211 Los domingos cavilar
Asco
Fernando Merodio
23/03/2022
“La pequeña
población se halla en medio de una gran llanura (…) Comienza con pequeñas
chozas y termina con ellas. Al poco las
chozas son reemplazadas por casas. Empiezan las calles. Una discurre de norte a
sur; la otra de este a oeste” (Joseph Roth. Descripción de Lviv, Lemberg,
Lvov, Lwòw en “Judíos errantes” 1927
“Lauterpacht
nunca suscribió la idea de genocidio. (…), Lemkin temía que los proyectos
separados de proteger los derechos humanos individuales, por un lado, y
proteger a los grupos y prevenir el genocidio, por otro, estuvieran en
contradicción. Podría decirse que los dos hombres se han anulado mutuamente”
(Philippe Sands. “Calle Este-Oeste” “East West Street”)
La última sinrazón grave, la que hoy sufren
inocentes ucranios -y, sin duda, algún
ruso- me recuerda un libro de tamaño más bien pequeño, pasta dura, color
ladrillo pálido, con el título y nombre del autor troquelados en portada y
canto, Hambre, en noruego Sult, y Knut Hamsun, que no sé por qué
cogí de uno de las pilas en que mi padre -sin forma de biblioteca ordenada- amontonaba
sus -bastantes- libros leídos en los más inopinados lugares de -nuestra- casa,
mesitas de noche, suelo interior y techo de armarios de varios cuerpos, tras
las puertas de las habitaciones,…, lo ojeé -y aún me sorprendo- con 11 ó 12
años, en los últimos 50 del siglo pasado, lo leí rabioso, irritado por las
-para mí- irracionales, exasperantes elecciones con que su innominado personaje
agravaba la miseria de su permanente -e injusta- falta de trabajo; el autor
era, todo el mundo lo sabe, noruego, premio Nobel de Literatura en 1920,
referente para Franz Kafka, relegado, como tantos otros, igual que Louis-Ferdinand
Celine -lean si quieren su tesis doctoral como médico, Semmelweiss, 1936, simbólica fecha, sobre la egoísta estupidez
humana-, por el feo particularismo que quienes, buenistas del -no- pensar
dominante quieren ver en sus ideas sobre los nazis y Hitler; lo busco hoy entre
mis -quizás no- bien ordenadas lecturas y no lo encuentro.
En lugar del hambre que padecía el ficticio
personaje ideado por Hamsun, la sinrazón actual genera asco, emoción que en la
cómoda, poco fiable internet se define
“fuerte desagrado y disgusto hacia algo
(…) que, a diferencia de otras formas menores de rechazo, se expresa mediante
violentas reacciones corporales como náuseas, vómitos, sudores, descenso de la
presión sanguínea e incluso el desmayo”, nacido en las amígdalas cerebrales, sistema
límbico en que se procesan emociones, habiéndose probado empíricamente que,
pese a que la capacidad de sentir asco es genética, innata, la condiciona la
cultura, siendo tres los ámbitos en que, en especial en los años de infancia,
se gestan las más asentados y comunes sentimientos de repugnancia en los
humanos, la familia, la sociedad y los centros de enseñanza, reflejo del
rechazo a la evidencia de nuestra condición animal y, por ello, mortal, producto
de desecho que somos y, desde el peor narcisismo, provoca que algunos eviten contactar,
además de con cadáveres, heces, heridas abiertas, enfermedades,…, con grupos
sociales que consideran infectados por un grado de inferioridad histórica, como
ciertos extranjeros, lisiados, pobres, homosexuales, judíos, negros, mujeres,…,
irracional creencia que está en el origen de las mayores atrocidades humanas,
entre las que la que ahora daña Ucrania motivaba la seria reflexión del
filósofo Santiago Alba Rico en un artículo titulado “Papeles en blanco”, en el que, apoyando su frontal oposición a la “rusofobia” que desvía la atención del
auténtico culpable, el autócrata, destacaba la irracional violencia de un
momento en que, “en una calle de Moscú,
un hombre solitario exhibía un papel en blanco y, tras negarse a doblarlo, era
detenido por la policía”, violencia que asusta al pensador, más que por la
brusquedad policial, por lo mucho que evidencia, en una sociedad -igual la rusa
que la nuestra- dominada por el control plutocrático de los medios de
comunicación de masas, un paso más en la opresión absoluta, “con brutal absorción de todos los signos en
un campo semiótico sin fisuras”, muestra del camino que, nadie lo dude,
recorreremos, si no hacemos algo, hacia la imposibilidad de disfrutar siquiera
una mínima rendija para la crítica, por simbólica, oscura que la denuncia sea y
exigir gran valentía personal incluso la práctica del -en apariencia- poco
agresivo acto de mostrar en la calle un papel en blanco.
El senil anciano que, políticamente, los USA han
capacitado para presidir -¡lo ha hecho hasta Trump!- el riquísimo país causante
-a partir de su supuesta revolución democrática, la Guerra de la Independencia
respecto a Gran Bretaña entre 1775 y 1781, a la que derrotaron en Yorktown y
con la que pactaron en Paris- del dolor, daños, injusticia, desigualdad,
crímenes,… en sus -muy numerosos- enemigos del planeta Tierra, pide, con
desfachatez impune que, por hechos del conflicto imperialista que sostiene con
ellos, Putin sesa declarado “criminal de
guerra”, autor, supongo, de “crímenes
contra la Humanidad”, concepto, el primero, que depuró Hersch Lauterpacht analizando
la -excesiva- peculiar barbarie que significó el Nazional-sozialismo hace casi
80 años desde la Universidad de Lvóv, Lwów, Lemberg, la Lviv, hoy bombardeada
ciudad de Ucrania, unos USA con el poder preciso para abusar hasta el esperpento
y lograr que alguien tan criminal y aterrador como Henry Kissinger, que planificó
lustros de políticas asesinas en Argentina, Chile, Uruguay,…, años plagados de
detenciones, traslados, torturas, desapariciones, muertes de decenas de miles
de “subversivos comunistas”, ideólogo
de la llamada “operación Cóndor” de
la CIA en las décadas de 1970 y 1980 en el “patio
trasero” de esos -y estos- USA, promotor de las criminales intervenciones
del imperialismo más colonial en la Angola independizada por Portugal y apoyada
por Cuba, en Rhodesia, en el Sahara Occidental -ayer traicionado por la mercantil
PSOE en España-, a favor de Marruecos, patrocinador de los Jemeres rojos de Pol Pot en Camboya, promotor del apoyo a Pakistán
en Bangladés,…, palmarés que muestra una mínima parte de los evidentes méritos juntados
para que el prócer que, fielmente, definió Gore Vidal como “el mayor criminal de guerra que anda suelto
por el mundo”, recibiera el 10 de diciembre de 1973, no la infamante, grave
condena que el leader político de sus compatriotas pide ahora para Putin como
criminal, sino el -muy- (des)prestigiado premio Nobel de la Paz; sin duda,
produce asco.
Como también produce asco la avalancha de -ficticia-
solidaridad con las cercanas víctimas de nuestro mismo color de piel, ucranianas,
que es en realidad muestra del temor que, por su proximidad y similitud, genera
pensar en nuestro futuro, miedo por lo nuestro, solidaridad que no practicamos
igual -ni mínimamente- con los indefensos inmolados -con tonalidades de piel y
formas culturales distintas de las nuestras- de los diversos modos de muy
injusto, cruel, abusivo imperialismo, por ejemplo el cruento genocidio, crimen
contra la Humanidad que sufrieron entre 500.000 y 1.000.00 tutsis masacrados en
3 meses por machetes hutus hace menos de 30 años en Ruanda y si, de verdad, no
tememos vomitar, repugnante y justificado, incluso el pus que genera nuestra
propio sistema inmunitario sería bueno que, con los “capitalinos comunitarios” belgas de Bruselas a la cabeza, todos nosotros
junto a la iglesia católica, el lúbrico presidente Clinton, la (in)útil ONU, la
totalidad de los ilustrados habitantes de los países de la democrática Europa,
ridículamente satisfechos de habernos conocido y engañado con lo maravillosos
que -ilógicos- nos sentimos, repasemos los aterradores hechos ocurridos, con
-casi- todos nosotros en cómplice silencio, entre el 7 de abril y el 14 de
julio de 1994 en aquella Ruanda, los comparemos con la reacción respecto a lo
que ocurre en Ucrania… y sintamos asco, abisal, lógico asco de nosotros mismos.
Coda final sobre lo que la sinrazón nos acabará legando,
como lega bombardeos en Lemberg, Lvóv, Lwów, que fueron la misma Lviv, hoy hostigada
ciudad de Ucrania.- El peleado derecho fundamental a la huelga, artículo 28.2
CE, subversor del injusto orden que nos hace desiguales y que, por ello, Franco
negaba a quienes -sin tenerlo reconocido- luchaban para imponerlo, ¡eran “comunistas”!, ahora se intenta recortar
imputándoselo a “antisistemas” e,
incluso, a “ultraderechistas”, y da
asco.
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