237 Los domingos cavilar
(y, por razones coyunturales, algún jueves)
Causas y causantes
Fernando Merodio
15/09/2022
“Causa causae
causa causati” o “Quicquid est causa causae,
est etiam causa causati” o, a veces, “quicquid
est causa causae, est etiam causa causorum” (Tommaso d’Aquino. “Quaestiones disputatae, 3.1)
“Cuando las consecuencias de la crisis
climática se vuelvan aún más dolorosamente evidentes, ¿estaremos aún a tiempo
de cambiar nuestro comportamiento?” (“El
mundo se tambalea“ Joschka Fischer)
Fue Tomás de Aquino, 1224-1274, Doctor Angélico, maestro de teología sistemática y enseñanza
escolástica, influido, entre otros, por Agustín de Hipona, Maimónides y Averroes
el que, empujado por el lúgubre inquisidor Raimundo de Peñafort, santo igual
que él, que implantó el ominoso tribunal
en Aragón y, para pasmo de todos, es actual patrón de los abogados, colegiados en
una corporación cuyo Consejo General fue creado en 1943, en medio de la cruel
represión franquista, por Falange Española y celebra alborozado cada onomástica
de quien, martillo de herejes, impulsó a Tomás a redactar su “Summa contra los gentiles”, apología de
la fe, autor del -en el peor sentido- tajante, inquisitorial principio jurídico
de la “causalidad eficiente” que, 9
siglos después, aún impone con saña que, eso sí, tras un juicio, aún rija la -medieval-
tesis divina que, en las peligrosas manos de cualquier poder, permite fijar
-imponiéndolo- quién es causa de la causa y, tras ello, exigirle responder de
las secuelas del daño -o místico mal- causado, todo ello, hoy recogido -sin propiciar
igualdad- en el seboso artículo 1902 del Código civil, cuna de indefinición e
inseguridad jurídica: “El que por acción
u omisión causa daño a otro,
interviniendo culpa o negligencia, está obligado a reparar el daño causado”,
cuestión quasi-metafísica del siglo XIII que -8 siglos más tarde y adobada con
mil distintas ideas- aún permite a todo poder definir, a diario, conceptos jurídicamente
tan peliagudos como qué acciones u omisiones del común mortal causan daño, quién
es su autor y, por ello, responsable, si actuó con negligencia o culpa y acabar
quemándole en una pira -ideológica- como cruel castigo.
Dando vueltas a tan peligrosa -y atractiva- “quaestion”, el pasado fin de semana leía
en dos biblias neoliberales, El País,
amenaza, inteligente, y El Delirio Montañés,
cutre mezcla de regionalismo y nacionalismo rancio, cómo, camino del caos
climático, se finge comenzar a caer del caballo y con la boca -muy- pequeña, no
se vaya a ofender quien los alimentan, reconocen que “el mundo se tambalea” y, según
Joschka Fischer, que fue activo y ruidoso líder de Los Verdes alemanes y, al tiempo, contradictorio vicecanciller con
la corrupta socialdemocracia de Gerhard Schröder, “cualquier respuesta realmente eficaz exigiría una ruptura del pasado y
una revisión sistémica de nuestras políticas” -lo que, más claro, Greta
Thunberg y otros dicen “cambiar el
sistema”… capitalista- y al tiempo emborronan que Europa está obligada a “reinventarse este invierno”, ¡ay, el
insostenible gas!, oscilando “entre el
pesimismo y la resignación”, al tiempo que Enric González, hijo del magnífico
Francisco González Ledesma, anuncia “el avance
de los autoritarismos”, pues, según Freedom
House, “la libertad lleva 16 años
cediendo posiciones”, al enfrentarsee a las más descarnadas autocracias
como al convivir con las “democracias
híbridas”, ¿hay, acaso, hoy otras?, llegando Noam Chomsky y Vihay Prashad, formalmente
más radicales, a titular que “¿’El
padrino? es inspiración para el imperialismo de EEUU”, pues “la actitud mafiosa con la que Washington
invade países se debe a su intención de proteger la propiedad, los privilegios
y el poder de sus élites dirigente y de sus aliados”, el sabido “sistema”
La situación es grave, muy grave, admitiéndose -incluso
por tal “sistema”- que el mundo se agita
por múltiples causas vinculadas, evidente y actual, a la -mala- influencia
humana -que no se combate- en el clima y sus funestas secuelas para todos,
haciendo que por ello -entre otros motivos- Europa -¿existe tal cosa?- sea
pesimista y, sin rubor, se pliegue a que -más o menos evidentes- autoritarismos
avancen apoyados en el descarado comportamiento mafioso de las élites políticas
y del capital, que aprovechan la tomista “causalidad
eficiente”, cajón de sastre -tanto y tan mal usado- del artículo 1902 de
nuestro viejo -de 24 de julio de 1889- Código civil, base sustancial de un -muy
poco- “ilustrado” contrato social, obligando
a formularnos, al pensar en ello, esenciales cuestiones para nuestro futuro y
el de la humanidad -o conjunto de todos los seres humanos-, sobre nuestra supervivencia
como especie: ¿cuál es la causa de tal situación?, ¿quién es el causante? ¿ha
actuado éste con culpa o negligencia? ¿qué castigo merece?,…, cuestiones que
conducen a la esencial que pone el cascabel al gato, ¿quién fijará tal castigo?
y, quizás, la final, ¿quién ejecutará la imprescindible condena en el -improbable-
caso de que fuera impuesta?
Ayudaría, sin duda, a dar respuesta eficaz, con la
urgencia que demandan tan serias preguntas que todos supiéramos -y, además, acatáramos-
de qué estamos hablando y, dejando de ser lo insensatos y cobardes que somos en
tan alarmante situación extrema, decidiéramos, de una vez por todas, como hace algunos
años hizo ya una niña sueca con síndrome de Asperger, ponernos a la, en el
sentido más digno, humana tarea de, “cambiar
-¡ya!- el sistema”, rebelarnos serios,
enérgicos, incluso violentos si fuera preciso, aplicar a los poderosos, con intimidatoria
dureza, el -tan mal usado contra los más débiles- artículo 1902 del Código
civil y su tan jurídicamente insegura “causalidad
eficiente”, para que, por fin, sea útil a todos y sirva para frenar el
deterioro planetario la quaestion resuelta
afirmando que “el que por acción u
omisión cause daño a otro, interviniendo
culpa o negligencia, esté obligado a reparar el daño causado” y, al ser tan
grave el daño, quienes lo han causado sean apartados de la toma de decisiones
sociales y les sea impuesto un serio castigo… por sinvergüenzas.
A partir de ello, para responder bien a lo que está
pasando y juzgar con Justicia a los reales culpables de la gran catástrofe sin
equivocarnos al identificarlos, como muestra perfecta de activo lar en que unos
cuantos listos cocinan la gran catástrofe es bueno analizar nuestro microcosmos
próximo tras leer, por ejemplo anteayer, 13 y martes, en la página 7 de El Delirio Montañés las mentiras de
siempre condensadas en un titular quimérico: “Una treintena de empresas y colectivos se une para impulsar el
desarrollo eólico en Cantabria”; reiterada monserga falsa del tenaz ruido mediático
amigo que acompaña al insoportable hedor del fracaso que -pues tan degenerados
e ineptos son- hace más de diez años impregna los reiterados, millonarios y
siempre ilegales intentos de destruir una importante parte esencial del mundo,
la rural, con alejados del lugar de consumo, insostenibles, innecesarios,
concentrados,… mastodónticos polígonos industriales eólicos, miles de turbinas
de 200 metros, cimentaciones, cancerígenas líneas de muy alta tensión,
subestaciones, pistas, hormigón, aluminio, acero, metales raros, fibras
diversas, plásticos,… , defendido, de nuevo, por el aquelarre de los mismos de
siempre, con la crispada mandíbula alta del eterno fracasado que es López
Marcano en el centro, el percutidor Valcarce, el “ecolojeta” Rubén Diego,…, obligado el primero a explicar qué hace en
tan -increíble y falsa- aglomeración de etéreas empresas eólicas e imaginarios “clusters” o concentraciones de ellas cuando aquí ni se atisba -una posible-
actividad legal eólica; la concertación público-privada de vagos ineptos en
torno a la miel del dinero de todos… que dicen de Europa es causa de la erosión
dañina de los cimientos sociales, siendo ellos los causantes de que cada día
sea más imposible la vida en este planeta, daño que en derecho penal -el que tipifica
y castiga el delito- se analiza a partir de la “teoría de la equivalencia de las condiciones”, que dice imputables
los hechos que cumplen el requisito sine
que non del resultado, principio formulado como “versari in re illicita respondeat etiam pro casu”, o sea que, en
caso de actuación irregular, ilegal, ilícita, los causantes responden de los
daños, incluso los imprevisibles, lo que hoy aquí, en el pequeño, mínimo
territorio que, pues le convino, segregó y tergiversa Revilla, demanda exigir ¡ya!
responsabilidades.
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