178 Los domingos
cavilar
Ya está aquí el fascismo
Fernando
Merodio
01/08/2021
"Estados Unidos ha vivido con la covid la
recesión más breve de la historia". "Google, Apple, Microsoft y Facebook tienen ahora más ingresos que nunca".
"El Santander gana 3.675 millones en
el primer semestre del año". "Repsol
vuelve a las ganancias". Etc., etc., etc. (Ayer mismo en toda la
prensa)
"Los países ricos extienden las limitaciones
a los no vacunados" (Primera página, a cuatro columnas de El País 29/07/2021)
Los países "ricos" tapan bocas y limitan derechos hasta hace días intocables
como el de reunión -hoy, nadie puede, de
facto, reunirse para decidir
asuntos serios y tomar decisiones sociales-, se reprime, se quiere aplastar al
individuo que disiente de la imposición, se señala y castiga -el viejo “cachorro” Revilla es adalid del
totalitario abuso- a los que no se vacunen una, dos, tres, infinitas veces, cuándo
y cómo sus multinacionales médicas digan, simulando inventar con el "certificado vacunal" algo que ideó
Herodes con la señal en las puertas y, hace un siglo, copió la estrella
amarilla de los nazis, al tiempo que, cuando peor dicen ir las cosas, la
plutocracia, los Botín, usurpadores del nombre de la ciudad más sumisa y contrabandistas
fallidos de arte, Amancio Ortega, Sánchez Galán, Imaz, Larry Page, Steve Jobs,
Bill Gates, Mark Zuckerberg,... se enriquecen sin pudor y aterrorizan al resto
con lo que dicen pandemia, dañan el medio ambiente, generan desigualdad,
inseguridad, paro,…, mientras reparten migajas a sus accionistas, adicta tropa silente
que facilita la tarea a quienes, en su sucio trabajo habitual de kapos de lager, imponen con cachiporra y multas la -antes tan denostada- hoy
muy usada y eficaz "ley mordaza".
Tal es, simplificada pero real, la
situación aquí hoy y un análisis marxista dice que eso es fascismo, una
dictadura apoyada en el miedo que el capitalismo, muy libre tras la caída del
muro de Berlín, impulsa desde un control absoluto de las riendas de la sociedad,
intentando evitar que el sistema descarrile estrepitosamente en la fase del
dominio mundial monopolístico, imperialista..., si bien con la tara de su armazón
imperial en rauda descomposición provocada por sus inhumanas contradicciones; evitar
esa caída es una difícil tarea que parece factible dado que no hay el menor
atisbo de movimiento obrero -UGT, requerida por el Tribunal de Cuentas para que
devuelva 9.745 millones de su “calificable”
gestión, ayudada por CC.00., de los ERE se esconde alegando, impúdica, que ello
la impediría llevar a cabo su “función constitucional”-
o de partidos serios, no sectas con (pre)ocupaciones mercantiles, siendo solo grupos
dispersos en lugares dañados e indefensos los que se enfrentan al caos que
genera el corrupto, injusto, enviciado capital, más envilecido con la forma de Estado
autoritaria, antimarxista, hasta antiliberal y, en especial, antidemocrática en
que nos pudo la eterna derecha y ahora nos empantana el “progresismo en retroceso”.
El fascismo que germina en tal situación se apoya, es obvio, en despreciar contrato
social y procedimiento, fenómeno propio de las democracias fallidas, con la
novedad de que, además de imponer el silencio a los ciudadanos como las tiranías
clásicas, canaliza las pasiones para levantar bloques irracionales en torno a
proyectos de exaltada identidad interna -aquí ahora el bichito y naciones
mínimas-, así que tan traído y llevado fascismo no es como una dictadura
predemocrática o militar, aunque también militarice, uniformice a la sociedad,
use armas y uniformes como fetiches y propicie aplausos cobardes, desde las
ventanas, de lejos, a quienes, armados con un inmoral poder vicario, reprimen
siguiendo órdenes, y se diferencia, también, del simple autoritarismo en que,
además, minimiza la vida privada, la reduce a "órgano de mera intermediación" y, frente a la pasividad que
impone el solo autoritario, exige participar como miembros de un deforme,
descerebrado, manipulado colectivo que, lejos de buscar una nueva vía. se
aferra al statu quo y marca claras
las diferencias respecto a cómo, a partir de 1945, consolidado Franco en el
poder, su España fue más católica que fascista y se apoyó en pilares clásicos,
iglesia, grandes terratenientes, ejército,..., a los que -manteniendo él todo el
control social- situó en el lugar de la cada día más débil Falange, abriendo
paso a un Estado que, al contrario del actual nuevo régimen, intervenía poco en
la economía o en la vida de la gente y prefería exigir, nada más y nada menos, -tal
como casi todos hicieron- que no se actuara, que se fuera pasivo.
Define al fascismo como forma de actuar en
política su obsesión por la decadencia de la comunidad -solo la suya- que dicen
humillada, una colectividad víctima a la que intentan compensar, ayudar con actos
de unidad, energía y pureza, actos en los que una base entregada, e incluso a
disgusto, colabora con el interés de la élite del capital, renuncia cómplice a
las libertades luchadas y persigue -usando violencia redentora, sin límite ético
o legal- objetivos de limpieza, uniformidad interna y, al tiempo, expansión...,
tal como lo que aquí -y en los otros lugares- hoy vemos.
Quizás el mejor modo de analizar la idea base
del fascismo sea partir de sus actos, pero sabiendo que algunos de ellos ni
llegan a concretarse y, más que acciones razonadas, son sentires viscerales que
alguien llamó "pasiones
movilizadoras" y, en especial, definen un irracional sentimiento de
crisis opresora contra la que no quieren remedios tradicionales, pues dicen que
hay que enfrentarse a ella desde el irracional grupo monolítico, respecto al
que todo son deberes, pues el individuo -en la fase actual irreconocible tras
el bozal/mascarilla- está subordinando a la masa que analizó Elias Canetti, y mantiene
la certeza de que su grupo es siempre víctima, lo que justifica actuar -sin
límite legal o moral- contra el enemigo interno o externo, pues el miedo a la
decadencia tribal a causa de -supuestos- ataques siempre externos exige una red
de jefes naturales, inexplicados, en cuya cúspide haya -aún más inexplicado- un
caudillo -del que el protofascista, aventajado discípulo de Girón de Velasco,
Revilla es modelo- adornado por raras intuiciones mejores que la razón
abstracta universal, siendo la -que ellos ven- bella eficacia de la violencia y
la voluntad obsesiones que los llevan a buscar el éxito en grupo y el derecho
del pueblo -suyo- a dominar al resto sin limitación de leyes divinas o humanas
-aquí el ungido quiere incluso obligar a que, porque él lo dice, todo el mundo
se vacune y, como en sus añorados viejos tiempos, deambule por la calle con el
carnet en la boca- a partir de la superioridad del grupo o rebaño que ellos,
interesados obsesos, consideran atrapado en una lucha darwiniana.
El fascismo es perfectamente identificable aquí hoy -como en todos los países que se dicen democráticos, sin excluir a ninguno- siendo evidente que privar de libertades a grupos molestos o suprimir instituciones libres gusta al ciudadano-borrego-masa fiel a la opinión difundida-impuesta desde la cúspide y que, ahora, para tener buen status en el grupo no es preciso haber ganado una guerra o hecho una fatigosa "marcha" sobre alguna capital, bastando un hecho anodino para que el individuo incrustado en la masa tolere -incluso aliente- un trato inhumano, ilegal contra quien aquella designe como "enemigo" y los reflujos sociales dependerán, muchas veces, de una crisis más o menos grave pero, sobre todo, de la decisión de quienes -sin auctoritas- detentan el poder político -“estadistas” como Biden, Trump, Puttin, Johnson, Macrom, Berlusconi, López Obrador, Maduro, Ortega, Castillo,... y, más cerca, esos que, conociéndolos, soportamos- por lo que dar respuesta a este evidente fascismo, frenarlo no es fácil, ni hay interés en hacerlo, ni siquiera en evidenciar su existencia en público y denunciarlo, pues, entre otras razones, crece un ejército singular de “corporaciones” nuevas, “manos muertas”, burócratas/funcionarios, amigos, pensionistas,… que demandan para ellos derechos alejados del deber, cada día más y más poderosos y, como quien se enfrenta al fascismo que los crea y protege ataca sus prebendas, ello los hace peligrosos y es más cómodo dejar todo como está y enciscarse en divagar ignaros sobre lo que ocurrió hace casi 100 años, la (des)memoria histórica o el dictador muerto al que mientras vivió -salvo por unos pocos- fue, en el mejor de los casos, obedecido.
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