domingo, 5 de septiembre de 2021

183 Los domingos, cavilar De la servidumbre voluntaria Fernando Merodio 05/09/2021

 183 Los domingos, cavilar

De la servidumbre voluntaria

Fernando Merodio

05/09/2021

"Que hasta los bueyes gimen bajo el yugo, y los pájaros se lamentan en la jaula (...) Y puesto que hasta los animales destinados al servicio del hombre no pueden acostumbrarse a la esclavitud, (…), ¿qué fatalidad pues ha podido desnaturalizar al hombre, único nacido para vivir libremente, hasta el punto de borrarle de la memoria la dignidad de su ser primitivo y el deseo de recobrarlo" (Étienne de la Boètie, "Discurso de la servidumbre voluntaria")

EL ROTO 01/09/2021

Un observador medio se alarmaría al ver cómo los españoles -bueno, quizás solo un 98,7% de ellos- son sumisas víctimas -igual que cuando el dictador Franco- de los efectos no sanitarios de una muy -bien e intensamente- publicitada pandemia, que ha provocado como síntoma esencial la preocupante, castradora, fácil tendencia de ese 98,7% a convivir -siervo voluntario, insisto, como cuando Franco- con los mil abusos que simplemente convienen a los políticos, medios y, en especial, al poder real.

Étienne de La Boètie, 1530-1563, vivió 33 años y murió por la peste, gran amigo de Montaigne, alto funcionario jurídico, fue precursor de la resistencia no violenta y la desobediencia civil en tiempos duros, autor en 1548, con 18 años, de los quince folios del Discurso de la servidumbre voluntaria o Contra uno que, 25 años después de su muerte, pudo publicar Montaigne, advertencia moral frente al tirano y, más aun, frente a quienes, a su sombra, le sirven, un Discurso en el que osa pensar por sí mismo, cuestionar conformismo y obediencia, asumir, con todos los riesgos, ser dueño de sus actos y equivocaciones, evidenciar cómo multitud de seres de apariencia inteligente, sin explicación lógica, se someten al déspota; La Boètie identificó el arcano, lo abrió y cerró sin diferenciar el poder legítimo del ilegítimo ni, por fortuna, aportar soluciones, por lo que conviene leerlo y, tras ello, valorar lo nuestro de hoy.

Desde 1939, tras el conflicto (in)civil de las muchísimas víctimas y hasta morir en la cama en 1975, mandó en nosotros un tal Francisco Franco, general dictador bajito, barrigón de voz atiplada que, con un  ejército golpista y -además- servil, ganó una guerra; coexistí con él 30 años y, estricto, digo que abusó de fuerza para imponer leyes injustas que españoles obedientes -incluidos catalanes y vascos- avalaron; buen ejemplo de la servidumbre voluntaria que diseccionó La Boètie, más grata para unos que para otros y -dicen que- corolario del miedo, pues es cierto que, mientras el tirano vivió, solo unos pocos, casi todos comunistas, le hicieron  frente. 

Muerto el perro sin que se hubiera acabado con la rabia ni aceptado algo tan simple como respetar el contrato social y valorar la ley, se aprobó una Constitución -dicen que- democrática, se revivieron partidos, viejos y nuevos, hoy descapitalizados de ideas y convertidos en sociedades mercantiles con telegénicas gerencias sin cualificar que, pasado medio siglo, consideran conveniente -para ellas- volver a hablar del general que tiranizó siervos voluntarios, al que la PSOE, tras haber estado desde 1939 -o quizás antes- hasta 1975 de vacaciones silentes, hoy revitaliza, apoyado por los insolventes que, tras lucrarse de ella -como ahora a costa nuestra- traicionaron la idea del movimiento emancipador en América Latina y sufriendo, al tiempo, la extorsión siempre insana de la codicia independentista, más hostil que nunca, un trío al que, con su torpe e inasumible -nueva/vieja- lógica, solo se opone, simplemente para sustituirlo, una poco aconsejable derecha, pues, si aún hoy existe, el marxismo, que fue obsesión víric y oposición casi única al sátrapa, permanece silente, de perfil ante la historia.

 El comisario Croce, creación de Ricardo Piglia, dice algo tan exacto como que "el horror y la idiotez reinan en el mundo", medio en el que el cimbrear intrigante de Pedro Sánchez, ¡gran jefe de planta!, finge derrotar a Franco con fraudes de ley y normas tan infames -casi- como las de aquel, olvidando que la batalla ideológica solo la ganarán, unidos, pueblo y Estado de Derecho, luchadores honestos y buenas normas, nunca por el fácil atajo de los desbocados Decretos ley ad hoc; quizás fatuo, cavilo sobre lo que habría que hacer, pero por respeto a los pocos que lucharon contra el tirano los 40 difíciles años de gremial servidumbre voluntaria, desprecio que la mercantil PSOE, vendedora de crecepelo entre restos de naufragio, unida a penenes del oportunista huido Iglesias y al independentismo hostil hayan levantado de nuevo, cada uno con sus oscuros fines, la pétrea losa que cubría los restos del hoy poco peligroso sátrapa, para dar -otro mal- carpetazo a una parte tan indigna de nuestra reciente historia.

Los indignantes ejemplos de nuestra pandémica, actual servidumbre voluntaria que, leído La Boètie, basaríamos en el miedo que enquistó el franquismo en el grupo, dan titulares de opiniones oportunistas en los más diversos ámbitos, como “Vacunarse es una obligación cívica y solidaria”, defendido en El País, neoliberal/progresista biblia, por Martín Pallín, octogenario largo, magistrado emérito y ex-fiscal del Tribunal Supremo que, mientras estuvo activo, no fue ejemplo para nada y, hoy -tan mal- apoya su inquisitorial tesis de vacunarse porque sí, servidumbre voluntaria, en algo tan pueril como que, según la constitución, todos tenemos “derecho a la vida”, “a la integridad física y moral” y a la “protección de la salud” y es el poder público quien “organiza y tutela la salud -también- pública”, derechos garantizados en igual  -inexistente- forma práctica que la libertad, seguridad, honor, intimidad, trabajo, salario y vivienda digna,… para todos, sin olvidarnos de lo de expresarse, relacionarse, asociarse,…, claramente pisoteado por las vacunas, mascarilla/bozales,… impunes que -dicen- garantizan salud pública y vida, (pre)ocupación del octogenario Pallín que, para colmo, basa sus triviales razones jurídicas en el oscilante “saber” de poco fiables expertos asalariados de multinacionales médicas/farmacéuticas, cuyo lucro -lo siento y pienso- defienden.

Idénticos vanos argumentos usa López Garrido, que huyó con votos -y, también, sueldo y cargo- comunistas para trepar -él- en la PSOE y hoy ser vicepresidente de la Fundación Alternativas, trituradora ideológica desde la que, siervo de sus jefes, intenta desacreditar la sentencia que declaró inconstitucional el decreto de alarma -que debió ser de excepción- en base, como Pallín, al sacrosanto cajón de sastre en que el progresismo, dúctil y maleable, convierte el -por todos apreciado- “derecho a la vida” y, también en El País, titula, inquisidor doctrinario, que “El constitucional se olvidó del derecho a la vida”, defendiendo, por encima de la estricta pulcritud al aplicar la norma, la colectiva “servidumbre voluntaria” que pretenden imponernos -corruptos- partidos.

No es fácil encontrar forma más gráfica de sumisión espontánea a lo que exigen  oportunismo y sucio poder que el impudor del capitán español que, parte de las tropas que perpetraron la vergonzosa evacuación de afganos en Kabul, nos insulta en el mismo medio con un titular contra lógica, ética, sentido común,…: “Nunca pensamos que tantas vidas iban a depender de nosotros”; si es que su profesión le recomendó, algún día, pensar, ¿qué pensaba el capitán que estaba haciendo allí?

Cavilo sobre la actual, dañina, real, irreversible emergencia del clima que agrede a diario a todo el mundo, a la desigualdad rampante, al abusivo poder del 1% que, desaforado, crece y, para animarnos a ser sus siervos voluntarios, anuncia más y más -dañino- crecimiento controlado por ellos, causa del daño actual, ahora adueñándose del territorio común con molinos gigantes y miles de placas, mientras la mayoría calla, el egoísmo lloriquea ¡aquí no! y, como siempre, solo unos pocos luchan por todos.

EL ROTO 02/09/2021

Coda optimista y advertencia.- Ha vuelto, tras sus vacaciones, la seriedad a El País con El Roto preguntando en un apocalíptico desierto: “Hola ¿Hay aún alguien ahí?”; vuelvo a él mientras releo -y animo a hacerlo- el Decreto de excomunión de Baruch de Spinoza, cumbre de la filosofía que, en 1656, tiempos muy peligrosos, osó no ser siervo voluntario… y decirlo, recibiendo una -muy actual- respuesta: “Ordenamos que nadie mantenga con él comunicación oral o escrita, que nadie le preste ningún favor, que nadie permanezca con él bajo el mismo techo o a menos de cuatro yardas, que nadie lea nada escrito o transcripto por él”, pero él, tenaz, construyó su sabio legado.

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