159 Los domingos, cavilar
Delitos
nuevos, muy graves
Fernando Merodio
21-03-2021
"El gobierno regional impulsará los proyectos eólicos de EDP en
Valdeolea, Valdeprado del Río y Campoo de Enmedio" (Miguel Ángel
Revilla. PRC. Presidente del gobierno de Cantabria).
"(...) confío en que la documentación presentada sirva para 'detener la
ejecución' del parque eólico Garma Blanca" (Gema Perojo. PRC.
Alcaldesa de Solórzano).
Con diferencia de horas, el Miguel Ángel Revilla que
partió de Girón de Velasco para llegar a factótum del PRC impulsaba la turbia
reunión de Marcano, Blanco, directores generales y -supongo que- algún guardia
de seguridad de industria y medio ambiente con una multinacional portuguesa,
capital chino, socia de Viesgo, y garantizaba
que "el gobierno regional impulsará
los proyectos eólicos de EDP en Valdeolea, Valdeprado y Campoo", al
tiempo que Gema Perojo, alcaldesa PRC
de Solórzano, y concejales de la zona y el partido reincidente en ilegalidad
lobbysta ofrecía, -poco fiable- "detener
la ejecución" -peligrosa coincidencia, ¡detener y ejecutar!- de unos aerogeneradores a los que, ¡vaya a
saber por qué!, los medios y el "¡aquí
no!", nimby, de algunos
vecinos ha puesto de moda entre los varios cientos de turbinas que nos quieren
implantar.
Regurgitan
que esto es una democracia y, lenguaje pervertido, no es cierto, se trata de
apariencia buscada que aconseja pensar, pues, tras acatar a un dictador y vivir
una transición que, salvo para algún comunista desnortado, fue pacto de
franquistas añejos con gentes que vivían apacibles con el dictador y un invento
trilero financiado por la CIA y la socialdemocracia alemana, a partir de lo que
estamos en caída libre a un fangoso muermo en crisis, mezclado ahora con la
útil, dañina pandemia, y quien busque libertad, igualdad, fraternidad,… en el pútrido
puré caldoso solo hallará lo que los pesimistas dicen bullshit, coloquialmente, pamplina, literalmente, mierda de toro, amasado
por las dos sabidas oligarquías, una política, que es burocracia mercantil con ignaras
cúpulas y, por encima, otra aun más oligárquica, la económica, el injusto poder
del dinero de -muy- pocos, dos cuadrillas frente a las que, como contrapeso
aparente, solo hay un falso respeto -formal- a la soberanía del pueblo, que ha
quedado en mínimo poso, el derecho al voto y las libertades formales… y gracias;
en eso hemos cuajado, injusto capitalismo sin freno y pervertidos vocablos vacíos
en manos de impresentables: democracia, progreso, progresismo, libertad,
liberalismo, mercado,...
EL ROTO 19-03-2021
Si
estuviéramos de acuerdo en que política es arte de vivir juntos, buscar el bien
de todos, y rastreáramos un camino hacia la libertad justa, que niegue la
sumisión a imposiciones ajenas y se oponga a todo título -de nacimiento, mayor
saber, religión, conquista,...- que legitime a nadie para imponerse al resto,
sería muy fácil convenir que meter en una urna un papel -que dan ya impreso-
para elegir cada cierto tiempo entre los que los oligarcas quieren no es
democracia; hace casi dos siglos escribía Marx algo que hoy resulta aún más
cierto, la igualdad de que nos hablan es mero interés mercantil, explotación de
unos por otros, desigualdad brutal entre el que vende su fuerza de trabajo y el
que se apropia de ella, egoísmo que trae hambre, paro, desigualdad,… que
intentan ocultar en la huera cáscara del consumo que satisface, dicen,
apetencias vitales y, por contra, exige producir más sin beneficio social; explica
Rancière que al identificar tal cosa con democracia se entierra toda crítica al
consumo insano y los nulos beneficios que la “sociedad opulenta” nos genera, convirtiendo al
consumidor en irracional creyente de que algo tan bobo como ser “capaz de expresar sus preferencias
electorales y sus placeres íntimos” le convierte en un demócrata.
La
bella desmesura de la democracia era evidente en Grecia (Las leyes, III), cuando entre los siete
títulos que habilitaban para gobernar, el más justo y de mayor autoridad era la
elección por el dios azar mediante sorteo, que era base de esa democracia como
modo de gobierno en el que no existía título alguno -repito, ni de nacimiento, saber,
religión, conquista,...- que legitimase el poder de uno sobre otro, diciendo
Rancière que la superioridad en democracia “no se basa en más principio que en la ausencia de superioridad”;
sabían los griegos que al tratar igual a competentes e incompetentes asumían un
riesgo, caer en manos de los más idiotas, pero evitaban otro mayor, ser gobernados
por “hombres hábiles para tomar el
poder con artimañas”, gobernantes corruptos, hoy evidentes, respecto
a los que los griegos, como los revolucionarios franceses y norteamericanos del
siglo XVIII sabían que para acceder al poder político no es exigible haber expresado,
previamente, la ambición de hacerlo.
Si
aspiramos a ser dignos, alejarnos de consensos instrumento trampa de oligarcas ajenos
a la política, en vez de votarlos usemos, con insistente dureza, los peleados
derechos de huelga, reunión, manifestación, asociación,..., que, ahora en lo
que dicen, gráficamente, “pandemia” -del
griego, “todo el pueblo”-, son derechos
que, para existir, exigen diaria práctica y dejar que gobiernos, patronal,
sindicatos, subvencionados,... sellen con el capital asesino la necrótica “paz social” a nuestras espaldas, contra la
que, al ser tan dañina para nuestros derechos, debemos asumir riesgos, haciendo
que suene el trueno de la razón en marcha que son los derechos como arma
democrática.
Los
aquí -se dicen- elegidos no son el “demos”, base democrática, lo son la “gens de rien” de Rancière, los “nada” de Galeano, los que saben que sólo hay libertad si cada uno influye en la
acción política y que la emancipación no vendrá de la mano de elecciones que no
deciden nada, ni constituciones, ni leyes y formas de gobernar con que los “elegidos” se blindan y perpetúan, ni de dividirnos
en grupos políticos, sociales, de género,... que con (i)lógica policial son fáciles de controlar, comprar, vender, premiar,
castigar,...; los “nada” solo nos
liberaremos al acceder a cotas de poder, al ejercer con pasión los derechos de
reunión, asociación, manifestación y huelga, al exprimir su jugo y generar
brotes de democracia, coraje, alegría salvaje; para crecer hay que perder
miedos, liberarse de mascarillas y atender al Mark Twain que decía que “cualquiera que haya agarrado a un toro por
los cuernos sabe cinco o seis cosas más que quien no lo ha hecho” y, para ello,
hay que empezar sabiendo que corrupción no es solo robar el dinero de todos, sino
más, como hacen aquí ahora, convertir los partidos, torpes, en agencias que
tratan al que paga y vota como a un memo.
En
el duro tranco que es en pasar del pensamiento osado al acto, Kiell Askildsen, noruego,
lúcido, nos avisa del mal mentor que suele ser el instinto de conservación, “instinto muy duro de roer que ha destrozado
muchas decisiones sensatas” y, pues Shakespeare dice en boca de Hamlet que
“la virtud no puede injertarse en nuestro
viejo tronco / sin que nos quede algún resabio”, sé que para regenerar -un
poco- el muy retorcido y añejo tronco de lo humano es preciso luchar, aferrarse
a Marx, nominar a los corruptos y darlos la espalda, usar el bisturí de la
venganza legal y no acudir, nunca nadie, al corrompido voto, abstenerse activos,
ser beligerantes.
En
Nuremberg, las justas ideas de un ucraniano y un polaco atormentados, Hersch
Lauterpracht, “el ser humano individual
(…) es la unidad última de todo el derecho”, The Law of Nations. The Law of Nature, and the Rights of Man, 1943,
tipificando los “crímenes contra la
Humanidad”, y Rafael Lemkin, polaco, “los
ataques a grupos nacionales, religiosos y étnicos deberían pasar a ser delitos
internacionales”, El dominio del Eje
en la Europa ocupada, 1944, al dar forma al “genocidio” como tipo delictivo, hicieron que, con Justicia, se
condenara a muerte por ahorcamiento, entre otros, a Hans Frank, jurista nazi,
gobernador general de Polonia, pero el mundo vuelve, ahora, al miedo a "genocidios locales" y a formas
ambientales de "crímenes contra la
Humanidad" que demandan -no exagero- un nuevo y -muy- serio derecho
penal ambiental que castigue duro el abuso, criminal en sentido estricto, del
capital, sus corporaciones, varias españolas, frene la emergencia climática que
aniquila la vida humana en el planeta y acabe, de una vez por todas, con eso
que tanto gusta a entes como M.A. Castañeda y El Delirio Montañés y denuncia, administrativista sabio, Tomás
Ramón Fernández al definir, alarmado, “el
progreso del cangrejo”.
EL ROTO 21-03-2021
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