sábado, 22 de octubre de 2022

242 Los domingos cavilar Don’t let the old man in / No dejes entrar al viejo Fernando Merodio 22/10/2022

242 Los domingos cavilar

Don’t let the old man in / No dejes entrar al viejo

Fernando Merodio

23/10/2022

Con agradecimiento al amigo Roberto que, hace días, me lo recordaba.

No dejes entrar al viejo, quisiera acabar esto solo / No se lo dejaré a él, que está llamando a mi puerta. / Y supe toda mi vida que algún día se acabaría. / Ve afuera, y no dejes entrar al hombre viejo” (“Don’t let the old man in”. Toby Keith. “The Mule”)

Dicen -y pudiera ser cierto- que el músico Toby Keith preguntó un día a Clint Eastwood, entonces de 88 años, por cómo se las arreglaba para ser, aún, tan activo, contestándole el actor con una frase “de película”: “Me levanto cada día y no dejo entrar al viejo”, sentencia que inspiró al autor country la canción “Don’t let the old man in” para “The Mule”, película que Eastwood iba rodar; parece también cierto que mantenernos activos, fuertes, capaces depende de nosotros mismos, de nuestra mente, actitud, inteligencia y que no es el DNI lo que nos marchita, sino la falta de interés por impedir la entrada en nuestra casa de ese hombre viejo que, paciente, nos aguarda ahí afuera con su carga de cansancio, “déjà vu” y “paraqués”, espíritu rancio, derrotas, envidias,…, ese hombre viejo que es nuestro ayer lleno de reproches, angustias, traumas, quejas y rencor, mucho rencor, todo ello útil para encubrir cobardía, dejadez, hastío, así que, en todo momento, pero sobre todo llegados a cierta edad, es bueno evitar que tan nocivo hombre viejo entre en nuestra casa.

¡No dejes entrar al viejo, idiota!

Todos, en especial quienes han vivido un mínimo, saben que lo del viejo es cierto y que en su forma habitual más nuestra el hombre de la canción espera a cada uno ahí afuera, paciente siempre, atento al mínimo gesto de debilidad nuestro, siendo lamentable que, muchos, una triste mayoría, le ofrezcan su puerta abierta de par en par y le pidan, por favor casi, que entre cuanto antes en su auxilio, tal es nuestra débil y cómoda condición de siervos, que se degrada más incluso al avanzar nuestra vida; ese hombre del que la canción dice que, “cuando el sube a su caballo, sientes su frío, amargo aliento” transmutándose en lúgubre imagen de los cuatro bíblicos “jinetes del Apocalipsis”, Guerra, Hambre, Peste y Muerte, que aparecen en los capítulos finales de la Biblia para destruir amplias zonas del planeta y tan bien describe Blasco Ibáñez, siéndoles perfectamente aplicable el estribillo de la pegadiza canción que, inspirado por la vitalidad de Eastwood, compuso Keith: “No dejes entrar al viejo, quiero acabar esto solo / No se lo dejaré a él, que está llamando a mi puerta. / Y supe toda mi vida que algún día se acabaría, / Ve afuera, y no dejes entrar el hombre viejo”.

Hoy, influidos investigadores de una universidad -cualquiera- becada por el siniestro capital identifican con otras referencias tan aterradores jinetes, señalándonos con su influyente dedo a la Superpoblación, tan densa que pueda empeorar el entorno, la Globalización, aumento continuo de la vinculación económica, tecnológica, política,… entre estados, la Hiperconectividad de información permanente, peligrosa y dirigista del ser humano mediante radio, tv, internet, smartphone,… y la Concentración de las cadenas de suministros, con cada vez más compañías en procesos de integración como posibles riesgos de destrucción masiva, cuatro modernos jinetes que posibilitan la manipulación global, de tal modo que la mangoneada institución -dicen que- sabia, puede ser perfecta muestra de cómo el hombre viejo que acosa puede tergiversar incluso algo tan serio como el calentamiento global o aterrorizar a esa -gran- mayoría que le mantiene su puerta abierta con el pésimo holograma de una pandemia; (ab)usando de la superpoblación, globalización, hiperconectividad y concentración al servicio del capital, llegando incluso el viejo apostado a nuestra puerta para asustarnos desde la misma -u otra- universidad subvencionada a especular ahora que “la pandemia covid19 ha expuesto patologías críticas que acechan dentro del dinámico sistema global del comercio, gobernanza y salud pública”, amenazando a los millones y millones de cobardes que mantienen su puerta abierta con la posibilidad de que “una pandemia puede hacer metástasis en otros dominios vitales (…) y podría convertirse en una catástrofe sin precedentes”, presentándola como la punta de un iceberg desprendido en medio de un peligroso océano lleno de ellos y, sin duda, ha puesto allí quien controla superpoblación, globalización, hiperconectividad y concentración

Pandemia -del griego pan, "todo", y demos, ‘pueblo’, ‘todo el pueblo’-​ es enfermedad infecciosa propagada en un área geográficamente muy extensa, que afecta a un número muy elevado de personas; en la historia de la humanidad, ha habido diversas pandemias, siendo la más fatal registrada la de la peste negra, que, en el siglo XIV,  con una población mundial entre 500 y 550 millones, causó de 75 a 200 millones de muertes, calculen la proporción,​ o, más recientemente, en 1918, la -mal- llamada gripe española, con unos 50 millones de víctimas entre una población de 1.900 millones, un muerto por cada 38 habitantes; si comparamos ambos casos con los -poco fiables, manipulados, tendenciosos- datos de la covid19 propagados por activos altavoces mediáticos del dañino “hombre viejo” para (man)tenernos bloqueados durante más de dos años, vemos que en la mínima Cantabria de Revilla hubo, repito en dos años, 960 muertos, un 0,16%, uno cada 625 habitantes, en España 115.000 muertos, un 0,24%, uno cada 411 habitantes y en el mundo 6.570.000 muertos, 0,08 %, uno cada 1.180 habitantes, ¿por qué tales diferencias?; que cada cual valore la -sucia- tarea que cumplió ese concreto “hombre viejo”, como le ha influido a él y si su miedo, ¡sí, su miedo!, justificó la pérdida de tantos y tan fundamentales derechos como hemos sufrido, habiendo solamente algunos que no compraron ni un solo tapabocas y, por supuesto, no se vacunaron,… sin enfermar ellos, ni, por supuesto, contagiar a nadie.

Siempre hay un hombre viejo que, para aterrorizar al fácil, se aposenta, espera ante su puerta y utiliza lo que las universidades subvencionadas, arbitrarias llaman “principio de precaución” y, sin base científica ni jurídica, simplemente es represión pura y dura, privación de derechos fundamentales como la que hemos padecido aquí durante más de dos años, un terrible daño social, difícil de reparar; ya he dado más arriba los datos objetivos, que son los de sus -poco fiables- estadísticas de algo tan manoseado como la -llamada- “pandemia”, que nos ha aterrorizado en nuestro pequeño, mínimo territorio con 960 muertos en 2 años, un 0,16% de la población, un muerto cada 1.250 habitantes y año, que ha servido, manipulado por Sánchez y sus monaguillos en el rito pagano del capital para convencer a muchos más asustados de los ya antes decididos a dejar entrar en su casa al recusable, repulsivo hombre viejo.

Seguridad EL ROTO 28/09/2022

Frente a ellos, está esa minoría que, como Bertrand Russell o Eastwood, cierra a cal y canto su puerta al hombre viejo, personas individuales que, como dice Cass Sunstein en “A Second Bill of Rights”, ejercen el compromiso social con los derechos civiles para, como dijo Roosevelt el 11 de enero de 1944, en su “discurso del siglo”, “encontrarse libres de temores”, en una sociedad con los derechos constitucionales seriamente sesgados a favor de un statu quo injusto que nos desiguala, jugando cada uno su particular partida de ajedrez con la Muerte, como hizo el caballero de Ingmar Bergman en el “El séptimo sello”, tomando una posición “activista” que parte del hecho de que, en el -que dicen- “mercado libre” cualquier derecho cuesta dinero y, por ello, para tomarlo, hacerlo nuestro deberemos pelearlo socialmente desde el colectivo, que debemos evitar sea desmembrado  por -igual- liberales o progresistas, que, en su afán por desarticularnos socialmente. ahora llegan a proponer que algo de cariz tan inocuo para el sistema como una comunidad de propietarios deje de ser un colectivo y se convierta en tantas burbujas individuales como vecinos, cada uno con su medidor de consumo de gas, intentando hacernos olvidar, sin duda, que la combustión del gas a medir vierte emisiones contaminantes, de CO2, NOx, SO2 o CH4 y ya saben….

Bertrand Russell sentado en el suelo con casi 90 años, protestando contra el hombre viejo

Homenaje final a Johnny Cash, uno de los grandes, que cantó a los olvidados, al que propongo escuchar, ya sin su mujer, poco antes fallecida y junto a amigos en su última actuación,, con 71 años e insuficiencia respiratoria, sin dejar entrar al viejo.

Johnny Cash marchándose y echando a patadas al hombre viejo

No hay comentarios:

Publicar un comentario