domingo, 21 de febrero de 2021

155 Los domingos, cavilar Una pocilga Fernando Merodio 21/02/2021

 155 Los domingos, cavilar

Una pocilga

Fernando Merodio

21/02/2021

2. f. Coloq. Lugar hediondo y asqueroso” (Pocilga, de ‘porcile’. Diccionario de la RAE)

Un Estado en decadencia fomenta los nacionalismos; un Estado en buena ventura los desnutre y los reabsorbe(“Dos visiones de España”. José Ortega y Gasset. Debate parlamentario sobre el Estatut. Mayo 1932)

"Sé que es más difícil gobernar España ahora que hace cincuenta años y más difícil será gobernarla dentro de algunos". (Idem. Manuel Azaña Díaz)


La edición del tricentenario, actualización 2020, del Diccionario de la Real Academia de la lengua española recoge la palabra “pocilga”, en sentido coloquial, como un “lugar hediondo y asqueroso”, dando el mismo Diccionario a “hediondo”, entre otros, los sentidos de “que despide hedor”, “molesto, enfadoso e insufrible”, “sucio, repugnante y obsceno”, al tiempo que define “asqueroso” como algo o alguien “que causa asco, o repulsión moral y física”, por lo que cuando, en este caso y momento, cavilo sobre “una pocilga” lo hago, con repulsión y asco, pensando en un lugar, cuando menos, muy molesto, enfadoso, insufrible, sucio, repugnante y obsceno.

Leo, otra vez, con desasoseada urgencia, las intervenciones de Ortega y Gasset y Azaña, dos parlamentarios que obligan a avergonzarse de lo que ahora soportamos, en el debate previo a la aprobación por la mitificada Segunda República, en setiembre de 1932, del Estatut de Catalunya y veo que Ortega hermanaba el “nacionalismo particularista” con un vago sentimiento que hace que una colectividad pretenda vivir, lo adorne como lo adorne, mirándose el ombligo, quiera apartarse del resto con que cohabitó antes y ahora deambule buscando la ilusoria tierra prometida, obligando al filósofo a plantear la central, quejosa cuestión sin respuesta, “¿qué es eso de proponernos conminativamente que resolvamos de una vez para siempre y de raíz un problema, sin parar en las mientes de si ese problema, él por sí mismo, es soluble, soluble en esa forma radical y fulminante”, a la que él mismo responde hace casi 90 años, repito, diciendo que “el problema catalán, como todos los parejos (…) es un problema que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar”, cuestión frente a la que Azaña, también pensador pero más político y uncido a la conveniencia partidista, pretende embarcar a España en la inabordable tarea titánica de, casi nada, “enfrentarnos con la organización del Estado español de que venimos y rectificarlo en su estructura y en su funcionamiento, en sus fines y en sus medios”.

Azaña, insisto en que más político que Ortega, pretendía transformar el nacionalismo en mera cuestión de formas, en problema estrictamente político, mientras Ortega, más filósofo que Azaña, optimista bien informado que era criticado por una cierta tendencia jacobina, lo consideraba, con pesimismo, un problema irresoluble; el tiempo, los 8 años de República fallida y guerra (in)civil y los casi 40 de tolerada y silenciosa paz de necrópolis, travesía del desierto siguiendo a un pequeño, orondo y chillón flautista con espadón y fajín permite, en la situación actual, cavilar de modo similar al filósofo, llegar a ver irresoluble el problema, entender que hay propuestas que empeoran el conflicto y, al tiempo, recordar cómo, desde su mayoría presidencial de la República, Azaña ganaba el troncal debate y abordaba, para fracasar, la titánica tarea planteada a todos con inteligencia pero con muy poco o ningún rigor político… y sin solucionar nada.


EL ROTO 11/02/2021

Tras salir de la pesadilla que fue el nazionalismo enloquecido y triunfal del rechoncho chillón del fajín, ahora reverdecen, como cuando la República de Ortega y Azaña, "lo catalán", "lo vasco", "lo..." y el peñazo del "problema nacionalista" nos confina, de nuevo, en una pocilga en la que la forma en que lo tratan los "políticos" actuales, ¿dónde estarán los filósofos?, es amplio y evidente catálogo de la escasa, nula base ética, cultural, social,... en que se asientan sus erráticas, egoístas (faltas de) ideas, reducidas a un supremacismo incluso racista, asimilable en fondo y forma al nazional-sozialismo, el nazismo, con la fortuna para el resto de nosotros de que, sin su brutal fuerza, se reduce a inconexos gritos tribales que ellos dicen nacionalismo democrático, siendo un  núcleo duro de aprovechados y un resto, flotante alrededor, de cómodos lenguaraces implicados, con su mimético parloteo, en enfangar más la pocilga.

Todo ello recuerda las primeras escenas de la gran película, crepuscular western, Sin perdón/Unforgiven, en que Clint Eastwood, William Mummy, sanguinario forajido retirado, decían que regenerado, abandonado a su suerte en medio del salvaje oeste norteamericano, viudo solo ayudado por dos hijos, niño y niña pequeños, se revolcaba en el maloliente fangal de una pocilga adosada a su pequeña vivienda, en medio de la nada, afanándose en separar mugrientos cerdos enfermos de otros, mugrientos también, sanos, hasta que, cansado, delegó un día en sus hijos el cuidado de vivienda y pocilga, abandonó la tarea de inventariar cerdos, atendió a la permanente, emocionante, profunda llamada de lo salvaje, latente en la raza fiera y, a cambio de un dinero para él fácil, decidió ir a matar a unos vaqueros que, ignorantes y borrachos, habían marcado a cuchillo el cuerpo, herramienta y fuerza de trabajo de una prostituta para, tras concluir, no exento de heroísmo y belleza, tan justiciero y cómodo trabajo, regresar a su casa y pocilga y, con el dinero ganado y sus hijos, iniciar una nueva vida, mejor que la anterior, dicen.

Otra opción, más literaria si se quiere, de abandonar la pocilga en que nos confinan catalanes, vascos,… y políticos ignorantes, quebrando el Derecho, incluso lo humano con irreales debates sobre si es libertad de expresión el enaltecimiento del terror, ¿y el de la pederastia?, ¿y el de, ¡uf!, la violencia de género? hasta el infinito extremo, sin nadie preocupado por lo esencial, lo que afecta a la libertad, igualdad y fraternidad traídas por jóvenes revolucionarios franceses, lo que priva de todo sentido a marchar con quienes, trufados con odiosos populismos, dicen dirigirnos, obligándonos a ser, sobre todo, individuos, pequeños grupos que inventarían cerdos con la ilusión que Simbad el marino, sabio personaje del sabio oriente, definía como "aventura difícil de explicar, añadiendo gráfico que "una noche sin luna y sin estrellas, en medio de la oscuridad más cerrada del océano... ¡apareció un dragón que lanzaba inmensas bocanadas de humo" e iluminó, a quien supo, la sombría y triste sinrazón que es vivir.

Esperanza más real, asida a la política, ofrece el "Anti-Dühring" de Friedrich Engels, al ilusionarnos con que "(...) en todas partes subyace al poder político una función social y, a la larga, el poder político solo subsiste cuando ha cumplido la misma", ¿cuál será la de nuestros ineptos sátrapas?, una función que Marx relaciona con la "lucha de clases" y dice que solo concluirá al lograr una sociedad sin aquellas o, según Giorgio Agamben, cuando "Pueblo y pueblo coincidan y no haya ya, propiamente, pueblo alguno", confundidos el "Pueblo" que tanto -dicen- preocupa al egoísmo nazionalista, y el "pueblo" sujeto político constitutivo de la clase que, de hecho y derecho, se pretende -y logra- excluir de la política, haciendo que Walter Benjamin afirme que “la tradición de los oprimidos nos ha enseñado que el estado de excepción en que vivimos es la regla” y “debemos llegar a un concepto de historia que se corresponda con tal hecho”.

Si una sociedad, la española por ejemplo, soporta el egoísmo nazionalista, sus políticos hablan, ignaros, de negociar -¿qué?- con expoliadores desleales y tal caldo se cultiva por los nuevos bárbaros junto a anticonstitucionales leyes de (des)igualdad de género, que son regalo al lobby femenino, más del 50% de los electores, o elige que gobierne (¿) una turba que ni piensa en mejorar algo la desigualdad socio-laboral-económica, aplica la “ley mordaza” de Rajoy, define legal enaltecer todo terrorismo, no condena más violencia que el ruido cercano a sus lujosas viviendas, llama antifascistas a los burguesitos, alevines de incendiarios, destructores de, sea quien sea, el otro, iguala a golpistas presos o huidos de la ley con el exilio republicano,…, sin deber olvidar a su "oposición", nadie puede negar que, tal como la define la RAEL en su Diccionario, vivimos en una pocilga, algo que, inmisericorde, nos dice qué somos.


EL ROTO 18/02/2021


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