además de a los de la “ley republicana” y los “homoxesuales”, a pornógrafos e inmigrantes ilegales, “sujetos caídos al más bajo nivel moral” y a los que el general bajito -¿se vería y oiría?- no quería castigar, solo “proteger y reformar”; Leyes, todas ellas, que no deben hacer olvidar la troncal Ley de 1 de marzo de 1940, sobre represión de la masonería y el comunismo, ésta sí nueva, franquista pura y dura, que mediante un Tribunal Espacial permitía condenas a muerta contra masones y, en especial, comunistas desalmados que defendían la propiedad común de los medios de producción y la inexistencia de las clases sociales, el mercado y el Estado.
La
Ley sobre peligrosidad y rehabilitación
social, 1970, -distinta a la que
reprimía el comunismo- no parecía preocupar y no fue derogada hasta finales de
1995, cuando el “reformador protector”
llevaba 20 años muerto, pese a que castigaba, además de la homosexualidad -con
la s y la x ya en su sitio-, actos tan habituales y tolerados como la
mendicidad, el vandalismo, el tráfico y consumo de drogas, la pornografía, la
prostitución, el proxenetismo, la inmigración ilegal o toda actividad que “los vigilantes” vieran moral o
socialmente peligrosa con hasta 5 años de cárcel o centro siquiátrico, sin aplicar
a ninguno de tales “peligrosos sociales"
el indulto de 1975 o la amnistía de 1976, aunque la Ley Orgánica 15/1999, de protección de datos, prohibió, magnánima, casi
en el siglo XXI, citar los nombres de los “reformados”,
¡uf, que alivio!
Tal
era la Ley -hasta 1954 “republicana”-
que vivió la conocida anécdota de que el conde de Romanones, que , al parecer, la
desarrolló reglamentariamente, dijera algo tan cierto como “Ustedes hagan la ley, que yo haré el
reglamento”, y que, a los 15 años de finalizar la (in)civil guerra, en 1954
incluía -repito- a los “homoxesuales”,
tal era la ignorancia iletrada del benefactor régimen que quería “protegernos”; entonces, yo ya tenía 8
años y, a partir de ahí, (de)crecí hasta los que -el cotilla que calcule- tengo
ahora, conociendo desde niño, a varios “homoxesuales”,
alguno muy amigo, a los que entonces llamaba -machista, cierto- “maricas”, no “maricones” como hace ahora el “progresismo”,
y paternal -o paternalista- los veía distintos, me parecían -y eran- más
débiles, los apoyaba, por ejemplo frente al falangista, energúmeno profesor de
gimnasia que se burlaba de ellos y sus limitadas dotes -entonces, casi solo, me
fijaba en ese “defecto”- para el ejercicio físico enérgico, y ninguno de ellos sufrió
la hoy mal citada “Ley de vagos y
maleantes”; en los años 60 y 70, universidad, “mili”, no milicias, y PCE
clandestino, tuve camaradas -dirigentes y de los que más arriesgaban- y amigos
que no ocultaban sus gustos sexuales… y nuestro dios librara a nadie -salvo,
quizás, a algún anciano- de decir nada de ello, pese a que, sin saberlo, éramos
“casta del 78”, jóvenes con defectos
que, sin smartphone ni coche, nos citábamos en un lugar y hora y no fallábamos, huíamos de la
policía, no la aplaudíamos pues, entonces, no había “progresistas” ni “feministas”
subvencionados que nos “protegieran”
de la Ley contra el comunismo, pero no éramos tan egoístas y crueles como muchos
ahora.
Desazona
que un joven homosexual azorado -y muy mal aconsejado-, en lugar de enfrentarse
a su problema personal, haya querido evitar que una relación masoquista
consentida destruyera su relación de pareja ocultándose -y ello preocupa aún
más- tras la dañina mentira que propicia el trato -en el peor sentido- “político” que, aquí ahora, dan -el “mercantil progresismo” y seres tan poca
cosa, siniestros, misteriosamente llegados como Montero, Belarra, Errejón, Echenique
o el “opinador” asalariado Iglesias- a ideas sensibles y serias como la de las
minorías o la rugosidad del natural -perpetuo y con cosas a corregir- roce entre
mujeres y hombres, que le facilitaron urdir -un rato y aventar con megáfonos
insanos- un homofóbico falso ataque…, con el que crearse un status opuesto al del “hombre” frente a “la mujer”, mitad mala de la población, privada de la constitucional
presunción de inocencia y obligada a demostrar, siempre, que no es culpable de
lo que le acusa la otra mitad ¿Cuántas injusticias habrá amparado tan insufrible
doctrina? Huyo de tales juicios, pero denuncio abusos rabiosos en los dos
únicos casos de que me he (pre)ocupado.
Es evidente el conflicto entre la filosofía de vida de quienes vivieron -y empujaron contra- el régimen franquista, aquellos comunistas, y quienes gestionan “esto”, mientras la flor y nata del “progresismo sistémico subvencionado” toma partido contra aquellos a quienes, regocijando a Sánchez, el huido Pablo Iglesias, hoy acogido -y pagado- por gente dispar como la SER o el millonario entrista independentista Roures, llamó “casta del 78” y, al tener que repartir miles de millones que -aunque dicen de Europa- son de todos, gente tan bien tratada como Muñoz Molina, hermético, advierte en El País que “hay que tener mucho cuidado con lamentar la pérdida de virtudes que existieron en el pasado”, “cuidado con el pasado, con la nostalgia” mientras Ignacio Sánchez-Cuenca, más joven, obvio y agrio, descalifica -en El País también, ¿dónde si no?- a las que llama “élites enfurruñadas de la Transición”, culpables según él de que, ahora, no haya reformas, avinagrada crítica que supongo no dirigida contra Fraga, UCD, los parvenues de la PSOE impulsada por la CIA y la socialdemocracia corrupta de Willy Brandt,…, ni contra los oportunistas de nombre femenino y color morado, sino contra los marxistas, comunistas que aún alienten la “filosofía de vida” de la lucha contra Franco e intenten traer otra cosa, otra política ajena a la de Iberdrola, el Santander,… y se enfrenten al corrupto Sánchez que sabe, cómo el joven Tancredi explicó a su tío Fabrizio, que “si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie” e intenta enfrentar a los iguales, hombres contra mujeres, “homos” contra “heteros”, catalanes y vascos contra madrileños,…, tratando de borrar la evidencia de que solo con el trueno de la razón en marcha y la unión de todos lograremos impedir que los de siempre nos continúen imponiendo deberes sociales sin derechos.
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