242 Los
domingos cavilar
Don’t let
the old man in / No dejes entrar al viejo
Fernando Merodio
23/10/2022
Con agradecimiento al amigo Roberto que, hace días, me lo recordaba.
“No dejes entrar al viejo, quisiera acabar
esto solo / No se lo dejaré a él, que está llamando a mi puerta. / Y supe toda
mi vida que algún día se acabaría. / Ve afuera, y no dejes entrar al hombre viejo” (“Don’t
let the old man in”. Toby Keith. “The
Mule”)
Dicen -y pudiera ser cierto- que el músico Toby Keith preguntó un día a Clint Eastwood, entonces de 88 años, por cómo se las arreglaba para ser, aún, tan activo, contestándole el actor con una frase “de película”: “Me levanto cada día y no dejo entrar al viejo”, sentencia que inspiró al autor country la canción “Don’t let the old man in” para “The Mule”, película que Eastwood iba rodar; parece también cierto que mantenernos activos, fuertes, capaces depende de nosotros mismos, de nuestra mente, actitud, inteligencia y que no es el DNI lo que nos marchita, sino la falta de interés por impedir la entrada en nuestra casa de ese hombre viejo que, paciente, nos aguarda ahí afuera con su carga de cansancio, “déjà vu” y “paraqués”, espíritu rancio, derrotas, envidias,…, ese hombre viejo que es nuestro ayer lleno de reproches, angustias, traumas, quejas y rencor, mucho rencor, todo ello útil para encubrir cobardía, dejadez, hastío, así que, en todo momento, pero sobre todo llegados a cierta edad, es bueno evitar que tan nocivo hombre viejo entre en nuestra casa.
Todos,
en especial quienes han vivido un mínimo, saben que lo del viejo es cierto y
que en su forma habitual más nuestra el hombre de la canción espera a cada uno
ahí afuera, paciente siempre, atento al mínimo gesto de debilidad nuestro, siendo
lamentable que, muchos, una triste mayoría, le ofrezcan su puerta abierta de
par en par y le pidan, por favor casi, que entre cuanto antes en su auxilio, tal
es nuestra débil y cómoda condición de siervos, que se degrada más incluso al
avanzar nuestra vida; ese hombre del que la canción dice que, “cuando el sube a su caballo, sientes su
frío, amargo aliento” transmutándose en lúgubre imagen de los cuatro bíblicos
“jinetes del Apocalipsis”, Guerra, Hambre, Peste y Muerte, que aparecen en los capítulos
finales de la Biblia para destruir amplias zonas del planeta y tan bien describe
Blasco Ibáñez, siéndoles perfectamente aplicable el estribillo de la pegadiza
canción que, inspirado por la vitalidad de Eastwood, compuso Keith: “No dejes entrar al viejo, quiero acabar esto
solo / No se lo dejaré a él, que está llamando a mi puerta. / Y supe toda mi
vida que algún día se acabaría, / Ve afuera, y no dejes entrar el hombre viejo”.
Hoy, influidos
investigadores de una universidad -cualquiera- becada por el siniestro capital identifican
con otras referencias tan aterradores jinetes, señalándonos con su influyente
dedo a la Superpoblación, tan densa
que pueda empeorar el entorno, la Globalización,
aumento continuo de la vinculación económica, tecnológica, política,… entre
estados, la Hiperconectividad de información
permanente, peligrosa y dirigista del ser humano mediante radio, tv, internet,
smartphone,… y la Concentración de las
cadenas de suministros, con cada vez más compañías en procesos de
integración como posibles riesgos de destrucción masiva, cuatro modernos
jinetes que posibilitan la manipulación global, de tal modo que la mangoneada
institución -dicen que- sabia, puede ser perfecta muestra de cómo el hombre
viejo que acosa puede tergiversar incluso algo tan serio como el calentamiento global o aterrorizar a esa
-gran- mayoría que le mantiene su puerta abierta con el pésimo holograma de una
pandemia; (ab)usando de la
superpoblación, globalización, hiperconectividad y concentración al servicio del
capital, llegando incluso el viejo apostado a nuestra puerta para asustarnos
desde la misma -u otra- universidad subvencionada a especular ahora que “la pandemia covid19 ha expuesto patologías críticas que acechan dentro del dinámico
sistema global del comercio, gobernanza y salud pública”, amenazando a los
millones y millones de cobardes que mantienen su puerta abierta con la
posibilidad de que “una pandemia puede
hacer metástasis en otros dominios vitales (…) y podría convertirse en una
catástrofe sin precedentes”, presentándola como la punta de un iceberg desprendido
en medio de un peligroso océano lleno de ellos y, sin duda, ha puesto allí quien
controla superpoblación, globalización, hiperconectividad y concentración
Pandemia -del griego pan, "todo", y demos, ‘pueblo’, ‘todo el pueblo’- es enfermedad infecciosa propagada en un área
geográficamente muy extensa, que afecta a un número muy elevado de personas; en
la historia de la humanidad,
ha habido diversas pandemias, siendo la más fatal registrada la de la peste negra, que, en el siglo XIV, con una población mundial entre 500 y 550 millones, causó de 75 a 200 millones
de muertes, calculen la proporción, o, más recientemente, en 1918, la -mal-
llamada gripe española, con unos 50
millones de víctimas entre una población de 1.900 millones, un muerto por cada
38 habitantes; si comparamos ambos casos con los -poco fiables, manipulados,
tendenciosos- datos de la covid19 propagados
por activos altavoces mediáticos del dañino “hombre viejo” para (man)tenernos bloqueados durante más de dos años,
vemos que en la mínima Cantabria de Revilla hubo, repito en dos años, 960
muertos, un 0,16%, uno cada 625 habitantes, en España 115.000 muertos, un 0,24%,
uno cada 411 habitantes y en el mundo 6.570.000 muertos, 0,08 %, uno cada 1.180
habitantes, ¿por qué tales diferencias?; que cada cual valore la -sucia- tarea que
cumplió ese concreto “hombre viejo”, como
le ha influido a él y si su miedo, ¡sí, su miedo!, justificó la pérdida de
tantos y tan fundamentales derechos como hemos sufrido, habiendo solamente
algunos que no compraron ni un solo tapabocas y, por supuesto, no se vacunaron,…
sin enfermar ellos, ni, por supuesto, contagiar a nadie.
Siempre hay un hombre viejo que, para aterrorizar al fácil,
se aposenta, espera ante su puerta y utiliza lo que las universidades subvencionadas,
arbitrarias llaman “principio de
precaución” y, sin base científica ni jurídica, simplemente es represión
pura y dura, privación de derechos fundamentales como la que hemos padecido
aquí durante más de dos años, un terrible daño social, difícil de reparar; ya
he dado más arriba los datos objetivos, que son los de sus -poco fiables-
estadísticas de algo tan manoseado como la -llamada- “pandemia”, que nos ha aterrorizado en nuestro pequeño, mínimo
territorio con 960 muertos en 2 años, un 0,16% de la población, un muerto cada
1.250 habitantes y año, que ha servido, manipulado por Sánchez y sus
monaguillos en el rito pagano del capital para convencer a muchos más asustados
de los ya antes decididos a dejar entrar en su casa al recusable, repulsivo
hombre viejo.
Frente a ellos, está esa minoría que, como Bertrand Russell o Eastwood, cierra a cal y canto su puerta al hombre viejo, personas
individuales que, como dice Cass Sunstein en “A Second Bill of Rights”, ejercen el compromiso social con los
derechos civiles para, como dijo Roosevelt el 11 de enero de 1944, en su “discurso del siglo”, “encontrarse libres de temores”, en una
sociedad con los derechos constitucionales seriamente sesgados a favor de un statu quo injusto que nos desiguala, jugando
cada uno su particular partida de ajedrez con la Muerte, como hizo el caballero
de Ingmar Bergman en el “El séptimo sello”,
tomando una posición “activista” que
parte del hecho de que, en el -que dicen- “mercado
libre” cualquier derecho cuesta dinero y, por ello, para tomarlo, hacerlo
nuestro deberemos pelearlo socialmente desde el colectivo, que debemos evitar
sea desmembrado por -igual- liberales o progresistas,
que, en su afán por desarticularnos socialmente. ahora llegan a proponer que
algo de cariz tan inocuo para el sistema como una comunidad de propietarios
deje de ser un colectivo y se convierta en tantas burbujas individuales como
vecinos, cada uno con su medidor de consumo de gas, intentando hacernos olvidar,
sin duda, que la combustión del gas a medir vierte emisiones contaminantes, de
CO2, NOx, SO2 o CH4 y ya saben….
Homenaje final a Johnny Cash, uno de los grandes, que cantó a los olvidados, al que propongo escuchar, ya sin su mujer, poco antes fallecida y junto a amigos en su última actuación,, con 71 años e insuficiencia respiratoria, sin dejar entrar al viejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario